Todo lo que quieren las wachas: el desplazamiento de la escena rockera al género urbano
Lucas dice: “El rock ... eh….es de viejos. ¿Soda Stéreo? ¡Qué aburrido!”. Hijo de padres profesionales, tiene 21 años. Cursó la secundaria en un colegio religioso de Caballito. “El trap está bueno”, dice, desviando la mirada hacia abajo. “¡Igual antes había cosas mejores, aunque no era trap, como Damas Gratis y la Champions Liga”, asegura, ante el estupor de sus interlocutores que superan los 40 años y obviamente atravesaban previas y fiestas escuchando a los Redondos, Soda, Charly y demás. Por supuesto que un caso no demuestra tendencia, pero a juzgar por las cantidad de reproducciones en Youtube, las escuchas en Spotify y lo que se pasa en fiestas sub 25, hay un desplazamiento de parte de la clase media de la escena rockera hacia otros géneros. ¿El rock vuelve a ser de minorías? “Te guste o no te guste somos el nuevo rock and roll”, provocan Trueno y Wos desde la canción “Sangría”. ¿Tendrán razón?
Hasta cuándo será este encanto
“¡Ay qué mambo! ¡Hay todo un cambio!/ahora el rock vendió el stock. Nuestra canción salió al balcón/¿Hasta cuándo será este encanto?”, decía una letra de Virus de 1982, cuando el rock nacional fue utilizado por la dictadura como muleta durante la guerra de Malvinas, para silenciar la música en inglés, nueva enemiga. Ahora hay otro mambo, otro cambio y otro encanto, que coloca al rocanrol en otro lugar.
Duki, Cazzu, Wos, Nicki Nicole, Neo Pistea, Khea, L-Gante, Dallilah, Catriel, Trueno. Esos nombres son algunos de los más resonantes dentro de la escena de lo que se denomina “música urbana”, que aloja al trap y parientes cercanos, que van desde el rap y el hip hop hasta la cumbia y el reggaetón. “Wacha”, canción interpretada en conjunto por Duki y Khea tiene ya 93 millones de reproducciones en YouTube. “Turra”, cantada por Cazzu con el respaldo del dj Alan Gómez, tiene 68 millones. “Dance crip”, de Trueno, 90. Los clicks pueden mentir pero no es el caso.
“En sus primeros 30 años de vida, la cultura rock era dominante a escala mundial. En tanto género y actitud, marcaba la agenda del baile y las conciencias. Eso cambió. Quizás por ausencia de renovación, quietud, o por la propia presencia de la Industria Cultural más globalizadora, que ubicó al rock en una zona rutinaria, poco novedosa. En esa trama, el trap aparece con una narrativa propia, y una sonoridad que genera atracción en las juventudes”, dice el doctor en Comunicación Cristian Secul Giusti, cuya tesis versó sobre la construcción discursiva de la libertad presente en las líricas del rock argentino del período 1982-1989.
Por supuesto, siempre existieron diferencias (y también puentes) entre las preferencias musicales de los sectores populares y de la clase media. Sandro en los ’70 y ’80, Los Palmeras, La Mona Giménez y Trulalá tuvieron o tienen convocatorias masivas, superiores a las de muchas bandas de rock. Lo que parece haber cambiado en esta época es que el crecimiento vertiginoso de la música urbana coincide con cierto declive del rock y con la incorporación al trap y sus parientes de parte de sectores más acomodados que los originales.
A lo mejor un signo de la pérdida de potencia del rock haya sido el uso de “música urbana” para otros géneros, ya que hay pocas músicas más “urbanas” que el rock (Rosario y Buenos Aires han sido las usinas de ese género en Argentina, desde Los Gatos a Bandalos Chinos). Sin embargo, todo ese combo de nuevas propuestas (o que reactualizan anteriores y que en Argentina tuvieron un gran impulso con las “batallas de gallos” y la competencia de freestyle “El Quinto Escalón” en el porteño Parque Rivadavia), se han quedado con el rótulo. Quizá ese origen callejero (como el rap estadounidense, padre más o menos invisible de estas variantes) sea lo que justifique la etiqueta.
La guerra de los rankings
De acuerdo a lo que informa la empresa/plataforma Spotify, el artista argentino más escuchado en ese espacio en el país durante 2021 fue Duki, seguido por María Becerra, mientras que en tercer lugar está Bizarrap, luego L-Gante y cierra la estrella teen pop Tini. El fenómeno excede a los intérpretes locales: el portorriqueño Bad Bunny fue el músico con mayor cantidad de escuchas.
El rock aparece recién en la categoría “Disco argentino más escuchado” con Rocanroles sin destino, de Callejeros, placa de…¡2004! Tampoco parece ser una casualidad que encabece en ese ranking: las escuchas actuales son más fragmentarias y el objeto-disco ha perdido peso, al menos masivamente, a pesar del culto vintage por los vinilos.
A su vez, el quiebre generacional se ilustra con Wos y Trueno. El primero, Valentín Oliva, proviene de una familia de clase media del barrio de Chacarita, y es hijo de Alejandro Oliva, director de La Bomba del Tiempo y baterista y percusionista de amplia trayectoria que tocó, entre otros, con Pedro Aznar. El padre de Trueno es Pedro Peligro, en su momento integrante de Diferentes Actitudes Juveniles (DAJ), activo grupo de la movida hardcore de los ‘90.
“Registro ese cambio. Si uno lo piensa desapasionadamente es lógico. La música cumple una función, sea artística, social, política, de prestigio, y en la zona en la que antes cumplía más funciones cierto rock ahora lo ocupan el trap y otros géneros. En los ‘90 el porteño que no era rockero era raro. En algún momento los géneros dejan de cumplir esa función”. El que alza la voz es Daniel Salerno, comunicólogo especializado en rock y culturas populares.
Duki tiene 25 años, Cazzu, 28, Wos, 24, Khea, 21. ¿Qué edades tienen los rockeros más convocantes? el Indio Solari tiene 73; Skay, 70. Chizzo, 54, al igual que Andrés Ciro. Adrián Dárgelos, 53. Rolo de La Beriso, 49. Pato Fontanet, 42. Estos podrían ser los padres de los primeros. Por no recordar los 59 años de Fito Páez, los 63 de Fabiana Cantilo y los 70 de Charly.
“En principio, los que inauguran las culturas populares son jóvenes. No hay viejos. Ni gente de mediana edad. A lo largo de casi toda la historia muchas de las acciones musicales son llevadas adelante por jóvenes. Cuando nosotros pensamos que desplazan al rock por el trap, yo en realidad diría que los jóvenes encuentran al trap”, remarca Gustavo Varela, ensayista, escritor, músico, y docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, entre otras casas de altos estudios.
Por supuesto, siguen surgiendo bandas convocantes (aunque con menor arrastre que antes), como Los Espíritus, Eruca Sativa o Él Mató a un Policía Motorizado, aunque están lejos de los registros de los intérpretes de música urbana. Micaela Kordovan, estudiante universitaria de 23 años, que vive en la localidad de Florida, es una de las que se mantiene fiel al rock pero más la onda Los Redondos, Las Pelotas, Callejeros, Don Osvaldo y Las Pastillas del Abuelo. “De trap nada de nada”. Tampoco la juventud es un bloque sin distintos tonos ni nunca lo fue.
Contestatarios y banales tanto en el rock como en el trap
Soda, Los Abuelos de la Nada (en su segunda etapa), Sui Géneris y Virus pasaron, en muy pocos años, de debutar a llenar el Luna Park, Obras o grandes teatros. Hoy ese arco es mucho más largo para las bandas actuales y, en cambio, esa velocidad la logran los freestylers o sus compañeros de géneros semejantes.
“La pregunta por el destino del rock es una pregunta de rockeros que ven que su música va mutando, se va consolidando, y que sus rockeros mueren o son abuelos. Al presidente le gusta Litto Nebbia. Y cuando murió Spinetta, el PRO y el PJ se peleaban por el homenaje”, agrega Salerno.
Algunas explicaciones de estos cambios indican que la música urbana le daría la voz “a los de abajo” y que es el género que cuenta “lo que realmente pasa”. Difícil saberlo. En el trap hay de todo, desde las canciones contestarias de Wos hasta otras básicamente centradas en la búsqueda de dinero, sexo y experiencias con drogas…como en el rock…
En las letras de la música urbana predominan las onomatopeyas, un lunfardo 2021 salpicado con palabras en inglés (“money”, “business”, “fuck”, “holiday”, y “hello” brotan con frecuencia) y menciones explícitas de marcas (Gucci, Rolex y Christian Dior, entre otras).
Musicalmente, la parte rítmica es esquemática y repetitiva, con un auxilio permanente del autotune para emprolijar las voces. Prácticamente ningún exponente de la música urbana aparece tocando un instrumento. Pero eso también se relaciona con otro elemento significativo: la gestualidad.
Si a nivel musical lo ofrecido es escaso, lo que sobran son palabras. Las canciones de trap usan muchísimas. Y también los gestos, como si ambos lenguajes se usarán para completar una ausencia. Los cantantes recitan mucho y mueven las manos y con los dedos redundan y subrayan cada parte de la letra, por si no se entiende el mensaje. ¿Cómo harían para tocar una guitarra o un piano?
A nivel visual el trap y el cruce con la cumbia que hace L-Gante l heredan bastante del rap, como la ropa deportiva holgada, aunque en el plano argentino más que alusiones a la NBA hay al fútbol, ya sea indumentaria de Boca o de Argentino de Merlo, como en el video de la canción “Turra”, de Cazzu y Alan Gómez. Anillos, collares, la infaltable gorrita y tatuajes suelen ser parte del código.
“El trap aparece con una narrativa propia, y una sonoridad que genera atracción en las juventudes. Tal vez, es una perspectiva musical que entiende el clima de época o, en tal caso, interpela mejor a las sociedades fragmentarias. Es un tema que aún me genera preguntas”, dice Secul Giusti.
Vencedores vencidos
Más allá del cambio desde el rock al trap, no necesariamente hay un antagonismo entre ambos mundos. Wos participó de una canción de Andrés Ciro, y es habitual verlo en la grilla de festivales como el Cosquín Rock. Al mismo tiempo, Cazzu ha dicho reiteradamente que una de las artistas que la influyó para dedicarse a la música en su Jujuy natal fue Avril Lavigne.
Duki, en tanto, quizá el más poderoso trapero argentino y que logró éxito internacional, había señalado en una entrevista: “Siempre digo: mi tema preferido es ‘Sin gamulán’ (nota del r: de Los Abuelos de la Nada). Lo escucho y digo: ‘Fuck that shit, increíble’. Lo mismo me pasa con el Flaco (Spinetta), (Gustavo) Cerati, Virus…”. Y reconocía que le gusta el rock de los ’80 “como a todo el mundo” y que los traperos “tenemos que aprender a escribir” y que “carecemos de letras”.
La tensión, que ilustra la frase de la canción de Trueno y Wos, obedece a quién o quiénes deciden qué es rock y qué no, y, en todo caso, si tiene algún sentido la pregunta. Pareciera que al menos para los dos cantantes reconocerse parte de ese mundo es un acto de justicia. No sucedía así con otros géneros. ¿Quién recuerda a un intérprete de cumbia, género supermasivo en Argentina y claramente surgido desde los sectores populares, queriendo que se lo reconozca como parte del rock? “Por fuera de Pablo Lescano y alguno otro como La Mona Giménez en el Cosquín Rock, los cumbieros no tocan con rockeros”, indica Salerno. A lo mejor el peso del rap y del hip hop en el ADN actual de la música urbana la acerque a la cultura rocker, pero los rastros de reggaetón y cumbia la alejen, y entre esos polos bascule el trap en estos años.
“¿Son el nuevo rock? La palabra ‘nuevo’ me vuelve loco. Lo que hay es una cosa que está sucediendo. A eso cuando le ponen nuevo rock aparece ahí una desconfianza de los rockeros, o directamente rechazo al trap. ¿Hay desconfianza? Sí, claro. Es como con el tango. Cuando el tango se empieza a diluir en 1956, 1957, hay un montón de gente que patalea, y eso sucede hasta ahora”, dice Varela.
Al respecto, señala Secul: “Cierta mirada rockera le desconfía al trapo porque tiene una presencia arrolladora y se ubica en zonas que eran propias de la cultura rock. Aun así, creo mucho en las articulaciones que se pueden armar a futuro. E interpreto que hay bandas de sonido comunes entre los grupos de rock y los y las referentes del trap. Intuyo que habrá más cruces favorables para ambos géneros en breve.”
Hay algo de aspiracional en todo esto. Al ser el rock un género consolidado a nivel cultural e industrial, funciona como una referencia, ya sea para oponerse, para ocupar su lugar o para vincularse con él. Uno de los hits de Duki se titula justamente “Rockstar” y, sin un gramo de ironía, propone: “Fuck your feelings, I'm a rockstar/Ya me siento como un rockstar/cojo putas como un rockstar/Tomo pastillas como un rockstar”.
Tercia Varela: “Lo que hay que ver y escuchar es a los jóvenes con sus cosas, no a los carcamanes con las suyas. Hay cosas que empiezan y terminan. La pregunta es: ”¡Por qué salimos del rock al trap?“. El interrogante sigue abierto, aunque para el rock, como género mayoritario de la clase media, pueda recordarle que todo tiene un final, todo termina.
AC/SB
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