Justine Triet, tercera mujer en ganar la Palma de Oro de Cannes
Justine Triet es la tercera mujer en ganar la Palma de Oro. Se une a Jane Campion y Julia Ducournau a la lista de tres únicas directoras que lo lograron en 76 ediciones. Lo hizo por un thriller preciso como un reloj suizo, Anatomía de una caída. Un filme con un juicio como centro de la trama con el que la directora francesa radiografía a una pareja moderna y apunta a temas como la misoginia del sistema judicial o conceptos tan manoseados como el de verdad. Un título que venía, desde antes de comenzar, con el aura de favorita, y que se confirmó tras su primer pase de prensa. Sus dos horas y media se pasan en un suspiro, entre otras cosas por la inconmensurable interpretación que ofrece la actriz alemana Sandra Huller.
El jurado presidido por el sueco Ruben Östlund demostró que algo se mueve en el cine de autor, y que aunque la Sección Oficial estuviera dominada por señores de más de 60 años, hay nuevas voces (femeninas y más jóvenes) que están trayendo nuevas miradas. La de Triet -de 44 años- lleva años compitiendo en Cannes, y ahora se consagra con el premio más importante del circuito cinéfilo. De alguna forma, Östlund premió el cine que él defiende, el que está en el punto intermedio de la autoralidad más radical y el entretenimiento vacuo. Un cine de autor comercial como el que le hizo ganar ya dos Palmas de Oro por The Square y El triángulo de la tristeza.
Triet, muy emocionada y con la sala en pie, realizó un discurso tan contundente como su película. Le dedicó el premio “a todas las jóvenes directoras, e incluso a las que llegan y no pueden rodar”. “Tenemos que hacer espacio para ellas. Este lugar que ocupé a los quince años en un mundo un poco menos hostil y en el que aún consideraban posible cometer un error y volver a empezar”, añadió. También criticó al gobierno de Macron por la reforma de las pensiones y sus políticas neoliberales en la cultura. “Este país se vio inmerso en una respuesta histórica, unánime y poderosa a la reforma de las pensiones. Esa manifestación fue negada, reprimida de una manera tremenda. El poder dominante cada vez está más desinhibido. No solo ahí, sino en todas las esferas de la sociedad y no el cine no es una excepción. La mercantilización de la cultura que defiende el gobierno neoliberal está en proceso de romper la excepción cultural francesa. Esta misma excepción cultural sin la cual no estaría hoy aquí ante ustedes”, dijo en su momento de gloria y bajo un sonoro aplauso.
El segundo premio en importancia, el del Gran Premio del jurado, fue para la película más comentada de todo Cannes, la imponente mirada de Jonathan Glazer a la barbarie nazi en La zona de interés, una adaptación de la novela de Martin Amis que estrenaba en el certamen pocas horas antes del fallecimiento del escritor. Una adaptación libre, que solo toma la esencia de la obra original para retratar un campo de concentración sin enseñar nunca el interior del campo. Ni una escena de violencia. Nada. El horror en fuera de campo contado desde el día a día de la familia nazi que vive su sueño justo al lado del campo. Parecía una Palma de Oro obvia, por tema, por puesta en escena y por contundencia, pero finalmente se quedó a las puertas.
Ambas películas, los dos premios más importantes de la noche, tienen a la misma protagonista, la alemana Sandra Huller, que ya estaba en el recuerdo de todos los cinéfilos por su papel en Toni Erdmann. Su interpretación, especialmente en Anatomía de una caída, la habían convertido en la gran favorita al premio a la Mejor actriz, que finalmente fue para Merve Dizdar, por About dry grasses, una de las sorpresas del palmarés como se vio hasta en la propia cara de la actriz. Un papel corto pero contundente y con una escena, una discusión donde deja a su ‘contrincante’ masculino fuera de juego, que bien vale un premio. Eso sí, parece injusto que el año tan contundente de Huller la haya dejado fuera de un galardón que parecía tener su nombre y que merecía más que la actriz francesa.
Donde las quinielas no fallaron fue en el nombre del Mejor actor. El japonés Koji Yakuso era el favorito desde el primer pase de prensa de Perfect Days, de Wim Wenders. Su interpretación casi sin palabras de un limpiador de baños en Tokio roba el corazón de los espectadores por su calidez y humanidad. Lo completa con una escena final inconmensurable, un plano fijo de su rostro emocionado escuchando Feeling good que es una de las escenas de la 76 edición de Cannes.
Al ver el palmarés se confirma la sensación que hubo en la ciudad francesa estos días, y es que el nivel de la Sección Oficial era realmente alto. Varias películas podrían haber ganado el premio sin que nadie hubiera rechistado. Una de ellas era Fallen leaves, la maravillosa película humanista de Aki Kaurismaki, al que se le sigue resistiendo la Palma de Oro. Su cine obrero y luminoso se quedó con el Premio del Jurado, que agarraron sus dos intérpretes en su nombre al grito de “Twist and shout”, haciendo una mención a la música, un elemento realmente importante en su cine.
A pesar de que el cine italiano llegó como un terremoto a la Sección Oficial, con tres películas compitiendo por la Palma de Oro, ninguna de ellas logró colarse entre las premiadas. Ni el thriller político de Bellocchio, ni la fantasía comunista y musical de Moretti estaban entre las favoritas, por eso sorprende la ausencia de La chimera, la maravillosa película de Alice Rohrwacher, que encandiló a la crítica pero que el jurado no consideró para ninguno de sus premios.
Otra de las películas que desde el principio sonó con fuerza para el palmarés fue Monster, de Hirokazu Dore-Eda. Lo curioso es que la mención que recibió fue la de guion, un trabajo que no escribe el realizador, sino Yuki Sakamoto. El jurado premia la estructura desde tres puntos de vista que homenajea al Rashomon de Kurosawa y su delicadeza para hablar de dos niños, su relación y el bulllying que sufren. Una mirada que huye de tópicos y que nunca opta por el subrayado, sino por la inteligencia y lo sutil.
Un nombre con el que pocos contaban era el de Trần Anh Hùng, el director de origen vietnamita que hace años triunfó en Cannes con El olor de la papaya verde, por la que ganó la Cámara de Oro, y que con Pot eu feu se llevó el galardón de Mejor dirección. Un filme sensorial sobre una cocinera a la que interpreta Juliette Binoche y que provocó en la sala una sensación casi física de querer comer en su reivindicación de la comida como un arte. Un palmarés que hace justicia al gran año, al que se le pueden poner pocos peros y que solo deja una noticia triste, la ausencia del cortometraje español Aunque es de noche, que no pudo hacerse con la Palma de Oro en su categoría.
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