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El FMI aprobará mañana la revisión del acuerdo, pero pide acotar a dos o tres los tipos de dólar

Sede del FMI en Washington.

Alejandro Rebossio

30 de marzo de 2023 15:51 h

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Desde noviembre pasado que la Argentina no tiene un titular en el directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI) porque rota en ese cargo con Chile, uno de los países con los que comparte la silla en el cuerpo máximo del organismo (el sitial también es de Bolivia, Paraguay, Perú y Uruguay). Sin embargo, como director alterno, Sergio Chodos participará mañana de la reunión del directorio en la que se aprobará tanto la revisión del cuarto trimestre de 2022 del acuerdo con la Argentina como la relajación de la meta de acumulación de reservas del Banco Central para 2023. Eso ya se da por sentado porque lo pactó hace dos semanas el staff técnico, pero siempre en estos encuentros los directores de los países desarrollados -los que más poder de voto tienen- suelen descargar recomendaciones. Una de las que está en sus cabezas es que la Argentina acote de 20 a dos o tres la cantidad de tipos de dólar. Por ejemplo, uno para el comercio y otro para lo financiero, lo que se llama desdoblamiento cambiario.

En la cita de los directores, donde los de Estados Unidos, Japón, China, Alemania, Francia y Reino Unido pesan más, se elogiará que la Argentina haya logrado cumplir con las tres metas del programa en su primer año de vida, 2022, pese al impacto negativo de la guerra de Ucrania en los precios de la energía, los fertilizantes y las tasas de interés. Los objetivos apuntaban al ajuste fiscal y monetario y la acumulación de reservas. Por eso, el FMI desembolsará al país más de US$ 5.000 millones. Aunque todo eso terminará volviendo pronto al organismo porque es para pagar el préstamo récord que el gobierno de Cambiemos contrajo en 2018.

El Fondo además flexibilizará la meta 2023 de activos del Banco Central, teniendo en cuenta que la sequía, con su impacto en la exportación agrícola, la ha tornado imposible de cumplir. En el primer trimestre, la autoridad monetaria deberá juntar US$ 3.000 millones y a lo largo de todo el año, 10.000 millones, según fuentes diplomáticas. Se trata de la única concesión que está a dispuesta a hacer el FMI. No más que eso. No hay predisposición a liberar un nuevo crédito para reforzar las reservas que perderán en este segundo trimestre que ahora comienza por la caída de hasta un tercio de la cosecha de soja y maíz. No importa que el Fondo haya sido creado para atender estos déficits de divisas. Por más que el organismo flexibilice la meta, la falta de activos del Central es un problema en sí que dificultará aún más las importaciones y amenaza con hundir la economía este año. Por eso, Alberto Fernández y el ministro de Economía, Sergio Massa, buscaron este miércoles la clemencia del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para que se liberen fondos que compensen la sequía. Podrían venir del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), no del FMI, que ya bastante expuesto está a su principal deudor, la Argentina.

Desarmar el control sobre el dólar

El organismo que dirige la búlgara Kristalina Georgieva busca otros medios para reforzar las reservas. Aunque siempre defiende la unificación del mercado cambiario, liberación del cepo mediante, admite que en la Argentina eso no es posible en lo inmediato ni de un día para el otro porque dispararía el dólar oficial y agravaría la inflación, del 102% actual. Georgieva, que es apodada “populina” por sus detractores ortodoxos en Washington, ve con buenos ojos que mientras no se pueda desarmar el control cambiario al menos se acote por ahora la cantidad de tipos de dólar a dos o tres. En teoría hay sólo un Mercado Único Libre de Cambios (MULC), donde opera el comercio exterior y el pago de deuda externa de las empresas, entre otras operaciones. Después está la plaza ilegal, las de las cuevas -que operan en sociedades bursátiles, agencias de viaje y otros negocios legales-, donde se transa el dólar blue. Y hay dos tipos de cambio paralelos financieros legales, donde se obtienen dólares triangulando con bonos: el Mercado Electrónico de Pagos (MEP), para el ámbito local, y el contado con liquidación (CCL), para girar al exterior. La idea del Fondo es que existan dos o tres mercados oficiales de cambio, cada uno para distintas operaciones. De este modo, no se crearía un dólar soja 3 ni otro malbec, para las bodegas, o uno para las economías regionales.

Con dos o tres tipos de cambio oficiales, se buscaría incentivar exportaciones, objetivo que declamaron este miércoles en Washington Massa y la subdirectora gerenta del FMI, Gita Gopinath, tras el encuentro que mantuvieron. Es de esperar que ciertas operaciones como las que involucran exportaciones e importaciones de productos que afecten la canasta básica se encuadren dentro de un tipo de cambio bajo, de modo de evitar impactos en una pobreza que va en ascenso. En cambio, otras ventas y compras externas de bienes y servicios, como el turismo, tendría un dólar más alto. Lo mismo sucedería con el pago de deuda externa de las compañías. Pero habrá que ver si la idea termina por concretarse y cómo se aplica. En la medida en que las importaciones se limiten por precio, podrían relajarse algo los controles por cantidad del Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA).

Gopinath reconoció el miércoles el “severo impacto de la sequía y la importancia de acciones para aumentar las reservas”. Por eso en el directorio del FMI consideran que ha quedado viejo la proyección de crecimiento del PBI del 2% para 2023: ahora prevén que se contraiga. Incluso consideran que las nuevas metas de reservas también serán difíciles de cumplir y que exigirán mucho esfuerzo en los próximos nueve meses. Mucho sudor justo en un año electoral. Los directores de los países desarrollados admiten las peripecias de la Argentina por factores exógenos a su responsabilidad, como es el clima, pero se muestran reticentes a flexibilizar todavía más las metas de reservas o la de ajuste fiscal -que se mantiene intacta- porque consideran que más cambios dañarían la “credibilidad del programa y eso sería negativo” para la economía.

En el Fondo consideran importante elaborar “planes de contingencia en caso de que la cosecha sea peor a lo previsto”. No están dispuestos a dar fondos frescos, ni a eliminar los sobrecargos de los intereses ni a conceder un préstamo del nuevo Fondo de Resiliencia y Sostenibilidad (FRS), que se creó en 2022 para atender la crisis climática pero que por ahora está destinado a países pobres y sólo en un futuro se sumarán los de ingresos medios como la Argentina. Incluso cuando les toque a las naciones de renta per cápita media habrá que ver cuánto le debe para entonces la Argentina al FMI antes de que este le preste más dinero.

En el organismo consideran que la Argentina podría buscar fondos en el BID, el Banco Mundial, la Corporación Andina de Fomento (CAF) o China. Aunque a Estados Unidos, la Unión Europea y Japón no les gusta la creciente influencia del gigante asiático en el Tercer Mundo, donde se ofrece como alternativa de financiamiento al FMI, en el directorio admiten que “tiene dinero y ganas de prestar a otros países”. Ni Occidente ni Tokio contemplan una estrategia similar de apoyo sino que canalizan sus respaldos a través de los organismos internacionales. De todos modos, señalan que la Argentina no ha sido buena pagadora de los préstamos de China y por eso Beijing ahora se muestra más reticente a financiarla y se atrasan obras como la de las centrales hidroeléctricas de Santa Cruz. De todos modos, están llegando US$ 5.000 millones de libre disponibilidad del swap (canje) de monedas entre los bancos centrales chino y argentino.

En el Fondo concuerdan con el Gobierno en que es clave para las reservas que se cumpla el objetivo de poner en marcha el 20 de junio el gasoducto Néstor Kirchner, que unirá Vaca Muerta con la provincia de Buenos Aires y que posibilitará reducir importaciones de gas en invierno y elevar las exportaciones a Chile y Brasil en verano. Los encargados del proyecto están satisfechos con el avance de la obra y confían en que estará listo para que el día antes de que se inicie la estación más fría las petroleras inyecten gas al nuevo tubo.

En el directorio también consideran que la Argentina deberá continuar con los “esfuerzos para reducir el gasto estatal y reestructurar las finanzas públicas”. Insistirán con lo que ya manifestó el staff: la preocupación por la nueva moratoria jubilatoria, que tendría, según ellos, un impacto del 0,2% al 0,4% del PBI. Inquieta el efecto de la liquidación de bonos en dólares de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), pero a largo plazo, no en el corto. Para compensar la moratoria y la sequía, el FMI espera ajustes adicionales en subsidios energéticos, ayuda social y obra pública. Justo en año electoral. Lo que el consultor Emmanuel Álvarez Agis ha calificado de “fósforo en medio de la sequía”.

AR

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