Manuel Moretti: “La gente cree que la adicción es la relación que tenés con el alcohol o la cocaína, y es la relación que tenés con tus dificultades”
Y todo en un minuto: él estaba en el jardín de su casa porque ya no aguantaba delante del televisor; por la ventana vio al arquero atajar el último penal, a todo el equipo zambullirse encima del héroe; a Sarmiento de Junín, el equipo de sus amores, ascender por primera vez a la máxima categoría del fútbol argentino.
Manuel Moretti, que tiene 55 años, nació en Junín y es el compositor, cantante y líder de Estelares, mueve los brazos para señalar con precisión el lugar exacto de su jardín en Villa Elisa desde el que vio la hazaña, una cuarta final por fin ganada después de tres derrotas. Dice que no gritó, que otras veces sí pero que esta vez no pudo, que sintió paz y que le entraba más aire del que creía posible en el cuerpo. Que se sintió liviano y se le llenó el celular de mensajes que decían “dale, campeón”. Que habló con los jugadores y le regalaron una camiseta. Que la va enmarcar, dice, mientras señala por vez número mil el rincón de la casa en el que guarda ese tesoro y en el que, con una computadora, un piano acústico y algunas guitarras, se guarda cada vez que trabaja de inventar canciones.
- ¿Cómo impactaron la pandemia y el encierro en tu trabajo compositivo?
- Yo tengo un ejercicio de muchos años de estar encerrado. Siempre tuve una personalidad algo hermética. En ese estado compuse mucho durante muchos años, así que algo de esa experiencia me vino bien para esto que pasó. Se combinó con la posibilidad de estar con mi mujer y mis hijas en familia, frenar un poco en casa sabiendo que por mi trabajo podía quedarme en casa y teníamos para comer. El ingreso de mis derechos lo permitía. Eso dio una mano para que componer siguiera siendo el lugar de resolver mis neurosis, como siempre.
La primera etapa de la pandemia fue esperanzada, compuse un poco en ese estado, y después vino una etapa un poco opresiva, y lo que hice fue también resolver ahí -estira el brazo, lo manda al estudio casero en el que trabaja-, componiendo. Los micrófonos, las guitarras, los equipos electrónicos, el piano acústico me permitieron unos demos que me gustaron mucho, me llenaron de confianza y alegría. La pandemia apareció en una canción, muy sintomática. Yo no podía dormir. Al tercer o cuarto mes de encierro me despertaba a la madrugada muy enroscado, en medio del ejercicio paranoico de sentir que tenía coronavirus porque había leído sobre un nuevo síntoma que automáticamente incorporaba. Por primera vez en la vida se me desordenó la presión por lo mal que dormía. Y una noche que no daba para más de dar vueltas, bajé a las cuatro de la mañana al estudio, disparé una batería, unas cuerdas, y con una acústica salió una canción que se llama Miedo. Es una canción fuerte, oscura. Podría llegar a ser un hit.
- ¿Qué te pasa con la incertidumbre sobre qué va a pasar con la posibilidad de tocar en vivo?
- El año pasado te diría que nada, que estuve bien. Ahora empiezo a estar un poco más ansioso. De vez en cuando pulsa la angustia. El año pasado no la tuve nunca, porque hay que ser sincero: después de 15 ó 16 años de gira, pasar un año en casa… ufff, no está nada mal. Mi trabajo me permitió eso. Pero ahora ya tiene que ver con el trabajo de otros: los técnicos. Empieza a preocupar porque somos como 14, ¿qué va a pasar? No tenemos ni idea.
Miedo es una de las 26 canciones que Moretti compuso desde que llegó la pandemia a la Argentina. El Covid-19 no interrumpió su actividad solitaria en el estudio pero sí otras partes de su trabajo artístico: la virtualidad no fue posible para las clases que toma desde hace cuatro años con Raúl Cariola, maestro de canto y ex Santos Inocentes, ni tampoco siguieron los ensayos de la banda que encabeza desde mediados de los noventa.
“Nunca había podido sostener clases de canto, y con Raúl hubo una transferencia enorme, y me empecé a gustar como cantante. En la grabación y en el vivo. El show que hicimos en el Gran Rex para presentar el disco Las Lunas, en septiembre de 2019, fue la primera vez en mi vida que me disfruté cantando”, cuenta Moretti.
- ¿Y antes de eso cómo te sentías?
- Antes no me pasaba. Para nada. A la gente le gusta el DVD en el Gran Rex, de 2013, donde El corazón sobre todo se convirtió en un hit. Yo en ese show no me puedo escuchar. Hay un vibrato que sé que lo hago porque respiro mal. Para que no se te caiga la nota hacés un juego con la voz. La nota no se te cae pero entra vibrada: yo no me tolero así. Y ese truco, después de estudiar canto, no lo necesito más. Me gusto mucho más.
Cuando apareció el disco Sistema nervioso central vivimos de gira 15 años, hacíamos 80 shows por año, con 3 ó 4 por fin de semana en una época de mucho descuido mío. Siendo alcohólico, mi manera de resolver era esa, ese yeite que se me incorporó. A veces no sé cómo hacía para cantar una hora y media en estados calamitosos: a la gente le gustaba pero a mí no.
Sentado en el jardín de su casa, atento a que a nadie le falte ni café ni agua y a si se acerca la hora de ir a buscar a Lola, su hija más chica, al colegio, Moretti hace dos pasadas de alguna estrofa de Ella dijo. La define como su “primera gran canción popular” y la canturrea. Con premeditación y alevosía, temblequea la voz en el primer round, sale sin ondulaciones en el segundo: “¿Ves? Ahora puedo sin que vibre. Ahora me gusto como cantante”, sentencia.
- ¿Extrañás tocar en vivo?
- No. Bueno, cuando salgo a tocar me doy cuenta de que sí, pero cuando lo pienso, no lo extraño. Me pulsa más componer que el vivo, aunque sé que a veces empieza a sonar el show, me pongo a cantar, y me emociono. Lo que pasa es que siempre fui muy tímido.
Hace poco vi un video, Estelares tocando con Pequeña Orquesta Reincidentes. Yo ni “gracias” decía, miraba el piso. Me daba vergüenza levantar la vista, hasta que llegó un día en que Ana Laura, una productora que tuvimos, me tuvo que decir “Manuel, mirá a la gente”. A mí me gusta componer porque es muy con vos, estás resolviendo tus misterios. Y en el vivo, levantás la vista y… qué sufrimiento: tenés que salir de vos, a pesar de toda la timidez.
- ¿Y cómo atravesás ese momento de salir al escenario con toda esa timidez?
- Ya es en piloto automático. He salido a cantar sin saber lo que estoy cantando. Estoy pensando en cómo irá Sarmiento… Me ha pasado que quiero pensar la letra, me la olvidé, eso te mata. Pero con entrenamiento volvés enseguida. Cuando la banda sale al escenario yo ya voy como piña. Puedo estar en mis peores días pero la banda me lleva.
En plena cuarentena estuvimos siete meses sin vernos, de marzo a octubre. Y nos propusieron hacer un show para autos y fuimos. Probamos apenas un poquito de sonido pero la banda sale andando porque hace 18 años que estamos juntos de gira.
- ¿Qué se hace para cuidar una banda durante más de 20 años?
- Para mí el sostén a lo largo de los años pasa por lo creativo y por sentir a mis compañeros muy talentosos. Los demos son recontra míos, pero la banda es muy buena, y en eso yo soy un elemento más: el cantante. Soy el compositor y como banda soy el cantante. Y en esa banda quiero que el batero sea Javier Miranda, que el bajo lo grabe Pablo, que las guitarras las grabe Víctor, y que el piano lo grabe el Rata. ¿Por qué? Porque me parecen buenísimos. Por eso seguimos juntos. Me han propuesto cosas, proyectos solistas, pero pienso: ¿dónde voy a conseguir músicos de esta calidad?
Hay una partecita de canción de Andrés Calamaro que dice “las canciones las compongo caminando / entonces algunos versos se me van”: Moretti la cita para hablar de algunas de sus creaciones. De Ella dijo, que se le ocurrió caminando por Corrientes y Lambaré, después de proponerse escribir un verso “tipo Sandro”. “Entonces se me ocurrió ese arranque, ‘y todo en un minuto…’. Llamé a mi teléfono fijo y grabé en el contestador la melodía y la letra”, cuenta. “Un día perfecto, en cambio, la compuse quietito. Sentado en el baño de un amigo. Agarré la guitarra y me fui al baño, y cuando salí le dije ‘che, tengo un hit’. Y fue un hit. Me salió cagando”. Se ríe y se acuerda de cómo se puso a llorar el amigo dueño del baño cuando él evocó la anécdota compositiva en el show en el Gran Rex en el que Estelares festejó sus primeros 20 años.
- ¿Cómo ejercita el músculo un escritor de canciones?
- A veces efectivamente sentís una emoción y de ahí sale una canción. Otras veces voy caminando y grabo una melodía. Después vas escuchando las notas de audio del celular y decís “esta está buena”, y te ponés a laburar. Por ahí tengo 100 ó 150 notas de audio y encuentro alguna que me parece buenísima. Después, hay cosas que vas aprendiendo con el tiempo: si tenés un estribillo muy florido tratás de que el verso no se mueva mucho en las notas.
La cosa es así: o te emocionás, o te ponés a jugar y encontrás una melodía, o revisás todo lo que fuiste haciendo. Son 30 años de este oficio. Con todo eso encima, caigo ahí -de nuevo el brazo apuntadísimo al estudio de grabación hogareño-, disparo una batería, una guitarra, y enseguida sale algo porque tengo oficio, que es una de las cosas que más me gusta defender. Es defender lo que nos ha dado la vida.
- Hablaste de tu alcoholismo, ¿cómo es tu vínculo con las adicciones?
- Fueron muchos años en los que estuve muy relacionado con mi narcisismo y mis dificultades. Yo dejé de estar todos los días borracho porque no toleraba ver a Juana, mi hija mayor, todos los mediodías sin estar lúcido, ella siendo una niña. Convertirme en padre hizo que empezara a recuperarme porque el nacimiento de mi hija me corrió de mi narcisismo.
La cura más emocional vino un tiempo después. Escribí en Página/12 sobre La distancia, la canción de Roberto Carlos. Yo la escuchaba en una habitación grande de la casa, y el verso “nunca más oíste tú hablar de mí” me representaba a mi viejo, que era viajante, transportista, y no estaba nunca en casa. Es una muy buena persona, pero padre ausente grosso. Entonces pensando en todo eso, en medio de esa fragilidad, le digo a mi terapeuta que mi viejo siempre se estaba yendo. Y le digo: “Yo siempre me relaciono con las chicas yéndome, como mi papá, que siempre se está yendo”. Empecé a llorar y no paré por 20 minutos. Me di cuenta de que me relacionaba con el mundo a través de la vida de mi viejo, y al darme cuenta empezó mi cura. Empezó a quedarse en los lugares ese tipo que huía con pavor.
La gente cree a veces que las adicciones son las relaciones que tenés con la cocaína, con el alcohol, con pincharte, cosas que hice en distintos momentos de mi vida. Y en realidad la adicción es la relación que tenés con la dificultad, con tus dificultades.
Se hace la hora de que Lola vuelva del colegio pero Moretti tiene algunos minutos más. Entra a su casa y sale con un tesoro verde en las manos: “Esta es, la del ascenso, la que voy a enmarcar”.
JR
0