Dos reservas bonaerenses a pocos kilómetros de grandes ciudades
Refugio silvestre
A orillas del Paraná Miní, en la tercera sección del Delta de San Fernando, se encuentra la Reserva Natural Privada Che Roga, que nació hace cinco años con el objetivo de preservar al Ciervo de los Pantanos, declarado Monumento Natural de la provincia de Buenos Aires, por ser una especie en extinción.
Che Roga, que en guaraní significa “mi hogar”, se extiende sobre 116 hectáreas donde se protege la flora y la fauna nativa de variedades exóticas. “Quienes nos visiten van a recorrer un lugar bien cuidado pero agreste que no tiene intervención humana más allá de las viviendas. Esto no es un bioparque”, afirmó su fundador, Rafael Franco.
Además de promover el respeto por la vida natural, la creación de este predio también apunta a fomentar la cultura isleña: “Hace muchos años éramos setenta mil personas en la tercera sección, y hoy no hay más de dos mil familias”, aseguró.
La reserva cuenta solo con dos kilómetros de senderos porque durante la pandemia, pastos, árboles y arbustos continuaron con su crecimiento natural y avanzaron sobre diez kilómetros de trayecto.
Aquí se puede realizar el avistaje de boyero negro, tordo músico y carpintero campestre, tordo pico corto, zorzal chalchalero, yerutí común, frutero azul, ratona común, pitiaymí otropical parula, carpintero blanco, mosqueta común y picaflor garganta blanca. Ambiente en el que también habitan carpinchos, coipos, nutrias, lobitos de río, gato montés, comadrejas, y ciervos de los pantanos y abejorros callejeros. También crecen ingá, hierba de las pampas y anacahuita, entre otras especies.
“Quienes se acercan destacan el silencio y la mirada larga. Desde el muelle, nuestra vista tiene un alcance de 2500 metros”, explicó Rafael, quien con su propósito de mantener vigente la vida isleña proyecta crear una fábrica de producción artesanal de golosinas para generar el arraigo de las nuevas generaciones.
En Che Roga algunos habitantes aún utilizan el gas de los pantanos para iluminarse, ya que se trata de una energía que se genera a partir de la descomposición de materia orgánica.
Talas y arroyos
En el noreste de Marcos Paz, sobre la Cuenca Alta del Río Reconquista, se emplaza la Reserva Natural Arroyo El Durazno en la que se realizan actividades relacionadas con la educación, la interpretación natural y el turismo sostenible: “Para reducir el impacto negativo, generar conciencia y transformar la manera en la que los y las visitantes se relacionan con el ambiente”, indicaron desde el municipio paceño.
En el área protegida, que tiene una extensión de 435 hectáreas, se encuentran los arroyos El Durazno y Eulalia que desembocan en el Río Reconquista. A orillas de ambos cursos de agua crecen duraznillo blanco y juncales en los que viven diferentes aves acuáticas.
Se destacan el pastizal originario de la zona, que cubre los suelos arcillosos; las gramíneas, las Verbenas y las Eryngium. Asimismo, en el predio se encuentran algunos bosques de tala y formaciones de sabana dominadas por cina-cinas.
Aficionados y aficionadas al avistaje de aves podrán observar algunas de las 69 especies: pato barcino, siriri, cuervillo de la cañada, biguá, coscoroba, cisne cuello negro, garza mora, garza blanca, garcita, tero real chajá, carancho, chimango y benteveo.
En el arroyo El Durazno nadan mojarra colita negra, mojarra plateada, sabalito, dientudo, barrefondo, tararira, vieja del agua, panzudito, san pedrito, chanchita, cabeza y pejerrey.
Para quienes quieran disfrutar de una jornada de tranquilidad y naturaleza, el camping privado El Durazno cuenta con baños, parrillas, mesas y una arboleda impactante acompaña el trayecto del agua.
Che Roga y El Durazno son dos propuestas para conectar con la calma, el sonido del viento, el canto de los pájaros y deslumbrarse con el patrimonio natural bonaerense donde viajar produce alegría.
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