Milei y el Congreso: un león hervíboro que solo le mostró los dientes al nido de ratas
Karina Milei aceptó unos mates antes de ponerse el traje de El Jefe y pasar al despacho de Martín Menem en la Cámara de Diputados. Allí recibió a algunas de las espadas de la exigua bancada de La Libertad Avanza, que conduce Gabriel Bornoroni. Entre los libertarios aseguran que la reunión estaba programada de antemano –como es habitual cada 15 días–, pero fue sugestivo el momento. Ocurrió el miércoles pasado, apenas horas después de la dura derrota oficialista que le asestó la oposición con la nueva fórmula jubilatoria. El clima interno no era el mejor, aunque quienes la vieron aseguran que la hermana del Presidente no perdió el temple que –también dicen– la caracteriza. Sí fue severa en bajar línea política y cerrar filas internas. “Fue para ordenar un poco. Hay que cambiar de actitud, no ser tan cerrados y manejarse con una mesa tan chica. Hace tiempo venimos avisando eso”, fue fulminante en la autocrítica uno de los pocos diputados oficialistas con trayectoria política.
El tablero del recinto con los dos tercios de los votos en contra dejó encendida en el tablero político de Javier Milei una luz de alarma que hace tiempo viene parpadeando. Nunca en los 40 años de democracia un gobierno sufre una paliza parlamentaria de esa magnitud en sus primeros seis meses de gestión, con el agravante de que tampoco pudo sancionar en el mismo lapso de tiempo ni una sola norma. Victoria Villarruel ya agendó para el miércoles 12 la votación en el Senado de la nueva versión de la ley Bases y dar vuelta la página. Pero si se aprueba, recién podría ser sancionada en su vuelta a Diputados a fines de junio, al borde de los siete meses de la aventura libertaria.
El parate legislativo es evidente si se entiende que el oficialismo está en franca minoría en ambas cámaras parlamentarias. Tiene solo 38 diputados propios de 257 (llega a unos 90 si se suman los casi oficialistas del PRO y fuerzas minoritarias sueltas). Y 7 senadores de 72 (unos 15 con los amarillos y espacios más chicos). Pero los porqués del agrio balance parlamentario en tiempos de Milei son más complejos y se escurren por los pasillos del Congreso y también de la Casa Rosada.
Una primera explicación es que a Milei no le importa jugar a la política en el quizás terreno político por antonomasia del sistema republicano. Es verdad de perogrullo decir que en el Congreso están representados los intereses partidarios de la sociedad –sobre todo en Diputados–, pero el Presidente cuando asumió el cargo dio una señal contundente: le dio la espalda al edificio del Palacio. Y desde entonces no cambió el epíteto de “ratas” para dirigirse a los legisladores. La contradicción es que es a ese mismo grupo al que después le exige que le aprueben sus leyes. Y si le votan en contra se enoja efusivamente en público.
Un influyente diputado amarillo que tiene contacto directo con El Jefe ensayó una explicación: “El Gobierno adoptó una estrategia de que el Congreso es el enemigo público número uno, de que cómo no le puede ganar, entonces hay que convertirlo en un monstruo. Tiene lógica porque es una minoría. Yo haría lo mismo, hasta dividiría un poco más entre los buenos y los malos porque es el clima de la época. Insistiría más en que hay ratas”, analizó para elDiarioAR. Y completó sobre una análisis de la matrix mileísta: “La Argentina es hiperpresidencialista, pero el 56% de los votos con los que ganó Milei no es real, porque el Congreso se armó un mes antes, en las generales. Pero es una locura que el Congreso no le dé las herramientas para gobernar, porque pone en riesgo todo el sistema institucional”.
Milei amenazó esta semana en que vetará cualquier ley de la oposición que afecte el equilibrio fiscal y se comparó con Nayib Bukele en El Salvador, que al inicio de su mandato gobernó por decreto. Pero el Congreso ya le marcó la cancha también con el mega DNU 70/23: la oposición lo rechazó el Senado y, si la escalada con el Parlamento continúa, Diputados demostró que podría juntar una mayoría contraria para voltearlo en cualquier momento. “Antes que la votación de las jubilaciones, la peor cachetada había sido el DNU”, consideró un operador peronista en la Cámara alta.
Negociadores y no tanto
“No puede ser que hace seis meses que no sale una ley. Los negociadores no pudieron ponerle el cascabel al gato”, se quejó una voz libertaria, lo que abrió la pregunta a cuáles son los “negociadores” del oficialismo con la oposición. En los seis meses que pasaron el Gobierno cambió de figuritas constantemente y también de estrategia, como lo demuestra el derrotero de la ley Ómnibus.
En la primera versión veraniega de la norma llegó a reunirse con los opositores el asesor presidencial Santiago Caputo, que fiel a su estilo propagandístico quiso que Diputados sesionara el mismo día del primer paro de la CGT, el 24 de enero. La idea no prosperó, pero los libertarios tuvieron la osadía de convocar a una reunión en el departamento de Recoleta del secretario parlamentario, Tomás Figueroa. Fue repelente ahí la figura de Federico Sturzenegger, creador del mamotreto legislativo. No por nada la primera versión cayó por su propio peso. Tras el fracaso parlamentario fue podada en más de la mitad de los artículos y entraron en escena jugadores con otra expertise: Guillermo Francos –entonces ministro del Interior–, con mayor cintura política, y el vicejefe de Gabinete, José Rolandi, custodio de la letra chica del texto. Lograron la media sanción.
También hay funcionarios de perfil más bajo que tras bambalinas rosquean con la oposición. Uno es Omar de Marchi, en los papeles secretario de Relaciones Parlamentarias y con la Sociedad Civil: fue quien le armó la presentación de Nicolás Posse para su exposición en el Senado –en la que solo se limitó a leer– y en la votación en Diputados de la segunda ley Bases, sentado en uno de los balcones del recinto, auxilió en varias oportunidades vía WhatsApp a Santiago Santurio, el miembro informante del oficialismo. Otro funcionario es Lule Menem, que fue mano derecha de Martín Menem hasta que se convirtió en ladero de Karina Milei.
La salida de su familiar dejó al Presidente de la Cámara baja aún más solo que antes. Una anécdota pinta el rol secundario del jefe de Diputados que el propio Gobierno le asigna: cuando se comenzó a negociar la segunda versión de la ley Bases, hubo un puntapié inicial en Balcarce 50 con Francos y Posse como anfitriones de las bancadas aliadas. En la cumbre con los diputados del PRO se sumó Menem, con el detalle curioso de que al riojano no lo habían invitado. Asistió porque supo de la cumbre de boca de Cristian Ritondo, quien lo había llamado por cortesía: quería avisarle de antemano que estaba yendo a la Rosada.
Ahora que la ley Bases está a las puertas de la votación en el Senado la atención recae sobre Villaruel. Su figura se recorta sobre la de Menem porque es reconocida por propios y ajenos –incluso los kirchneristas acérrimos– por tener un perfil más dialoguista, en definitiva, más político. “Con ella la relación ha sido inmejorable desde un primer momento, siempre ha estado predispuesta al diálogo y a la construcción de consensos”, apuntaron en el despacho de Eduardo Vischi, presidente del bloque radical. “Es un cuadrazo”, la definió otro opositor en las antípodas políticas.
La duda en el aire es cuáles son las terminales de Villarruel con Balcarce 50. Porque el dictamen de hace diez días se terminó de cocinar en su despacho, pero con el recargado Francos en escena. El oficialismo dice tener 37 votos para aprobar la nueva ley Ómnibus y el paquete fiscal en general. Para la votación en particular las conversaciones están abiertas. Por eso la vice ya adelantó una estrategia, al menos para avanzar con los primeros ocho artículos, claves porque tienen que ver con la delegación de facultades y las privatizaciones, donde hay resistencias entre algunos opositores cercanos –el otro capítulo complejo es el de RIGI–. “No va a ser a libro cerrado, pero tampoco del todo abierto como fue la primera ley Bases, que fracasó cuando hubo una seguidilla de artículos en contra”, adelantó una operadora en el Senado. Todo, con la tensión callejera que habrá por la movilización de la CGT.
Lo que viene
Si el derrotero de la ley Bases sintetiza la ciclotimia de Milei con el Parlamento, en sus 180 primeros días hubo también otros episodios llamativos. Como cuando el Presidente fulminó a Oscar Zago como jefe del bloque en Diputados luego de que propuso a Marcela Pagano como jefa de la comisión de Juicio Político –situación que aún no se resolvió–. O cuando el Presidente obligó a Menem y Villarruel a echar para atrás un aumento de las dietas, lo que derivó en que los senadores opositores se autovotaran un incremento en una críptica sesión –y que ahora el jefe de la Cámara baja no tuviera más opción que otorgar una suba, pero en cuotas–.
Post ley Bases, el Senado tendrá la compleja discusión de votar los pliegos de dos nuevos jueces para la Corte Suprema. Cuando eso suceda, la propuesta del polémico Ariel Lijo se llevará toda la atención en una negociación aún incierta por el parteaguas que genera tanto entre opositores como entre oficialistas. La propuesta del ultraconservador Manuel García-Mansilla suena más como prenda de cambio de los libertarios para sumar los votos del peronismo –los magistrados se votan con dos tercios–. Podrían aceptar reemplazar su candidatura por la de una mujer, a cambio de que aprueben al juez federal.
En Diputados, tras la avanzada con los haberes jubilatorios, la oposición tiene en agenda votar un nuevo esquema de financiamiento para las universidades y restituir el FONID. Otra vez los radicales y federales podrían aliarse con el kirchnerismo. “El Gobierno tiene que entender que el vínculo Ejecutivo-Legislativo es una relación continua que se construye, no de episodios aislados”, avisó una fuente radical, como advertencia al oficialismo por sus tratos.
También podria haber cismas intrapartidarias, como una ruptura del PRO entre los amarillos más libertarios y los que quieren mantener cierta distancia con la Rosada. Sería como el reciente quiebre del espacio en la Legislatura bonaerense por orden de Patricia Bullrich, en contra de los deseos de Mauricio Macri y de Ritondo.
“Se va a barajar de nuevo, va a arrancar otra cosa”, aseguró un operador que conoce despachos oficialistas y opositores. “Después de la ley Bases se cierra el Congreso”, dramatizó un legislador del PRO. Como sea, más allá de los dichos, versiones y conjeturas, las señales indican que un Milei con la ley Bases sancionada no desacelerará su disputa con lo que llama “el nido de ratas”. Los segundos seis meses del Gobierno darán su veredicto.
MC/MG
0