Entre las 38 víctimas de la represión, diez eran adolescentes y murieron por balas perdidas o disparos a mansalva
El primer asesinado del que se tiene registro es Marcelo Pacini. Tenía 15 años. Curioso, el chico se acercó al supermercado de su barrio en Cabaña Leiva, Santa Fe. Víctor Clemente, dueño del comercio, le disparó con su escopeta desde el interior del local. En primera instancia a Clemente le dictaron falta de mérito. El fiscal apeló y pidió la reconstrucción del hecho. Procesaron al dueño del supermercado por “homicidio en exceso de legítima defensa”: nunca lo detuvieron. Para la familia del adolescente, quién se echó la culpa del asesinato no es la persona que lo mató.
En Entre Ríos hubo tres víctimas, dos menores de edad. Romina Iturrain, de 15 años, tomaba mates en la vereda, a tres cuadras de un hipermercado que estaba siendo saqueado. La mató una bala, nunca identificaron al asesino. A Romina la velaron con el vestido que había usado en su fiesta de Quince. A Eloísa Paniagua, de 13 años, el cabo Silvio Martínez le apuntó desde un auto y la fusiló. En 2003 lo condenaron a diez años de prisión. Estuvo preso cinco y salió en libertad. Martínez fue el único en llegar a juicio por la represión del 19 y 20 en Entre Ríos, la primera provincia en registrar saqueos. Según la familia, “lo entregaron”.
El primero de los juicios por dos asesinatos cometidos el 19 de diciembre arrancó el 2007. Hubo cuatro acusados: Luis Mazzei, “El Tano”, dueño de siete supermercados barriales; su custodio, un agente retirado de Prefectura llamado Bernardo Joulie, retirado de la Prefectura; y los comerciantes César Enrique Maguicha y Rafael Orellana. Según los testigos, todos portaban armas y todos dispararon. Fue en el local ubicado en el barrio 22 de enero, en Ciudad Evita. También fue la primera sentencia. Mazzei, el dueño, y el custodio Joulie fueron condenados a quince años y medio de cárcel. Maguicha y Orella fueron absueltos.
Una de las víctimas fue Damián Vicente Ramírez, un chico de 13 años. Estaba en su casa, junto a su madre la tarde de los saqueos. En el barrio ya se había corrido el rumor y cuando una vecina fue a avisar, la madre abrió el portón y Damián salió a ver qué pasaba. Al mismo tiempo Ariel Salas, de 31 años, bajaba del colectivo 180. Venía de cumplir su jornada de trabajo en la joyería que lo empleaba, en Almagro. Damián y Ariel sin conocerse coincidieron frente al súper. Mazzi disparó su Itaka y Ariel recibió un impacto en la frente. El custodio usó su arma 9 milímetros y el chico recibió un tiro en el cuello. Murieron en el acto.
También hubo una primera causa archivada. Es la del asesinato de Walter Campos, de 16 años. Vivía con su familia, numerosa, en una casa precaria en Rosario. Le habían dicho que en un supermercado de la zona iba a entregar bolsones con comida. Walter fue y se ubicó en la fila, como tantas otras personas. Aquí empiezan las versiones que terminan con la causa archivada, en 2004.
Ángel Iglesias, un tirador de elite de la Tropa de Operaciones Especiales, patrullaba la zona cuando vió que Walter y otro chico se escapan a los tiros de la policía. El tirador declaró en el juicio que, advertido de la situación, a través de la mira telescópica de su fusil vio que el chico hacía “cuerpo a tierra” en un lugar que dejaba expuesto al agente que lo perseguía. Y que le disparó a un bulto: un impacto certero en la cabeza del adolescente. La familia de la víctima dice que a Walter lo marcaron, lo persiguieron y lo remataron de un tiro en la cabeza. Iglesias estuvo detenido y procesado, pero lo sobreseyeron con el argumento de que obró en legítima defensa.
Yanina García tenía 18 años y una hija llamada Brenda. La tarde del 19 de diciembre escuchó disparos. Salió corriendo a la vereda para buscar a la beba, entonces de dos años, que jugaba con otros chicos en la casa de una vecina. Afuera había corridas porque cerca había un saqueo. Un impacto de bala de plomo en el abdomen mató a Yanina. Brenda, su hija, quedó a cargo de su abuela. Supieron, en la autopsia, que fue un tiro de escopeta. Nunca dieron con el asesino.
David Moreno, 13 años, salió con sus amigos del barrio 9 de Julio, en Córdoba. Había corrido el dato de que iban a entregar bolsones con comida. La gente se amontonaba frente al super Mino Sol, pero de los bolsones, ni noticias. Los chicos se acercaron “a ver”. La policía abrió fuego. David murió de un disparo en la nuca, pero en el cuerpo tenía otros cuatro balazos, algunos de plomo o postas de goma. El oficial subinspector Hugo Cánovas Badra fue identificado como el autor del crimen. En 2017, dieciséis años después, fue condenado a 12 años y 8 meses de prisión. En esta entrevista, Cánovas Badra asegura que él no tenía balas de plomo y sí sus compañeros, y que fue “un chivo expiatorio” del fallecido gobernador José Manuel de la Sota. En el barrio 9 de Julio una calle lleva el nombre de David.
El otro adolescente que fue reprimido durante un saqueo en Córdoba fue Sergio Pedernera. Tenía 16 años cuando le dispararon. Una bala que había quedado alojada en el tórax lo dejó parapléjico. El chico, sus tres hermanos y sus padres ocupaban una vivienda precaria en las afueras de la ciudad de Córdoba. Sergio hizo una rehabilitación pero no pudo continuar con el tratamiento porque su familia no tenía dinero para costearlo. Por el mismo motivo desistieron de seguir con la demanda que habían iniciado contra la Provincia. Un año después, en diciembre de 2002, su madre lo encontró muerto en la cama. Nunca identificaron a quien le disparó.
Un informe del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels) coincide con un relevamiento de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi): a Julio Hernán Flores, de 15 años, lo mató un comerciante en la localidad de Merlo, cuando participaba de un saqueo. Un cable de Télam, en cambio, informa que Julio estaba en el supermercado de su tío, ubicado en Merlo, cuando una persona que entró a saquear lo baleó. En marzo de 2002, detuvieron a un hombre de 52 años por el crimen.
Para el Cels no están claras las circunstancias en las que murió Ricardo Villalba, de 16 años. Fue en el Barrio Parque Casas, en Rosario. Como en Paraná, en Entre Ríos, y algunas localidades de la provincia de Buenos Aires, en Rosario también se juntó gente en reclamo de comida en los ingresos de los supermercados el 19 de diciembre. En un violento despliegue policial, Ricardo fue asesinado, pero ningún testigo aseguró haberlo visto en ese lugar. Hay versiones que indican que estaba con un amigo en las cercanías del lugar y que corrieron cuando vieron que los móviles se acercaban, que un policía se bajó del patrullero y, rodilla en tierra, les disparó. La bala impactó en uno de los ojos del joven. Murió cuatro días después. Habría policías de la comisaría 10ª implicados, según los testimonios que recogió la Comisión Investigadora No Gubernamental. La Justicia no avanzó. El crimen está impune.
VDM
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