El Patrimonio arqueológico palestino, amenazado por los intereses identitarios y políticos de Israel
Juan-Luis Montero Fenollós dirige el único proyecto español de arqueología en Cisjordania hoy en día. Era el año 1992 cuando este murciano de nacimiento y gallego de adopción viajó a Mesopotamia (Siria, Irak y Turquía) para caer rendido ante el Éufrates, el más occidental de los dos grandes ríos que, junto al Tigris, dibuja el llamado Creciente Fértil, tierra de civilizaciones e imperios.
“Cuando lo vi por primera vez, de noche, iluminado, me enganché. Estar en la cuna de la civilización, el lugar donde nació la escritura, el hecho más revolucionario de toda la historia, es difícil de explicar con palabras”, dice Montero Fenollós, director de la cátedra de Arqueología y Educación Patrimonial de la Universidad de A Coruña y el único arqueólogo español que, junto a su equipo de la Facultad de Humanidades, encontró en Siria tablillas de barro con texto cuneiforme de hace 3.300 años, la primera escritura de la historia de la Humanidad. Fue “un momento mágico”, señala.
Sin embargo, el año 2011 lo cambiaría todo. El estallido de la guerra en Siria terminaría con ese éxtasis arqueológico, compartido con las casi 200 expediciones internacionales que había en ese momento en el país, un paraíso para los investigadores de Historia Antigua. Como el resto, Montero Fenollós tuvo que marcharse, pero no se iría lejos. En 2013 recaló en Palestina y escogió para su próximo proyecto arqueológico el yacimiento de Tell el Far'a (al noreste de la ciudad cisjordana de Nablus), excavado por última vez en 1960 por arqueólogos franceses, cuando la zona aún estaba bajo control de Jordania.
Tras la firma de los Acuerdos de Oslo (1993-1995) entre palestinos e israelíes, el sitio pasó a manos de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que por primera vez pudo gestionar el patrimonio de las designadas como áreas A y (alrededor del 40% de los territorios palestinos ocupados). El 60% restante, el área C, permaneció bajo jurisdicción administrativa y militar de Israel, y lo sigue estando a día de hoy.
Tell el Far'a, la primera ciudad del reino de Israel
Abandonado y cubierto parcialmente por basura durante años, lo primero que hizo el equipo de Montero Fenollós en Tell el Far'a, ayudado por algunos jóvenes del cercano y muy pobre campo de refugiados de Fara, fue limpiarlo. “Había que poner orden porque, si bien es un yacimiento mucho más modesto que los de la fastuosa Mesopotamia, tenía un tesoro que excavar, la ciudad de Tirsá”, considerada como la primera capital del reino del Norte de Israel, fundada por el rey Jeroboam tras la muerte del rey Salomón (hacia 930 a.C.).
“Era un pequeño reino de finales del siglo X a.C., contemporáneo a los grandes imperios de Asiria y Babilonia, y donde no había textos largos como tales, aunque sí algunas palabras escritas. Eran tribus trashumantes, nómadas, adaptadas al modo tradicional de la región y con viviendas increíblemente modestas”, explica Moreno Fenollós. Aunque fue citada hasta en 17 ocasiones en la Biblia y, sobre todo, en una inscripción egipcia –“lo que nos indica que sí existió”–, para el arqueólogo el interés de Tirsá no es religioso.
“Este relato ha magnificado enormemente la importancia de este yacimiento que, sin embargo, sí es interesantísimo desde un punto de vista histórico tanto para Israel como para Palestina”, continúa. Los siete periodos que abarca permite a los investigadores entender cómo fueron aquellos primeros poblamientos, desde las primeras aldeas neolíticas del 8.500 a.C. hasta la llegada de los asirios y el final del reino de Israel, alrededor del 700 a.C. “Nosotros nos dedicamos a hacer arqueología pura y dura, a la ciencia al margen de las creencias y la fe. En ellas se centra la mal llamada arqueología bíblica, que para mí no existe”, afirma rotundo el arqueólogo.
En el yacimiento, donde empezaron a trabajar en 2017 gracias a un convenio entre la Universidad de A Coruña, la Universidad Nova de Lisboa y el Ministerio de Turismo y Antigüedades de la ANP, los arqueólogos pudieron reconstruir una unidad arquitectónica completa del siglo X a.C., donde hallaron vasijas, ollas para cocinar o una lámpara de aceite. “Sabemos que tenía tres partes bien diferenciadas, un patio central con un horno para hacer pan, una sala cerrada con una puerta y otra estancia empedrada destinada al refugio de animales”, cuenta.
Por el momento, el equipo internacional de Moreno Fenollós sigue sin poder regresar a la zona desde que, en 2020, la pandemia de la COVID interrumpió sus trabajos. Las campañas de 2022 y 2023 también fueron suspendidas, y con la actual guerra en la Franja de Gaza, además de las crecientes tensiones en la frontera norte de Israel con la milicia chií libanesa Hizbulá, su vuelta sigue retrasándose. Este retraso preocupa a los arqueólogos por los proyectos de cooperación y desarrollo que ya habían puesto en marcha, apoyados por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el Consulado General de España en Jerusalén.
Entre esos proyectos, destaca “Arqueología en Femenino”, centrado en la formación y capacitación de arqueólogas palestinas licenciadas por la Universidad de Nablus; o “Ser arqueólogo por un día”, con material didáctico en árabe destinado a grupos de niños de las escuelas de la zona que visitan el sitio. “Somos científicos, pero creemos en el valor social de nuestro trabajo, en su poder para unir en lugar de dividir. Son las fronteras geopolíticas artificiales las que rompen un patrimonio que es común a israelíes y palestinos, y que también nos pertenece a todos porque es universal”.
Son las fronteras geopolíticas artificiales las que rompen un patrimonio que es común a israelíes y palestinos, y que también nos pertenece a todos porque es universal
“Conquistar el patrimonio” palestino
Para Montero Fenollós uno de los problemas más acuciantes en lo que respecta al patrimonio de Palestina es la apropiación ilegal y la manipulación interesada de los datos científicos. Pone el ejemplo de lo sucedido con un proyecto arqueológico de la Universidad de Haifa. “En el estudio del yacimiento, los arqueólogos sitúan el 70% de lo encontrado en la Edad del Hierro [Siglos XIII - V a.C.], pero cuando fuimos a visitarlo la sorpresa fue que ese 70% en realidad correspondía a la época islámica. Era cerámica mameluca del siglo XIII, es decir, época medieval, y además recogida en área C. Esto no es solo falta de honestidad científica, sino además una forma de conquistar el patrimonio, manipulándolo”, denuncia.
Aunque desde 1994 la ANP cuenta con un Departamento de Patrimonio Cultural en el Ministerio de Turismo y Antigüedades, la inexistencia de un museo actual de referencia, que favorezca el estudio, la conservación y la difusión de ese patrimonio cultural es otro de los obstáculos que cita el investigador.
“Los británicos crearon el Museo Arqueológico de Palestina durante su mandato del territorio [1922 - 1948] con lo que habían heredado del Imperio Otomano, pero tras la guerra del 67 y la anexión de Jerusalén Este por parte de Israel, su Autoridad de Antigüedades –que pasó a llamarlo Museo Rockefeller, en honor a su principal mecenas– lo dejó congelado en el tiempo. Hoy está fosilizado desde el punto de vista museográfico. Está tal cual se inauguró en los años 30” del siglo pasado, explica Montero Fenollós.
Proteger el patrimonio arqueológico, sobre todo en zonas de conflicto, es mucho más que una simple cuestión cultural
Un abandono íntimamente vinculado a la evolución política de la región y a los intereses de las distintas entidades que han gestionado este patrimonio, convirtiéndolo en uno de los más expoliados del mundo por sus connotaciones bíblicas. Y una última amenaza se cierne sobre él, prosigue el historiador murciano: “El desarrollo sin control de ciertas infraestructuras que no tienen en cuenta su protección”.
Montero Fenollós pone como ejemplo lo sucedido en un yacimiento cercano al proyecto arqueológico de Tell el Far'a, en Cisjordania. Mientras en 2018 el sitio de El Unuq estaba intacto, cuatro años después una carretera lo cruzaba de lado a lado, “lo que es fruto de la falta de capacidad disuasoria, de medios y de educación para el cuidado de este patrimonio”.
El equipo internacional de arqueología quiere contribuir a cambiar esa realidad, si finalmente puede retomar las excavaciones en Palestina, “porque proteger el patrimonio arqueológico, sobre todo en zonas de conflicto, es mucho más que una simple cuestión cultural”.
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