Una fábrica ucraniana crea tanques falsos con chatarra como señuelo para Rusia: “Es un arma psicológica”
En un taller polvoriento, un singular grupo de ucranianos expertos en armamento trabaja a contrarreloj para fabricar cañones de artillería que nunca dispararán, camiones con radares que no pueden detectar nada y misiles sin explosivos.
Las piezas son señuelos que buscan atraer el fuego ruso y, así, hacerles desperdiciar munición, misiles y drones a los enemigos, al tiempo que protegen el equipamiento real y a los soldados que lo manipulan.
La tarea del equipo, perfeccionada a lo largo de más de un año, consiste en utilizar plástico, gomaespuma, metal y madera para crear réplicas de sistemas de armamento avanzados lo suficientemente precisas como para convencer a los operadores de drones con cámara y a las experimentadas tropas sobre el terreno de que estas imitaciones son objetivos militares reales.
Miden su éxito por la rapidez con que sus productos son destruidos. “Cuando los militares vienen a nosotros y nos dicen ‘ya no tenemos de estos’, significa que hemos triunfado en nuestro trabajo”, dice un miembro del equipo.
Un armario cercano al taller está repleto de caros recuerdos de estos triunfos, como el motor y fragmentos machacados de un Shahed, un dron kamikaze de fabricación iraní, y el ala estrellada de un Lancet, otro dron kamikaze de fabricación rusa, ambos atraídos por los señuelos.
Atacar un señuelo es un error costoso para Rusia y, además, implica un ataque menos contra una posición ucraniana real. “Los señuelos pueden salvar la vida de nuestros chicos, de nuestros amigos que están sirviendo”, agrega el fabricante. “Tenemos un acuerdo con los militares para que nos hagan llegar fotos y restos de los ataques [a los señuelos] como prueba de que hicimos un buen trabajo”, cuenta.
The Guardian es el primer medio de comunicación autorizado a ver el taller y entrevistar al equipo. El encuentro ha sido concertado con la condición de que ni los hombres ni su ubicación sean identificados.
Todos ellos son empleados —cedidos por tiempo indefinido— de la empresa siderúrgica Metinvest, que dirigía la acería Azovstal en Mariúpol. El asedio a esa planta siderúrgica, en la primavera pasada, acabaría convirtiéndose en emblema de la brutalidad rusa.
Tres altos directivos de la empresa tuvieron la idea de fabricar armas señuelo al inicio de la guerra, cuando las tropas ucranianas parecían peligrosamente superadas en términos armamentísticos. Los equipos occidentales que han ayudado a mantener a raya a Rusia empezaban entonces a entrar en el país.
“Pensamos que si los rusos veían muchas armas, tendrían miedo de avanzar, o de bombardear una zona. Es un arma psicológica”, dice uno de ellos. “La empresa lo apoyó por completo”, asegura.
El principal accionista de Metinvest es el hombre más rico de Ucrania, Rinat Akhmetov, que, según un portavoz de la compañía, ha respaldado personalmente el proyecto de los señuelos.
El equipo en su totalidad está formado por voluntarios seleccionados de la plantilla antes de febrero de 2022. Esto garantiza la confianza en un grupo cuyo proyecto les convierte en objetivo. “Tenemos que poder confiar los unos en los otros, por eso no contratamos a gente de las calles. Conocemos a estos tipos”, cuenta uno de ellos.
Actualizan regularmente su “línea de producción” para imitar las últimas novedades del arsenal ucraniano, en rápida expansión, y fabricar modelos más realistas. “Al principio de la guerra era muy sencillo, los rusos veían algo e intentaban darle”, relata.
Con ambos bandos utilizando señuelos —el ejército ucraniano se ha burlado de Rusia por desplegar tanques hinchables que se desinflaban una vez que estaban en posición—, los rusos ahora realizan mayores tareas de reconocimiento para corroborar sus avistamientos, pero el equipo cree que sus diseños pueden seguir un paso por delante.
Últimamente, el equipo ha incorporado trucos para imitar el calor de los sistemas de armas reales, de modo que los modelos resulten convincentes no solo a la luz del día, sino también por la noche, cuando son vistos a través de visores de imagen térmica.
“El enemigo no es estúpido. Tenemos que adaptarnos a la realidad, siempre añadimos algo nuevo en nuestro trabajo y así nos autoevaluamos: si no pasa nada cuando sale un modelo nuevo, si no es blanco de un ataque, es que hicimos algo mal en el diseño”, dice uno de los miembros del equipo.
Las peticiones de los militares llegan en mensajes cifrados. Un breve intercambio reciente al que ha tenido acceso The Guardian decía:“¿Podrían intentar hacer esto? Queremos 50 unidades”.
El diseñador de Metinvest respondió que sí y puso a su equipo a trabajar. La primera parada es Google, para descargar más imágenes del equipo que están recreando. Posteriormente, llega el momento de la “lluvia de ideas” respecto a qué chatarra o materiales baratos podrían resultar convincentes bajo la pintura de camuflaje. Han utilizado de todo: desde tuberías de alcantarillado hasta envases de madera desechados y viejos barriles de petróleo.
Cuando por fin se ponen manos a la obra, unen con cinta adhesiva impresiones a gran escala de los sistemas de armas. Estas sirven como guía para los trabajadores, que hacen plantillas cuidadosamente medidas para cada pieza, incluidas las tuercas de las ruedas de los vehículos que transportan las “armas”.
Los señuelos terminados se transportan fácilmente en paquetes planos para su montaje en el frente, donde un “cañón de artillería” puede ser ensamblado en sólo 20 minutos.
Ninguno de los miembros del equipo tiene experiencia en teatro o escenografía, pero tienen talento para la artesanía. Consideran que sus creaciones son superiores a los señuelos hinchables que también se fabrican para las tropas ucranianas. La mayoría de las creaciones cuenta con un eje metálico que permite repararlas tras un impacto parcial, a diferencia de los hinchables.
“Los militares nos han dicho que los hinchables tienen algunos problemas cuando hay viento o ciertas condiciones meteorológicas, pueden salir volando y no parecen reales”, señala uno de los voluntarios.
Los señuelos y el engaño tienen una historia casi tan larga como la guerra misma. Uno de los primeros ejemplos, el caballo de Troya, figura en los diccionarios de la lengua inglesa como metáfora de algo “destinado secretamente a socavar o provocar la caída de un enemigo”.
Los tanques señuelo fueron utilizados por primera vez por las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial con gran éxito. En aquel conflicto, Estados Unidos desplegó una división entera del “ejército fantasma”, las Tropas Especiales del Cuartel General 23, que también utilizó efectos de sonido, señales de radio falsas y otras ilusiones para imitar los movimientos de grandes tropas. Posteriormente, algunos de estos hombres trabajaron en cine y teatro.
Aunque el equipo de señuelos ucraniano está ansioso por quedarse sin empleo —“deseamos que llegue la victoria y librarnos de este trabajo”—, dado que los directores ucranianos ya están rodando las primeras películas sobre la guerra, algunos podrían seguir fabricando “armamento” mucho después de silenciadas las armas reales.
Traducción de Julián Cnochaert.
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