Los obispos italianos abren las puertas de los seminarios a los gays, siempre que mantengan el celibato
“Una orientación hacia la vida célibe”. Este será el principal criterio de admisión de candidatos al sacerdocio en la todopoderosa Iglesia italiana, que por primera vez abre la puerta a que pueda haber seminaristas homosexuales. Un paso histórico, que fue duramente cuestionado por los sectores más reaccionarios de la Curia, y que podría exportarse a otras iglesias, como la española, inmersas en un proceso de renovación en la formación de su clero.
La decisión, aprobada ad experimentum (a prueba) por un período de tres años, entró en vigor el pasado jueves, después de recibir el visto bueno del Vaticano. En las nuevas normas, se afirma que “la Iglesia, aun respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir en los seminarios a aquellos que practican la homosexualidad”. Sin embargo, la “práctica” no está permitida tampoco a los heterosexuales, de modo que no podría ser ese el argumento para obstaculizar su entrada en un seminario. La línea roja sería el celibato, no la orientación sexual.
De hecho, la Conferencia Episcopal italiana enmarca la cuestión del celibato y la castidad dentro de una “armonía general” del candidato a sacerdote, que precisa de una formación integral, y no solo obsesionada con el sexo (o la ausencia de este). Las nuevas directrices también obligan a que los futuros seminaristas no se hayan visto implicados en casos de abusos, así como a la participación de mujeres en el proceso de formación de los sacerdotes, para “integrar la mirada y el juicio femeninos en la evaluación”.
El jesuita James Martin, uno de los principales defensores de una pastoral LGTBIQ+ en la Iglesia, valoró la medida como “un paso adelante”. “En mi interpretación, si un hombre gay es capaz de llevar una vida sana, casta y célibe, puede ser considerado para la admisión al seminario”, subrayó.
En mayo pasado, el papa Francisco se vio obligado a pedir perdón después de que algunos medios ultraconservadores italianos filtraran una frase del pontífice, pronunciada durante el debate entre los obispos del país sobre si admitir o no a homosexuales en el seminario: “Ya hay demasiado mariconeo”.
El Papa, que pidió perdón, también se comprometió a seguir luchando contra la homofobia en la Iglesia católica, una cuestión que, como estamos viendo en estos días en España a cuenta de las mal llamadas terapias de conversión o la negativa de un cura segoviano a impartir la comunión al alcalde de Torrecaballeros por ser homosexual, es uno de los grandes estigmas de la institución.
“Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, aseguró Francisco en una de sus primeras ruedas de prensa como Papa, a la vuelta de la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, en 2013. Hace un año, además, avaló la declaración Fiducia Supplicans, que permite las bendiciones (no sacramentales) a las parejas homosexuales, y exigió que se dejara de considerar la homosexualidad un delito, como sucede en algunos rincones del mundo.
Sin embargo, la práctica en la Iglesia, especialmente en la Europa, continúa considerando a los homosexuales casi como enfermos. En este sentido, y haciendo referencia a la denuncia contra siete diócesis españolas por supuestas prácticas de terapias de conversión gay, el colectivo CRISMHOM ha instado a la jerarquía católica a a cambiar su doctrina sobre las relaciones sexuales homosexuales, que no deja de ser la base para que determinados grupos integristas agiten la culpabilidad en muchas conciencias“.
Para la comunidad cristiana LGTBIQ+ es necesario apostar por “Iglesias inclusivas, que descubran la riqueza de la diversidad, capaces de valorar y celebrar los dones y carismas que las personas LGTBI+ han traído, traen y seguirán trayendo a nuestras Iglesias”.
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