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entrevista

Esther Solano: “El mileísmo empezó con Milei, pero no va a terminarse con Milei”

Javier Milei en Rosario, de visita por el Día de la Bandera.

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“Venimos por todo”. Una frase corta, contundente, que se repite desde la noche del 19 de noviembre cuando La Libertad Avanza obtuvo el 55,6% de los votos y se convirtió en Gobierno. Pero, ¿qué es ese “todo” por el que “vienen”? La batalla económica, por un lado, que implica un reordenamiento de la economía basado en un ajuste brutal y para cuyo análisis –en términos de “ganar” esa batalla– falta tiempo. Y por otro, la batalla cultural. Ya es posible saber de qué se trata esta última batalla mileísta. Pistas: el control (más no eliminación) de derechos, lo mesíanico como bien de cambio, lo libidinal y la potencia del león, la “nueva autoridad” y una re-elaboración de los feminismos y lo femenino. 

Javier Milei conserva el apoyo popular que le dio el envión para llegar a la Presidencia. Su base más sólida sigue siendo aquel 30% que lo votó en las PASO, el año pasado. Pero también están “los moderados” de Milei, es decir, aquellas personas que le confiaron su voto en última instancia y que hoy se debaten entre la esperanza y las dudas. Esa fue una de las conclusiones de un monitoreo que realizaron los investigadores Esther Solano, Pablo Romá y Thais Pavez. El informe se publicó a principios de mes por la fundación alemana Friedrich Ebert Stiftung.

Esther Solano –doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de la Universidad Federal de São Paulo, Brasil; una estudiosa de las derechas– es una de las investigadoras que se ocupó de investigar a los moderados. En esta segunda parte de la entrevista que le realizó elDiarioAR, coloca a aquellos moderados en el contexto de la batalla cultural que el mileísmo encaró como segundo eje de su plan de gobierno. “Que Milei fracase desde el punto de vista económico no significa un fracaso desde el punto de vista ideológico”, avisa Solano.

–¿Por qué afirma que si no funciona el programa económico de Milei, el mileísmo permanecerá?

–No es sólo típico de (Javier) Milei. Nosotros lo que vemos es que estos movimientos lo que hacen es, y ahí reside su fuerza, disputar las formas de entender la realidad. Disputan imaginarios, disputan valores, disputan sentido. Si tú lo reduces a una mera expresión electoral, los están empequeñeciendo. No son solamente eso: son mucho más que eso. Cuando ellos se juntan, se juntan para dar una refundación. El último encuentro que tuvieron en Hungría, el lema del encuentro era “Salvar al Occidente”. Esa es una reinterpretación de la realidad. Entonces, ¿qué pasa? Que aunque ellos pierdan electoralmente, no significa que vayan a parar en su disputa simbólica y del imaginario. Eso se ve muy claramente. En otros países que van más avanzados lo que vemos con claridad son dos movimientos. Que ya no es el líder, es el campo. Ese campo se va autonomizando del líder porque ya es una sedimentación de valores. En Brasil ya hablamos de bolsonarismo sin (Jair) Bolsonaro. Ya no se necesita al líder porque ya hay una consolidación de valores. Y el votante moderado es imprescindible. Porque el radical es el que dinamiza el campo, pero el moderado es el que lo naturaliza y los sedimenta. 

–¿Y lo segundo?

–Una vez que ya está sedimentando todo este campo, el ecosistema se amplía y hay un montón de personajes que van adhiriendo a ese campo. Entonces por ejemplo, ¿qué pasa con (Donald) Trump o con Bolsonaro que están operando en Francia? Lo que pasa es que los líderes que comenzaron son importantes, sí, pero hay mucha más gente que ya va asumiendo liderazgos. Entonces, si lo quieres pensar así, el mileísmo empezó con Milei pero no se va a terminar con Milei.

–¿Qué rol juega el componente mesiánico en este movimiento? Esto de presentarse como “el salvador” o recurrir a la epopeya bíblica de Moisés.

–Varias cosas. Milei tiene que ofrecer alguna entrega concreta. La Ley Bases, por ejemplo, como para estabilizar un poco el escenario económico. Si consigue eso y si ya consiguió una elaboración discursiva y simbólica, ambas cosas mantienen el vínculo, el enganche. Eso es lo más poderoso. ¿Por qué? Porque el ser humano necesita para mí dos cosas que son muy básicas. Necesita ser visto, pero visto desde el lugar del reconocimiento personal: “te veo y entiendo tu potencia”. Y luego el pertenecimiento mutuo. Y Milei lo que te dice es eso: “frente a los que te utilizaban para reelegirse, frente a los parásitos o los que te victimizaban, yo te veo y además, te propongo un llamado colectivo; propongo que tu sacrificio sea un sacrificio individual porque tú lo puedes hacer, te empodero”. Es un llamado a “los hombres de bien”. Fíjate en ese concepto, es muy fuerte. Junta la dimensión individual, la colectiva y la trascendencia.

–También referís que estos movimientos son muy libidinales, ¿por qué?

–La izquierda también tenía eso en un cierto momento, la idea de rebelión. Y la rebelión te llama a una cosa libidinal. Pero la izquierda se transformó en burócrata y nada más antisexual que el burócrata. Entonces estas derechas reconectan con esa libido que está muy sofocada, y al mismo tiempo te conecta con la potencia del león. Es transgresor pero con un propósito, que es la inauguración de un nuevo orden. Fíjate cómo alguien que no es político pero que tiene el coraje de meterse en el fango de la política. Cómo alguien que inicialmente tampoco es un superstar, pero que acaba envuelto en toda esa parafernalia, y que tiene esa coraje y esa energía, que te conecta con esta libido. Y el león que rompe, pero para que realmente formemos algo mucho mayor.

–¿Pero qué tiene de libidinal el lenguaje, el tono, de la autoridad?

Es que es una autoridad diferente. Esto es muy importante porque sí, es una autoridad, pero... Lo que más impacta de estos outsiders es que ellos promueven y colocan en el centro del espacio público valores que son diferentes a los de la política tradicional. Entonces, ¿cómo es la autoridad tradicional? Es una autoridad apartada, inconexa, muy verticalizada, jerárquica: la autoridad casta, digamos. ¿Qué pasa con Milei? Milei es el mito del hombre común que llega al poder, no porque quiera el poder sino porque es un Robin Hood. Es el que tiene el coraje de luchar por ti. Es autoridad a partir de ti, no desde el partido, no desde la plataforma. Es autoridad pero es alguien del pueblo. Es autoridad sin protocolo, desintermediada: va y se pone a cantar. Es autoridad, sí, pero desde un lugar diferente. Mano dura desde otro lugar.

–¿Y qué pasa con los derechos? Me refiero a derechos adquiridos en los últimos años y a políticas públicas que estaban dispuestos a eliminar. La ayuda social, por ejemplo, en vez de eliminarse, aumentó con La Libertad Avanza. ¿Es aniquilación de derechos o es tener el control de los derechos?

–Exacto. Aquí también hablo un poco a nivel general. Ha sido una equivocación muy grande desde el campo de las izquierdas insistir con que van a acabar con todo. Porque, de hecho, los moderados que han votado a Milei no lo ven así. Lo que observamos no es “aniquilación de derechos” sino una reorganización. Respecto de la financiación de las universidades públicas, La Libertad Avanza propone auditorías. Muy sagaz. En el fondo el Gobierno te está diciendo “yo entiendo que tú quieres el derecho a educarte, a tener salud; lo único que quiero es que se controlen los fondos para que a ti te ofrezcan algo mejor”. ¡Y quién va a estar en contra de eso! Contra el desorden económico, organización. No es ausencia de derechos, es control. 

–Sin embargo, el Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidades fue, finalmente, desmantelado. 

–Hace ya un tiempo estamos haciendo investigaciones solo con mujeres porque ahí, ¿qué vemos? Que las mujeres conforman un electorado que es favorable a una visión un poco más humanizada de la política y, como te decía antes, estos grupos son muy de lo masculino. Entonces hay una visión de que el programa femenino puede ser una vía de entrada. Pero por otra parte, y es algo global, la extrema derecha está claramente disputando el público femenino de una forma interesantísima. Dos cosas. Primero, que también a las mujeres, no estoy diciendo todas, las empieza a seducir ese discurso del empoderamiento individual. Lo que empieza a resonar es que el Estado no va a resolver sus problemas, que serán otras instancias u otras formas. Así, el Estado lo único que quería era “el curro de las feministas”. En ese relato, la aparente ayuda era un Estado beneficiándose. Hay una re-elaboración en ese sentido. Y luego lo que estamos viendo, que para mí es como una frontera súper fuerte, es que estos grupos disputan mucho los sentidos del feminismo también. Entonces hace algunos años, estos outsiders que se decían antifeministas ahora no. Ahora ellos disputan el feminismo. Entonces ahora tú escuchas a mujeres que los votan diciendo “yo soy la verdadera feminista”.

–¿Pero qué sería ser, en esos sentidos, ser “una verdadera feminista”?

–En su elaboración es, primero, ser una trabajadora que paga impuestos, que labura, la meritocracia, el emprendedurismo, todo ese rollo. Y segundo, piensan que el feminismo tradicional es “muy radical, muy agresivo, muy arrogante”. Esta serie de políticas, pues no crean tampoco grandes revueltas entre grupos de mujeres. Porque ya hay una reelaboración de lo femenino y del feminismo. Ellas, por ejemplo, suelen decir “yo soy feminista, pero no soy feminista militante” o “feminista de izquierda” o “no soy del curro feminista”, pero se autoperciben feministas porque quieren sentirse empoderadas, ganar el mismo salario que los varones, quieren un reconocimiento de la maternidad, de su esfera privada, de hogar, de familia. Y que no se las victimice. Oportunidades sí, que las victimicen no.

VDM/MG

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