Cinco consejos para aislar tu casa del ruido gastando muy poco dinero
La casa es el espacio donde cada persona puede refugiarse de casi todo el resto del mundo. “Casi”, porque hay algo que las paredes y los techos a menudo no pueden bloquear: los ruidos que llegan del exterior, sobre todo en las grandes ciudades. El ruido es uno de los factores de estrés ambiental más dañinos de mundo.
Los perjuicios del ruido para la salud
Los efectos negativos para la salud causados por el exceso de ruidos son numerosos. Van desde la pérdida auditiva hasta problemas cardíacos, musculares, en la digestión y para el sueño, pasando por una de las grandes “plagas” de nuestro tiempo: la ansiedad y el estrés.
Mucho más cuando ni siquiera en casa es posible huir de los ruidos molestos. Las principales fuentes del ruido que invade los hogares provienen del tráfico urbano (y otros medios de transporte, como el tren o los aviones) y de los vecinos. Estos últimos en ocasiones pueden generarlo con el lavarropas o los reproductores de música.
Pero en otros casos, las paredes son tan finas que obligan a escuchar la televisión o las conversaciones de los vecinos, incluso aunque no estén a un volumen demasiado alto.
A continuación, algunas medidas para reducir el ruido que llega desde fuera, sin hacer obras y por poco (o nada de) dinero.
1. Muebles y libros
Una primera medida, que puede no costar ni un céntimo, consiste en reorganizar los muebles de manera tal que formen una barrera contra los ruidos del exterior. Colocados junto a la pared, armarios y otros muebles grandes –sobre todo si tienen fondo y puerta– bloquean muchos de los ruidos que vienen desde el otro lado.
Los estantes con libros también ayudan a insonorizar la casa. Cuanto más nutrida sea la biblioteca, mayor resulta su capacidad para mitigar el ruido. Los libros también son un excelente recurso para la decoración del hogar (además, por supuesto, de su principal función: ser material de lectura).
Incluso los cuadros y espejos, colgados en la pared, funcionan como obstáculo para los sonidos. Todo lo que aumente el espesor de una pared será una ayuda –quizá pequeña, pero ayuda al fin– para reducir la incidencia de los ruidos de afuera.
2. Alfombras y cortinas
Otro recurso muy accesible es aprovechar alfombras, tapices y cortinas para disminuir el efecto de los ruidos llegados desde el exterior del hogar. Los tejidos de lana, pana, terciopelo y otras telas gruesas no solo bloquean el sonido, sino que también amortiguan el rebote y las vibraciones de las ondas sonoras sobre los suelos y paredes.
Es cierto que carpetas y alfombras tienen su lado negativo, pues son superficies muy propicias para que se acumule suciedad, un riesgo importante sobre todo en tiempos de COVID–19.
Pero si se toman medidas para mantener su higiene, pueden ser de gran ayuda para el aislamiento acústico. Las alfombras, además, se pueden desplazar en busca del sitio donde mayor rédito se saque a su capacidad de absorber los sonidos.
Las cortinas gruesas, por su parte, también ayudan a reducir los ruidos provenientes del exterior. Y existen cortinas de absorción acústica, diseñadas en principio para su uso en teatros, salas de ensayo, auditorios diversos, museos, etc.
En el ámbito doméstico, estas cortinas acústicas pueden resultar muy útiles sobre todo en espacios con amplios ventanales que dan a calles ruidosas. Como es lógico, son más caras que las cortinas normales, aunque hay modelos bastante accesibles.
3. Evitar las filtraciones de aire
Al igual que cuando se trata del aislamiento térmico, las pequeñas filtraciones de aire pueden representar grandes perjuicios. A menudo, grietas y rendijas casi invisibles son las culpables de que no podamos mantener la casa calefaccionada o en silencio.
Por ello, conviene asegurarse de que las ventanas cierren bien y se puedan trabar. Un auténtico salto de calidad en este sentido es la instalación de ventanas con doble (o incluso triple) vidrio, muy eficaces para ambos tipos de aislamiento: térmico y acústico. Aunque sin duda supone un gasto considerable.
También en el caso de las puertas se debe procurar reducir las filtraciones. Los burletes son muy prácticos y baratos y hacen su aporte en la tarea de reducir los ruidos que llegan desde el exterior.
Y otro consejo relacionado con las filtraciones: colocar paneles de poliestireno expandido en el interior de las cajas de las persianas. Estas cajas suelen ser el “punto débil” en el aislamiento de los espacios interiores. Con la instalación de estos paneles, es posible reducir el ruido que se cuela por esos resquicios.
4. Pintura aislante
Este recurso no es tan barato como los anteriores. Implica recubrir las superficies interiores con pintura aislante, también llamada anticondensación, porque uno de sus principales usos se produce en el baño: el aislamiento térmico que genera reduce la humedad por condensación.
Su funcionamiento se basa en la presencia de muy pequeñas esferas que ayudan a crear unos minúsculos “huecos de aire” sobre paredes y techos. En las tiendas especializadas también se venden aditivos que incluyen esas microesferas y que, al ser añadidas a la pintura normal, la dotan del mismo carácter aislante.
5. Placas, tarimas flotantes y falsos techos
Como la pintura, estas opciones implican una inversión de dinero, pero siguen siendo menos costosas –y menos engorrosas– que hacer obras en casa. En las paredes se pueden instalar placas de corcho, durlock, espuma de poliuretano, fibra de lana o de vidrio u otros materiales aislantes que ayudan a reducir el ruido.
En el suelo, además de las ya citadas alfombras y carpetas, se puede colocar piso flotante, una estructura que –como está compuesta por varias capas– genera un aislamiento, tanto sonoro como térmico.
Por último, los falsos techos, que crean una cámara de aire de unos 10 centímetros entre su superficie y el “techo real”, son muy efectivos sobre todo para amortiguar los ruidos generados por los vecinos de arriba: tacos, lavarropas, desplazamiento de muebles, música, etc.
C.V.
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