Tomas en las universidades: “Se está generando un estudiantazo”
Los estudiantes no quieren ser testigos del desfinanciamiento de la educación pública en Argentina, por eso a las siete y media de la mañana los pupitres ya estaban ocupados sobre el asfalto de la calle Independencia al 3000, afuera de la Facultad de Psicología, la primera de las más de 20 facultades del país que resolvieron, a medida que pasaban las horas, tomar distintas sedes universitarias tras el veto presidencial a la Ley de Financiamiento Universitario y a horas de que dicha medida se ratifique en el Congreso.
“Algo está pasando”, dice Julian (23), un estudiante de psicología que hasta hace poco concurría de su casa a la universidad y de la universidad a su casa. Lo dice con los ojos entrecerrados y cierto misterio, como quien se cree que es protagonista de un suceso paradigmático que todavía no se llega a vislumbrar.
Joel Núñez, una de las voces más resonantes de los estudiantes “independientes” de esa carrera, hasta hace meses se reconocía como una persona desinteresada por la militancia y los asuntos públicos, pero fue en abril cuando vio llorar a una docente en clases porque no llegaba a pagar la luz que decidió participar de cada actividad organizativa.
“Es increíble lo que genera el tema de la educación pública, no sólo entre los estudiantes y docentes, sino en todos los sectores de la sociedad. Ahora, por ejemplo, cuando marchemos, los trabajadores del subte de la Línea A nos van a abrir las puertas como una forma de solidaridad entre estudiantes y trabajadores”, cuenta Joel y opina que “la política venía teniendo poca credibilidad y este conflicto la vuelve a poner en agenda”.
Una hora después, sobre la calle Puan, en la facultad de Filosofía y Letras que resolvió en una asamblea de mil estudiantes, en simultáneo con la de Psicología, concretar la toma el lunes por la noche, provocando casi un efecto contagio que se extendió en Buenos Aires a las facultades de Veterinaria y de Exactas, está Violeta Alonso (26), estudiante avanzada en Letras y secretaria por el presupuesto del Centro de Estudiantes.
Política y bizcochos
Entre medios de comunicación que cubren con énfasis la facultad históricamente más politizada, banderas y bizcochos Don Satur que pasan de mano en mano entre los pupitres, Violeta, joven con experiencia que participó de la toma universitaria del 2018, explica con mayor precisión el proceso de “repolitización” que anteriormente percibieron los muchachos de Psicología.
“Participé de la toma en el 2018 y desde esa época hasta ahora te puedo decir que ha habido una despolitización entre los estudiantes en la facultad más politizada. Es verdad que ha sido fomentado por las autoridades, que por ejemplo restringen el espacio para la expresión de ideas, pero sobre todo cuando ocurrió la pandemia la falta de entusiasmo con la política aumentó”.
Sin embargo el Gobierno nacional se metió con lo que en apariencias es el órgano más sensible de la sociedad en épocas libertarias. Por su contenido simbólico, por ser un motor de movilidad social ascendente o por otras cuestiones, la educación pública parece ser un nervio que despierta consenso en todos los sectores. “Se está gestando un estudiantazo”, dice Violeta. “Esto es así”.
“Desde abril el proceso de politización en las universidades va en aumento. Se está transformando la conciencia de muchas personas que hasta hace poco no estaban en el tema. La lucha se va a incrementar. No sabemos en qué va a derivar todo esto, pero les está generando una fractura, un daño”, dice.
El cronista ingresa a la facultad de Filosofía y Letras, atraviesa el pasillo y llega al patio donde, en el fondo, una reconocida docente está subida al cantero de un árbol señalando un pizarrón frente a estudiantes y acaso algún otro docente, mientras un joven barre el piso. Se trata de Esther Levy, licenciada en Ciencias de la Educación, entre otros títulos, quien está dando una clase sobre Teoría de la Resistencia de Paulo Freire.
La docente, con moderado histrionismo, intercambia comentarios simpáticamente irónicos y reflexiona acerca del rol de los medios y todos la escuchan atentos, sobre todo un hombre que mira de reojo con cierta incomodidad o hartazgo, la cara visiblemente compungida.
Adriana, una ecuatoriana de 24 que llegó a Argentina en 2023 porque en su país se precisa de un puntaje muy alto para estudiar la carrera que quiera, cuenta que se siente “un poco atacada” por la demonización de los extranjeros que impulsa el Gobierno nacional pese a que representa, según estiman los docentes que se consultó, solo el 4% de los estudiantes. “El extranjero no es el enemigo, nosotros venimos a trabajar y estudiar”, dice y antes de que el cronista se retire, la licenciada Levy deja a todos una enseñanza: “La realidad es más compleja de lo que muestran los medios”.
Nuevamente sobre el asfalto de la calle Puan, Violeta Alonso, la secretaria de presupuesto del Centro de Estudiantes, insiste, ahora con mayor fervor, que “el momento para luchar es ahora” y que la semana que viene seguirán en plan de lucha, con la posibilidad de tomar nuevamente la facultad.
“La coordinación entre las más de 20 facultades tomadas es incipiente. Pase lo que pase necesitamos una asamblea interfacultativa. Los diputados ya se vendieron y lo pueden volver a hacer. Hoy se levanta la toma porque nos manifestamos al Congreso, pero luego volvemos a asamblea a definir si seguimos de esta forma”.
En las asambleas que se desarrollaron para definir las medidas a seguir por los estudiantes se hicieron presentes, como una forma de apoyo, sectores en conflicto como trabajadores del Hospital Garrahan, del Bonaparte, de Aerolíneas Argentinas, entre otros.
Patricio Krotsch, licenciado en psicología y docente de Salud Pública y Mental, que cobra 250 mil pesos como profesor pese a sus 32 años de antigüedad, está junto a Zulma y Lucas, dos colegas con más de 10 años de experiencia que trabajan ad honorem en esta sede “por amor al arte” y se sustentan económicamente gracias a otros trabajos.
Patricio observa el acompañamiento casi generalizado a la lucha universitaria. “En lo personal fui pesimista toda la vida, pero acá están pasando cosas. Acá vimos cómo los obreros, en la marcha de abril, nos saludaban y se solidarizaban con nosotros desde lo alto. Vemos que hay un consenso casi unánime en ese sentido”, dice y agrega: “Estamos en defensa de los salarios pero, sobre todo, de lo público, para volver a poner en valor el rol del Estado”.
Pero acaso la definición más gráfica sobre la situación de la educación pública y la forma en que se llegó al estado actual de desfinanciamiento la haya dado Romina, integrante del sector más invisibilizado, los no docentes, quienes inician con un sueldo de 400 mil pesos, y han perdido con el paso del tiempo la atención médica y ciertos insumos de los que antes gozaban. Romina dijo: “Fue como estar en la orilla y de repente estar nadando entre tiburones”.
LN/MG
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