Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.
En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo.
El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad.
Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.
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Parirás con maltrato: el largo esfuerzo para desnaturalizar la violencia obstetrica en Catamarca
Hasta hace algunos años Catamarca casi no registraba denuncias por violencia obstétrica. Una investigación demostró que no se trataba de un paraíso médico para las pacientes sino de la naturalización de una situación. Una ley para que las mujeres puedan decidir también en el parto.
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Su hijo ya tiene cinco años pero María recuerda el parto con lágrimas en los ojos. No son de emoción sino la tristeza de evocar un trauma: “Pensé que me iba a morir”, recuerda. Tuvo dolor, tuvo miedo, frío, malos tratos. Violencia. Estuvo sola.
“La violencia obstétrica es la más naturalizada de todas las violencias”, afirma Perla Prigoshin, referente de la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de Violencia de Género (Consavig) que depende de Nación. Aunque está tipificada como modalidad de violencia en la Ley 26.485 y además existe la Ley de Parto Humanizado que establece los puntos que deben cumplir los efectores de salud y también los centros de salud para prevenirla, sigue existiendo y genera traumas, a veces irreversibles, en las mujeres que cursan un evento obstétrico.
Desde el ginecólogo que dice “mami” o “gordita”, infantilizando a la persona gestante, hasta el enfermero que grita “bien que te gustó cuando lo hiciste”, el administrativo que transmite que el médico está descansando y que lo esperes, o la clínica privada que no tiene la estructura para que puedas parir en compañía, la violencia obstétrica abarca un abanico de violencias que socava, muchas veces, la dignidad, violentando o humillado durante el embarazo, el parto y el posparto o el posaborto.
Actualmente no existen estadísticas de cuántos cuerpos son vulnerados en sus derechos reproductivos, sólo la Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de Violencia de Género (Consavig) a través de las denuncias que recibe mantiene un listado de reclamos administrativos de personas gestantes de todo el país, de los cuales algunos llegaron a tener sentencia por parte de la Justicia.
En Catamarca la diputada Adriana Díaz, realizó una campaña de prevención en 2020 y obtuvo algunas cifras luego de un sondeo en donde anónimamente madres tildaron cada una de las prácticas que incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconseja y considera violencia obstétrica.
Relatos de horror
María tiene 29 años y el de hace cinco años fue su primer y único parto. “Fue en un centro de salud público. Sentía que me iba a morir. A mi marido lo dejaron afuera de la sala porque argumentaron que había otras mujeres y él no podía estar. Estaba sola, con frío, porque en el lugar no había frazadas, y mojada porque se me había fisurado la bolsa. Las contracciones, que eran cada 3 minutos cuando estaba en sala normal, se me fueron. Tenía miedo y nadie me explicaba nada. Yo sólo podía sujetarme la panza y rezar para que mi hija estuviese bien”, cuenta.
Pasaron las horas sin que nadie se acercara. Afuera se escuchaban gritos. Llamados a los médicos de las demás mujeres en situación de parto. Era sábado por la mañana. Al mediodía una enfermera llegó, le hizo una enema y le preguntó si había traído una máquina para afeitarla. María no sabía que debía llevarla y la enfermera la retó: “Los médicos te tratan peor cuando tenés pelos”, le advirtió.
Las horas pasaban y las contracciones no volvían, sólo se le ponía dura la panza pero sin dolor. El miedo que ella sentía se iba transformando en terror. Por la noche, alrededor de las 21 un médico fue a verla. Sin más palabras le abrió las piernas y le metió los dedos. Eso sí dolió.
“Doctor, no siento dolores muy fuertes, ¿será que son así las contracciones?”, le preguntó. La respuesta vino con una mueca irónica: “Ya te va a doler”.
El cambio de guardia llegó a las 8 de la mañana. María no podía más de la incomodidad, del frío y del cansancio. No podía dormir, no podía dejar de pensar en su hija.
Un grupo de obstetras llegó como a las 9. “Practicantes la mayoría”, recuerda. Le levantaron las piernas y le hicieron hacer fuerza sobre la cama donde estaba. Con las uñas le rompieron la bolsa y un charco de líquido amniótico la empapó. Los dolores comenzaron y ella estiró una mano para sostener la de una de las practicantes que la apartó: “No te pongas loquita que te va a ir mal”, le dijo.
En el suero le inyectaron un remedio y las contracciones comenzaron a doler y a ser más seguidas. María comenzó a gritar. El dolor la ensordecía. Las enfermeras la callaban. Como a las 10, las mismas practicantes le pidieron que se levantara y caminara hasta la mesa de parto. Ella no podía y le dijeron que no se hiciera la víctima, que otras mujeres esperaban. María se levantó como pudo. En medio del camino se dobló de dolor y se detuvo. “Me empujaron hasta llegar a la camilla”, recuerda.
“Pujá”, le gritaron. Tras un dolor intenso la beba nació junto con la placenta. Entre las obstetras se miraron. Había una razón: “se dieron cuenta que el parto pudo darse mientras me obligaban a llegar a pie hasta la camilla”.
María se desgarró pese a que, sin consentimiento, le hicieron una episiotomía (un corte en la vagina). Calculó que una hora reloj estuvieron cosiéndola. Tras el parto sus fuerzas la abandonaron y cuando le trajeron a su hija sus brazos no respondieron para sostenerla. Mientras la beba lloraba a su lado desde donde la pusieron; una cuna transparente, la obstetra le advertía que no había anestesia para la sutura. “Me dijeron que aguante que ya iba a terminar”.
Pasaron cinco años desde su parto y María aún lo relata con lágrimas en los ojos. Dice que siente culpa, que en un momento llegó a gritar que la mataran, que no sabía qué le hacían, que cuando la pusieron en la sala junto a su hija, la obstetra sólo fue a exigirle que cuando pudiera le lleve el análisis de HIV porque cuando le rompió la bolsa la salpicó el líquido.
No son casos aislados
Ernestina parió en una clínica privada. Tenía obra social. Pero el trato no fue diferente. “Me hicieron una cesárea de urgencia. No pude avisarle a mi mamá porque me quitaron el teléfono. Como no había aire acondicionado y hacía mucho calor, me hicieron bañar con agua helada. Después, un enfermero me puso una sonda para la orina mientras me decía ´Seguro vos sos jodida porque tenés OSDE, te voy a poner esto que te regala el Estado para que no molestes´. Recuerdo que un doctor de doble apellido gritaba que me lleven rápido a hacerme la ecografía porque se le enfriaba el café. Durante la operación, escuchaba a los médicos mientras hablaban de lo buena que estaba la psicóloga. Después de la cesárea, mi médico de cabecera me mandó a la Maternidad pública y nunca fue a verme. Quedé ciega unas semanas, como consecuencia de una eclampsia”, recuerda.
Según se establece en la Ley 25.929 de Parto Humanizado del año 2004, la violencia obstétrica es aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de los cuerpos gestantes, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales.
Prigoshing explica que cuando decimos “violencia” estamos hablando de que implica una acción u omisión que daña, lastima, agrede, vulnera la calidad de vida de una mujer en alguna circunstancia. “En el evento obstétrico hay violencia contra las mujeres cuando el equipo de salud, cualquiera de los/las integrantes, destrata o trata irrespetuosamente a una mujer durante el embarazo, el parto, posparto o posaborto y ese destrato, se manifiesta no solamente en forma subjetiva. A lo mejor todos son tiernos, pero no le permiten ingresar al compañero porque no tiene privacidad en la sala de parto. Esa responsabilidad es del propietario, del efector de salud, a veces es un privado, a veces es una obra social, a veces es el Estado”.
“Por otro lado, yo la llamo violencia obstétrica objetiva a esa que da cuando los responsables de centros de de salud, como clínicas, hospitales no han hecho registro de la alta responsabilidad que tienen con la violencia obstétrica y suponen que sólo pueden incurrir los que están atendiendo a la mujer, no registran que no facilitaron con estructura para que se cumpla con la ley de parto respetado”, dice.
Asegura que el objetivo de la Consavig fue la prevención: “Porque con el caso consumado, una mujer o una familia ya sufrieron. La prevención hace la diferencia”. Por eso se involucró ahora en la formación de médicos junto a un docente de la Universidad de Buenos Aires. “Entiendo que el camino es lento. Los cambios culturales son así”, asegura.
Campaña
Catamarca es la única provincia del país que figura sin denuncias por este tipo de violencia en la Consavig. Es por esto que la diputada Díaz decidió emprender el camino de visibilizarla. Así, puso en marcha spots y un sondeo con el que buscó tener un panorama general de lo que sucedía en la provincia. Que no hubiera denuncias no quería decir que no exista violencia.
“Catamarca aparecía última en la escala de provincias que había realizado denuncias. Eso nos traía a pensar dos cosas; o que en Catamarca no existía casos o que por no estar identificada las mujeres no la denunciaban. El sondeo nos permitió reforzar la segunda cuestión. Que como no se la identificaba no se la denuncia”, cuenta.
“En ese proceso establecimos articulaciones, contactos con distintos organismos y presentamos un informe. Tuvimos reuniones, con los equipos de salud de la maternidad provincial y advertimos que se venían adaptando las estructuras edilicias y el tipo de trato a la ley vieja de parto respetado”. “Aun así detectamos que falta”.
En cuanto a la evaluación de la campaña, la legisladora señala: “El sufrimiento al que someten a las mujeres al momento de parir y posparto afecta a los niños y niñas recién nacidos. No podemos pensar en una sociedad humana si hacemos la vista gorda ante este tipo de violencia y entendemos que el Estado tiene un rol de prevención protección y erradicación de las violencias y tal cual para la violencia obstétrica”.
El parto y el aborto también
La violencia aparece en la atención de partos y también en casos de aborto. Díaz se detiene en los objetores de conciencia que se niegan a intervenir en IVEs: “Analizamos, que si se defiende tan fervorosamente el derecho a maternar y parir, debería ser un hecho que estas prácticas violentas no existan contra quienes así lo deciden. Sin embargo, del informe preliminar del sondeo y de acuerdo a los testimonios de mujeres, podemos decir que, de mínima no se reconocen los derechos y de máxima, que no se está interviniendo con regulaciones y capacitaciones para que así sea”.
El poder de la información
El entrecruzamiento de datos es una foto de la naturalización de la violencia. Las mismas personas que respondían que había sido “muy buena” marcaban no “haber sido informadas”, “haber sufrido maltrato verbal” o confirmaban que se les habían realizado prácticas no aconsejadas por la OMS como la amniotomía (rotura artificial del saco amniótico), la episiotomía, la introducción de oxitocina de manera deliberada y sin consulta previa, un alto porcentaje de cesáreas o la denominada Maniobra de Kristeller, consistente en empujar con los puños o codos el vientre de la persona gestante.
En este contexto, con este sondeo también se individualizaron altos porcentajes de reconocimiento de prácticas que incumplen con Ley de Derechos del Paciente, sobre todo en lo referido a la falta de información y no respeto a la intimidad.
Denuncias y una primera respuesta
La Consavig además de la Justicia es el lugar al que se puede recurrir en Catamarca para poder denunciar violencia obstétrica. En la Consavig, se hace a través de un mail que está en la página oficial consavig@jus.gov.ar.
La última causa en conseguir sentencia es de Río Negro y tiene una novedad: además de los habituales daños y perjuicios esta vez se reconoce a la violencia obstétrica como tal y se obliga a pagar multas y a realizar cursos para su personal a una clínica privada. “Es un logro muy perseguido. La mujer no quiere dinero sino que otras no pasen lo mismo o que reconozcan y le pidan disculpas”, marcan desde Consavig.
María y Ernestina coinciden en que lo que vivieron fue “algo parecido a una tortura”. Dicen que conocen a más mujeres que pasaron por hechos similares y que no comprenden por qué un momento que pudo ser hermoso aparece como un recuerdo traumático. “Tuve que pasarlo sola y amenazada. Encerrada en una cárcel donde no tenía derechos”, dice María. Ernestina recuerda: “El mes que viene se cumplen dos años de lo peor que me pasó en la vida”. Se refiere a su parto.
Sobre este blog
Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.
En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo.
El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad.
Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.
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