Una aventura con once amantes del océano que buscan frenar el avance petrolero en el Mar Argentino
La primera noche a bordo del velero Witness comenzó para la enviada de elDiarioAR con la inauguración del balde. Medicación mediante y varias horas de sueño fueron suficientes para despertar saltando de la cama del camarote poco después de las 7 AM, ante el grito de Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de Océanos de Greenpeace: “¡Es una ballena!”.
Era un jueves soleado, poco viento, aguas tranquilas y el barco aún estaba en aguas argentinas, rodeado por un centenar de delfines oscuros, lobos marinos y grupos de pingüinos y ballenas jorobadas que se dejaron avistar y se hicieron oír. El sonido de las jorobadas saliendo a la superficie interrumpe cualquier contemplación. El Mar Argentino está lleno de vida. El Gobierno y las compañías petroleras aseguran que también está repleto de petróleo y gas.
La industria de hidrocarburos se prepara para comenzar en los próximos meses la exploración sísmica, primer paso antes de avanzar con la posible exploración y extracción.
La exploración sísmica se utiliza para detectar en el suelo marino la presencia de gas y petróleo. Consiste en sumergir cañones que disparan aire comprimido debajo del agua para detectar esas reservas. Greenpeace lo denomina “bombardeo acústico”, ya que el ruido que genera puede alcanzar los 300.000 kilómetros cuadrados. Un cañón puede generar entre 215 y 260 decibeles (un avión despegando produce 150 decibeles, un transbordador espacial, 180).
Esa intensidad de ruido, aseguran los científicos a bordo, invade todo lo que vive alrededor y amenaza con romper una de las leyes que gobiernan su mundo: la ley del sonido en el mar.
Greenpeace es dueña del Witness, un barco a vela que zarpó el miércoles 3 de mayo del puerto de Mar del Plata rumbo al Talud Continental, donde termina la plataforma continental argentina, una de las zonas más ricas en biodiversidad. elDiarioAR viajó invitado por la organización ambientalista.
En esta primera expedición, el Witness llegó a aguas internacionales, a unos 500 kilómetros al este de Península Valdés, Chubut, desde donde retornó a Mar del Plata. Llegó el martes 9 de mayo por la noche, tras dos jornadas de mar agitado y malas condiciones climatológicas.
El viaje
Para una cronista apegada a la tierra, convivir durante siete días con once amantes del mar a bordo de un velero de 22,5 metros de largo ha sido una aventura maravillosa. Un amor que podría simplificarse en las caras de felicidad de los biólogos y activistas cuando contemplan, como niños asombrados, delfines saltando sobre el agua, una familia de orcas viajando con una cría o especies que nunca habían visto fuera de los libros y material de investigación, como el llamativo delfín liso, que no visita las costas y habita las aguas abiertas.
Todas estas especies, entre otras como ballenas francas, jorobadas, cachalotes, lobos marinos, aves, calamares y peces, corren riesgos catalogados como “bajo”, “moderado” o “alto”, según reconoce el informe de impacto ambiental presentado por YPF para la exploración sísmica de una de las zonas donde se buscará gas y petróleo, a más de 240 kilómetros de las costas de la provincia de Buenos Aires.
El velero, construido en 2003 en Sudáfrica, está al mando de Daniel Mares, australiano radicado en Nueva Zelanda y activista de Greenpeace desde la década de 1980. La tripulación está compuesta por otros tres activistas: el turco Erkut Ertürk (ingeniero), el francés Guven Daragon (oficial a cargo) y la belga Lies Vercamere (marinera de cubierta).
El equipo de Greenpeace se completa con tres argentinos: Vueso (coordinadora) Hernán Pérez Orsi (investigador) y Osvaldo Tesoro (fotógrafo y camarógrafo).
A bordo, también se encuentran cuatro biólogos del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB): su director científico, Mariano Sironi y los investigadores Carina Marón, Camila Muñoz Moreda y Luciano Valenzuela.
Las aves marinas, como pardelas, albatros de cejas negras y petreles gigantes, y los lobos marinos acompañaron al Witness durante casi toda la travesía. Desde que perdió contacto visual con la ciudad de Mar del Plata, el velero ha estado rodeado de agua y cielo. Es una inmensidad indescriptible.
Después del espectáculo de delfines oscuros y ballenas jorobas del jueves 4 por la mañana, el Witness se topó por la tarde con unos 30 delfines comunes, otra especie diferente a los de la mañana, nadando al atardecer, a unos 200 kilómetros al este de Villa Gesell.
El viernes 5 amaneció con un grupo de decenas de delfines piloto -también llamados ballenas piloto, por su gran tamaño y color negro- nadando a gran velocidad.
Por la tarde, el mar parecía espeso y más oscuro. Antes de las 5, una familia de orcas que viajaba hacia el noroeste del Witness se dejó ver y el velero trató de acercarse lo suficiente como para poder contemplarla. Era un grupo mixto de al menos cinco, entre hembras, machos y una cría, afirmaron los biólogos a bordo. El día estaba hecho. La noche también: era luna llena y en mar abierto es posible verla enfrentar en línea recta al sol rojo del atardecer.
El domingo 7, ya en aguas internacionales, el Witness navegó sobre una montaña marina. El pie se encontraba a 1.200 metros de profundidad. A medida que el velero se acercaba al pico, la profundidad iba descendiendo hasta llegar a los 340 metros de profundidad. Y entonces el espectáculo regresó: poco antes del mediodía, el barco interceptó a otros 80 delfines piloto, que nadaban a toda velocidad y rodeaban la embarcación. Iban acompañados por otros delfines: el austral y el liso, un cetáceo muy difícil de ver, ya que sólo se mueve por aguas oceánicas, explicó Valenzuela, quien junto al capitán Mares no salían de su asombro. Era la primera vez que el biólogo veía un liso, uno de sus cetáceos favoritos.
A vela
La noche del domingo 7 estuvo iluminada por la luna llena pero también por los barcos pesqueros de calamar, que utilizan la luz para atraerlos a sus redes gigantes y parecen ciudades a la distancia.
La vida a bordo del Witness consiste en buena cocina, buena música, el carisma de sus habitantes y la muestra de maniobras admirables para adaptar las velas a los objetivos y el clima. Todos cocinan; todos limpian; casi todos navegan, en turnos o guardias, 24 por siete.
El protocolo del barco incluye dieta vegetariana obligatoria, duchas de tres minutos, generación de energía solar y eólica a bordo, y un salvavidas también obligatorio para drones por si caen accidentalmente al mar. Así evitan que se hundan sus baterías contaminantes.
El objetivo de Greenpeace en este viaje es “ver con nuestros propios ojos lo que podríamos estar destruyendo si avanzamos con estos proyectos” de exploración sísmica y extracción de petróleo y gas, afirma Vueso. “Lo que importa no es sólo si las plataformas se van a ver o no desde la playa de Mar del Plata, sino que a 300 kilómetros hacia adentro hay mucha vida que sería alterada y afectada”, aseguró la coordinadora de la campaña Océanos de la organización.
“Llegamos hasta la zona norte del frente del Talud Continental, justo con el límite lateral marítimo con la República Oriental del Uruguay”, resume Pérez Orsi, investigador a bordo.
Mientras muestra el mapa digital de la ruta, el activista explica que el velero está siguiendo la línea del Talud porque es allí “donde el continente se sumerge definitivamente en el Océano Atlántico y donde se dan fenómenos que hacen que esta zona tenga una importancia relevante para la biodiversidad”, afirma. También es la zona donde se buscará gas y petróleo.
¿Qué hace de estas áreas un punto neurálgico para la vida en el mar? “El aporte de aguas cargadas de oxígeno y nutrientes por parte de la corriente de Malvinas, que es la autopista que comunica las islas con la boca del Río de la Plata, aportan lo necesario para que las especies tengan aquí uno de los lugares más importantes para la alimentación y es uno de los frentes productivos que tienen más importancia, no sólo a nivel regional y hemisférico, sino a nivel mundial”, responde Pérez Orsi.
“Este viaje fue una primera etapa de reconocimiento y nos gustaría poder profundizar el estudio en el futuro. La exploración sísmica y la perforación son inminentes porque están aprobadas y hay dos nuevos proyectos de exploración sísmica pendientes, uno de Shell en la Cuenca (Argentina Norte) y otro de TGS (otra empresa noruega) en la Cuenca Malvinas”, agregó Vueso.
El velero lleva un hidrófono. Consiste en un cable de 300 metros de largo que arrastra un tubo de otros cinco metros con un micrófono que registra cuatro frecuencias, dos bajas y dos altas, y un sensor de profundidad.
Los sonidos que registra el hidrófono son procesados y observados en una central de monitoreo a bordo y, en aguas internacionales, donde no se requieren permisos del Estado argentino, Greenpeace grabó día y noche todos los sonidos registrados para detectar delfines y ballenas. “Fue muy importante poder escuchar el silencio del mar y cómo cuando aparecían los animales, aparecían también sus sonidos, los que exploración sísmica, al generar grandes explosiones acústicas, va a romper”, explicó Vueso.
Nuestra vida está rodeada de petróleo y sus derivados: desde el transporte hasta la ropa, elementos básicos de trabajo, higiene personal, en la cocina, en el baño y en nuestros teléfonos. ¿Podemos vivir sin él? “De alguna manera somos rehenes de este sistema y estamos pidiendo que se empiecen a generar esos cambios políticos y sistémicos necesarios, pero eso requiere de voluntad política. Primero, planteamos que no se abra una nueva frontera como en un ecosistema tan importante como el Mar Argentino ni sumar más gases de efecto invernadero; tampoco que se siga afectando a comunidades locales en pos de la industria petrolera”, aseguró Vueso.
Ruido
Sironi, uno de los cuatro biólogos de la institución que se unieron a Greenpeace en esta expedición, escribió un artículo que se titula “En el mar el ruido mata”. “Así como nosotros obtenemos la mayor parte de la información del medio que nos rodea a través de la vista y de la luz, los cetáceos ‘ven’ su mundo submarino a través del oído y de los sonidos”, escribió el biólogo cordobés.
Los disparos sonoros de la exploración sísmica, que en una primera etapa realizarán la empresa noruega Equinor en alianza con YPF y Shell, pueden perjudicar desde el tránsito, la alimentación y la reproducción de mamíferos marinos, invertebrados (langostinos, calamares) y peces. Puede incluso provocar la muerte de estas especies, explicó Valenzuela, quien además es investigador del Conicet en la Universidad Nacional del Centro (UNC) de la provincia de Buenos Aires.
“Imaginemos por un momento cómo sería la vida de las personas videntes si estuviéramos constantemente encandilados por luces fuertes, reflectores, faros y todo tipo de fuentes de luz intensa. Nos chocaríamos entre nosotros y contra obstáculos, no podríamos dormir, viviríamos estresados, enceguecidos y buscaríamos aislarnos de todo para evitar ese acoso luminoso. Así y todo, podríamos cerrar los ojos e incluso taparlos para evitar la luz. Pero las ballenas y los delfines no pueden ‘cerrar los oídos’ para dejar de escuchar esos ruidos, que los acosan día y noche, en todos los mares”, escribió Sironi.
Equinor, la empresa noruega que realizará la exploración sísmica, asegura que opera con “los más altos estándares internacionales” y que el impacto será “bajo”.
Después del ruido, vendrá la instalación de plataformas en el mar para proceder con la extracción de gas y petróleo. Es el segundo riesgo que temen los científicos y organizaciones como Greenpeace:
“La actividad petrolera en el mar es peligrosa y produce impactos. Ahora, perforaciones a grandes profundidades como las que se realizarán en este caso es otra escala de complejidad. Nunca nos tenemos que olvidar del accidente de Deepwater Horizon en el Golfo de México. Fue uno de estos casos, fue un pozo de alta profundidad y no pudieron contenerlo. Fue uno de los desastres ambientales más grandes de las últimas décadas”, afirma Valenzuela.
Además del impacto del sonido, “los riesgos de esta actividad en el mar es que se produzcan derrames, escapes de gas, explosiones que ponen en riesgo a las personas que trabajan en las plataformas. Cuando hablamos de una empresa como Equinor, nos la venden como una empresa nórdica de primera línea pero en realidad no es tan así: la empresa ha reportado 73 eventos de accidentes en los últimos 5 años”, aseguró Vueso.
La bióloga Marón está a bordo del Witness para tomar muestras de plancton y milimétricos invertebrados denominados krill y copépodos en aguas internacionales. Son el alimentos de la ballena franca, principal especie estudiada por los biólogos del ICB. “La ballena franca es representante de todo el entramado y la complejidad del ecosistema marino del que forma parte”, aseguró la científica cordobesa a elDiarioAR.
Los científicos determinaron que la ballena franca viene a alimentarse a estas zonas, que coinciden con las áreas adjudicadas por el Gobierno a las petroleras. Vienen justamente antes de mayo, época en la que coincidiría con la exploración sísmica.
Pobreza y petróleo
El Gobierno y sectores políticos y económicos, incluso académicos, sostienen que los países subdesarrollados como Argentina deben seguir explorando y explotando hidrocarburos porque no han contribuido en gran medida con el calentamiento global y la contaminación. Lo ratificó el ministro de Economía, Sergio Massa, ante empresarios del sector en IDEA Energía 2023, en la provincia de Neuquén, hace unas semanas.
“Eso es una falacia -responde Vueso-, en primer lugar la explotación de la naturaleza no garantiza el desarrollo económico bajo ningún punto de vista y eso a esta altura es más que evidente. Además, las empresas son muy claras en los documentos publicados sobre la muy acotada generación de empleo que traen a países como Argentina. Los barcos vienen con personal especializado del exterior. La prioridad hoy debería ser avanzar con la transición energética y asegurar empleos en el largo plazo, no a 20 años, porque estos proyectos se terminan pronto”.
Después del ruido
En cuanto al riesgo de perforar en el mar, la Secretaría de Cambio Climático de la Nación respondió a elDiarioAR sobre el Proyecto Argerich -uno de los que se llevará adelante próximamente- y sostuvo que “se contemplaron los peores escenarios adversos” a través el Servicio de Hidrografía Naval, entre otras áreas, y “en ellos se calcula que la posibilidad de derrames a partir de la actividad exploratoria del Proyecto Argerich son contundentemente bajas (1 en 8.064)”.
En cuanto a la posibilidad de un derrame por parte de buques de la actividad en estas áreas, el riesgo se calculó como 1 en 40 años, agregaron. A esa posibilidad, se agrega el impacto del tránsito de buques que generará la actividad en estas áreas ahora habitadas por los no humanos.
¿Cómo hará el Estado argentino para controlar a compañías a 240 o 350 kilómetros de las costas bonaerenses, en pleno altamar? ¿Cómo se controlará la contención y existencia de accidentes, como derrames y explosiones? La Secretaría de Cambio Climático respondió a este medio que la fiscalización estará a cargo de la Secretaría de Energía, la Secretaría de Control y Monitoreo Ambiental del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y Prefectura Naval, pero el cómo harán las tareas de control es la clave y no está claro cómo será posible en condiciones tan complejas.
ED
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