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CRÓNICA
El Fast & Furious de la izquierda española, a punto de despegar o de estrellarse

Ione Belarra en Madrid el 7 de junio.

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Gol en Las Gaunas. Antes de comer, apareció una noticia inesperada. Alguien había presentado el jueves en el registro del Ministerio de Interior la inscripción de un nuevo partido: Juntas Sí Se Puede. Su domicilio social estaba en la sede de Podemos. Su página web redirigía a la web de Podemos. Fuentes del partido aclararon con rapidez que había surgido de la iniciativa personal de un miembro del Consejo Ciudadano ajena a la dirección. Al enterarse, le convencieron de que lo disolviera. Una muerte rápida y dulce.

Fue el proceso acelerado de una secuencia que exige su tiempo en los partidos. Nacimiento, madurez, crisis interna, aparición del sector crítico, decadencia y disolución. Todo en cuestión de horas. 

La izquierda quema etapas con facilidad en estos tiempos. Ahora se ve inmersa en otro carrusel de emociones. El adelanto electoral la ha obligado a acelerar las negociaciones de estos días para la formación de Sumar que deben concluir antes de las 12 de la noche del viernes, un Fast & Furious en el que algunos corren el riesgo de salirse de la carretera y partirse la crisma. 

Un acuerdo preelectoral con no menos de quince partidos obliga a agarrar muy fuerte ese volante confiando en que nadie abra una puerta antes de tiempo para tirarse en marcha en la recta final.

Todos saben que el partido que marcará el fiel de la victoria o derrota por su valor simbólico y los votos que aún conserva será Podemos, el grupo que decidió hace dos años elegir como su candidata a la Presidencia del Gobierno a una persona que ni siquiera era militante de su partido. Si todo este proceso ha sido difícil de digerir para algunos votantes de Podemos, tendrán que aceptar que fue Pablo Iglesias quien lo puso en marcha. 

Es el mismo partido que sufrió un rechazo tan fuerte en las elecciones del 28M que se arriesga a la irrelevancia si se presenta en solitario. No puede quejarse si otros partidos se comportan como lo hizo el propio Podemos con Izquierda Unida a partir de 2014.

Podemos entró en la fase final de estas conversaciones en un momento de debilidad poco después de que dirigentes regionales y locales hayan dicho que no contemplan otra hipótesis que unirse a la plataforma liderada por Yolanda Díaz. Negociar duro es más complicado cuando algunos de los tuyos ya han anunciado que ir solos sería un error estratégico injustificable. 

Los estatutos de Podemos obligan a que sean los militantes los que tengan la última palabra en los acuerdos electorales. De ahí que, sin haber aún acuerdo, se haya convocado una consulta para que concluya en menos de 24 horas, cuya pregunta reclama el apoyo a la decisión que termine tomando la dirección del partido. Es poco más que un trámite. Todas las consultas anunciadas en Podemos han terminado con una victoria completa de la posición defendida por la dirección.

La forma en que Ione Belarra anunció la consulta hace pensar que sería muy difícil que finalmente Podemos dé un portazo total en el último minuto. La secretaria general hizo un énfasis especial en los logros del Gobierno de coalición y en que merece la pena repetir la experiencia: “Esa posibilidad depende básicamente de que las fuerzas políticas agrupadas en Sumar y Podemos se presenten en una única candidatura a las generales”. 

Habrá quien hubiera querido una defensa más entusiasta del nuevo proyecto, pero eso a estas alturas poco importa. Un punto de vista pragmático puede ser lo que haga más fácil el acuerdo. 

Belarra se refirió a que existe “una posibilidad difícil pero real” de repetir el Gobierno de coalición. En primer lugar, difícil. Tampoco hay que ponerse como una moto y empezar a invocar las prioridades de la izquierda pura y auténtica. Esto es lo que hay y la situación política obliga a ser realistas. El que crea que Podemos debería seguir pidiendo tomar el cielo por asalto, que se ponga el documental de León de Aranoa. 

A ver cómo convocas esta consulta y luego dices que no firmas porque te dan el cuarto puesto en la candidatura de Madrid en vez del tercero o porque te has quedado sin el cabeza de lista de Valladolid. Muchos votantes pensarían que sólo te importa tu escaño o tu sueldo.

El pragmatismo nunca ha tenido buena fama en la izquierda, sobre todo en la izquierda a la que le gusta invocar los grandes momentos revolucionarios del pasado. Cada época tiene sus momentos dramáticos –y por tanto con la opción de ser heroicos– y ahora toca remangarse y defender las leyes y derechos alcanzados en estos últimos tres años. Ningún avance político y social es irreversible ni es posible blindarlos ante cualquier contingencia electoral del futuro.

En la mañana del jueves, dos medios se atrevieron a informar de que uno de los escollos era la presencia de Irene Montero en las listas –sin una fuente sólida que respaldara la información– hasta el punto de que Sumar la quería fuera.

La ministra de Igualdad ha salido muy tocada de la aprobación y reforma posterior de la Ley de Libertad Sexual. Todo ese proceso legislativo fue larguísimo y su Ministerio no planteó desde el principio, como uno de los elementos centrales del debate, que había que abandonar el enfoque punitivista sobre las penas por las agresiones sexuales porque nunca ha funcionado como elemento disuasorio en este tipo de delitos. Tampoco lo hicieron Moncloa y el PSOE, que recibieron alborozados la noticia de la aprobación de la ley.

Cuando se empezó a hablar de revisiones de penas, que no es la primera vez que ocurre después de una reforma del Código Penal, se dijo que eso no iba a pasar o que como máximo afectaría a un número reducido de presos. Hay pocas cosas peores en política que hacer pronósticos que no se cumplen. Al final, fueron más de mil revisiones. No se podía lanzar toda la carga de la culpa sobre los tribunales. Si eso es lo que podía ocurrir, deberían haberlo tenido en cuenta al elaborar la ley.

Con independencia de si Montero aparece o no en las candidaturas, resumir el éxito o fracaso de estas negociaciones en su destino final sería un regalo para la derecha, que la convirtió hace tiempo en objetivo selecto de su furia, tanto por su relación personal con Pablo Iglesias como por la cartera que ha ocupado. Tampoco ella es el único símbolo del feminismo en los partidos que formarán parte de la alianza. Si a los otros partidos se les hace bola incluir a Montero en las listas, deberían pensar que igual es peor que el PP gobierne después de las elecciones.

Al acabar el día, surgió otra sorpresa de más calado que ese partido fantasma que respiró sólo durante unas horas. Podemos está presionando en las conversaciones con la propuesta de presentarse en solitario en la Comunitat Valenciana en protesta por la intención de Compromís de copar los puestos de salida.

Es la clase de exigencias que puede hacer imposible el acuerdo en el último día. Junto a Esquerra Unida, Podemos se quedó fuera del Parlamento valenciano en las últimas elecciones autonómicas con un 3,5% y perdió los ocho diputados que había ganado cuatro años antes (127.000 votos menos en términos absolutos). En Sumar, tienen que hacer cuentas para ver si les conviene romper las negociaciones por este motivo o dejar que Podemos se enfrente a esos números o similares el 23J.

Hubo tiempo para un último giro inesperado, aunque menos relevante. Alguien en el Partido Popular quiso hacer unas risas con el partido abortado, compró su dominio .com y lo redirigió a su web. El dominio .info, que es el que había aparecido en el registro del Ministerio, enviaba al usuario a YouTube, en concreto al vídeo de la canción 'Never Gonna Give You Up', de Rick Astley, un chiste típico de internet.

Seguro que los votantes de izquierda confían en que esta sea la última broma pesada que escuchan sobre el proceso confuso, tenso y apresurado de formación de las candidaturas de izquierda. Tienen todo el viernes para pensar en ello.

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