¿Cambio de ciclo para la izquierda europea? El declive de Tsipras y el ascenso de la extrema derecha abre una nueva era en Grecia
Fue el primero. Y el único también. En enero de 2015, en plena crisis económica, con el país intervenido, con recortes decretados por la troika y los partidos tradicionales –Nueva Democracia y Pasok– castigados en las urnas por su papel en el hundimiento de la economía, Alexis Tsipras ganaba las elecciones.
El líder de Syriza se convertía en el primer dirigente a la izquierda de la socialdemocracia que se sentaba en el Consejo Europeo –con la excepción del chiproiota de AKEL Dimitris Jristofias, entre 2008-2013, y previa a esta ola política–, y lo hacía con un discurso antiausteridad y en contra de la gestión de la crisis financiera dominada por las instituciones económicas internacionales que reclamaban sacrificios a cambio del rescate.
Fruto de aquellas recetas fueron los recortes en pensiones, funcionarios, servicios sanitarios y sociales, así como subidas de impuestos. Grecia era rehén de un memorándum que establecía las condiciones de su rescate, con la vigilancia de los llamados hombres de negro.
En ese contexto Syriza se convirtió en el primer partido griego, pero también creció el Bloco de Esquerda en Portugal; la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon y la irrupción de Podemos en España: era el momento del desborde por la izquierda, del cuestionamiento de cómo se estaba gestionando la gran crisis financiera y de decantación de movimientos populares como el 15M y otros parecidos.
Tsipras fue el primero. En una campaña electoral en la que se vio rodeado de todos los líderes de la izquierda europea, Syriza parecía que abría el camino a una nueva visión de Europa: el pulso con la troika se tradujo en un referéndum seis meses después en el que ganó el 'No' a la intervención del país. Pero lo cierto es que Tsipras no pudo evitar firmar el memorándum que prorrogaba el rescate, lo cual trajo consigo la salida de Yannis Varoufakis del gobierno, así como otra escisión por la izquierda llamada Unidad Popular.
Syiriza ganó las nuevas elecciones, en septiembre de 2015, pero la magia parecía haberse esfumado a base de golpes de realidad: Grecia renovó los compromisos con la troika y se evidenció que tener el gobierno no siempre significa tener el poder, y menos aún cuando el país está intervenido por las instituciones financieras internacionales, que veían en Grecia un ejemplo que querían atajar.
Aquella victoria de septiembre de 2015 fue la última de Tsipras. Y cuando cae derrotado por primera vez en julio de 2019 ante Kyriakos Mitsotakis, deja un Consejo Europeo que no pisó ningún otro dirigente a la izquierda de la socialdemocracia en esos cuatro años: Melenchon se quedó dos veces a un suspiro de pasar a la segunda vuelta en las presidenciales francesas –2017 y 2022–; y Pablo Iglesias estuvo a punto del sorpasso al PSOE el 20D de 2015, si bien en enero de 2020 se convertía en vicepresidente –por primera vez en ocho décadas había un gobierno de coalición de izquierdas en España–.
Tsipras ganó en enero de 2015 con el 36% de los votos, y logró superar el 60% en el Oxi, en julio de 2015. Dos meses después, ya con el trágala del tercer memorándum, ganó las elecciones de septiembre con el 35%, pero gobernó gestionando esa contradicción, lo que supuso una fuerza centrifugadora de ilusiones, esperanzas y votos.
Tsipras solía asistir como observador a las reuniones previas a las cumbres en Bruselas organizadas por el Partido Socialista Europeo, intentó hacer ver que el gobierno tenía límites, que había que transaccionar y cabalgar contradicciones. Pero aquella estrella se fue apagando, entre otras cosas, porque terminó encarnando las medidas de austeridad que aplicó su Gobierno desde 2015 –después de haber llegado al poder haciendo bandera de lo contrario–, y lo hizo a cambio de rescatar al país, evitar la suspensión de pagos y la salida del euro.
“Hemos pisoteado la dignidad del pueblo griego”
En las cumbres, luego se encontraba con líderes que no querían aflojar la presión sobre Grecia. El presidente de la Comisión Europea de entonces, Jean Claude Juncker, terminó pidiendo perdón en el Parlamento Europeo en 2019, cuatro años después: “Durante demasiado tiempo hemos pisoteado la dignidad del pueblo griego”. Pero ya para entonces Mitsotakis se disponía a gobernar en Grecia.
“Siempre lamenté la falta de solidaridad con la crisis griega”, dijo Juncker en Estrasburgo durante su discurso sobre el 20 aniversario del euro: “No fuimos solidarios con Grecia, la insultamos, la injuriamos, y nunca me alegré de que Grecia, Portugal y otros países se encontraran así. Siempre quise que remontaran su lugar entre las democracias de la UE. Recuerdo las noches con los gobiernos de Samaras y Tsipras para resolver los problemas de Grecia, y fueron muchos los gobiernos que no querían que la Comisión Europea se implicara. Recuerdo las llamadas: 'Tú, a lo tuyo', me decían. Mientras que yo pensaba que nosotros queríamos que se respetaran los tratados, que establecen que la Comisión Europea debe velar por el interés general de Europa, y eso pasaba por evitar que cayera la zona euro”.
En la negociación de los tres rescates que pidió Atenas, países como Alemania, Holanda y los nórdicos fueron de los más duros con Grecia.
El resultado de este pasado domingo, en el que la derecha de Nueva Democracia logra el 40,5% de los votos frente al 17,8% de Syriza supone un retroceso de dos puntos con respecto al resultado de Tsipras el 21 de mayo, en una nueva muestra de desgaste –si bien muchos socios europeos de Syriza suspirarían por un 18% en unas elecciones generales–. Mitsotakis se negó a pactar su investidura con ningún partido hace cinco semanas y abocó al país a una repetición electoral para aprovecharse del nuevo sistema electoral que catapulta al primero en las urnas. Y así fue: logró la mayoría absoluta.
El historiador Steven Forti comparó los resultados con los de mayo de 2023 y los de 2019: “Mitsotakis no gana votos. Pierde casi 300.000 votos respecto a mayo y 140.000 respecto a 2019. Nueva Democracia se beneficia del aumento de la abstención y de la nueva ley electoral que otorga un premio al partido más votado. Esos votos Nueva Democracia los había recuperado ya después de 2015, durante los gobiernos de Syriza y cuando se estaba saliendo del momento más duro de la crisis económica”.
“Syriza pierde casi la mitad de los votantes de 2019: de 1,7 millones a 928.000”, explica Forti: “Esos votos en buena medida van a la abstención (+435.000) y a otras opciones de izquierdas, moderada o radical. Respecto a 2019, el Pasok mejora resultados (+160.000 votos) y los comunistas (KKE) y las otras formaciones de la izquierda radical también (+120.000), aunque ambos empeoran resultados respecto a mayo (-60.000 y -50.000, respectivamente)”.
Irrupción de la extrema derecha
En este contexto, llama la atención la entrada en el Parlamento griego de tres partidos de extrema derecha: “Respecto a 2019, multiplica casi por dos sus votos. 665.000 griegos optaron por opciones de extrema derecha: o bien los neonazis de Espartanos (la reformulación de Amanecer Dorado tras su ilegalización) o bien los ultraortodoxos y euroescépticos de Solución Griega (miembros de ECR como Vox y Meloni) o de Niki. Es decir, las extremas derechas volvieron a grandes rasgos a los votos obtenidos en el peor momento de la crisis económica cuando Amenecer Dorado estaba legalizado y en auge”.
Aparte de Nueva Democracia, que obtiene alrededor del 40%, el partido de extrema derecha Solución Helena, el nuevo partido ortodoxo, Niki; y el partido Espartano obtienen alrededor del 15%.
“¿Qué podemos extraer de todo esto?”, se pregunta Forti: “Aunque radicaliza su discurso, la derecha mainstream consigue mantener fiel a la gran mayoría de sus electores; la derecha gana esencialmente por la desmovilización del electorado de izquierdas; aunque se ilegalicen partidos de extrema derecha, el problema no se soluciona. Se crearán otros partidos y gran parte de ese electorado los volverá a votar si no se afrontaron los problemas de fondo; y la división de la izquierda no es beneficiosa nunca, pero aún menos según qué ley electoral. Véase en Italia el año pasado, véase en Grecia ahora”.
Denis MacShane, ministro de Asuntos Europeos con Tony Blair (2002-2005), reflexionaba: “La gran pregunta para mí es por qué la izquierda de hoy es tan débil. Es fuerte en cultura, activismo social, algunos medios de comunicación, identidad, género, pero no atrae a la mayoría de los votantes”.
El repliegue de la hipótesis del desborde europeo por la izquierda en estos años vino acompañado de la posibilidad de un desborde por la extrema derecha, que gana posiciones no sólo en Grecia, sino en la Italia de Meloni; en Suecia y Finlandia, además de los éxitos de Marine Le Pen y Viktor Orbán, a la espera de las elecciones polacas de otoño que auguran una nueva victoria de los ultraconservadores del PiS y mientras Alberto Núñez Feijóo se reparte poder local y regional con Vox.
¿Qué puede pasar con Syriza?
Fuentes próximas al ex primer ministro Alexis Tsipras explican a elDiario.es que “la cosa está desgraciadamente muy mal. No solamente para Syriza, sino para todos los partidos progresistas. La derecha y la extrema derecha dominan el Parlamento. Tsipras quiere seguir. La secretaría general del partido va a reunirse esta semana para decidir sobre los pasos siguientes”.
En este sentido, el líder de Syriza puso este domingo su cargo a disposición del partido: “Fue la batalla electoral más difícil que hemos librado nunca. El resultado es negativo para nosotros, sufrimos una grave derrota electoral. El resultado electoral es sobre todo negativo para la sociedad y la democracia. La presencia de tres partidos de extrema derecha es negativa. La dirección de Nueva Democracia es responsable de esta evolución. Hacen falta decisiones rápidas por parte de Syriza y acabar con actitudes que nos han costado muy caras. El tiempo no es ilimitado. El horizonte temporal para nuestro regreso son las elecciones europeas de dentro de un año. Para Syriza se ha cerrado un ciclo: lo valoraremos con orgullo, pero procedamos a hacer lo necesario para abrir un nuevo ciclo. Syriza asume las responsabilidades del voto popular. Los miembros del partido serán llamados a juzgarnos a todos. Ni que decir tiene que en este proceso de reconstrucción seré el primero en ponerme a juicio de los miembros del partido”.
El siguiente hito electoral importante son las elecciones europeas de junio de 2024, y estos días serán claves para ver cómo se prepara Syriza para entonces. Unas elecciones que pueden dibujar un cambio en los equilibrios de fuerzas en el Parlamento Europeo si sigue el empuje de la extrema derecha.
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