Genial cineasta, nazi con piel de cordero: nuevo documental sobre Leni Riefenstahl
“Oigo respirar a un monstruo, oigo el aliento de la democracia desvaneciéndose. Me alegro de que sean tantos aquí y quieran darle nueva vida. Espero que no sea demasiado tarde”. Palabras escritas por la novelista, poeta, dramaturga, activista feminista Elfriede Jelinek (1946) que fueron pronunciadas hace pocos días por una actriz en una manifestación contra los planes xenófobos del partido alemán AfD (Alternativa por Alemania), de extrema derecha.
Viene a cuento remarcar que dos libros de Jelinek aparecieron el año pasado en castellano, editados en España por Temporal: Al margen, donde figura el discurso de la escritora al recibir el Premio Nobel 2004, y Declaración de persona física, texto autobiográfico que parte del hostigamiento que recibió esta autora por parte del fisco alemán, cuyos representantes se apersonaron intempestivamente en su casa. Revisaron sus papeles, indagaron en su vida privada, entre Viena y Münich, buscando pruebas –que no encontraron– para llevarla a juicio. Con la inquebrantable furia justiciera que la caracteriza, Jelinek se remonta a la historia de sus parientes perseguidos por el nazismo y hace su propio “yo acuso” frente al resurgir de esa despiadada derecha que cierra las fronteras a los refugiados. En su Austria natal, mediante el ultraconservador FPÖ (créase o no: Partido de la Libertad), cuyo jefe, Herbert Kickl, aspira a ser “el canciller del pueblo” y tiene de modelo a Viktor Orban. Terrible déjà vu.
Voilà otros párrafos del discurso de Elfriede Jelinek: “Ese nunca más que tantas veces hemos escuchado o dicho automáticamente en conversaciones, conferencias, durante solemnes ceremonias… Que esto no volvería a suceder fue para nosotros una especie de constancia de nuestra civilidad”. Y más adelante: “El arco republicano que parecía gustarle a todo el mundo se estira cada vez más. Y los viejos y nuevos nazis se vuelven habituales”.
¿Qué estará diciendo hoy EJ, luego de que Alice Weidel, líder de AfD ha utilizado su entrevista con Elon Musk para lanzar su campaña que culminará en las elecciones del próximo 23 de febrero? Con esa boquita gesticulante, despreciativa, Musk llamó “necio” al canciller alemán por el Partido Social Demócrata Olaf Scholz, y sostuvo que “la AfD es el único partido que puede salvar a Alemania. Fin”. Weidel, naturalmente, despotricó contra los inmigrantes, las políticas ecologistas de Angela Merkel y contra todo lo que sonara a agenda progresista. Ambos intentando todavía tomar distancia de Hitler, quizás considerando que este año se está conmemorando el aniversario 80 de la apertura de las puertas del campo de concentración de Auchswitz-Birkenau. Vale asimismo recordar la conexión de AfD con la Sociedad Hayek…
No hay peor ciega ni peor sorda…
La técnicamente y visualmente extraordinaria cineasta Leni Riefenstahl (1902-2003), consentida sin límites por Adolph Hitler a cambio de que realizara los mejores documentales propagandísticos del régimen nazi (y de cualquier otro régimen totalitario), la guionista y realizadora que contribuyó en muy alta escala a una estética fascista compartida con el escultor Arno Breker y el arquitecto Albert Speer, sigue siendo una figura discutida, perturbadora para gente cinéfila que, hasta cierto punto, no puede menos que dejarse hipnotizar por la audacia y la belleza formal de El triunfo de la voluntad (1935) y, especialmente, por Olimpia, dioses del estadio (filmada durante los juegos olímpicos de 1936, pero terminada, por causa del laborioso trabajo de montaje, en 1938).
Es que, como dice Susan Sontag en su provocador artículo Fascinante fascismo –de 1975, donde también se refiere a las fotos de los hermosos negros del pueblo Nuba, en Sudán, llevadas a un suntuoso libro–, más allá de los discursos, la manipulación emocional y el poder de las imágenes pueden persistir. Pero esa estética arrebatadora para la vista sería inseparable de la ideología nazi: de ahí, entonces, esa mezcla de placer y culpa que puede producir en personas de mentalidad democrática e ideario humanista la visión de -particularmente- los dos films antes citados de Riefenstahl.
Fue así que publicaciones como Cahiers du Cinéma (en 1964 y 1965) de algún modo cayeron bajo ese hechizo maléfico, dedicándole largas entrevistas en alguna forma complacientes. Y en el siglo actual, en 2013, se ofreció en el Louvre parisino la cuestionada muestra De l’Allemagne, 1806-1939. De Friedrich a Beckman. Fue criticada la escasez de grandes expresionistas, la ausencia de la Bauhaus, la evidente exaltación del paganismo y la naturaleza tan propia del nazismo… Y a final del recorrido refulgía ella, LR, la bonita y dotada cineasta, mimada de Hitler. La autora primeramente de películas sentimentales en parajes montañosos, de preferencia nevados, de relativa calidad pero que, en el medio firmó esos dos grandiosos, grandilocuentes documentales sobre los que, hoy más que nunca, se discute hasta dónde fueron creación total de ella, hasta dónde participaron en sus logros formales técnicos descollantes como una de sus víctimas, el fotógrafo, montajista, director y productor Willy Zielke (1902-1989), que fue borrado de los créditos de Olimpia (el prólogo, entre otros aporte, le pertenecía).
Pero Leni Riefenstahl, siempre negadora de su adhesión al Partido Nacionalsocialista: tanto en los procesos de desnazificación por los que tuvo que pasar en la posguerra como en interviús para diversos medios a través de largas décadas, o en el juicio que le abrió -¡a los 82!- a la documentalista Nina Gladitz por su documental televisivo Tiempo de oscuridad y silencio ¡que LR logró ganar en parte! Desde luego, invariablemente, con sus artimañas y su irreductible pose de ingenua que no sabía nada, no vio nada, nunca se enteró de la detención de judíos, gays, opositores, gitanos, muchos menos de los campos de concentración y exterminio… ¿La quema de miles de libros en Berlín, 1933? ¿La Noche de los Cuchillos Largos, 1934? ¿La Noche de los Cristales Rotos, 1938? Fuera de su radar, desde luego.
Mientras que, por ejemplo, creadores tan admirables como los responsables de la vanguardista cinta Los hombres del domingo (1930) –sus directores Robert Siodmak y Edgar G. Ulmer, sus guionistas Fred Zinnemann y Billy Wilder– marcharon hacia el exilio ante los avances del nazismo. Y, como es sabido, todos hicieron notable carrera en Hollywood. Asimismo, el realizador de Metrópolis (1927, Fritz Lang, ante el panorama amenazante enfiló raudo hacia los Estados Unidos en tanto que su esposa, la escritora y guionista Thea von Harbour, conversa nazi, optó por separarse y permanecer en la Alemania del III Reich.
Talento y seducción al servicio de la propaganda
Helene Bertha Riefenstahl, que adoptaría en sus oficios el apodo Leni, fue una estrellita juvenil en films con paisaje alpino de Arnold Fanck, luego de abandonar su primera vocación, la danza, al parecer por una lesión (otra versión dice que fue descartada por falta de aptitudes). Pronto supo que quería dirigir cine y se las arregló para conseguir financiación destinada a su primer proyecto, La luz azul (1932), historia de una mujer que escala una montaña prohibida, cuando todavía existía la República de Weimar. Despabilada y bien informada, convoca al prestigioso e influyente Béla Balasz, reconocido crítico y teórico húngaro, para que le diera forma al guion y dirigiese las escenas donde ella -claro que sí- encarna a la protagonista. Más tarde, cuando BB reclama su correspondiente paga, ya con Hitler en el poder, LR le escribe a un funcionario una carta (cuya foto aparece en algunas biografías) denunciando a su guionista como al pasar (“el judío Bela Balasz”, anota). ¿Hace falta decir que el nombre del crítico -también destacado como dramaturgo, novelista, libretista de ópera- fue borrado de los créditos de La luz azul?
Dicho film le encantó al Führer que -previa misiva chupamedias de LR y los serviles oficios de Joseph Goebbels, ministro de Educación y Propaganda- tuvo su encuentro cordial con la directora que, a su vez, logró carta blanca -dinero, libertad para filmar a su manera- siempre y cuando exaltara en imagen y sonido la ideología que ella había asumido previamente, cuando vio por vez primera a Hitler hablar en público y casi se desmaya del impacto. Sin embargo, aunque alternó de cerca con jerarcas, calculadora, nunca se afilió al Partido.
Lo primero que hizo para su protector fue un mediometraje, La victoria de la fe (1933), documentando el Quinto Congreso del Partido, producción que durante mucho se tuvo por desaparecida debido a la presencia de Ernst Röhm, militar y cofundador de las tropas de asalto que formaba parte del gabinete, que no ocultaba su condición de homosexual. Por sus diferencias con Hitler y su orientación sexual, incompatible con los ideales del nazismo, bajo una falsa acusación, Röhm fue encarcelado. Poco después se le ofreció un suicidio “honroso”, ER se negó y fue asesinado a balazos en junio de 1934. Motivos suficientes para que se diera la orden de destruir las copias de La victoria…
Leni R siguió adelante con los focos y las cámaras. Dirigió El triunfo de la voluntad (1935) sobre la celebración en 1934 del congreso de Nuremberg: despliegue del ejército, centenares de miles de ciudadanos en trance, el discurso patriotero, enardecido de Hitler realzado por la música de Wagner.
La cineasta proselitista se toma un respiro y se dispone a su obra más ambiciosa e innovadora: Olimpia, los dioses del Olimpo, a rodar durante los Juegos de 1936. Tiene a su gusto y capricho: 170 técnicos (varones), 400 mil metros de celuloide (de los que quedaron finalmente 6 mil y pico para un film de casi 4 horas dividido en dos partes). En su realización, con todos los permisos para poner las cámaras donde se le cantara, LR empleó recursos del expresionismo, del gran cine soviético, de experimentos de Abel Gance. Y ciertamente, aportó sus propios descubrimientos para esta exacerbación poética y fetichista del cuerpo humano perfecto y muy entrenado. A Hitler le disgustó que la cámara se deleitara por demás con el increíble atleta negro estadounidense Jesse Owens, pero estuvo más que conforme con el resultado general. Ya existía, por ejemplo, el campo de concentración de Dachau, pero los visitantes con poder extranjeros no se dieron por enterados. Mucho menos, el papa Pío XII, que nunca dijo ni mu. Pero esa es otra historia.
Riefenstahl hizo otra cinta en 1940, Tierras bajas, que se estrenó años después y no tuvo buena repercusión. Para el rodaje, eligió “prestados” alrededor de 100 gitanos (romaníes y sintis) del campo de Berlín-Marzhn, que fueron mal alimentados y se los hizo dormir en sótanos, según testimonio de uno de los sobrevivientes, que declaró en el juicio antes mencionado.
Últimas noticias sobre la inasible artista
Entre otros documentales protagonizados por Leni R, merecen citarse, siempre con el nombre de ella por delante: El poder de las imágenes (1987) de Ray Müller, y El fin de un mito (2020), de Michael Kloft, sobre la extensa biografía que publicara en 2014 Nina Gladitz, la cineasta acusada y llevada a juicio por la directora de El triunfo de la voluntad.
En el último Festival de Venecia, el director Andres Vieil presentó un retrato marcadamente crítico de la directora titulado Riefenstahl, a secas. Pero que se está estrenando en diferentes países con variaciones en el nombre: en Francia, por caso, a fines de 2024 retitularon La lumière et les ombres. Vieil consigue una perspectiva diferente, trae imágenes desconocidas, muestra cómo la cineasta favorita de Hitler pasó las décadas posteriores a 1945 dedicando gran parte de su tiempo a negar la ideología que tan genialmente había promocionado, a jurar que no tenía la menor idea de las atrocidades del régimen. Cuando Riefenstahl se pasó en Venecia, se cumplían 90 años de la gran reunión nazi que ella filmó en Nuremberg.
Este nuevo doc pone el acento sobre su total fascinación por el Führer, la mutua simpatía que se profesaban y el provecho que sacaron uno de la otra, y al revés. Asimismo, se muestra, además de las denuncias y el rechazo, los apoyos que recibió de gente anónima y de personalidades que probablemente comulgaban con su tendencia política. Vieil se encarga con eficacia de ofrecer, después de las mentiras de LR, la refutación con pruebas. Para ello contó con abundante material de archivos personales, con rollos de película, fotos, grabaciones, papeles.
El festival más antiguo fue fundado en 1932 en Venecia por el Partido Nacional Fascista y entre ese año y 1942, el premio mayor era la Copa Mussolini. Justo la que recibió Leni Riefenstahl por Olimpia. Después de 1945, llegó el León de Oro.
MS/MG
0