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opinión

El camino de la economía libertaria: ¿desempleo con inflación?

La inflación se estabilizó pero la falta de empleo se agrava cada vez más. Un panorama similar al de los años 90.

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Las encuestas de opinión marcan que la principal preocupación de los argentinos está migrando de la inflación al desempleo. Esta apreciación subjetiva se condice con la foto económica del presente. La inflación en mayo marcó 4,2%, la menor desde enero 2022. Como contracara, desde agosto del año pasado se perdieron 127.000 puestos de trabajo registrados privados, 75% de ellos desde que asumió Milei. 

Reducir la inflación y convivir con alto desempleo no es una novedad en la historia argentina. La década de los 90 es un ejemplo de ello. Ahora bien, si repasamos las condiciones de la convertibilidad para reducir la inflación encontramos muchas diferencias con la situación actual. Estas diferencias podrían configurar el peor de los escenarios posibles: alto desempleo con inflación. 

En 1999 Carlos Menem, “el mejor presidente de la historia” según Javier Milei, entrega el país con ¡deflación! pero con el doble de desempleo que al momento de asumir. Tres años después, en la salida traumática de la convertibilidad, el desempleo alcanzó el récord de 23%. La apertura comercial, las privatizaciones y la posterior recesión fueron un golpe devastador para el mercado de trabajo. La flexibilización laboral del periodo había resultado completamente inocua para frenar el desempleo. 

El “éxito” de aquellos años fue la estabilidad de precios. Domingo Cavallo estableció la convertibilidad en 1991 para frenar una inflación que en 1990 había alcanzado el 2.314%. La estrategia era clara: 1 peso = 1 dólar y no se emitían pesos que no estuvieran respaldadas por dólares en las reservas netas del BCRA. Más allá de otras medidas adicionales, como la prohibición de indexar contratos, el éxito de la convertibilidad en materia inflacionaria se debió a poder sostener por 10 años el tipo de cambio fijo. Esta política cambiaria se sostuvo en tres pilares: 

 (1) Plan Brady: este plan impulsado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos para América Latina implicó el canje de la deuda externa heredada de la dictadura militar por bonos con vencimientos de más largo plazo. Para ello se contó con el respaldo de Estados Unidos y el FMI, que a cambio demandaron la aplicación de las políticas del Consenso de Washington.

(2) Plan Bonex: consistió en la transformación de los depósitos a plazo fijo en moneda local por bonos en dólares a pagarse a diez años. De esta manera se eliminó temporalmente una importante fuente de demanda de dólares. 

(3) Privatizaciones: las privatizaciones de los principales activos argentinos supusieron ingresos por aproximadamente USD 40.000 millones a valores de hoy. 

Como se puede ver, las condiciones de posibilidad del 1 a 1 fueron particulares y deben entenderse en un contexto determinado de hegemonía de EEUU y auge de la globalización. En la actualidad es difícil imaginar un canje como el del Plan Brady que además de postergar vencimientos permita recuperar financiamiento externo. Estrategias como el Plan Bonex solo dañarían una vez más la credibilidad argentina. Los ingresos de dólares por privatizaciones serán muy menores comparado con lo de los ´90 porque justamente muchos de los principales activos ya fueron vendidos. 

Un punto en común es que la desinflación de Milei, desde el salto provocado por la megadevaluación de diciembre, se debe en buena medida a la estabilidad posterior del dólar. Esa dinámica hoy depende fundamentalmente del derrumbe de las importaciones, que pasaron de USD 24.000 millones entre diciembre 2022 y abril 2023 a USD 9.000 millones entre diciembre 2023 y abril 2024. Para ello resultó crucial el esquema de acceso a divisas para importaciones dispuesto en diciembre, que estableció un acceso del 25% por mes. Este esquema se agotó, ya que los dólares que no se entregan a los importadores de hoy se deben adjudicar a quien compró al exterior en los meses anteriores. Así, la única forma de sostener las importaciones bajas es manteniendo la demanda reprimida con recesión económica, dada las medidas de apertura comercial como la eliminación de SIRAS y LNAs. 

Hasta el momento las bases para sostener la estabilidad del dólar son débiles. Máxime cuando a partir del próximo año comienzan a arreciar los vencimientos de deuda soberana en moneda extranjera (USD 9.200 millones en 2025) y no hay ningún plan Brady a la vista. O cuando los famosos pesos en pasivos remunerados del BCRA que podían presionar al dólar siguen vivos en forma de bonos del tesoro, con vencimientos de corto plazo. 

Difícil proyectar si la IED o un nuevo préstamo del FMI permitirán engrosar las reservas internacionales para brindar estabilidad macroeconómica. Probablemente la mayor esperanza real radique en las inversiones en materia energética e hidrocarburifera iniciadas a partir de la nacionalización de YPF, que se encaminan a devolver a la Argentina al superávit comercial argentino. Fuera de eso, el ministro Luis Caputo solo puede vender ilusiones de estabilidad macroeconómica para mantener calma la demanda financiera de divisas. No es poco cuando te creen, pero no dura para siempre. Allí aparecen los problemas, nuevos saltos cambiarios podrían colocar a la sociedad frente a la preocupación por el desempleo y la inflación en simultáneo. 

Pablo Wahren es economista. Doctor en Desarrollo Económico. Integrante del OCEPP (Observatorio de Coyuntura Económica y Políticas Públicas)

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