Trump, las Playboy, los libros y la noche
Cuando lo entrevistó la revista Playboy, tenía 45 años y era uno de los personajes de la crónica social más reconocidos e identificados por el público. En 1990 terminaba su matrimonio con la modelo checoeslovaca Ivana Marie Zelníčková por un affaire con su futura segunda esposa, la actriz Marla Maples. El electorado de EEUU conoce a Donald Trump mucho mejor y desde mucho antes que la clase política de Washington. Y el editorialista del New York Times David Brooks asegura que Trump, multimillonario de linaje millonario, especulador en bienes raíces como su familia, narcisista supremo como su padre, ha vivido incontaminado de autismo. Popular décadas antes de ser llamado populista, la curiosidad del presidente electo por el que era su público antes de ser su electorado ha sido constante, y es anterior y mayor a la demostrada por los cuadros profesionales de los partidos demócrata y republicano en las tres décadas transcurridas desde aquella tapa con un playboy neoyorquino en la revista de Hugh Hefner.
A menos de una semana de la nueva victoria de Donald Trump en las presidenciales de EEUU, El mundo es azul como una naranja, la Newsletter de Política Internacional de elDiarioAR.com, girará en torno de unas elecciones celebradas cada cuatro años desde 1789. Elecciones nacionales pero que en Europa, Asia y América latina muchas voces reclaman que no son extranjeras, porque deploran que sólo pueda votar en ellas la ciudadanía de EEUU –que lo hace con un entusiasmo que no ha incurrido ni una sola vez en excesos–, cuando las consecuencias del escrutinio serán para el mundo mayores que las de cualquier otra elección nacional en el planeta.
1. EEUU, multitud en busca de ídolos en busca de multitud
Antes de ingresar a una vida y actividad políticas en el Partido Republicano, Donald Trump era una figura política mejor conocida que varios candidatos presidenciales como el demócrata John Kerry o el republicano Mitt Romney –uno y otro derrotados, en 2004 y 2012. El magnate inmobiliario neoyorquino, galán maduro de la televisión por cable, anfitrión de reality shows y torneos sádicos con muchos participantes en competencia pero sin segundo premio, obtuvo con buen éxito la candidatura oficial partidaria, disputada como precandidato independiente en las elecciones primarias republicanas. El primer martes de noviembre de 2016 ganó la presidencia de EEUU como candidato oficial partidario al derrotar a la candidata oficialista Hillary Clinton, esposa del dos veces presidente Bill Clinton.
Proclamado candidato oficial en la Convención partidaria, este multimillonario egresado de la más arrogante Escuela de Comercio del país fue su propio jefe de campaña. Entrenada en la pantalla chica, su verborragia plebeya prosiguió su camino de perfección en las aún más ínfimas de las redes sociales pop. Maestro en el tono, el tema, y el vocabulario escogidos en su expresión oral y escrita, Donald Trump encontró en el minimalismo de microblog y en los hilos sin fin de Twitter el formato cortado a la medida exacta de un artista del epigrama, el exabrupto, el desahogo y la invectiva 7/7 y 24/24.
En las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, Trump volvió a enfrentar, y a derrotar, a una candidata oficialista demócrata, Kamala Harris. A diferencia de Hillary Clinton, la vicepresidenta de Joe Biden fue doblemente vencida. Abogada de profesión como la ex canciller de Barack Obama y ex senadora por Massachusetts, no logró votos suficientes en suficientes estados como para que sumados le aseguraran al menos el número total de 270 electores que asegura la presidencia. Pero en 2024 el ex presidente republicano ganó además en voto popular y la vicepresidenta demócrata perdió en cantidad de votos populares.
La reelección de Trump en 2024 puso de manifiesto cuán debatible resultó, como tantos análisis rigurosos concluyeron o desearon ocho años atrás, que la indeseada victoria del improbable republicano en 2016 iniciara un paréntesis infeliz pero felizmente irrepetible. El trumpismo era visto como la anomalía deplorable de una derecha extremista pero marginal llegada al poder en un sistema que seguía siendo estructuralmente centrista pese a este accidente crispado movido por contingencias exasperadas. Al fin de cuentas convenía agradecer que ya no fuera amenaza pendiente sino que la ultraderecha en el poder se consumara y consumiera día a día durante cuatro años. La tendencia perdería unidad, dirección y potencia, fragmentada en anécdotas cotidianas weird (como el derrotado candidato demócrata a la VP, Tim Waltz, llama a los republicanos MAGA que lo derrotaron).
La elección del martes 5 de noviembre disipó la gratitud oficialista por los dones ambiguos y providenciales del superlativo desempeño comparativo en 2020 de la tasa de mortalidad de EEUU durante la pandemia del covid, y del escándalo y espectáculo de decenas de militantes trumpistas que el miércoles 6 de enero de 2021 ingresaron con armas de fuego al Capitolio de Washington durante una reunión decisiva de la Asamblea Legislativa para manifestarse con violencia en protesta por el ‘robo’ demócrata de la elección del 8 de noviembre. Una y otra desgracia, acumuladas, fueraon interpretadas voluntariosamente como doble y letal tiro de gracia a la viabilidad de un gobierno Trump bis. Habían declarado muerto al precandidato opositor, hoy a sus 78 años el presidente electo con mayor edad en la historia del Ejecutivo de EEUU. Y sin embargo después festejaron cada nueva causa judicial abierta en contra del cadáver, y aun la sentencia condenatoria en un juicio penal en Nueva York, como bienvenidos certificados de defunción suplementarios: lo que abunda no daña.
2. EEUU, cómo votó una democracia presidencialista y federal
Al concluir el escrutinio de los 142.380.403 votos válidos emitidos en las elecciones presidenciales del martes 5 de noviembre en EEUU, más estados que nunca en este siglo terminaron pintados de rojo, el color republicano de las corbatas del magnate inmobiliario, en el mapa de las victorias electorales. Cambiaron de color estados que en 2020 fueron azules, el color ‘pecho frío’ demócrata.
En EEUU el pueblo no elige presidente: elige a quienes lo eligen. La elección presidencial es indirecta (como en la República Argentina desde 1853 hasta la reforma constitucional del 1994). En cada uno de los 50 estados la ciudadanía elige tantos grandes electores como correspondan a cada estado: 2 por default para todos (por los 2 senadores que elige cado estado) + una cifra variable de estado en estado según la población de cada uno. Con la sola excepción de 2 estados (Maine y Nebraska) que reparten sus electores proporcionalmente entre los dos partidos más votados, en los restantes 48 estados aquel partido que ganó más votos se ganó todos los electores de ese estado (Winner takes all!). Cada cuatro años todos los primeros martes de noviembre EEUU elige 538 electores, que se reúnen al mes siguiente en Colegio Electoral y eligen al presidente: para ganar la Casa Blanca, hacen falta 270 electores. Trump ganó 295 ya el martes.
En el mundo exterior a EEUU se afincan algunos obstáculos de los más engorrosos para llevar adelante con la inmediatez anunciada algunas de las más vistosas políticas económicas domésticas de la victoriosa campaña electoral de Donald Trump. El presidente republicano reelecto insiste sin embargo en que “los extranjeros van a pagar” los costos de su programa oneroso.
Más votantes votaron por el opositor Trump: 73.349.446, sumados todos los votos emitidos en EEUU. Ganó en voto popular: 67.676.608 suman los votos a favor de su rival oficialista Harris. En las elecciones presidenciales de 2016, la candidata oficialista de entonces, la demócrata Hillary Clinton, perdió la presidencia pero superó a Trump en el número del voto popular. Trump es el primer candidato republicano en ganar la presidencia al mismo tiempo que superaba en voto popular a su contrincante desde que el opositor Ronald Reagan derrotó a Jimmy Carter en 1980 con una ventaja de más de ocho millones de votos y desde que, más recientemente, pero veinte años atrás, el oficialista George W. Bush venció a John Kerry en 2004 por cuatro millones de votos como presidente de guerra en la estela de 11-S.
El martes, el Partido Republicano ganó más bancas senatoriales y recuperó el control del Senado para próxima Legislatura. También avanzó en el número de representantes, pero falta contar votos para dar por hecha su improbable mayoría en la Cámara baja.
3. Los migrantes, el caos y algunas caravanas de errores en la política migratoria de la administración Biden-Harris
La migración clandestina alcanzó su clímax en EEUU a fines de 2023, cuando en 30 días 250 mil migrantes sin papeles ingresaron al país desde México cruzando la frontera sur. En vísperas de la elección presidencial del 5 de noviembre de 2024, los ingresos clandestinos se habían reducido a un quinto, a 50 mil por mes.
Entre las dos fechas y los dos números se había consumado y visibilizado el fracaso del gobierno demócrata para llevar adelante una política migratoria única y consistente con un tema fundamental para el electorado.
El número de 2023 de un cuarto de millón de ingresos descontrolados ocurridos en un solo mes engendró una atmósfera de caos, de inseguridad, y de injusticia. En particular, entre las minorías étnicas y los migrantes legales que viven en EEUU, los adversarios más acérrimos del ingreso indiscriminado de migrantes por debajo de los radares de las autoridades federales y estaduales. La población con ingresos bajos de ciudades como Nueva York o Chicago demorada en listas de espera para acceder a viviendas populares repudia que la migración clandestina sea alojada en hoteles pagos por las autoridades municipales.
En el número de 2024, en vísperas de las elecciones presidenciales, la inmigración clandestina se veía regularizada en su flujo y reducida a un quinto de la de un año atrás. Las autoridades fronterizas habían logrado dotarse de instrumentos y protocolos para ejercer un control sobre la masa de ingresos. Confirmaban que la inmigración, ya no más temida como indetenible, se puede frenar: la administración demócrata Biden-Harris le daba la razón a su enemigo jurado, el “fascista” Donald Trump, y a la administración republicana que iba a ser su sucesora.
4. Trump bis, o esa improbable reelección presidencial no consecutiva hecha realidad
El candidato victorioso y más votado fue el opositor acusado de fascista y autocrático por su adversaria demócrata y vencedora. Trump logró lo que en la historia norteamericana sólo conoce un único antecedente, y en el siglo XIX. Aquello a lo que aspira hoy Evo Morales en Bolivia: la reelección por un nuevo mandato no consecutivo. Entre 1885 y 1889 Grover Cleveland fue el presidente n° 22 de EEUU y entre 1893 y 1897 el presidente n° 24. El presidente del bis discontinuo precursor era demócrata, y fue el primer demócrata en volver a ganar la Casa Blanca desde de la Guerra de Secesión de 1861-1865. En el reparto de las arenas de la ideología decimonónica, el Partido Demócrata era sudista, de derecha y esclavista; el Partido Republicano progresista y abolicionista.
En 1860 Abraham Lincoln fue el primer candidato presidencial republicano en ganar las elecciones; once estados esclavistas del Sur agrario se unieron en una Confederación y en 1861 atacaron y e iniciaron su combate contra el Norte industrial. Fue el inicio de una Guerra Civil, que sería calificada como la primera ‘guerra total’ del mundo por el incluir entre los objetivos de la ofensiva armada a la población civil no combatiente. El general Robert Lee y el presidente demócrata Jefferson Davis se rindieron en 1865 al general Ulysses S. Grant. El presidente republicano Lincoln había ganado su reelección en 1864; inició su segundo período en enero de 1865; fue asesinado en abril, una semana después de la rendición del Sur, por un sudista fanático; en junio, las tropas del Norte proclamaron la emancipación y el fin de la esclavitud; los gobernadores del Sur les negaban la ciudadanía y el derecho al voto a los negros; Andrew Johnson, vice de Lincoln y su sucesor, era demócrata y apoyaba al Sur; el Congreso ordenó al Ejército intervenir, quitó el poder a los gobernadores de la ex Confederación y lo dio a interventores; privó del voto a los blancos sudistas hasta que no les fuera perdonada la sedición del Sur. Se iniciaba la ‘Reconstrucción’ conservadora de los 11 estados del Sur vencidos (1865-1877). Como en el caso de Trump, la facción republicana que había acompañado a Lincoln, que acompañó a los presidentes Grant -el ex militar sucesor de Johnson-, Rutherford Hayes y James Garfield –segundo presidente asesinado en EEUU- era muy radicalizada. Impedidos los demócratas de votar y de ser elegidos representantes, dominaron el Congreso.
5. White Presidents Matter, o por qué en EEUU el electorado de color no es monolítico
No habría sido el mandato popular para el 47 presidente electo de EEUU tan inexpugnable en su ventaja sin la obstinada preferencia por el candidato republicano de 78 años demostrada en el sufragio efectivo por los electorados negro e hispano. Sólo voluntariosamente es posible imaginar como un todo único al electorado latino, porque sus partes corresponden a categorías demográficas, nacionales y subnacionales de diferente status jurídico propio.
El electorado puertorriqueño es migrante pero no es extranjero. Con 3,2 millones de habitantes, Puerto Rico es un estado libre asociado a EEUU. En la bandera estadounidense falta una 51ª estrella que simbolice a esta nación insular del mar Caribe que se autogobierna y enarbola bandera propia. Pero la población puertorriqueña puede residir y trabajar libremente en los 50 estados de la Unión y con 16 años de edad votar y elegir al presidente de EEUU.
Migrantes de Cuba, Venezuela y otras naciones gozan o gozaron de privilegios a la sombra de la guerra de Washington contra el comunismo en América Central y el Caribe.
Sólo la migración del subcontinente llegada de otros orígenes ha conocido, en su persona o en la de la generación anterior, la experiencia de ingreso, vida y trabajo ilegales. Para quienes votan, la ilegalidad es el pasado y la ciudadanía el presente. Asumir una incompatibilidad primigenia de este grupo de votantes con toda doctrina de endurecimiento de los controles fronterizos es una inferencia cuya pereza cada nueva elección castiga.
Tampoco habrían gobernado los republicanos radicales durante veinte años en los dos últimos cuartos del siglo XIX sin el voto negro. Después de la emancipación de junio de 1865, los esclavos recién emancipados votaban por primera vez porque por primera vez eran libres. Y durante la Reconstrucción -como se llamó el paréntesis de proscripción demócrata en los estados de la efímera Confederación abolida- votaban republicano.
6. White Presidents Matter redux, ¿y si en EEUU el voto latino 2024 fue monolítico?
Mirados los números de la elección presidencial 2024 de más cerca, vemos que de la rica diversidad social e histórica de las comunidades latinas que forman un sector cada vez más decisivo en la demografía y el electorado de EEUU es apresurado inferir a priori cualquier bifurcación de los votos ordenada según los diferentes orígenes históricos y nacionales de la migración. La heterogeneidad cultural de la colectividad latina en EEUU es tan evidente que puede enturbiar o demorar la constatación de que una homogeneidad evidente en la dinámica del voto latino en su totalidad de la que dan cuenta los números de la reelección ganada por el candidato republicano Donald Trump el martes 5 de noviembre.
Latinos y latinas que votaron republicano se pronunciaron su voto: no son tan latinxs, según la expresión que usa en sus comunicaciones el partido Demócrata, que daba por descontada la mayoría de las preferencias entre las minorías raciales y étnicas. Los únicos recortes demográficos en los que en las elecciones de 2024 de EEUU creció el voto demócrata respecto a los números calculados para el mismo conjunto en las presidenciales de 2020 fueron mujeres blancas y varones blancos que ganan 100 mil dólares o más por año y votantes LGBT+ (desglosado este acrecido voto LGBT+ para Kamala Harris, su mayoría interna se ve compuesta por mujeres bisexuales que en la actualidad viven o interactúan con una pareja heterosexual).
Dividido el voto latino por sus orígenes, o considerado como un todo, en cada parcialidad, y en la totalidad, la tendencia es monolítica: sin excepción. La diferencia está en la dimensión de un crecimiento siempre positivo respecto a 2020. Trump creció en Miami, con una comunidad muy cubana y centroamericana, y en el Valle del Río Grande en la frontera de Texas, entre un electorado de origen mexicano, y en Nueva York y sus suburbios, con un electorado caribeño, dominicano y portorriqueño, pero también muy mexicano. El avance trumpista en el voto hispano de Bronx y Queens, en el conurbano de la ciudad de Nueva York, y en los suburbios y áreas latinas del mismo estado, y en las del vecino Nueva Jersey, es tan importante, si no más, que en los estados del Sur.
7. Republicanos, trifectas, aranceles y proteccionismo de antaño y de hogaño
Aquellos republicanos radicales de dos siglos atrás habían gobernado con el desahogo de haber ganado la trifecta. Como a esta apuesta hípica se llama en Washington cuando Casa Blanca y Cámaras alta y baja del Capitolio alineadas premian a un mismo apostador y o partido. También los republicanos MAGA reclaman haber ganado ese premio este noviembre 2024. Sin proscripciones. Con un sufragio universal más genuino (las mujeres votan en EEUU sólo desde 1920). Sin embargo, hay otra coincidencia enorme, a la vez tan flagrante como equívoca, entre los republicanos de entonces y los de ahora. Al menos en los dos primeros años de mandato, antes de las elecciones de medio término de 2027, el oficialismo podrá ejercer un albedrío irreprochablemente libre a la hora de legislar.
En materia económica, la legislación republicana sancionada y promulgada en el siglo XIX fue proteccionista y contraria al libre comercio. En los últimos meses de campaña, Trump repitió una y otra vez que para él la palabra más hermosa de la lengua inglesa es tariff. Que significa arancel aduanero, gravamen que deben pagar los bienes importados. Trump anuncia aranceles promiscuos para todas las importaciones, aun las de México o Canadá, y aranceles más gravosos para combatir la rivalidad comercial de China.
En el último tercio del siglo XIX, la legislación proteccionista en EEUU perjudicó a los estados agroexportadores del Sur pero fue una intervención estatal decisiva para el desarrollo de la industria en los estados del Norte y en definitiva para el crecimiento económico del país. Progresista entonces, esa legislación es hoy reaccionaria.
8. De un Muro de Berlín decaído al Muro de México re deconstruido
Caído el Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, Francis Fukuyama anotició al mundo que la Historia había llegado a su fin en Washington; treinta y cinco años después, el 8 de noviembre de 2024 el cientista político comunicó en el Financial Times que tres décadas y media de liberalismo y la existencia del mundo libre llegaban a su fin en Washington con la reelección presidencial de Donald Trump.
Fukuyama declara irrevocablemente abolidas la noción y las realidades de la globalización que hacían del planeta, en teoría, una sola y misma ágora, y un solo y mismo mercado, un territorio libre para la circulación libre de ideas, personas, bienes y servicios sin restricciones de gobiernos ni estados nacionales. En ese triunfo doctrinario de la mundialización, cada habitante del globo detentaba la ciudadanía universal en una cosmópolis hospitalaria donde nada ni nadie era extranjero.
Los países se agrupaban en bloques supranacionales que derribaban las barreras internas, los organismos regionales firmaban TLC entre sí. La migración era un derecho humano y no habría migrantes ilegales como no hay personas ilegales.
Si esta representación del curso dinámico de los acontecimientos y de las tendencias globales jamás encontró un correlato histórico ni suficientemente amplio ni decididamente enérgico, y a veces ni siquiera reconocible, ahora, señala Fukuyama, su abolición es irrevocable. Y ya antes de esfumarse en la realidad, ha sido cancelada como desideratum. La era donde caían los muros es pretérita: El libre comercio, el neoliberalismo y el progresismo, el internacionalismo y el multilateralismo, se han sustituido por un proteccionismo nacionalista y aislacionista.
9. Trump, o el mundo nunca es tan rojo como una naranja sanguínea republicana
Tras década y media de continua pero ni morosa ni digresiva redefinición, en el bipartidismo norteamericano republicanos y demócratas proyectan hoy de sí imágenes no sólo incongruentes sino contradictorias e irreconciliables con aquellas configuradas y difundidas por los medios mainstream en tiempos de Reagan o los Bush, y en varios aspectos poco modificadas desde entonces. Haciendo a un lado el camino que ha conducido a la morfología actual de la contraposición, hoy el partido republicano es el de los pobres, el de una alianza popular multirracial y el partido Demócrata el partido de los ricos, de las élites educadas, de intereses de minorías segmentadas por género y raza. Y si el partido Demócrata es el partido pro guerra (en Ucrania, en Israel), el partido Republicano es el partido de la paz (en Ucrania, aunque mucho menos claramente en Medio y Cercano Oriente).
Una pax republicana guiada por la voluntad aislacionista y unilateralista en las Relaciones Exteriores. Y por el temperamental desagrado que despierta en Donald Trump, cuyas relaciones con el Pentágono no son excelentes, el uso de la fuerza militar en la resolución de conflictos internacionales (en especial, las ‘guerras de los otros’).
En el mundo exterior a EEUU se afincan algunos obstáculos engorrosos para las políticas económicas domésticas de Trump. El presidente electo insiste en que “los extranjeros van a pagar”.
Los aranceles a las exportaciones no son una novedad. Sí el arancelamiento universal con tarifa plana para todas (con versión ‘premium’ de upgrade para las chinas). Las tarifas preexisten, y son relativamente altas, para las importaciones de China. Fueron fijadas en la administración Trump 1, y Biden las conservó. Y la Inflation Reduction Act, la Ley federal (y bipartidista) de reducción inflacionaria de 2022, que poco tiene que ver con la inflación y todo con el proteccionismo, fija aranceles a la importación de productos europeos.
¿Y qué hacer con los productos mexicanos? Porque México es el destino n°1 de las exportaciones de EEUU, y las guerras comerciales tienen dos o más beligerantes, y las represalias son instantáneas cuando no preventivas y anticipadas.
Los acuerdos por los aranceles llevarán más tiempo y esfuerzos (y gastos y desgaste de recursos humanos y fondos del Tesoro) de los que sugiere un ukase presidencial único. Pronto en innúmeros casos se reclamará una calibración especial customizada. Todas las empresas nacionales o no a las que se les encarecerían los costos de producción en EEUU (porque esta requiere insumos importados de los que se abastecían en una cadena de suministros que ahora verán intervenid) van a iniciar lobbies feroces para obtener el beneficio de excepciones.
La logística de la deportación en masa de migrantes no parece rentable. Se calcula en 11 millones el número de migrantes que vive en EEUU sin sus papeles en regla. Ejércitos de agentes migratorios, nuevos centros de detención, tribunales engrosados en su personal que sentencien las expulsiones -y gastos judiciales, porque las ciudades azules santuario de migrantes van a litigar. Se frenan agricultura y construcción, porque la mano de obra faltaría y sería más costosa. Mayor costo de vida (y el subsidio del gobierno a la producción agrícola local ya es una de las causas de la carestía de los alimentos frescos).
¿Y a dónde deportaría EEUU? ¿A Venezuela, Cuba, Nicaragua? Improbable todo acuerdo bilateral. ¿A Honduras, El Salvador, Ecuador? No sería gratis.
10. President Trump, las Playboy, sus poses, y las noches
En el ensayo de Zambullidas “Los 50, la moral y las buenas costumbres”, leemos una variante, respetuosa de la métrica y el esquema acentual, propuesta para el endecasílabo Me dio a la vez los libros y la noche del “Poema de los dones” donde Jorge Luis Borges agradece a la Divinidad que (por intermedio de la Revolución Libertadora de 1955) le dado la dirección de la Biblioteca Nacional y que (de oficio) lo ha dejado ciego. En la versión alternativa de Zambullidas para el último verso de este cuarteto de rimas abrazadas: “Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez las Playboy y la noche”. La revista Playboy fue fundada en Chicago en 1953 por Hugh Hefner; en Buenos Aires, en 1953, recuerda Zambullidas, Ernesto Rigoni registra Internet, marca de ropa interior femenina.
El mismo año del armisticio en la Guerra de Corea, Hefner y Rigoni fundan dos empresas cuyos nombres evocan el arco temporal de la biografía mediática de Donald Trump. Entre 1953 y 2024, la sucesiva y progresiva fascinación de una figura pública que se quiso siempre fascinante con las fascinaciones del público en EEUU: el dinero, la codicia, la especulación financiera y bursátil en la década de 1980, los escándalos sexuales aun en la Casa Blanca en la década de 1990, los talk-shows, los realities, y la televisión chatarra por cable en la década de 2000, las redes sociales en la década de 2010, cuando en 2016 el atleta de Twitter ganó gorjeando la candidatura oficial republicana y después la presidencia al vencer a su rival Hillary Clinton, y en la de 2020, cuando el playboy casi octogenario ganó un segundo mandato no consecutivo venciendo a una segunda candidata presidencial oficialista demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris, de la mano de Elon Musk, el hombre más rico del mundo y dueño de X, a quien el presidente electo extiende el teléfono cuando se trata de hablar con Volodimyr Zelenski, el presidente de Ucrania en guerra con Rusia.
AGB
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