'Vinci/ Cuerpo a cuerpo', un documental sensible sobre la vida del escultor de 93 años que se resiste a dejar de hacer
La muerte no existe. El nacimiento quizá sea una manera de morir. Trascendencia. El mármol puede moverse. Hay fuerza en un brazo tallado, va hacia alguna parte y altera el todo. Tener deseos, pedirlos, cumplirlos. El hombre es el único animal que puede hacer algo diferente para el resto de los hombres. La suerte o la desgracia de salvarse. Estas ideas y frases aparecen como poesía que se desprende del silencio en medio de la película documental de la directora Franca González sobre el escultor Leo Vinci: Vinci / Cuerpo a cuerpo.
La obra se mira y da tiempo a pensar. Cuando uno de sus amigos le pidió a Franca que le sacara unas fotos para promocionar su taller literario no imaginó lo que vendría después. Ella se vio cautivada por la locación, que le pareció una cápsula del tiempo, un viaje a otro siglo, un set de filmación con iluminación perfecta en el que encontró a la vitalidad encarnando a un hombre de, por aquel entonces, 91 años.
Franca conoció a Leo Vinci con varios sueños pendientes. Quería atacar un bloque de mármol, enfrentarlo cuerpo a cuerpo como los luchadores de sumo, como dice la reseña del film, pero también acampar frente al mar. Ella hizo las fotos que le pidió su amigo, pero no pudo evitar trabajar, con permiso de Leo, en una película sobre su vida. Al principio persiguió el conflicto del hombre, que sueña con recuperar todas su obras distribuidas por el mundo, regresarlas al país y que estén en su casa disponibles para cualquiera. La pandemia, problemas de presupuesto y los tiempos propios de cada uno cambiaron los planes. El resultado es una muestra poética, retratada y silenciosa de una idea revolucionaria: son suficientes dos manos para cambiar las cosas.
La película estará disponible en la Sala 3 del Cine Arte Cacodelphia, en diagonal R. Sáenz Peña 1150, CABA, todos los domingos de mayo a las 19. Luego de las proyecciones, Leo Vinci y la directora conversarán con el público. A días del estreno, ella, que es oriunda de General Pico, La Pampa, y ha sido multipremiada por su trabajo y trayectoria, habló con elDiarioAR sobre el proceso detrás de esta película documental.
“Conocí a Leo Vinci en febrero de 2019 y poco después comencé a filmarlo. Colgado de un andamio, con las manos enchastradas en yeso, Leo desafiaba la gravedad olvidándose de sus noventa y tantos años. Charlamos mucho. Compartimos días enteros en que simplemente lo veía trabajar concentradísimo. Obra tras obra. Varias a la vez. Con una pulsión de vida y una voracidad creativa apabullantes. El film no se limita a un público relacionado con el mundo de las Bellas Artes. Leo Vinci es un escultor que se define, antes que nada, como un ”laburante“. No cree en la ”inspiración“ ni en el ”sacrificio“. Para él, ”la palabra Sacrificio proviene de ese sagrado oficio que se elige cada día“, dice Franca y afirma que coincide con Vinci en que los artistas deberían ”dejar de estar pendientes de lo que se debe hacer o de lo que está de moda“ y volver la mirada a lo propio, ”aunque ello signifique mayor riesgo“.
–¿Cómo conociste a Leo Vinci?
–Fue de un modo bastante azaroso. Soy amiga de su hijo Pablo Vinci, que es escritor, y me pidió hacer unas fotos en un lugar donde iba a dar su taller literario, porque como no tenía espacio lo iba a dar en la casa taller de su papá, que me contó que era escultor. Cuando entré a ese lugar que está entre La Boca y Barracas, que es un espacio alucinante donde la luz entra por por los techos y las ventanas, una antigua panadería del siglo XIX donde se hacía el pan para la gente que llegaba al puerto de La Boca, donde hay esos ventanales que permiten el ingreso de luz...sentí que estaba realmente en un set de filmación, pero aparte de eso, era como entrar a otro siglo porque más allá de que Leo Vinci en poquitos días cumple 93 años, es alguien que construye sus propias herramientas o que tiene herramientas muy antiguas con las cuales poder trabajar los diferentes materiales duros y pesados como el mármol o el hierro. Realmente cuando ingresé a ese lugar podría haber sido prácticamente idéntico a si hubiésemos entrado en los años 40 o 50. Fue muy bella esa transición.
–¿Eso te llevó a la idea de hacer este documental?
–Por un lado me shockeó eso y, por otro, encontrarme a una persona bajita, menuda, colgada de los andamios, martillando unos dedos enormes de bronce con sus manos todas lastimadas de darle tanto a esos materiales, soldando y todo eso. Y bueno, quedé muy sorprendida, no sólo porque Leo estaba trabajando ahí, sino también su mujer, Marina Dogliotti, que es una excelente escultora con la que comparte casa, taller y esa experiencia de trabajar en lugares repartidos. Cada cual tiene su espacio. Entonces, era un mundo de esculturas, de formas y de seres rarísimos, muy diferentes. Cuando vi lo que hacen Marina y Leo quedé como realmente muy sorprendida e hice algunas fotos para Pablo, obviamente, pero bueno, le pedí a Leo si me permitía poder ir de vez en cuando a verlo trabajar y, de a poco, eso fue tomando forma de proyecto cinematográfico.
–El documental se apoya mucho en la imagen, tiene poco texto, casi todo en la voz de Leo que, quizá, sin saberlo habla de manera poética sobre problemáticas muy actuales. ¿Cómo adaptaste el guion a estos destellos reflexivos que se presentan de modo tan espontáneo pero son, a la vez, tan profundos?
–Como directora de cine me encantan esas cosas que van apareciendo sin ser esperadas. Es casi como el trabajo de un pescador. Uno está ahí, atento, pero cuando suceden algunas cosas tenés la clara conciencia de que eso, por más horas que tenga filmadas, va a quedar en la película. Es como que uno va editando su película en el mismo momento en que filma, cuando pasan esas cosas que yo también llamo joyitas. Entonces, después la edición es como que digo “a ver, tengo todo este material, cuáles son joyitas”. Y le llamo así a esos momentos en los que inconscientemente están aportando esa idea previa que yo tengo de la película que quiero hacer y, para mí, Leo en un punto más allá de su talento como artista, era una herramienta para hablar de muchas cosas: de de cómo se puede transformar el mundo con las manos y al mismo tiempo hace un trabajo muy analógico, manual, de la vida de la cual nos vamos alejando tanto. Porque cada vez más los trabajos son más con la cabeza que con el cuerpo.
Eso de poner el cuerpo y poner también un concepto detrás de la obra que uno quiere hacer son ideas como un poco todavía muy representativas del siglo XX 20, ¿no? Entonces, si bien Leo es un gran hablador yo quería que la película tuviera muchos espacios más bien silenciosos para que se pudiera disfrutar más de esas joyitas, porque por ahí si uno le pone todo el tiempo hablando o en voz en off, más allá que lo que diga es interesantísimo, te perdés esas cosas que surgen espontáneamente en una filmación y para la cual uno espera y filma mucho. Esas cosas pueden aparecer en esos diálogos entre ellos (Leo y Marina), en las cosas que le pasan a él cuando está trabajando en su modo ya más espontáneo y menos tenso de participar con la cámara en frente.
–¿Como directora le das espacio a esas situaciones, antepones el valor del tiempo?
–Por todo esto hay que ser buen espectador en el cine documental, por lo menos en el que a mí me gusta hacer, que está más construido en torno a esas cosas, a las pequeñas cosas más que a las grandilocuentes.
–¿Cuántos conceptos te sorprendieron o pudiste trabajar a medida que aparecieron en la voz de Leo?
–Leo reflexiona mucho sobre él. Por ejemplo, siente mucha culpa en relación a que es el único que sobrevive a todo su grupo de artistas que formaban el Grupo del Sur. Dice por momentos: “¿Por qué yo si ni siquiera era el más talentoso de todos? Porque soy yo el que tiene que vivir muchos más años que el resto”. Y sin embargo, a mí me parecía como que en esas pequeños diálogos, por ejemplo, el que se da con Marina cuando están descansando frente al fuego y esa cosa que incomoda al otro está la finitud del tiempo. Esas cosas para mí me parecieron bellísimas. Originariamente la película iba a tener como otro trazo narrativo, que tenía que ver con una necesidad de Leo de recuperar muchas de las obras que tiene desparramadas por el mundo. Él habla de eso cuando recorre un poco ese bosque de esculturas, que es como un mini museo que está haciendo en su casa con las obras que va recuperando. Él tenía toda una justificación teórica de por qué quería recuperar esos originales y y dejarlos en su casa. Decía que el arte argentino está sobre todo en el exterior, sobre todo la escultura, que como son piezas muy pesadas, es muy difícil que los argentinos tengamos acceso a poder verlas cara a cara, frente a frente, y que las vemos por reproducciones. Entonces, él quería que esas cosas volvieran y que quedaran ahí para para que cualquier argentino que quisiera pasar por su casa y verlas pudiera. Yo sentí que más allá de todas esas explicaciones, también había como un trabajo, una búsqueda de reencuentro con los orígenes de su obra. Algo de esto y que Leo pueda vivir este presente hace que la película sea, para mí, muy muy vital y, en un punto, estimulante.
–En el documental se ve esa vitalidad, que hasta aparece mencionada por Leo cuando se refiere al movimiento que puede tener un mármol labrado o dónde carga la fuerza un brazo en una escultura.
–Creo que tiene que haber ahí algún secreto sobre alguien que desde que se levanta hasta que se acuesta está intentando crear algo nuevo cada día con sus manos, que tiene tan presente también lo amoroso y la entrega a sus alumnos. Y creo que hay algo de eso que debe ayudar a que uno pueda vivir más años en plenitud. No sé, yo recuerdo, lo conocí justamente previo a la pandemia y estuve muy en contacto con ellos, con él, particularmente en esta idea de cómo escribir la película, cómo tratar de pensarla, desde qué lugar contarla. Y para ellos (Leo y Marina) la pandemia era como, en un punto, algo beneficioso porque podían estar todo el día dentro de ese taller sin tener que estar obligados en pensar en compromisos sociales, encuentros. Y el no tener miedo a crear, que todavía los artistas estamos como con tantos preconceptos de la forma, de lo que está bien y lo que está mal de acuerdo a las modas de las épocas.
Leo dice “somos el único animal que hace”. O sea que habla, como dice del Homo faber, pero aparte, los animales también hacen. Sin embargo, nada de lo que hacen los animales es algo nuevo para el mundo. Sí, en cambio lo que hace el hombre. El hombre puede hacer algo que no existía en el universo con sus manos, y eso ya no más es como muy revolucionario.
–¿Qué opinás de los recortes en cultura que afectan a la industria audiovisual, especialmente a quienes se autogestionan?
–Creo que películas como estas van a dejar de existir directamente. Creo que los recortes son muy injustificados porque el cine nacional nos ha dado muchísimos logros en el exterior, reconocimiento, inclusive beneficios para el país en torno a premios y a construcción de la identidad de de nuestro patrimonio audiovisual. Nos ha dado la posibilidad de conocernos mucho más entre nosotros y mostrarnos hacia afuera. Estas historias chiquititas ya no van a tener ningún tipo de financiación para ser contadas. Va a haber un cine, estimo, para un consumo masivo o para los que recién están arrancando y están haciendo sus primeras experiencias cinematográficas, un cine más como el que se pueda llegar a consumir a través de las plataformas que uno sin condicionamientos y con libertad absoluta para poder trabajar. Esta misma película con el condicionamiento de Netflix, por ahí hubiera sido completamente diferente, construida en torno a entrevistas. Es bastante frustrante ver cómo están limitando no sólo el acceso a hacer películas, sino también a que la gente pueda ir a verlas al cine. Prácticamente está completamente paralizada la industria cinematográfica y el BAFICI presentó el estreno de un montón de películas argentinas y seguro que para el año que viene no va a haber películas argentinas. O sí, cosas hechas de un modo muy diferente, con lo cual creo que hay que hacerse, como todo, un replanteo de cómo vamos a seguir.
MM/DTC
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