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El desquite de Chiche: viajó a Ucrania para no mirar la guerra por TV

A los 78, Chiche Gelblung fue a Ucrania

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Hace unos meses, en una entrevista para elDiarioAR, Chiche Gelblung se quejaba: “Lo que nosotros hacíamos entonces [en Memoria] no lo podemos hacer ahora. Ahora tenés que hacer actualidad pero porque no hay plata. Yo quiero ir a Wuhan, que sería una nota que hubiera hecho tranquilamente en Memoria y no te dan los números. La televisión es pobre. Hacer televisión es muy caro, la publicidad no es tan cara, entonces se hace difícil. Hay muchas cosas que haría y no las puedo hacer. No es un tema de estilo, es un tema de producción. Yo por ejemplo si tuviera plata hubiera bajado a buscar al Ara San Juan, pero es un operativo que cuesta mucha plata y los medios no te lo bancan. Yo hubiera hecho esas cosas, pero hoy no lo podés hacer. Te tenés que limitar a mirarlo de arriba.”

Pero a los 78 años, el periodista que cubrió guerras de Biafra, los Seis Días en Israel o Vietnam se tomó un avión para cubrir la invasión rusa a Ucrania. Él manifestó su deseo y hubo match con el director de noticias de Crónica HD, Facundo Pedrini, que estaba convencido de que Chiche era la mejor persona para cubrir cómo una guerra pasaba “de los misiles a los escritorios”: “Chiche es una leyenda, y las leyendas viven si están cerca”, señala Pedrini. El desafío presupuestario –una cobertura de este estilo para un equipo de televisión ronda los 30 mil dólares– se saldó cuando el propio Gelblung quiso hacer un aporte para poder estar en el lugar de los hechos, según fuentes del canal. 

La dimensión mediática adquiere relevancia en sí misma en esta guerra, con viejos y nuevos actores y recursos: mientras la plataforma Twitter etiqueta a periodistas particulares que escriben para determinados medios rusos como “medios afiliados al gobierno”, el Kremlin decidió bloquear los sitios de la BBC en su territorio y la corporación británica respondió transmitiendo sus informes en la frecuencia de onda corta, como hacía en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra fría. En la zona de conflicto, Chiche reporta con su estilo personalísimo, habla con los que abandonan el país invadido, narra con tensión la posibilidad –o no– de cruzar desde Polonia a Ucrania. Las placas rojas de Crónica son el apoyo picaresco de una cobertura atípica, un storytelling paralelo al relato del día a día bélico. En los títulos de las placas, muchas veces, a pesar de la trascendencia de la invasión, la noticia es el periodista: “Chiche entra a Ucrania: tiembla Putin”; “Chiche lo hizo: Ucrania acordó con Rusia un alto al fuego”. Y otros directamente humorísticos: “No soy un homeless, no me gusta el guiso”, como decía una placa roja en la que el periodista se refería a la información de que fue confundido con un refugiado y le ofrecieron un plato caliente. O “Chiche acabó adentro”, para describir su ingreso al país atacado.

El hecho de que el periodista tenga 78 años barniza la cobertura con una pátina de tierna proeza personal. La audiencia llama al canal pidiendo que se cuide, que no pase frío, que tome su medicación. Él mismo, en una de sus primeras apariciones, le avisó a su esposa que estaba bien. 

Pedrini piensa que, en cierto punto, este es un último viaje para Gelblung, que tiene más de 60 años de profesión y miles de kilómetros detrás. Eso, dice, tiene algo en común con el propio canal que hoy alberga a Gelblung a diario: “Hay un pequeño paralelismo: Crónica es un canal de últimas oportunidades para muchos a los que el Estado ningunea, a los que la policía no cuida, con quienes las instituciones no están a la altura, pero pueden venir a este canal donde se los escucha. Mandar a un tipo de 78 años a la guerra tiene que ver con eso”.

Autodidacta –Gelblung dejó el colegio secundario–, el periodista tiene una vasta cultura general y se define como comunista, filiación que heredó de su familia paterna. Él mismo, de niño, en los años 50, hacía de campana cuando había reuniones del PC en la casa de sus abuelos. Es más: ya de adulto, en su casa estaba el boceto del famoso e imponente mural que Siqueiros pintó para Natalio Botana. Ese valioso croquis se lo había regalado el pintor a su abuelo, inmigrante polaco, en agradecimiento por su militancia como tesorero del PC. 

Como periodista, después de enloquecer el rating de los 90, fue acomodándose en el cable en los últimos años. De a poco se convirtió en una figura que atraviesa la grieta periodística, al punto de que Cristina Fernández de Kirchner se sentó en su set para una de las pocas entrevistas que dio durante la campaña de 2017. 

Probablemente ya no esté en edad de resolver notas complicadas como en aquella de Atolón de Mururoa. Fue como reportero de Gente para contar la muerte de miles de peces por una prueba nuclear que se suponía que debían estar echados en la orilla del mar. Pero cuando llegó ya se los había llevado el agua. Entonces, el joven Gelblung fue a una pescadería y compró pescado para replicar y fotografiar la imagen que estaba buscando. 

Sin embargo, desde otro lugar, casi octogenario, Gelblung –y el canal que promueve su cobertura– vuelve a apostar por su más efectiva herramienta mediática, también en medio de una guerra y con estrategias variopintas: un olfato implacable para el impacto.

NS

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