El caos tras la explosión en el hospital de Gaza: “Los heridos empezaron a tambalearse hacia nosotros”
Imágenes de la explosión grabadas desde un balcón de la ciudad de Gaza captaron un silbido en el aire, el estruendo de una gigantesca explosión y, a continuación, una bola de fuego iluminando el cielo oscuro.
Alcanzó este martes el hospital Al Ahli, uno de los principales centros médicos de la ciudad, abarrotado de médicos, pacientes y un gran número de personas desplazadas que habían acudido en busca de refugio ante la feroz campaña de ataques aéreos israelíes.
Mientras una nube de humo se elevaba hacia el cielo, enrojecida por las llamas, los supervivientes en tierra parpadeaban entre el polvo y el humo ante una escena de horror y tragedia, entre gritos de los heridos.
Cientos de personas resultaron heridas y muertas, según las autoridades de Gaza. Los cadáveres yacían en el suelo entre pertenencias esparcidas y coches calcinados. Muchas víctimas quedaron despedazadas o fueron arrojadas al otro lado del hospital por la explosión.
Hamás atribuye la explosión a un ataque israelí. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) dicen que fue causada por un lanzamiento fallido de cohetes por parte de otra milicia palestina, Yihad Islámica, que también lo niega.
“Entre caso y caso oí el chirrido de dos misiles y luego una fuerte explosión. El falso techo de la sala de operaciones se vino abajo”, dijo Ghassan Abu Sitta, un médico británico-palestino que vio “cientos de heridos graves y muertos” en el lugar. “Cuando me dirigía hacia la entrada lateral del quirófano, vi que el propio hospital estaba ardiendo y que había sido alcanzado directamente. Los heridos empezaron a tambalearse hacia nosotros... Puse un torniquete en el muslo de un hombre al que le habían volado la pierna y luego fui a atender a un hombre con una herida profunda en el cuello”.
Horas después, los médicos ofrecieron una desoladora rueda de prensa rodeados de bolsas para cadáveres. Describieron lesiones espantosas. Las víctimas fueron encontradas decapitadas, destripadas y sin extremidades, según el portavoz del Ministerio de Sanidad de Gaza, Ashraf al-Qidra. Al menos 500 personas murieron, según informaron las autoridades de Gaza horas después de la explosión.
Una fotografía de la mañana del miércoles mostraba a un hombre subido a un tejado para recuperar los restos de un niño pequeño, arrojados allí y pasados por alto en la oscuridad y el caos de las primeras horas.
Ambulancias y coches particulares trasladaron a 350 personas al mayor hospital de la ciudad, Dar al-Shifa, según declaró a Associated Press su director, Mohammed Abu Selmia.
Los médicos del hospital, ya desbordados por los pacientes heridos en días de ataques aéreos, se vieron obligados a intentar operar en el suelo y en los pasillos, la mayoría de las veces sin anestesia. “Necesitamos equipos, necesitamos medicinas, necesitamos camas, necesitamos anestesia, necesitamos de todo”, dijo Abu Selmia, refiriéndose a un hospital ahora aún más desbordado tras los daños sufridos por Al Ahli, y advirtiendo de que el combustible de los generadores se agotaría en cuestión de horas, lo que obligaría a cerrarlo por completo.
Lleno de personas desplazadas
Dar al-Shifa también está lleno, como lo estaba Al Ahli, de desplazados. Israel ordenó la evacuación total de civiles al sur de Gaza, pero muchos no pudieron viajar y algunos optaron por quedarse: los convoyes civiles han sido atacados en dirección al sur, también hay ataques aéreos en el sur de Gaza, y los refugios y la mayoría de las viviendas particulares ya están llenos de personas que se refugian.
“Cuando entré en el hospital, me di cuenta de que el patio estaba lleno de familias que habían buscado refugio en el hospital pensando que sería un lugar seguro”, dijo Abu Sitta en la rueda de prensa. “Son estas mismas familias las que ahora están muertas o gravemente heridas como consecuencia de este ataque”.
Este miércoles por la mañana, la ropa de cama abandonada estaba esparcida en la capilla del hospital bajo las ventanas destrozadas. En el exterior, bajo las palmeras carbonizadas, aún ardían las cenizas de la noche anterior, junto a las mochilas de los niños y las pertenencias desordenadas: ropa, zapatos, un equipo de música, algunos ahora manchados de sangre.
Los atónitos supervivientes examinaban los daños y recogieron papeles y pertenencias que habían sobrevivido a la devastación. Con rollos de ropa de cama a la espalda, se adentran en una ciudad donde ahora, más que nunca, saben que no hay lugar seguro para los civiles.
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