Daniel Jadue, alcalde y candidato presidencial: “Ahora muchos chilenos abrazan las mismas ideas que el Partido Comunista planteaba hace treinta años”
Daniel Jadue quería ser cura. El deseo se acopló bien a su primer tramo como militante, que había comenzado a los 11 años en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Cuando cumplió los 17, sin embargo, Jadue le dio la espalda a la religión. “Tuve el pecado original. Pero vi la luz roja y me salvé”, bromea.
Heredó el compromiso con la causa palestina de sus abuelos, inmigrantes palestinos que llegaron a Chile durante la mitad del siglo pasado para instalarse en una casa antigua en la comuna de Recoleta, en Santiago. Luego del paréntesis divino, Jadue siguió militando en movimientos ligados a la OLP. Fue presidente de la Unión General de Estudiantes palestinos y Coordinador General de La Organización de la Juventud Palestina de América Latina y el Caribe. Hasta que en 1993, un día después de los acuerdos de Oslo, hizo su ingreso formal al Partido Comunista de Chile.
Desde ese entonces, Daniel Jadue es comunista. “Pero no en el sentido marxista-leninista del término, que no me gusta porque fue acuñado por Stalin, a quien yo no le tengo mucho respeto. Creo que él es el responsable del fracaso de la experiencia soviética, precisamente por haber suprimido el espíritu de la revolución de todo el poder a los soviets. Pero, efectivamente, soy comunista.”
Hoy, desde su oficina en la alcaldía de Recoleta (comuna habitada por 150 mil personas, ubicada en el sector norte de Santiago), a la que llegó en 2012, Jadue lee encuestas que lo ubican como el candidato mejor posicionado de cara a las elecciones presidenciales, que serán en noviembre del 2021. Si bien todavía falta bastante para la cita y cualquier rótulo de favorito hoy es condicional, los casi 20 puntos que mide Jadue (17,5% según el último sondeo de Data Influye) no son un dato menor en un país que fue marcado por el clima de Guerra Fría como ningún otro en América Latina.
–Un comunista liderando las encuestas en Chile. ¿Qué está pasando?
–Pasa que todos los que abrazaron el neoliberalismo fracasaron. Estuvieron 30 años diciéndoles: mira, si tú te portas bien y haces todo lo que el sistema te dice que hagas, vas a tener una buena vida. La gente creyó en ello durante mucho tiempo y luego se desilusionó cuando se dio cuenta que la buena vida que se les prometió no iba a llegar. Y que los más ricos se hacían muchos más ricos mientras el empleo y los servicios básicos se seguían precarizando y los derechos sociales se desechaban. Que la salud, la educación y la vivienda se convertían cada día en bienes menos accesibles, dado que eran tratados como bienes de consumo. La gente terminó explotando. ¿Y qué pasó? Ahora muchos abrazan las mismas ideas que el Partido Comunista planteaba hace treinta años, pero antes nadie nos creía. En este Chile de hoy, que es un Chile muy líquido, con carencia de liderazgo, quienes mejor representamos a la cultura antineoliberal somos los comunistas, a través de una gestión de gobiernos locales del partido que luchan contra el modelo.
En este Chile de hoy, quienes mejor representamos a la cultura antineoliberal somos los comunistas, a través de una gestión de gobiernos locales del partido que luchan contra el modelo
Jadue es uno de los principales responsables de la validación de las gestiones locales ante la ciudadanía chilena. El sello que lo hizo conocido en todo el país fue el modelo de farmacias populares, una iniciativa lanzada en 2015 bajo la cual el municipio compra medicamentos a laboratorios nacionales e internacionales y luego los vende al costo, generando un descuento que en algunos casos alcanza el 80% con respecto a las farmacias privadas.
El alcalde de Recoleta, que se especializó en urbanismo luego de graduarse como arquitecto y sociólogo, cuenta que la iniciativa surgió luego de escuchar que la gente del municipio se quejaba de los precios de los medicamentos. “Entonces empezamos a buscar una fórmula para comprarlos más baratos y venderlos”, dice. Pero había un problema: bajo la legislación chilena, el Estado no puede realizar actos de comercio. “El acto de comercio se define por la compra-venta y por la fijación de precios, que es cuando tú compras a un valor y luego vendes a otro, incorporando la utilidad y los costos operacionales del negocio. Entonces ahí surgió la pregunta: ¿Qué pasa si compramos a un valor y lo vendemos al mismo? Ah, ahí deja de ser un acto comercial. Entonces pusimos los costos operacionales del proyecto en el presupuesto municipal y avanzamos sin que nadie nos pudiera criticar desde la ley”.
El impacto de la iniciativa acalló las amenazas de demandas por inconstitucionalidad. Al año y medio de haber lanzado el programa, más de la mitad de los 345 municipios de Chile lo imitaron, entre ellos los gobernados por líderes de derecha. El modelo continuó con la asociación de distintos municipios para importar en conjunto otros bienes. Así, a los medicamentos se sumaron lentes, audífonos y libros.
En junio del 2020, el municipio de Recoleta comenzó a entregar los primeros departamentos bajo el modelo de la inmobiliaria popular. “Logramos convencer al Estado central de que nos diera subsidios para vivienda, pero no a las personas sino al municipio. Los departamentos entonces son de propiedad municipal y la gracia es que los arrendamos pero sólo al 20% del ingreso familiar. Entonces, dependiendo de cuanto tú ganas es cuanto pagas, con topes. Un departamento que en el mercado lo arriendas por 500 dólares aquí te sale 80”, dice.
Para Jadue, una de las consecuencias del modelo que comenzó con las farmacias populares fue un cambio en el imaginario colectivo chileno. La experiencia de Recoleta, dice, se difundió en otras comunas que empezaron a exigirle a sus alcaldes que la imiten. “Los vecinos dicen, bueno, también en nuestra comuna podríamos tener lentes, medicamentos o arriendos a precios justos. Entonces necesitamos que quien dirija este país sea alguien como este tipo, que hace las cosas en su comuna, que es una comuna sin plata”.
–¿Y cómo se escala ese modelo a nivel nacional?
Con la misma voluntad política. El Estado central tiene muchos más recursos que los municipios. Yo me imagino al Estado central construyendo cien mil viviendas con las municipalidades para arriendo a precio justo, financiando los costos de las farmacias populares y metiéndose de nuevo a jugar un rol en la producción y el aseguramiento de la soberanía médica, la farmacéutica y la alimentaria. Un estado comprometido con el derecho a vivir dignamente.
–¿Es posible realizar ese tipo de iniciativas con este modelo económico, custodiado por la Constitución?
–Se puede sortear, pero es complejo. Nosotros preferiríamos que la Constitución no sólo permitiera sortearlas sino que facilitara su cumplimiento y en alguna medida lo exija. Todavía hay un gran número de municipios sin farmacias, ópticas o librerías populares en sus territorios. Entonces la pregunta del millón es: ¿Puede el Estado darse el lujo de aceptar que un mercado al que sencillamente no le importa nada el bien común siga funcionando como funciona? No. ¿Y para eso tiene que hacer? Intervenirlo, actuar en ese mercado y asegurar que no importa donde nazcas y te desarrollas tengas acceso a los bienes básicos.
La pregunta del millón es: ¿Puede el Estado darse el lujo de aceptar que un mercado al que sencillamente no le importa nada el bien común siga funcionando como funciona?
El ascenso de Jadue en el escenario nacional es parte del síntoma que recorre a la política chilena tras el estallido social de octubre de 2019, cuando la bronca y el descrédito que sufrieron los políticos nacionales -especialmente el Ejecutivo y quienes integran el Congreso- generó un hueco para los liderazgos municipales. “Los gobiernos locales no sufren igual a la crisis del sistema de la democracia representativa. La gestión municipal, a diferencia de la regional o la nacional, es la que está más cerca de la ciudadanía, resuelve los problemas cotidianos”, explica Jadue, quien aclara que este fenómeno es cada vez más común en el resto de América Latina.
Otro de los candidatos mejor posicionados y potencial rival de Jadue desde la derecha también es alcalde: Joaquín Lavín, al frente de la comuna de Las Condes, busca ser la nueva cara de la derecha postproceso constituyente. Lavín se muestra favorable al cambio constitucional, habla de “integración social” y se autopercibe públicamente como “socialdemócrata”.
Jadue hace muecas cuando se le consulta acerca de si ambos forman parte del mismo ascenso de liderazgos municipales. “El de él es un liderazgo que tiene a los principales canales de televisión como jefes de campaña. ¿Cúal de las iniciativas municipales de Lavín han trascendido? No te encuentras con muchos ejemplos. Y él administra una comuna que tiene un presupuesto de 1500 dólares por habitante al año. Nosotros tenemos 300 dólares por habitante al año. Son dos liderazgos que no tienen nada que ver, tienen raíces completamente distintas”, dice.
El de Lavín es un liderazgo que tiene a los principales canales de televisión como jefes de campaña
El agitado calendario que vivirá Chile este año, en el que se solapan las elecciones presidenciales, legislativas, regionales y municipales con el proceso constituyente serán un desafío para el ancho espacio de la izquierda chilena. El Partido Comunista, que antes solía estar lejos del juego político de la oposición, gobernado por las dos grandes coaliciones de centro izquierda -la llamada ex nueva mayoría, la plataforma, de impronta más moderada, con la que Michelle Bachelet llegó al poder en su segundo mandato en 2013, y el Frente Amplio, un espacio que se propuso superar al tradicional bipartidismo por izquierda, incorporando demandas como las del movimiento estudiantil y que llevó a Beatriz Sánchez como candidata presidencial en 2017-, ahora se ha incorporado al debate.
A finales de diciembre, Chile Digno, el espacio de Jadue junto a otros partidos de izquierda regionalista, selló un acuerdo con un sector mayoritario del Frente Amplio (cuatro diputados, dos del partido Revolución Democrática y dos del Partido Liberal, se alejaron denunciando una deriva extremista del Frente) para acudir juntos a las elecciones de constituyentes y las regionales y municipales, todas en abril. Además de Jadue, la otra opción competitiva desde el campo de izquierda según las encuestas es Pamela Jiles, una dirigente del Partido Humanista que podría incorporarse eventualmente al espacio. Jiles, según el sondeo de Data Influye, se encuentra en ascenso con el 8,4% de intención de voto.
El otro pacto de cara al proceso de abril es el de Unidad Constituyente, un espacio integrado por los partidos de ex Nueva Mayoría y otras fuerzas de carácter liberal y progresista. Uno de los integrantes es el Partido Progresista, liderado por Marco Enríquez-Ominami, fundador del Grupo de Puebla.
Jadue se muestra abierto a un gobierno de coalición con otros sectores de la centroizquierda, incluso del centro, pero con una condición: que sean antineoliberales. “Hay algunos que gobernaron treinta años y lo que hicieron fue profundizar el neoliberalismo. Iban a desmantelar el proyecto neoliberal y terminaron convirtiéndose en sus sostenedores fundamentales. Entonces nosotros los miramos con desconfianza. Son ellos los que tienen que dar una muestra de blancura para que volvamos a confiar, no nosotros”, dice.
Hay algunos que gobernaron treinta años y lo que hicieron fue profundizar el neoliberalismo. Iban a desmantelar el proyecto neoliberal y terminaron convirtiéndose en sus sostenedores fundamentales
–¿Y de quién depende esa luz verde para la unidad?
–Nosotros estamos disponibles para juntarnos con todos los que quieran superar el modelo. La unidad del pueblo y la ciudadanía para mí es mucho más relevante que la unidad de las siglas. Lo que necesitamos es que el pueblo que se movilizó se una y otorgue la confianza a los partidos, que tendrán que definir por su cuenta si van a sumarse al proceso o se van a quedar al margen. Esto depende también de la capacidad que tengan los partidos de leer lo que está pasando. Hay algunos que yo estoy convencido que hasta el día de hoy no lo entienden.
–¿El Frente Amplio es oposición a eso que llamas el modelo neoliberal?
–Es un partido con una complejidad muy grande, que nació siendo demasiado amplio. Allí coexisten dirigentes neoliberales con antineoliberales. Hoy hay una mayoría contundente que se siente mucho más cerca del Partido Comunista que de la ex concertación (la Concertación de Partidos por la Democracia fue el nombre de la coalición de centroizquierda que luego se transformó en Nueva Mayoría). Siempre trataremos de llegar a la mayor unidad necesaria, pero para nosotros la unidad es con la ciudadanía, las organizaciones sociales, es con los trabajadores, los estudiantes. No necesariamente con las cúpulas de los partidos que gobernaron treinta años y están cada día más distanciados de sus bases. Si el Partido Comunista mide 17% es porque mucha gente que votaba a la Concertación se desilusionó de esa camarilla política y terminó mirando hacia este lado porque siente que nosotros sí damos garantía de querer de verdad superar este modelo.
Si el Partido Comunista mide 17% es porque mucha gente que votaba a la Concertación se desilusionó de esa camarilla política y terminó mirando hacia este lado
–Dado que la desconfianza de la ciudadanía chilena hacia los partidos establecidos es tan alta, ¿no ven dentro del Partido Comunista un riesgo potencial en la política de alianzas con otras fuerzas?
–Es siempre un riesgo que tenemos que correr. La política de alianzas siempre es un complemento al desarrollo de la fuerza propia. Y siempre dependeras de alianzas mientras no tengas la fuerza propia suficiente para ganar una elección sólo, que no es el caso de los comunistas ni de ningún otro partido. Tenemos que navegar este escenario. Como te dije, la alianza fundamental es con la ciudadanía y con el pueblo de Chile. El resto es secundario y se hace con los que logren entender eso, y para entender también hay que ser autocríticos. Hay algunos de la Concertación que todavía no le dan una explicación al país de por qué se pusieron a disposición de una potencia extranjera para derrocar a su propio gobierno en el 73.
Los que antes venían a pedirnos los votos cuando era para ellos ahora dicen que nunca votarían por nosotros
Daniel Jadue no anunció públicamente su candidatura. Su partido por ahora no lo nominó; él dice que está “disponible”, pero que debe ser la ciudadanía quien lo decida. Sabe, de todos modos, que las encuestas hablan. “Si esto sigue así (por los números), uno no puede negarse”, dice.
Sabe, también, que cuenta con varios blancos de ataque en una campaña presidencial, al margen de la etiqueta de comunista. Un ejemplo: en una sociedad mayormente católica, Jadue no cree en el matrimonio porque lo considera un instrumento de dominación, “una forma de encubrir la esclavitud”. Lo dice por la carga de trabajo doméstico no remunerado que sufre la mujer, una realidad que conoció desde chico, con un padre maltratador.
Reconoce que el estigma de buena parte de la sociedad chilena hacia el Partido Comunista permanece, “pero va en franca retirada”. En parte por la irrupción de una nueva generación que no conoce nada de la experiencia de Unidad Popular, la coalición de partidos de izquierda que llevó a Salvador Allende a la presidencia de Chile en 1970. Pero también por un cambio en la percepción de otros segmentos de la sociedad.
“La caricatura se empieza a caer a pedazos. Cuando tú miras la historia, el Partido Comunista de Chile nunca ha participado en un gobierno que dirija el partido y por lo tanto, ninguno de los problemas que la sociedad conoce de hoy podrían ser asignables en responsabilidad al Partido Comunista. Pero además, el Partido nunca ha participado de una dictadura en Chile. Nunca se ha puesto a disposición de un gobierno extranjero para derrocar a su propio gobierno. Nunca ha organizado y protagonizado una masacre de trabajadores y trabajadoras. Nosotros no tenemos gente procesada por corrupción”, dice.
Cuando faltan apenas unos meses para que un grupo de 155 constituyentes se reúna para discutir y redactar una nueva constitución, un escenario totalmente impensado apenas dos años atrás, Jadue reivindica el reclamo histórico de su partido. “Los comunistas dijimos en el 89 (año en el que se llevó a cabo el plebiscito por la reforma constitucional de Pinochet) que era imposible salir de la dictadura con el modelo de la dictadura, con la cultura organizacional de las instituciones que gobernaron en dictadura. Nos va a rebotar en la cara, dijimos. Bueno, treinta años después nos rebotó en la cara. Hoy se llegó a la misma conclusión que nosotros teníamos hace treinta años”.
JE
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