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Entrevista

María Estela Monti: “Soy una cantante muy caprichosa en cuanto a lo que quiere cantar”

María Estela Monti se presenta un disco gestado en pandemia

Claudia Regina Martínez

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María Estela Monti es una cantante todoterreno, que viajó por el mundo, estuvo nominada a los Grammy Latino y a los Gardel y siempre cantó lo que tuvo ganas. “Soy una cantante muy caprichosa en cuanto a lo que quiere cantar. No soy una tipa que sirva para cantar lo que no le gusta cantar”, asegura.

Llegó a su sexto disco solista, Luces, que está compuesto de “música que me trajo la música”, durante la pandemia y lo presenta en vivo este domingo a las 19 en Bebop Club.

Monti nació en Buenos Aires pero ahora vive la mitad del tiempo en Córdoba, donde se dedica a su otra pasión, la docencia. Su carrera comenzó en 1985 con el grupo Suburbio, con el que editó dos discos. Luego, en 1999, se acercó al tango en el trío Alma Bohemia. Como solista, se lanzó a partir de 2002. Y desde 2016 integra además el trío vocal Chuecas y Locas, dedicado a recrear la obra de Astor Piazzolla.

Fue durante muchos años también una de las responsables de Circe Fábrica de Arte, un centro cultural de Villa Crespo.

Luces está integrado por diez canciones, entre ellas algunas conocidas como “Panacea”, de Luis Alberto Spinetta, y “Pasajera en trance”, de Charly García, y otras de autores que siempre la acompañaron como “Farolitos y guirnaldas”, de Roberto Calvo y Gustavo Kehoe.

Grabaron con ella Nicolás Guerschberg (piano, arreglos), Alejandro Manzoni (piano, acordeón y arreglos), Pato Epíscopo (bajo eléctrico), Leandro Savelón (batería y percusión), Alejandro Guerschberg (bandoneón) y Dorita Chávez (voz y coros). La dirección musical estuvo a cargo de Fran Fernández, que también tocó la guitarra y el bandoneón.

—Se te identifica con el tango, pero no sos tanguera tanguera. Tenés una carrera muy particular. No es fácil definirte. ¿Cómo lo ves vos?

—Yo soy cantante. Básicamente soy eso. Y soy una cantante muy caprichosa en cuanto a lo que quiere cantar. No soy una tipa que sirva para cantar lo que no le gusta cantar. Entonces, a la hora de elegir, si bien el camino me fue llevando por el tango, siempre anduve por los bordes, me caía de la banquina y volvía. Podría decirte que si me identifico con algo es con la música ciudadana o lo que se llamaba hace un montón de años música urbana, que ahora es otra cosa muy diferente, pero con música que tiene que ver con lo ciudadano o con lo urbano. Y eso puede ser tango, pero también pueden ser canciones.

—Este disco que estás presentando ahora, de hecho, tiene de todo un poco. Tengo entendido que nació en la pandemia.

—Sí, como tantas cosas que nacieron en pandemia, que estábamos todos caminando por las paredes. La pandemia a mí me pegó particularmente porque perjudicó muchísimo al espacio que nosotros teníamos, que era Circe, que finalmente cerró el año pasado. Entonces te ponés a escuchar música y te das cuenta la cantidad de música que has escuchado o que te ha traído a la música, a decir 'che, yo me quiero dedicar a esto'. Cuando estaba en la facultad se suponía que me tenía que recibir de licenciada en sistemas y la música... No quiero decir el lugar común de 'la música pudo más'. Pero de alguna manera sí. O sea, la música me fue atrayendo y me fui dedicando cada vez más hasta que se transformó en mi profesión, casi de casualidad. Entonces, estas canciones es la música que yo escuchaba. Y tiene también el aditamento de algunos compositores o autores que a lo largo de este camino también me han acompañado. Por ejemplo, Roberto Calvo y Javier Sánchez, que siempre anduvieron por ahí. Pero por ejemplo hay un tema “Nuevos pasos, nuevas alas”, que era del primer grupo que integré, Suburbio. Eso se grabó en un cassette en 1986. Por eso digo que es la música que me trajo la música.

—¿Y cómo va a ser la presentación?

—Excepto Alejandro Guerschberg, que toca bandoneón en dos temas y que no va a poder estar, el resto de los músicos está. O sea, va a estar Nico Guerschberg, Ale Manzoni, Leandro Savelón, Fran Fernández y Pato Epíscopo. La invitada especial que va a subir conmigo a hacer “Pasajera en trance”, de Charly García, es Dorita Chávez. Van a estar los que estuvieron en el disco. Después, el 5 de octubre hago una fecha con el otro grupo que integro, que es Chuecas y locas, que hacemos la música de Piazzola. Y después ya me vuelvo para Capilla del Monte, que es donde vivo mitad de tiempo.

—Y hablabas recién de Circe. Sos gestora cultural también. ¿Cómo ves la situación en este momento tanto para tu actividad como para los espacios culturales donde la desempeñás?

—Horrible. Lo veo horrible. El disco se llama Luces. Cuando le entregué el master a EPSA, Gustavo Margulies me dice: “qué lindo que le hayas puesto luces en una época tan oscura”. Y la verdad es que fue muy doloroso cerrar Circe y creo que los espacios la están peleando, pero la están pasando mal. Porque la gente la está pasando mal. Cuesta mucho salir a ver un espectáculo, pagar una entrada, tomarte un bondi o un taxi para llegar y consumir algo. Es un desembolso de plata y en general las personas lo primero que recortan es eso. Porque comés, pagás la luz, pagás el gas y ya ni pensás en salir a comer y menos a ver un espectáculo. Entonces está muy difícil. Yo le agradezco muchísimo a la gente que sigue saliendo, que sigue apostando a la cultura. Yo creo que tenemos un país con músicos y con actores culturales maravillosos, no solo en la música, sino en el teatro, en la pintura, en la escritura, en la danza. Mi hijo menor es bailarín. Pero no estamos en un momento fácil, estamos en un momento de resistencia y yo tengo la edad suficiente como para saber de qué se trata el tema de resistir. Así que calculo que esto también va a pasar y después habrá que recoger los pedazos de lo que quede, que eso es lo más duro. No puedo ser muy optimista al respecto.

—¿Como mujer te resultó más difícil abrirte camino en la música?

—A mí particularmente nunca se me hizo una dificultad el hecho de ser mujer. Sí en el sentido de pequeños detalles como “¿qué te vas a poner para cantar?”, ese tipo de cosas. Nadie le pregunta a un tipo que va a subirse a tocar el piano o a cantar qué se va a poner. Se suben con cualquier cosa y a nadie le importa nada. Pero a la mujer siempre. Cuando empecé, que era muy jovencita —empecé a los 23, 24 años— yo decía: ¿y por qué no puedo subir a cantar en zapatillas? Si el guitarrista va a subir en zapatillas, ¿por qué yo no puedo? La gente me va a escuchar cantar. Pero una cantante siempre tiene que mantenerse arregladita y pintadita. Esa fue la mayor limitación. Por supuesto, en la tele más. La única excepción fue Badía. Yo debuté en televisión con Juan Alberto Badía, de ocho meses de embarazo. Así que no le importaba nada, al contrario. Pero la televisión es muy cruel en ese sentido y en el sentido de mantenernos jóvenes: bellas, jóvenes, delgadas. Sos un artista. No sos un modelo. Eso con los hombres no sucede. Y te diría que aún hay un poco de eso.

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