Hija del siglo: en torno a la Argentina y el totalitarismo
El historiador Eric Hobsbawm definió al siglo XX como “la era de los extremos”, una centuria corta que discurrió entre el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914 y la caída del Muro de Berlín en 1989. Si la “gran guerra” implicó niveles de violencia hasta allí inéditos, el final de la separación alemana marcó también el de un ciclo signado por la cuestión del totalitarismo, que había comprendido el debate de mayor dimensión ético-política de ese siglo que se iba: su perfil multiforme encerró tópicos como la democracia y la dictadura, las sociedades de masas y los liderazgos personalistas, la violencia política y la coerción estatal, en un desarrollo desigual que pareció captar el sentido extremo del siglo subrayado por Hobsbawm.
La Argentina y el siglo del totalitarismo. Usos locales de un debate internacional, que esta nota presenta, es el primer libro que recorre los diversos impactos de esa problemática mundial en nuestro país. Desde las polémicas de su origen en la Italia fascista hasta la constancia del concepto en las lecturas neoliberales finiseculares, pasando por sus inflexiones en el universo católico o entre emigrados europeos, militares enrolados en la seguridad nacional, nacionalistas nostálgicos de los corporativismos europeos o voces de las izquierdas.
De Italia a Berlín
La idea de totalitarismo apareció en los debates internacionales en el contexto abierto por la Primera Guerra Mundial. Críticos italianos del fascismo usaron el término en la década de 1920 para acusar al movimiento liderado por Benito Mussolini de llevar a cabo una política que buscaba totalizar al espacio social completo, idea que el propio Duce retomó como una identificación nacionalista contra la decadencia liberal y el avance del socialismo y el comunismo. Esas polémicas implicaron una doble circulación. Por un lado, la de antifascistas que giraron internacionalmente sus ideas, articularon contactos y redes más allá de las fronteras y se exiliaron en Europa y América, Argentina incluida. Por el otro, la de fascistas que predicaron dentro y fuera de Italia el credo totalitario, que fascinó a intelectuales, artistas y activistas en distintos puntos del orbe: entre ellos, a Adolf Hitler. Con el nazismo, el totalitarismo ganó un sentido claramente inserto en el siglo XX: si el movimiento de Mussolini era visto como una reversión de las tiranías antiguas, el nazismo comenzó a ser indagado por su carácter eminentemente contemporáneo, cuya radical modernidad tuvo su atroz corolario en el genocidio sistémico.
En las costas argentinas, la temática totalitaria ordenó especialmente a la política entre sectores antifascistas y simpatizantes del Eje, en un contexto álgido que había sido abierto por la recepción de la Guerra Civil Española en 1936 e implicó una lectura del plano local con lentes internacionales. Los debates que marcaron la etapa mundial que finalizó con la Segunda Guerra en 1945 se reformularon en torno al ascenso del peronismo, que fue leído por el grueso del espacio antifascista como reversión de los fascismos europeos, con la incorporación de rasgos del rosismo y los caudillismos latinoamericanos históricos. Si bien diversos referentes antifascistas no acordaron con esas posiciones e incluso sectores minoritarios se acercaron al justicialismo, tras el golpe de Estado de 1955 el antifascismo y el antiperonismo se potenciaron en el eje antitotalitario, sumando al anticomunismo a esa imbricación. Ello expuso una de las líneas centrales que marcaron las décadas siguientes; la otra fue la que operó en torno a la Guerra Fría. Desde una perspectiva donde fueron claves los intelectuales “atlantistas”, el estalinismo soviético fue incluido en el totalitarismo como el eje izquierdo de la némesis de las democracias liberales, donde el primero de los términos de la fórmula se redujo alambicadamente al segundo, defendidos incluso por dictaduras “pro-occidentales”.
El contexto de finales del siglo XX implicó la conexión con los debates propios de la recuperación democrática argentina. Leído en el marco del ciclo post-dictatorial latinoamericano, incorporó las discusiones por la caída del Muro de Berlín, el posterior final traumático de la Unión Soviética y el inicio de la etapa caracterizada por la globalización: un panorama donde el final del derrotero de los debates sobre el totalitarismo se dio a caballo del cierre “corto” del siglo y su final en el calendario.
¿Nuevos pasos, viejos caminos?
Las primeras décadas del siglo XXI han expuesto una aceleración y diseminación de la presencia pública del término totalitarismo, al mismo tiempo que han reversionado los debates de las décadas previas sobre el eje marcado por el historiador Enzo Traverso: una triple pauta donde el término implicó la referencia a un hecho histórico, a un concepto terminológico y a una teoría política.
Ese mapa comenzó a cambiar con el reciente ascenso de nuevas derechas radicales, que reabrió en otro registro la pregunta por las continuidades y transformaciones de los fascismos originarios y de la misma idea de totalitarismo. El término volvió aplicado a figuras como Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil o a gobiernos como el de Víktor Orbán en Hungría y movimientos como Vox en España. En segundo lugar, las discusiones en torno a la pandemia del Covid-19 implicaron otro tipo de retorno: para algunas voces públicas, ello promovió la denuncia contra los poderes excepcionales de los Estados; para otros, constituyó una oportunidad para hacer frente al poder omnímodo de un capitalismo expresado en las nuevas tecnologías y los líderes mencionados. Al mismo tiempo, desde aquellas derechas la idea de totalitarismo reapareció para denunciar transformaciones en las izquierdas y los progresismos que implicarían, respectivamente, una política conspirativa de reemplazo de la revolución marxista por otra de tonos culturales y un totalitarismo de lo políticamente correcto.
En la Argentina las voces de la política y la cultura, atentas a los fenómenos internacionales, han comenzado a reponer el vocablo, acorde a las tradiciones de su historia político-intelectual. Esta obra colectiva invita a repasar parte de la historia argentina en conexión con el mapa mundial, reponiendo las relaciones entre debates históricos y actualidad. El contexto de desigualdad social y aceleración comunicacional internacional acompañará, seguramente, los nuevos recorridos del término “totalitarismo”.
MLC/MV
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