Juan Falú: “A mi hermano Lucho lo asesinó Bussi de un tiro en la cabeza. Estaba arrodillado, con las manos atadas atrás y quisieron ocultar su cuerpo en El Pozo de Vargas”
Juan Falú, 73 años, tucumano, hasta el año pasado Director Cultural de la Cancillería, cargo del que se alejó “porque no hubiera podido hacer ni una zamba o un gato y yo soy esencialmente un músico”, dialoga con elDiarioAR desde su casa en San Telmo. Vive desde hace décadas en Buenos Aires. Aun así, mantiene un vínculo muy fuerte con su provincia, a donde viaja a menudo. Sus últimos meses transcurren entre actuaciones propias, otras junto a Teresa Parodi y Liliana Herrero, mientras prepara una gira que realizará por Europa en las próximas semanas.
Lo sorprendió la noticia de que los peritos del Pozo de Vargas no perciben sus honorarios desde hace dos años y las investigaciones no avanzan, al tratarse de la fosa en Tucumán en donde se han identificado hasta la fecha a 116 detenidos desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. Entre ellos, los restos de su hermano Luis, secuestrado por un grupo de tareas el 14 de setiembre de 1976, cuando tenía 25 años, a metros de la casa en donde vivía con su familia, en Lamadrid al 600, casi en el centro de San Miguel de Tucumán.
“Para todas las personas que fuimos testigos del horror de la dictadura militar el Pozo es un símbolo muy fuerte de esa tragedia porque muestra el grado de crueldad de la represión en mi provincia. Fue escalofriante lo que hicieron allí con los vivos y con los muertos. Me da mucha tristeza la situación en la que se encuentran los investigadores y las tareas porque sé de su trabajo abnegado y comprometido”, reflexionó.
Para todas las personas que fuimos testigos del horror de la dictadura militar el Pozo es un símbolo muy fuerte de esa tragedia porque muestra el grado de crueldad de la represión en mi provincia
Luis, “Lucho”, como prefieren llamarlo Juan y su hermana Liliana, con la que también dialogó este diario, trabajaba en Gas del Estado y estudiaba Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Militaba en el Integralismo, un espacio del peronismo revolucionario universitario. Jamás tuvieron noticias de su destino hasta que comenzaron los juicios por crímenes cometidos durante la dictadura.
“Mi primera reacción al enterarme por las noticias de la situación actual en el Pozo de Vargas fue llamar a familiares de detenidos desaparecidos. Hablé con Josefina Molina, hija de Dardo Molina, vicegobernador tucumano, secuestrado y cuyos restos también fueron identificados allí, para ponerme a disposición. Es necesario reparar urgente esa situación de honorarios pero también resolver lo relacionado con la continuidad de las investigaciones. Hay que llegar hasta el último metro de la fosa para desentrañar todo lo que hay en el fondo”, sostuvo.
Una de las condenas a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura contra el ex gobernador de Tucumán Antonio Domingo Bussi fue en la causa Luis Falú. Fue clave el testimonio del ex gendarme Omar Torres, que en la actualidad vive en Salta, quien se desempeñaba como custodio de los detenidos en el centro clandestino de detención ex Arsenales Miguel de Azcuénaga, a donde había sido llevado Falú y fue sometido a torturas.
El ex gendarme fue testigo de asesinatos perpetrados por Bussi, quien en diciembre de 1975 asumió el comando del Operativo Independencia en Tucumán, y detalló la mecánica del campo clandestino. Las ejecuciones ocurrían cada veinte días y participaba Bussi, quien hacía la primera ejecución para darle valor a sus altos oficiales. Desde unos seis o siete metros relató cómo mató de un tiro en la sien a Falú, a quien identificaba porque en una ocasión recogieron leña juntos y se le grabó el apellido por ser sobrino del folclorista Eduardo Falú.
Los cuerpos eran arrojados a una fosa en los ex Arsenales, se les tiraban cubiertas de vehículos encima, combustible y se prendía fuego. Otras veces, los restos eran cargados en camiones para un destino incierto. Este fue el caso del estudiante Falú. Torres dio su testimonio ante la Conadep, la Comisión Bicameral Investigadora de las Violaciones a los Derechos Humanos de Tucumán, ante el juez español Baltasar Garzón y luego en las causas judiciales.
“Empecé a ir al Pozo de Vargas cuando comenzaron las investigaciones, después de 2002. En una ocasión miré hacia lo más profundo, me quedé en silencio e imaginé que mi hermano estaba ahí, cuando aún no teníamos ni una pista de que ese podría haber sido su destino. Ese lugar está asociado a Bussi porque él le dio un tiro en la cabeza a Lucho, mientras estaba arrodillado, con los ojos vendados y las manos atadas atrás”, narró el guitarrista.
La noticia que conmocionó a los Falú llegó el 7 de junio de 2016. Recordó que con mucho tacto, peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense, en donde se realizan los análisis, y del Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán, a cargo de las tareas de campo, les comunicaron que los restos de Lucho estaban en El Pozo de Vargas.
“Fue impactante porque fueron muchos años de espera y de búsqueda. Se lo contamos a mi madre Esther, de 99 años, que estaba muy enferma pero con momentos de lucidez. Dudamos porque sabíamos de lo duro que sería para ella pero era una noticia largamente esperada, necesaria. A las pocas horas murió, su reacción fue yéndose, en paz, antes de cumplir sus 100”, rememoró.
“Hace unos días imaginé el itinerario del cuerpo de mi hermano, ese muy escalofriante viaje nocturno desde los ex Arsenales hasta el Pozo de Vargas. Camiones cargados con cadáveres para ocultarlos, un segundo ocultamiento para no dejar rastros pero la historia desnudó esa atrocidad. Aunque sé que no toda la sociedad está unida antes estos hechos, en algún momento se reconocerá el compromiso, la lucha de los familiares de desaparecidos, los organismos y los peritos e investigadores. Mientras tanto, el Estado no puede abandonar esta noble y necesaria de reparación histórica, los pueblos y estados no pueden permitirse el olvido”, reflexionó Falú.
Tucumán es la provincia más densamente poblada del país y atesora una historia rica, marcada por algunas contradicciones, como esta. En el mismo lugar en donde el partido de derecha Fuerza Republicana, creado por Bussi, mantiene un importante caudal de votos que le permitieron tener un bloque de ocho miembros (ya dividido) en la Legislatura provincial en las últimas elecciones, pocos conocen la historia del Pozo de Vargas y el tema es casi inexistente en las agendas de la política y de un sector del Poder Judicial.
“Hubo un relato de la historia que caló hondo y es la teoría de los dos demonios, asociar el compromiso revolucionario de una generación a la misma altura de la represión, como si se tratara de una lucha igual. Esa teoría terminó identificando las ideas, los sueños sin especulaciones de una generación con la violencia. A esto se sumó el 'algo habrán hecho'. Eso no me banco, hay que levantar bien altas las banderas de esos jóvenes, sin arrepentimientos, sin vergüenza, sí con sentido autocrítico pero otra cosa es arrear las banderas. El Pozo de Vargas es la luz de los que están ahí abajo”.
Consultado sobre cuál podría ser la función del arte en este escenario, Falú afirmó, sin dudar: “La política a veces se queda huérfana de ideas y de capacidad para ser la transmisora de estas angustias y hechos. Y a esos lugares los completa el arte. Una representación, un tema musical o una obra de teatro pueden decir mucho y hay que trabajar en esa dirección. Un poema en un lugar y en un momento justo puede tener más llegada que un discurso político, por lo menos hasta que política vuelva a ser el arte de transformar la realidad”.
DC
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