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Música

Las divas del pop estadounidense afilan sus discursos contra el racismo y la xenofobia

Chappell Roan durante su actuación en la ceremonia de los Grammy

Marina López Baena

11 de febrero de 2025 07:25 h

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La última entrega de los premios Grammy tuvo el regreso de Trump al Gobierno de Estados Unidos como telón de fondo y las artistas, salvo contadas excepciones como Joy Villa, aprovecharon sus discursos y entrevistas para denunciar sus políticas discriminatorias. Como afirmó Leyre Marinas en su obra Fucked Feminist Fans, tras el estudio de más de cuatro décadas de la industria y la prensa musical, estamos ante una repolitización de las artistas y de la música popular que no se veía desde los años 90.

“No sé si es por mi cámara de eco de Instagram pero sí que creo que en esta ceremonia más allá de comentar los outfits tuvo muchísimo peso el discurso” reflexionaba Amaia Carreira tras ver la ceremonia de los Grammy y las reacciones en redes sociales y prensa.

Esta investigadora sobre estereotipos femeninos en la música pop y el fenómeno fan relataba para este medio una intuición compartida por muchas expertas y usuarias de redes como Antonio Rodríguez Molina, comunicador especializado en música y cultura queer: “Queda mucho por cambiar pero la gala me dejó con la sensación de que este año no solo se ha premiado a las artistas porque han hecho la mejor música, sino que también, ojalá, sus voces empiezan a ser escuchadas de verdad”.

Una ceremonia política

La noche de los Grammy se convirtió en una defensa de la comunidad LGBTIAQ+, especialmente de las personas trans y no binarias que están siendo perseguidas, en declaraciones y políticas, por el nuevo Gobierno. Artistas como Lady Gaga o Chappell Roan no solo visibilizaron y demandaron derechos para el colectivo sino que se preocuparon por reconocer su aporte a la música: “Yo no estaría aquí sin las mujeres trans”, declaró Roan.

La artista, que tras su paso por los Grammys fue coronada como la diva del momento, aprovechó su discurso para exigir mejoras en los derechos de las trabajadoras de la industria musical desde una reclamación transversal que iba más allá de los royalties para exigir la cobertura sanitaria. Así, Trump llega al Gobierno con una diva sentada al trono pop abiertamente queer, trans inclusiva, pro palestina y con un discurso que, parafraseando el debate de Judith Butler y Nancy Fraser, habla de representación pero también de redistribución.

Rodríguez destaca asimismo el discurso de Alicia Keys que, en un contexto de machismo y misoginia gubernamental “reconoce el trabajo de artistas como Linda Perry, Missy Elliot, Solange, Grimes o ella misma como productoras”, y añade: “Un buen tirón de orejas a esta burbuja de hombres premiando a hombres por el simple hecho de dominar [el software] Pro Tools, cuando artistas como ella y tantas otras son multinstrumentalistas y compositoras”.

Otro gran momento de la pasada ceremonia lo protagonizó Doechii quien, al recibir el premio a Mejor álbum de rap, realizó un ejercicio de black herstory al recordar que desde que esta categoría se incluyó en 1995 solo dos mujeres, Cardi B y Lauryn Hill, habían sido galardonadas. La artista dedicó su premio a las mujeres y niñas negras: “No dejen que nadie proyecte en ustedes ningún estereotipo” y añadió “ni demasiado negras ni demasiado dramáticas ni demasiado chillonas”. Denunciaba así las discriminaciones y estereotipos más frecuentes sobre las mujeres negras, siendo consciente del impacto que su voz tenía especialmente para una parte de la audiencia que pudiera verse reflejada en su éxito y palabras especialmente en el actual escenario de racismo y xenofobia exacerbados que trajo el presidente con su regreso a la Casa Blanca.

A pesar de que desde sus primeras horas Trump apoyó el proyecto genocida y colonial de Israel, tal y como se siguió confirmando esta semana, el apoyo al pueblo palestino no se coló en esta edición de los Grammy como sí hizo el pasado año con la actuación de Annie Lennox en homenaje a la desaparecida Sinéad O'Connor que terminó con las palabras “artistas por el alto al fuego. Paz para el mundo” que fueron cortadas por la organización. La iniciativa Artistas por la paz estuvo también presente en la gala de 2024 en forma de pins que se colgaron algunas artistas como Boygenius.

“A mis hermanos y hermanas migrantes

La cantante colombiana Shakira dedicó su premio a sus “hermanos y hermanas migrantes”: “Son queridos, merecen la pena y siempre lucharé con ustedes” y Alicia Keys, aprovechó su discurso para celebrar “la diversidad de voces”, en referencia a las personas migrantes, criticando que el Gobierno haya desmantelado los programas de Diversidad, Equidad e Inclusión.

La sensación de inseguridad de la comunidad migrante empeoró tras la aprobación de una ley, con apoyos del partido demócrata, para la detención obligatoria de migrantes con antecedentes de delitos menores, medida que fue denunciada por diferentes activistas por los riesgos de ser instrumentalizada para la persecución de migrantes y latinos.

En este clima, las propuestas de artistas latinas, como señala Sofía Conti, conocida como Flaca, analista cultural y musical en redes, tendrán aún más relevancia “simplemente” por su capacidad de reconocer y representar estas comunidades “porque nos estamos enfrentando a un momento en el que se nos niega la existencia, en el que literalmente hay gente diciendo que considera a los migrantes mexicanos como subhumanos” y afirmaba “cuanto más se presiona a las minorías, más respuesta va a haber a esa violencia mediante la creatividad”.

Del escenario a las redes

La ceremonia de los Grammy llegó tras unas semanas de intensas manifestaciones de las divas del pop en sus redes sociales mostrando su rechazo a las declaraciones y políticas del nuevo presidente y su Gobierno.

Las redes sociales por su inmediatez permiten a las artistas reaccionar de forma rápida, posicionarse sobre una cuestión con una mayor independencia y control sobre el mensaje así como dirigirse de forma directa a su fandom como hizo Madonna desde su cuenta de Twitter para sumarse a la preocupación por el desmantelamiento de derechos de la comunidad LGTBIAQ+ pero también para animar a sus miles de fans a “no abandonar la lucha”.

Las redes sociales ofrecen a su vez la oportunidad a las artistas de desbordar los discursos que pueden recoger los medios tradicionales. En el caso de la artista indie Lucy Dacus tras informar que donaría 10.000 dólares para cirugías de afirmación de género puso en cuestión el papel del estado en relación a la comunidad queer y animó al apoyo mutuo frente a los Gobiernos que “nunca serán la fuente de validación ni protección” afirmó.

Unos meses antes, Dua Lipa se sumó a la campaña “#Alleyesongaza” que precisamente tenía entre uno de sus objetivos romper el bloqueo mediático de parte de la prensa occidental al genocidio sobre el pueblo palestino. Acción por la que la artista inglesa de origen kosovar sufrió una gran presión, como denunciaron artistas como Susan Sarandon o Melissa Cabrera.

Los conciertos y la reclamación política

Los conciertos tanto por sus oportunidades performativas como por la exposición ante el público y los medios suelen ser aprovechados por las divas para trasladar tanto su propuesta artística como su agenda política.

Un ejemplo para Carreira es Beyoncé que convirtió su actuación en los MTV Video Music Awards de 2014 en una reivindicación feminista y que en su performance en la Super Bowl de 2016 incluyó referencias a los Panteras Negras. Es de suponer que en el actual contexto la artista, galardonada con el premio a Mejor álbum en los últimos Grammy, no vaya a abandonar esta línea ya que, en palabras de Rodríguez, “en su último trabajo, una de sus obras más políticas, realiza una revisión de los orígenes del country en la comunidad negra”. Con estas propuestas Beyoncé puede disputar tanto la misoginia y el racismo de Trump como, no sin debates, la hegemonía blanca en el feminismo mainstream.

Madonna, apunta Rodríguez, recuperó su activismo en la lucha contra el VIH en su última gira recordando a las víctimas de esta pandemia, un posicionamiento que conviene tener presente dado que el reelegido presidente amagó con paralizar un programa de ayuda internacional contra el VIH. El comunicador también recuerda como ejemplo la actuación de Ethel Cain en el Primavera Sound de 2024 que convirtió en una representación de apoyo al pueblo palestino.

Tras la retirada de la protección constitucional al aborto en 2022, Olivia Rodrigo estableció puntos de información en sus conciertos que incluían la píldora del día después, acción que tuvo que abandonar tras las presiones conservadoras, e invitó al escenario a Lilly Allen para interpretar con ella su canción F**CK You y dedicarla a los miembros del Tribunal Supremo. Lara Alcázar, jefa de campañas de PIAS Iberoamérica y analista musical, considera que en esta legislatura, con un presidente que afirma “volveremos a defender con orgullo a las familias y los derechos de los no nacidos”, será especialmente relevante el papel de las artistas que como Rodrigo se posicionan a favor de los derechos sexuales y reproductivos.

Un Gobierno que demanda “energía masculina”

“El mainstream o cultura de masas fue históricamente feminizado, es decir, fue percibida y representada como algo asociado con lo femenino y, muchas veces, devaluada en comparación con las formas de cultura consideradas 'elevadas' o 'masculinas'”, afirma Carreira. Para la investigadora esta devaluación explica que las opiniones, creaciones y posicionamientos políticos de personalidades mainstream, sobre todo cuando vienen de mujeres cis o de personas LGBTIAQ+, hayan sido tradicionalmente poco consideradas. Con ello además se consigue otro objetivo porque, según Carreira, “menospreciando las ideas, el gusto y el arte creado por las mujeres, los hombres pueden mantener las estructuras de poder que mantienen su dominio cultural, económico y social”.

“Esto ocurrió siempre”, afirma Alcázar, y pone como ejemplo a Dolly Parton que cantaba sobre el doble rasero con el que se juzgaba la sexualidad femenina o a Loretta Lynn que escribía canciones que eran “desahogo y manual de acción para las mujeres que estaban hartas de maridos borrachos que las maltrataban” pero que no son recordadas como figuras comprometidas políticamente, como recuerda esta experta musical.

Pero las artistas no están solas, también están sus fans. Bajo un Gobierno que convierte en política de Estado los discursos y prácticas de la manosfera las comunidades de fans aportan, como investiga Carreira, “un espacio de pertenencia y desafían el individualismo, elemento central del patriarcado y el capitalismo” especialmente, añade Rodríguez, para quienes están siendo directamente atacas por este Gobierno, como las personas racializadas, migrantes, las mujeres y disidencias sexo-genéricas que encuentran apoyo y referentes.

Así con un Gobierno que demanda “energía masculina” las divas, su música, performance y discursos pueden ser un refugio de comunidad y reconocimiento pero también un oxígeno para las redes de apoyo mutuo y activismo tanto por su capacidad para otorgar visibilidad como por potencialidad para recaudar fondos y disputar los marcos ideológicos del nuevo Gobierno. Dicho de otro modo, las divas pueden contribuir, al menos, a bajar el volumen del altavoz mediático de Trump.

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