'Barbie' pone a prueba las libertades y derechos desde Argelia hasta Arabia Saudita
Permitir que las niñas y mujeres escuchen a la misma Barbie decirles que pueden llegar a ser lo que se propongan –desde médico a astronauta o presidenta del Gobierno– no está entre los planes de algunos líderes de países árabes y de mayoría musulmana que habitualmente tratan de evitar la influencia occidental y, en este caso, de la muñeca más famosa de Occidente.
La reacción frente al éxito de taquilla Barbie puso una vez más en evidencia las contradicciones sociales en Oriente Medio, donde algunos Gobiernos optaron por prohibirla, mientras que otros permitieron su estreno para dar una imagen liberal y abierta de cara al exterior, y contentar a unos ciudadanos que ansían cada vez más libertad.
Este es el caso de Arabia Saudita y otras monarquías del Golfo Pérsico, en las que los gobernantes tuvieron que relajar su puño de hierro ante una pujante y joven sociedad que está cada vez más conectada con el mundo y mejor educada, tal y como indican las estadísticas.
Arabia Saudita reabrió sus salas de cine en 2018, después de 30 años cerradas, debido a la estricta interpretación del islam que empezó a aplicarse en el reino en los años 70 y 80. Ahora, sin embargo, el cine y el entretenimiento representan un importante sector económico.
Las consideraciones económicas, muy relevantes en el caso de un éxito mundial como Barbie, han tenido su peso a la hora de permitir su proyección en algunos países, como Emiratos Árabes Unidos, mientras que en otros los valores morales y religiosos predominantes, y las presiones políticas, se impusieron.
Hizbulá contra 'Barbie'
En el Líbano, considerada la nación más liberal de Oriente Medio y tradicionalmente uno de los centros culturales de la región, el ministro de Cultura, Mohamed Murtada, pidió prohibir Barbie por considerar que “promueve la homosexualidad” y que va en contra de los valores familiares de esta nación en la que conviven musulmanes chiíes, suníes y cristianos maronitas, además de otras comunidades minoritarias.
A pesar de que en la película Barbie no se hace ninguna referencia explícita a la homosexualidad, el Ministerio de Interior podría prohibir su proyección alegando motivos de “seguridad nacional”, algo frecuente ante cualquier elemento que pueda generar controversia o poner al país frente a sus contradicciones y fantasmas.
El ministro de Cultura o el Gobierno no pueden prohibir el filme unilateralmente si este obtiene el visto bueno del órgano encargado de la censura, que habría aprobado la proyección de Barbie, según la ONG de estudio y promoción de la ley Agenda Legal, pero con una condición: que la película sea clasificada para mayores de 13 años. La ONG explica en un detallado comunicado que, sólo en el caso de que el comité censor recomiende no proyectarla, el ministro de Interior puede decidir si hacerlo o no; pero, si la película ha pasado la censura, no puede prohibirla.
El ministro, cercano a las posturas de los grupos políticos chiíes, impulsó la semana pasada un proyecto de ley que castiga con penas de cárcel la “promoción” de las relaciones homosexuales, tal y como informó a través de la red social X (Twitter). El texto contempla penas de hasta tres años de cárcel y multas equivalentes a más de 5.000 euros por “cada acto que promueva las relaciones sexuales pervertidas contra la naturaleza, explícita o implícitamente”.
Asimismo, estipula las mismas penas para quienes fomenten “la posibilidad de cambio de sexo o publiquen información dirigida a menores que les haga querer cambiar su género u orientación sexual”.
El Líbano es uno de los pocos países árabes en los que la homosexualidad no es un tabú tan grande. El famoso grupo de música libanés Mashrou Leila fue de los primeros que abogaron por los derechos de la comunidad LGTBI desde los escenarios y su cantante, Hamed Sinno, se declaró homosexual abiertamente, lo que llevó a que las actuaciones de la banda fueran vetadas en Egipto y otros lugares.
A día de hoy, el peso y la influencia política y social que fueron ganando los chiíes en la otrora 'Suiza de Oriente Medio' se nota también en el aspecto cultural, y parece estar detrás del veto de Barbie.
La organización Human Rights Watch (HRW) ha denunciado recientemente que la retórica violenta del líder del grupo libanés Hizbulá, el clérigo chií Hassan Nasrallah, provocó una ola de acoso y odio online contra miembros del colectivo LGTBI, que suelen guardar un perfil bajo en el Líbano.
El poderoso líder pidió en un discurso a finales de julio matar a los homosexuales y hacer frente a estas personas “con todos los medios, sin límites”, según HRW.
¿Dónde se puede ver Barbie?
De momento, no hay una decisión definitiva en Líbano y la cadena de salas de cine Vox, en la que se está proyectando Barbie en otros países de la región, todavía tiene en su cartelera el estreno del filme en Beirut el 31 de agosto, pero para mayores de 18 años, a pesar de que el género de la película sea “familiar”.
Lo mismo aparece en la web de Vox en Kuwait, aunque el Gobierno de este país del Golfo aparentemente moderado haya anunciado que Barbie no será visionada porque contiene “ideas y creencias ajenas a la sociedad kuwaití y al orden público”, según la agencia oficial de noticias KUNA.
En el sultanato de Omán también está previsto su estreno el 31 de agosto, mientras que en Qatar, país anfitrión del último Mundial de Fútbol, ni siquiera hay fecha y las autoridades no se han pronunciado al respecto. Argelia permitió su estreno el 21 de julio, pero la semana pasada decidió retirar la película de las salas de cine, donde cerca de 400.000 espectadores ya habían podido verla en las tres semanas que estuvo en la cartelera, según datos de la Agencia EFE. Según medios locales, las autoridades retiraron la película por “atentar contra la moral”.
En Jordania, la autoridad censora dio luz verde a su estreno a finales de mes, aunque ya hubo críticas por su permisividad, mientras que en Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Arabia Saudí y Egipto, entre otros países árabes, Barbie ya se puede ver en los cines multi salas Vox.
Si bien no sorprende que haya llegado y triunfado en Dubái (con un vídeo promocional de una Barbie gigante junto a la torre más alta del mundo, Burj Khalifa, ubicada en el centro turístico de la ciudad), sí generó cierto estupor que el filme haya pasado los filtros de la censura en Arabia Saudí, considerado el país más conservador de la región y, en concreto, el que menos respeta los derechos de la mujer.
Dobles estándares en Arabia Saudita
“Hay que tener en cuenta que, en esta fase, Arabia Saudita está tomando cada decisión para atraer a los turistas. El estreno y proyección de Barbie puede dar fácilmente la impresión de que Arabia Saudita es un país abierto. La gente sólo ve eso y no puede ver la realidad sobre el terreno”, afirma a elDiario.es Lina Alhathloul, jefa de monitoreo y promoción de los derechos humanos de la ONG saudí ALQST.
La activista dice que existe “una clara contradicción y dobles estándares” en su país. “Hay una Arabia Saudita para los turistas y los occidentales y otra para los saudíes y musulmanes”. Pone como ejemplo el futbolista Cristiano Ronaldo, fichado en enero por el club saudí Al Nassr y que vive en el reino con su mujer, sin estar casados, mientras que “si una mujer saudí mantiene relaciones extramatrimoniales puede ser durante castigada”.
“Arabia Saudita se ha abierto sólo para los turistas y para las inversiones (extranjeras), pero no para su propia gente”, agrega.
Tienes la película de Barbie en los cines, pero al mismo tiempo las mujeres saudíes son juzgadas como terroristas
En Riad “tienes la película de Barbie en los cines, pero al mismo tiempo las mujeres sauditas son juzgadas como terroristas por no llevar la abaya negra (túnica que cubre todo el cuerpo y que es obligatoria en público)”, denuncia Alhathloul, en referencia al caso de dos hermanas, Foz y Manahel al Oteibi, perseguidas por no llevar esa prenda y por tuitear sobre los derechos de las mujeres. Foz logró huir del país mientras que Manahel está siendo juzgada por un tribunal especial que se encarga de casos de terrorismo y de seguridad nacional.
Aunque las autoridades sauditas hayan permitido que las mujeres conduzcan un vehículo o soliciten su propio pasaporte sin el consentimiento de un tutor (padre, hermano, marido, hijo), “el sistema de tutela masculina sigue afectando negativamente a todos los ámbitos de la vida de las mujeres y restringe considerablemente sus libertades”, según Alhathloul.
Es más, “desobedecer al tutor sigue siendo un crimen, lo cual hace que estas nuevas libertades no tengan efecto legal si el tutor masculino se opone” a que la mujer las ejerza. La activista detalla que una mujer puede ser sometida a una especie de arresto domiciliario si desobedece a su tutor, si se marcha de su casa o si mantiene relaciones extramatrimoniales, entre otros “delitos” tipificados por la ley saudí.
Las pocas libertades que las autoridades han concedido a las mujeres sauditas en los últimos años se enmarcan en las reformas promovidas por el príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán, que busca modernizar la imagen del reino y, sobre todo, su economía para que no dependa exclusivamente del petróleo. Pero las mujeres que exigen plenos derechos y, además, ejercen su libertad de expresión, siguen siendo perseguidas y varias se encuentran entre rejas.
Según Alhathloul, en los pasados meses “al menos cuatro mujeres han sido juzgadas y condenadas a largas penas de prisión ”por su actividad pacífica en las redes sociales, mientras que otras defensoras de los derechos de las mujeres, como su hermana Loujain, que estuvo en la cárcel casi tres años, Samar Badawi y Nassima al Sadah siguen sufriendo “duras restricciones” tras su excarcelación, en primer lugar, la prohibición de salir del país.
La activista de ALQST dice que las autoridades saudíes aplican un “castigo colectivo” y ayudan a crear un “clima de miedo” en torno a las feministas: “A las familias también les pueden prohibir viajar (...) por lo que estas no hablan de sus familiares encarceladas; los juicios tienen lugar a puerta cerrada y, además, son tribunales (encargados) de terrorismo y no hay información en los registros judiciales”. Por todos estos motivos, “es difícil saber cuántas mujeres están en prisión” en Arabia Saudita.
Aparte de las ONG sauditas, con sede fuera del país, las organizaciones internacionales como Human Rights Watch y Amnistía Internacional vienen denunciando la persecución de las mujeres que abogan por sus derechos así como de hombres sauditas que expresan su opinión por medios pacíficos, a través de las redes sociales o periodistas profesionales.
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