El misterio de las orcas que se acercan a los barcos en el Estrecho de Gibraltar
Bajo el título 'Orcas del Estrecho de Gibraltar, una subpoblación en peligro de extinción que muestra un comportamiento disruptivo', se publicó el primer artículo científico que aborda el enigmático comportamiento de las orcas ibéricas. A modo de compilación, el documento recoge la información que el Grupo de Trabajo Nacional de la Orca Atlántica (GTOA) fue recopilando, así como los pasos que se dieron desde que en julio de 2020 se registraron las primeras interacciones entre este animal y embarcaciones en aguas atlánticas del Estrecho.
Así pues, esta publicación “totalmente novedosa” pretende informar a la comunidad científica “sobre un suceso que es inusual en materia de comportamiento animal” y que no se había reportado hasta el momento, según explica a este periódico Ezequiel Andréu, oceanólogo miembro del GTOA. El texto se perfila como punto de referencia “para concienciar sobre los cambios” observados en la conducta de esta subpoblación de orcas desde hace un par de años y como primer peldaño de una escalera aún por recorrer, de acuerdo con otros colegas como José Carlos García Gómez, catedrático de Biología Marina de la Universidad de Sevilla.
“Si queremos saber lo que está pasando hay que afrontar una investigación ad hoc”, es decir, “plantear una serie de campañas científicas que permitan conocer el porqué de este comportamiento”, pues las respuestas “siguen estando en el aire”, señala García Gómez, también director del Laboratorio de Biología Marina y de la Estación de Biología Marina Estrecho y miembro del citado grupo de trabajo que se creó en agosto de 2020 ante “el rápido aumento de las interacciones, su dispersión geográfica y la necesidad de responder a una situación sin precedentes”, como expone el artículo.
¿Qué se sabe hasta el momento?
Fue en el verano de 2020 cuando se empezaron a contabilizar interacciones crecientes entre orcas y barcos en las aguas atlánticas de la Península Ibérica, “donde los animales sin una motivación aparente se acercan a las embarcaciones, principalmente golpeando y girando los timones”, explica el informe recientemente publicado, y generando alarma entre los navegantes. En total, se registraron 236 casos de interacción en el periodo 2020-2021, según datos de GTOA. El primer curso se saldó con 51 interacciones, el 20% de ellas en el Estrecho, y el balance del año siguiente elevó la cifra a 185 encuentros, el 56% en esta misma zona.
Desde el grupo nacional de la Orca Atlántica puntualizan que “la intensidad de todas ellas no fue igual”. En este sentido, Andréu explica que se considera interacción a cualquier “contacto entre un animal y una embarcación”, que puede ir desde un mero avistamiento por parte de la tripulación hasta un contacto físico con el barco. En algunas ocasiones, los incidentes no reportan ningún daño para las naves, pero en otras, Salvamento Marítimo tuvo que intervenir para remolcar a puerto a otras tantas embarcaciones afectadas por los encuentros.
Por esa razón, el verano pasado Capitanía Marítima decidió restringir la navegación de los veleros más pequeños entre el Cabo de Trafalgar y Barbate, con el fin de evitar que se agravaran los incidentes con las orcas. En este punto, conviene recordar que estos cetáceos no son agresivos, según los expertos. Desde el GTOA, informan de que “jamás se produjo un ataque ni una muerte” por un encuentro con orcas. Por el contrario, son animales “muy sociables” y con “una alta capacidad cognitiva”. De ahí que una de las hipótesis que se barajan esté relacionada con un “proceso de aprendizaje”. Según esta teoría, sostenida por expertos como José Carlos García-Gómez, las orcas podrían acercarse a los veleros para enseñar a sus crías a cazar atunes.
Perspectiva actual
En esta línea, los científicos que firman el artículo lanzan una advertencia: “No podemos descartar que más individuos vayan a aprender este nuevo comportamiento, interactuando con las embarcaciones, y que probablemente la situación se vaya a agravar”. “No hay un patrón firme y continuo en lo que respecta a las interacciones”, argumenta Ezequiel Andréu.
“En la actualidad se están sucediendo a lo largo de la costa atlántica en torno a las aguas portuguesas”, informa, “pero eso no significa que no haya otro grupo de orcas en el Estrecho del que no sabemos su existencia”. Porque explica que suelen localizarse en esta zona durante la época estival, pero “este año está siendo atípico”. Quizás porque no hay grupo de pescadores o incluso no hay efectivos navegantes por la insólita meteorología que ha impedido que salgan a pescar, y eso explicaría que no se hayan detectado interacciones todavía, ya que lo que hacen las orcas es “esperar a que atrapen el atún y después se lo arrebatan”.
Por el momento, desde el Grupo de Trabajo ponen el foco en el protocolo de actuación que hay que seguir en caso de interacción entre orca y navegante. “Un protocolo muy básico pero fundamental para evitar incidentes mayores”, en palabras de Andréu, que pretende “desincentivar la estimulación de los animales” para reducir así las probabilidades de estimular a las orcas hacia el contacto físico. ¿Eso cómo se hace? “Parando el motor, las sondas, solo UV, no salir por la borda, no tocar el timón… y a partir de ahí se supone que la orca se verá menos estimulada por la embarcación.
Por todo ello, los expertos alertan en el escrito de que “si esta situación continúa o se intensifica, podría convertirse en una verdadera preocupación para la seguridad del marinero y un problema de conservación para esta subpoblación de orcas en peligro de extinción”. De ahí que las conclusiones del estudio apunten hacia la “necesidad urgente de llevar a cabo investigaciones específicas que ayuden a comprender mejor el comportamiento de los animales e implementar medidas de mitigación”.
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