
Si las elecciones chilenas fueran hoy, gana Pinochet

Una selva está más ordenada que la derecha chilena. Así lo resumía Tomás Mosciatti en su editorial sobre el nuevo panorama del espacio político más favorecido por el electorado para las presidenciales del 15 de noviembre. Y la derecha sigue siéndolo todavía el 25 de abril según procede sin pausa el periodista en su siguiente y parejamente agudo análisis semanal. Y a pesar del “infantilismo” de Evelyn Matthei. La candidata de Renovación Nacional (RN) y de la coalición Chile Vamos, se corrió a una derecha ultra. La presidenciable postuló la necesidad histórica del violento golpe de Estado que derrocó al socialista Salvador Allende. Sin el general golpista Augusto Pinochet “nos íbamos derechito a Cuba” (conveniente infierno hemisférico relevado por Venezuela). Relativizó en duración y alcance las violaciones de DDHH de la larga dictadura de 1973-1990: “estábamos en guerra civil” y las muertes del bando vencido eran “inevitables”. Según Mosciatti, en cambio, las ejecuciones sumarias fueron “asesinatos cobardes” nomás.
Qué se gana y qué se pierde dando la cara o poniéndose la máscara ultra
Después de sus declaraciones, la favorita del espacio favorito sufrió, eso sí, un retroceso de 3 puntos según la encuestadora CADEM. La misma que una semana antes daba a la candidata derechista Evelyn Matthei como futura presidenta de Chile en todos los escenarios de balotaje. Pero es más fácil averiguar cuánto perdió en el centrismo que si ganó algo en el terreno, más opaco, menos sondeable, del electorado opositor de convicciones o reflejos ultraderechistas, en un país donde el incumplimiento de la obligación de votar que rige para un padrón de 16 millones de votantes es sancionado dura e implacablemente.
De manera deliberada o distraída -y una y otra opción es alarmante-, en los hechos la candidata centro-derechista ha dejado de serlo en sus declaraciones y se ha mostrado ultra-derechista. Si es identidad estratégica revocable o si no es máscara y es su cara, importa menos. Las aclaraciones que hizo después, con palabras bien pesadas una por una, sobre su compromiso con el Estado social de derecho, resultaron, y resultarán, un control de daños fatalmente predestinado a verse limitado en su eficacia. Si Matthei pasa a segunda vuelta, esas declaraciones la seguirán hasta la víspera del balotaje del 14 de diciembre.
En los hechos, la candidata se había corrido hacia el extremismo de ‘los alemanes’. Teme a Johannes Kaiser, que crece en las encuestas como predilecto de la derecha alternativa, y a José Antonio Kast, rival vencido por el presidente Gabriel Boric en el último balotaje chileno pero candidato más votado en la primera vuelta de 2021. Teme que uno de ellos sea quien pase a segunda vuelta, para enfrentar al oficialismo de izquierdas, como representante de la oposición de derechas favorita. Que la del líder y fundador del Partido Republicano (PR) o la del fundador del Partido Nacional Libertario (PNL) sea una candidatura más votada que la suya. Matthei es candidata sin internas de Renovación Nacional (RN). Este partido, que en su genealogía puede decir que es el más viejo de Chile, fue el partido que reformuló el centrista y difunto empresario multimillonario Sebastián Piñera. El chileno más rico del mundo fue el único presidente de la derecha (y por dos mandatos -no consecutivos-) en las tres décadas y medias de democracia electoral que siguió al fin de los plenos poderes de la dictadura pinochetista.
Las aspiraciones de Chile Vamos, la coalición electoral liderada por Matthei que integra a Unión Demócrata Independiente (UDI), a Renovación Nacional (RN) y a Evolución Política (EVOP) , que buscaba celebrar primarias amplias en la derecha chilena para llevar un solo candidato único, se vieron fueron espectacularmente frustradas. El republicano Kast y el libertario Kaiser le habían dicho directamente que cada uno de ellos iría directo a primera vuelta, como candidatos presidenciales republicano y libertario. Y a la pregunta de si los tres partidos podrían llevar diferentes presidenciables pero una lista parlamentaria común, Kaiser respondió que “en Chile ya existe la experiencia de haber ido en una lista parlamentaria y dos candidaturas presidenciales”, lo hizo Chile Vamos con el señor Joaquín Lavín, con el ex presidente Piñera y que es mejor competir “jugando un partido limpio, sin ensuciar la pelota”. A los dichos del libertario -que gusta de compararse con el argentino Javier Milei (sobre todo en el aspecto de ser un jugador nuevo que gana elecciones presidenciales con un gol de oro)-, añadió Kast una respuesta a la misma pregunta en la que no sólo explicaba lo que él estaba respondiendo sino también, o antes que nada, el porqué de la pregunta que le hacían. Según el republicano, si desde Chile Vamos llaman a la unidad lo hacen “desde el nerviosismo”, porque “si miramos cualquier encuesta al día de hoy entre el libertario y yo superamos a la candidata de Chile Vamos”.
En cambio, entre ultraderechistas se entienden. El Partido Republicano, el Partido Nacional Libertario y el Partido Social Cristiano (PSC) forman ese especio denostado por unos con la fórmula más neutra de nueva derecha chilena, por otros como en España derecha a la derecha de la derecha, y por los más como la ultraderecha genuina. El lunes 14 de abril formalizaron un preacuerdo con miras a las candidaturas legislativas que se eligen en noviembre el mismo día que la presidencia, fin de alzarse como una alternativa al bloque Chile Vamos (RN+UDI+EVOP), el de la, hasta ahora, derecha tradicional.
Una izquierda fuerte sin candidaturas poderosas
La primera etapa del calendario electoral chileno culminará el domingo 29 de junio, con la celebración de las elecciones primarias, en las que los distintos partidos y frentes políticos definirán a sus candidatos. La segunda, el domingo 16 de noviembre. Con el voto obligatorio las chilenas y los chilenos elegirán al próximo presidente, a la vez que renovarán parte del Parlamento, que sucederá a Gabriel Boric, elegido en 2021 por la coalición de izquierda Apruebo Dignidad después del estallido social del 19-O. En caso de que ningún candidato supere el 50% más uno de los sufragios, seguirá una segunda vuelta el 14 de diciembre.
El oficialismo aún no logra posicionar una candidatura sobre cuyos atractivos competitivos exista un relativo pero admitido consenso común. La popularidad del presidente Boric sigue siempre constante, con altibajos estacionales, de un 5% aproximadamente, y siempre en torno a un sólido 30 por ciento: más mujeres que varones, más sectores medios que bajos, de mayor educación formal, más empleo formal, y mejores y mayores ingresos.
La dos veces presidenta Michelle Bachelet del Partido Socialista (PS) mantuvo en vilo al progresismo en espera de su definición acerca de su postulación para competir por tercera vez a La Moneda hasta su declinación el 3 de marzo. Pidió “unidad”, “respeto” y “buena onda” en la contienda electoral a los candidatos del oficialismo que irán a primarias con quienes se reunió en la Fundación Horizonte Ciudadano.
A la cita de la expresidenta asistieron Carolina Tohá del Partido por la Democracia (PPD), Gonzalo Winter del Frente Amplio (FA), Jaime Mulet de Federación Regionalista Verde Social (FRVS), Jeannette Jara del Partido Comunista (PC), Vlado Mirosevic del Partido Liberal (PL) y Paulina Vodanovic del PS, quien hasta último minuto trató de convencer a Bachelet de presentarse a un tercer periodo presidencial. Ausente con aviso, el abanderado de la Democracia Cristiana (DC), Alberto Undurraga, exalcalde de Maipú: uno que ya dijo que no está dispuesto para ir a primarias con el Partido Comunista y el Frente Amplio.
¿Quién ganará? Si votan un millón y medio de personas al menos, la victoria se inclinaría por Jeannette Jara. Porque las PASO chilenas se parecen en todo a las argentinas salvo en el ser obligatorias. Siendo el voto optativo, la capacidad de movilización de los partidos cuenta. Y la disciplina partidaria. Es difícil refutar al Partido Comunista chileno, fundado en 1912, que supo ser el más fiel al Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), cada vez que se jacta de ser el más disciplinado del elenco democrático nacional.
Hay una diferencia nítida que salta a la vista en la más sumaria de las comparaciones entre la derecha opositora y la izquierda oficialista, y que favorece, no menos claramente, a ésta. El oficialismo está de acuerdo, y celebrará unas primarias comunes de las que saldrá la candidatura única que compita el segundo de noviembre con las derechas. Las derechas en plural. Porque el 16 de noviembre habrá no menos de cinco candidaturas presidenciales de derecha rivalizando por pasar a segunda vuelta y disputarle así el balotaje a la izquierda.
A las candidaturas de Matthei, Kast y Kaiser hay que sumar la de Franco Parisi por el Partido de la Gente (PDG, ganador en las legislativas de 2021 del 8,45% de los votos) y la del candidato que inscriba el Partido Social Cristiano. No es casual -o mejor: resulta muy significativo-, que una de las obras maestras de la literatura de Chile, tan rica en singularidades, que le ha valido al país dos de los cinco Premios Nobel que Latinoamérica obtuvo, sea La Fronda aristocrática en Chile (1928) de Alberto Edwards. Una historia nacional como duelo de esgrima sangrienta y de puñaladas sin terciopelo entre señoritos derechistas más o menos biencriados.
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