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A 20 años del 11-S

América Latina ante el naufragio de Estados Unidos

Bandera de Estados Unidos en el 19 aniversario del ataque terrorista del 9/11 al Pentágono
11 de septiembre de 2021 02:10 h

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Este es un nuevo mundo. Así lo definió Joe Biden. Lo hizo un día después de completar la retirada de Estados Unidos de Afganistán e insistió en que la amenaza ahora es China. También Rusia, los ciberataques y proliferación nuclear. En todo caso, el lugar que ocupa Estados Unidos en ese nuevo mundo también es otro, diferente al de septiembre de 2001. Y los países que integran América Latina podrían intentar descifrar estos movimientos y diseñar una estrategia, nacional o regional, ante el nuevo escenario.

El poder que Estados Unidos consiguió, con un auge en su hegemonía que duró desde la caída de la Unión Soviética hasta la crisis financiera internacional, ya no es igual. El grado de excepcional unipolaridad que alcanzó Estados Unidos en algún momento de la historia terminó hace años. El avance de China es algo que conocemos todos, Estados Unidos ya no define las reglas solo. Pero eso no implica su reemplazo inmediato sino más bien que el mundo ha recuperado cierta multipolaridad con dos grandes actores como protagonistas y una rivalidad en ascenso. 

Es usual pensar que cuando a Estados Unidos le va mal en alguna de las guerras eternas como es el caso de Vietnam, Irak o Afganistán, es el comienzo del declive. Pero Estados Unidos sobrevivió a la humillante retirada de Vietnam en 1975. Sin embargo, lo que no tenían en ese momento es un escenario doméstico tan agitado como el que dejó el paso de Trump, capaz de generar un efecto aún más catastrófico para el lugar de Estados Unidos en el mundo.

La pregunta sobre el declive

No existe consenso acerca de si estamos ante un declive o es un traspié eventual. Tampoco si es una tendencia irreversible o temporal. Ni cómo será visto en el plano largo de la historia. 

Federico Merke, director de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés en Argentina, es escéptico sobre la hipótesis del declive. “La idea del declive se entiende en relación con los que están abajo. Podemos afirmar que Estados Unidos tiene menos poder relativo que hace 50 años atrás pero eso no significa que haya una segunda potencia que esté por pasar a Estados Unidos. No veo que China esté en condiciones de sobrepasar a Estados Unidos todavía”, explica a elDiarioar.

Para la investigadora colombiana Sandra Borda, profesora en la Universidad de Los Andes, no es un momento de declive sino de mayor competencia. “No hay ningún país en el mundo que esté cerca de tipo de poder militar que tiene Estados Unidos”, sostiene en la misma línea que Merke.

Para otros, el atentado del 11-S sí marcó el comienzo del derrumbe. “En 2001 es cuando Estados Unidos abraza una estrategia equivocada contra el terrorismo es que comienza el declive”, explica Guilherme Casarões, investigador en la Fundación Getulio Vargas de San Pablo y autor del libro 'Brasil, Asia oriental y la configuración de la política mundial'. Para el brasileño, ese escenario se profundiza con la crisis de 2008, cuando la propia sociedad americana comenzó a quebrarse. “Esa ruptura interna con una sociedad más pobre y un Estados Unidos que precisa retirarse del mundo es lo que explica la llegada de Trump”, sostiene.

Brian Loveman es profesor emérito de la Universidad Estatal de San Diego en Estados Unidos y coincide con la idea de que la potencia americana ha sufrido un retroceso sobre todo en el nivel de confianza con sus aliados tradicionales. “Durante la administración Trump todo fue incertidumbre. La política internacional se transformó en teatro personalista caudillesco. Ahora con Biden, tampoco sabemos si será capaz de recuperar algo de la influencia tradicional que tenía Estados Unidos pero el fiasco de Afganistán y la falta de coordinación con los aliados tradicionales y la OTAN es preocupante”, analiza Loveman a este medio. 

Los elementos del cambio

De cualquier modo, existen algunos elementos en los que coinciden, con sus matices, los analistas consultados acerca de este nuevo momento político de Estados Unidos.

Uno, el liderazgo de Estados Unidos está herido. Y su capacidad de incidir en el resto del mundo también. Merke lo define como una cuestión “reputacional”. “Estados Unidos con la retirada de Afganistán ha perdido un capital político dentro de la constelación occidental pero esa pérdida de capital no es de Biden que fue quien tuvo la mirada realista de conceder que no había futuro en Afganistán. El error no fue irse sino haber entrado a esa guerra”, sostiene el argentino.  

Dos, la estrategia de la intervención militar con el argumento de construir democracias está en su peor momento. Estados Unidos ha dejado escapar mucho en sus esfuerzos militares. Para actores claves en el diseño de la política exterior estadounidense como Henry Kissinger, los 20 años de ocupación en Afganistán es una muestra más de que “los objetivos militares han sido demasiado absolutos e inalcanzables y los políticos demasiado abstractos y esquivos”, escribió el secretario de Estado de Richard Nixon. La incapacidad de implantar una democracia sólida en Afganistán es la prueba de ello.

En países como Colombia, el 11-S le permitió al gobierno de Álvaro Uribe convencer a Washington de que se involucrara directamente en la lucha contra la guerrilla armada. “Colombia logró venderle a la administración Bush la versión de que este conflicto era igual al que ellos tenían con Al-Qaeda y los metimos a bordo de nuestro propio conflicto. La cara de nuestro conflicto cambia radicalmente gracias al 11-S”, analiza Borda.

Tres, no se trata solo de una derrota militar sino también económica y tecnológica. Politólogos como Francis Fukuyama han descrito que la mayor transformación global desde la década de 1980 no es la militar sino la dimensión que alcanzó la economía china. Durante todo el siglo XX, la economía estadounidense fue de dos a cuatro veces mayor que la de cualquiera de las otras grandes potencias. La economía de China, en términos de PIB, ahora está cerca de Estados Unidos.

Por último, los desafíos domésticos amenazan la estabilidad de la potencia americana aún más que cualquier otro traspié en su vínculo con los otros Estados. El nivel de polarización que alcanzó su sociedad está a la vista de todos y ha puesto en jaque su propia gobernabilidad. La sociedad estadounidense ha tenido dificultades para encontrar un consenso sobre prácticamente todo. Si Biden no es capaz de construir algún tipo de puente entre los dos polos, no solo será complicado para su Gobierno sino para la concretar su “regreso al mundo”.

El impacto en América Latina

Frente a la pregunta sobre cómo repercutirán estos últimos movimientos de Estados Unidos en América Latina, los analistas consultados coinciden en que la región gana autonomía. O, dicho de otro modo, América Latina ocupa un lugar cada vez menos relevante para Estados Unidos.

Biden aseguró que Afganistán no representa la amenaza de esta época y que la obligación de un presidente es “defender y proteger a Estados Unidos, no contra las amenazas de 2001 sino contra las amenazas de 2021”. También aclaró que están inmersos en una competencia seria con China y lidiando con los desafíos, en múltiples frentes, con Rusia. 

Si bien esta reafirmación podría ser leídas como una ventana de oportunidad para su vínculo con América Latina: una vez despejada sus distracciones en Medio Oriente volver a mirar a su zona de influencia. No parece ser esa la estrategia más conveniente mientras avanza China. “Estados Unidos lo que quiere es que la agenda de América Latina sea lo menos problemática posible, que imponga la menor cantidad de retos posibles”, explica Borda. 

Pero el descuido consciente de Estados Unidos con la región puede ser interpretado como una oportunidad para delinear una estrategia de mayor autonomía.

Este margen de maniobra accidental lo vemos en tres elementos. Los dos primeros fueron descritos con precisión por Juan Gabriel Tokatlian, vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella y uno de los más destacados especialistas argentinos en asuntos internacionales.

Uno, América Latina consigue mayor autonomía en la construcción de sus democracias. La “exportación de la democracia”, como lo llamó Tokatlian, perdió fuerza con el fracaso en Afganistán pero también con el incremento del conflicto doméstico en su país durante los años de Trump.

Dos, la región es ahora capaz de discutir las políticas de combate contra las drogas. Durante las dos décadas de control militar en Afganistán no solo no pudo controlar la situación sino que empeoró. Tokatlian destaca en su artículo que en el último año de gobierno talibán, en 2001, el total de producción de heroína en Afganistán fue 185 toneladas mientras que dos décadas más tarde, en 2020, el total pasó a ser de 6.300 toneladas, con un pico de 9.700 toneladas en 2017. De todos modos, eso no significa que se traduzca en un cambio radical aunque sí pierde intensidad. 

Para la especialista colombiana es poco probable que Estados Unidos aumente los recursos en la región porque existe un escepticismo generalizado pero tampoco cree que vaya a haber algún gran cambio en la llamada “guerra contra las drogas” desde Washington.

Pero además, la región gana autonomía en su vínculo con China. Para Brian Loveman, Estados Unidos ejerce menos influencia ahora que en cualquier momento desde 1947. “En términos económicos y comerciales, un indicador fuerte es el comercio con China, que ha aumentado, pero también la diversificación financiera, comercial y comunicacional de América Latina con socios europeos y asiáticos”.

Lo que queda menos claro es qué posición tomará China hacia América Latina. Para Merke, Xi Jinping está demasiado concentrado en las reformas internas y eso reduce su atención en la región. “Veo una China más concentrada en su vecindario y con menos recursos destinados a la región, ya sea en créditos o en inversiones”.

Los países de América Latina, juntos o por separado, deberán pensar un tipo de estrategia ante este escenario, por más elemental que sea, si es que son capaces de reaccionar ante las oportunidades incidentales que les concede el naufragio americano.

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