Franco Torchia: “Las personas LGBTIQ+ somos festivaleras, floridas y extrañas. Y la extrañez, para los medios, es rendidora”
Franco Torchia, periodista especializado en diversidades sexual y referente del movimiento LGBTIQ+, fue la voz en off y guionista del ciclo “Cupido”, programa de parejas pionero en mostrar vínculos no heterosexuales en la pantalla de TV. También trabajó en Clarín, Revista Ñ, Página 12, Suplemento Soy, Fundación Proa y elDiarioAR, como así también panelista en Intratables y conductor de Televisión Abierta, entre otros ciclos televisivos. Actualmente conduce la décima edición de No se puede vivir del amor, el primer ciclo radial de diversidad sexual, que se transmite todos los sábados a la medianoche en @LaOnceDiez.También está al frente del ciclo de interés general Francotirador, que se emite por La990 (AM 990) de lunes a viernes, de 18 a 21, y cuenta con especialistas en política, economía, deportes, espectáculos, judiciales, tránsito y humor.
En agosto de 2022, debutó junto a Darío Lopilato en la conducción de Flechazo, el programa de parejas emitido por Canal 9 del que ya no forma parte. “Para quienes me preguntan, Canal 9 me echó del programa #Flechazo. Sus autoridades sostienen una política discriminatoria según la cual el ciclo sólo une parejas cisheterosexuales”, explicó el periodista en su cuenta de Twitter. Tras su salida, Torchia denunció esta situación ante el INADI y la Defensoría del Público.
-Canal 9 afirmó que Kapow, la productora de Flechazo, les informó de tu renuncia, pero, vía Twitter, expusiste que te echaron del programa ¿Por qué?
-Si yo como empleador propongo que alguien trabaje cometiendo delitos, y sí y sólo sí comete delitos puede seguir trabajando, abro la pregunta públicamente de si eso es un despido o una renuncia por parte del trabajador. Aquí hay que hacer especial mención a que los medios de comunicación tienen responsabilidades extra de actuación ante el estado de derecho y el respeto a las leyes vigentes. Mi situación laboral y la causa judicial al respecto es importante para mí, es importante en general en tanto y en cuanto puede haber otros trabajadores y trabajadoras que estén atravesando situaciones similares en medios de comunicación. Pero, de cualquier manera, mi caso no es lo central. Es infinitamente más importante la política discriminatoria que estas empresas ─Kapow como cómplice y Canal 9 como ejecutora─ implementaron respecto de este programa.
-¿Qué argumentos esgrimió la producción, si te dieron algunos?
-He recibido muchas veces la siguiente “explicación”: “Te tiene que alcanzar con que estés vos al aire”. Porque, bueno, yo soy varón cis gay y eso era una imagen suficientemente diversa a criterio de las empresas como para no formar parejas del mismo sexo en Flechazo ni permitir la participación de personas trans o personas no binarias también. Ahí es donde de vuelta digo, mi situación laboral no es del todo importante si lo comparamos efectivamente con los otros delitos denunciados, pero, al mismo tiempo, sí porque también estoy facultado en este momento para decir que fui usado en una especie de estrategia de lo que se denomina rainbow washing.
-¿Te convocaron para co-conducir junto a Darío Lopilato sólo como estrategia para mostrarse inclusivos?
-La televisión usa maquillaje vencido. Yo creo que fui convocado por la misma razón de que alcanzaría y sobraría con que una mujer trans conduzca un noticiero o una lesbiana participe de un reality show. Son participaciones de personas LGBTIQ+ que no necesariamente implican transformaciones sociales sino a veces todo lo contrario. El maquillaje vencido que usa la televisión es, precisamente, integrar, por ejemplo, a una persona como yo y creer que eso es suficiente como signo de respeto a, en este caso, la diversidad sexual. Es siempre el cupo, la mínima expresión que colme las expectativas o las políticas internas de la empresa. Canal 9 tiene un código de ética interna al que suscribe como empresa que establece que no va a violar derechos humanos. Kapow, que es una empresa peruana, también tiene un código en donde suscribe esto mismo. Y en los derechos humanos a respetar se encuentra también el de las personas LGBTIQ+. También creo que fui convocado porque las personas LGBTIQ+ somos festivaleras, floridas y extrañas, también. Y la extrañez, para los medios, es rendidora.
-¿Limitarse a la mínima expresión es algo generalizable a otros programas?
-Aplica para otro montón de ciclos. La particularidad de Flechazo es que es un programa que une parejas. El Código Civil implementado en 2015 define a la pareja como la unión de dos personas. Punto. Tampoco quiero ponerme legalista porque la ley no es aquí el único argumento válido. Nos tenemos que permitir pensar también en las dinámicas sociales porque las personas viven su sexualidad y su afectividad desde hace siglos, incluso de maneras extra legales.
-Si, como decís, había sólo una fachada de inclusión de parte del medio, ¿por qué continuaste en el programa durante tantos meses?
-Muchas personas me dijeron que esto lo íbamos a cambiar en 10 días. Que iba a quedar chocho, que se iba a solucionar todo y eso no fue así. Yo me quedé porque tomé esto como un desafío personal de investigación. Te diría que decidí esto a los 15 o 20 días de emisión de programa, que inició el 8 de agosto, o con toda la furia los primeros días de septiembre. Me resulta de un nivel de humillación cada vez que recapitulo que hasta algunas escenas que aquí expongo pueden sonar inverosímiles. Pero, por eso también, mi motivación para investigar. ¿Cuáles son los resortes, los mecanismos detrás de estas maquinarias? Yo tenía una sospecha que se vinculaba a ciertos capitales neo pentecostales que tiene la empresa hoy; quizás era más era más esperable que eso fuese así. Sin embargo, en este caso puntual, no eran ellos. Aquí, hay una voluntad expresa e inamovible por parte de la cúpula.
-¿Hay o había esa voluntad?
-Hay. Hasta el día de hoy, tengo entendido que todos los episodios del programa siguen siendo 3 mujeres cis enfrentadas a 3 varones cis. Quizás haya, como cuando yo lo hice, personas que al aire dicen o cuentan que son bisexuales o que han tenido experiencias con personas del mismo sexo. A los fines discriminatorios, esto es igual porque si se forma una pareja en cámara, siempre vas a ver a un hombre besando a una mujer, por más que ese hombre sea bisexual. Lo que importa es que, en términos de visibilidad, se veía un beso estrictamente heterosexual, o por lo menos, un beso entre un hombre y una mujer.
-Decís que lo que pasó te genera humillación. ¿Por qué?
-Esto a mí me retrotrajo a una forma de pelea básica que es lo que un contexto discriminatorio te termina imponiendo. Me obligaron a actuar como una especie de, con todo respeto, piquetero LGBTIQ+. Yo soy un periodista especializado en diversidad sexual, no soy solo un activista e incluso, a veces, discuto la categoría de activista respecto de mí. Obviamente después de que logré la emisión del programa de las chicas trans me dijeron “Ya podemos dejar de hacer esto por un tiempo”. Yo sé que esto suena inverosímil, pero quiero transmitir que yo tampoco podía dar crédito desde el minuto cero.
-¿Cómo fue esa edición del programa con parejas LGBTIQ+, “cajoneada” durante alrededor de 2 meses?
-La emisión que logré de las mujeres trans fue transmitida el 30 de noviembre, día en que jugaba la selección argentina y luego, esa misma noche, no lo querían subir a YouTube. Una vez que fue publicado porque un gerente se termina “apiadando” de mí, si vos observás con detenimiento, ese programa está subido con una captura que es la cara de los conductores a diferencia del resto de los episodios que están subidos siempre, invariablemente, con la cara de un chico y una chica.
-¿Concentrar a todas las mujeres trans en un único programa es también una forma de discriminación?
-Sin dudas. Pero hasta te diría que, a comparación de todos los otros delitos, es un detalle. Eso también es lamentable porque no debería serlo. Discusiones que deberían ser centrales pasan a ser detalles.
-¿Cómo explicaban desde la producción la demora en la emisión del programa?
-La producción estaba consumida en el día a día y evadía la cuestión. Me decían “No, dejame a mí, yo lo voy a resolver”. Cuando en realidad lo que había que resolver era un obstáculo muy fuerte desde la mesa dirigencial de la empresa. La amenaza por parte de los directivos fue “O acatan esto o se van”, con lo cual, con esto, vuelvo a responder la pregunta sobre si fui despedido o no. ¿Si acato qué? ¿Si acato y soy cómplice de políticas discriminatorias tan fuertes? En ese momento, yo me enteré que la semana anterior a la emisión del programa de las chicas trans, un gerente llamó a la oficina de producción porque estaba saliendo al aire un programa en el que se besaban una chica y un chico, pero la chica tenía, según palabras del gerente, “aspecto de varón, era muy machona y el beso parecía entre dos hombres”. Y eso no podía volver a pasar. No hay escapatoria frente a una situación así.
-¿Y crees que esta discriminación y reticencia a romper con la heteronormatividad es una cuestión personal de los directivos o atiende más a preocupaciones por el rating en una sociedad con igualdad formal, pero conservadora en la práctica?
-Hay una invocación vigente en quienes toman decisiones en general en los canales de aire, es decir la televisión tradicional o moribunda, que se vincula al respeto de los gustos, preferencias y modos de las mayorías. Todo el esfuerzo está puesto en conservar la audiencia, masiva pero ya pequeña, que la televisión tradicional tiene devolviéndole sistemáticamente sus discursos, su imaginario y modus vivendi. Conservar esa ínfima audiencia es el objetivo más importante, mucho más que ampliarla. Y la masa que retiene la televisión de aire no se la puede estafar ni un segundo porque cada televidente que pierde es, por supuesto, un negocio que se va y una derrota. Es allí donde uno podría ubicar ciertas políticas discriminatorias. En semejante ideario no caben parejas del mismo sexo ni personas trans. En un juego de palabras bastante atinado podríamos decir que la estrategia de conservar los conservado es ultraconservadora y eso que se conserva es, además, un público en teoría, ultraconservador. Está la idea de que no es una fobia de ninguna persona que allí toma decisiones, sino el respeto al público, el miedo a que el público cambie de canal en un contexto en el que el rating es bajísimo. Por supuesto no terminaría avalando ninguna política discriminatoria, pero podría, si se quiere, “explicarla”.
-¿Cómo crees que debería ser un programa verdaderamente inclusivo?
-No lo sé, pero sí quisiera citar algunas experiencias profesionales que tuve en este sentido, sobre todo, haber participado 3 años en el ciclo Pasión de sábado de América. Yo era la figura de un segmento que se llamaba “Casting de Pasión”. El experimento salió fabuloso, pero, además de exitoso fue muy integrador porque realmente iban todo tipo de personas a participar. En ese momento, no por decisión o influencia mía, uno de los certámenes del segmento lo ganó, a finales de 2016, Mía Molina, una chica trans de Perú que era trabajadora en casas particulares y migrante.
ACM
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