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Coronación de Carlos III
Carlos III, coronado entre vítores, banderas y algunas voces republicanas en un país en crisis

Los reyes Carlos y Camila en el Palacio de Buckingham tras la coronación este sábado.

María Ramírez

Londres (Reino Unido) —
6 de mayo de 2023 08:38 h

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Carlos Felipe Arturo Jorge Mountbatten-Windsor, envuelto en armiño, seda, oro y plata, fue ungido este sábado con aceite de Jerusalén con una cuchara del siglo XII, se sentó en un trono sobre una piedra medieval traída de Edimburgo y recibió una espada y la corona de oro y 444 diamantes y otras piedras preciosas que se pasaron los monarcas desde 1660 en su país. Después de la ceremonia religiosa, siguió siendo lo que es desde que murió su madre, el rey Carlos III. Su esposa, Camila, cambió su título de “reina consorte” a “reina”.

El elaborado rito que se celebró en la abadía de Westminster como el de sus predecesores desde hace 900 años no era necesario legalmente, ya que el rey ocupa su puesto con todos los derechos y deberes que entraña desde septiembre de 2022. Más de 2.000 personas entre presidentes, reyes, políticos y líderes religiosos de todo el mundo presenciaron el servicio anglicano en el que Carlos, de 74 años, fue proclamado “defensor de la fe”. La casa real hizo especial énfasis en la presencia de representantes de otras religiones. El primer ministro británico, Rishi Sunak, que es hindú, leyó la epístola. 

La monarquía británica es la única europea que sigue celebrando la coronación. Algunas, como la española desde el siglo XV, la holandesa y la luxemburguesa, nunca tuvieron una ceremonia así. Otras, como las monarquías escandinavas, las suprimieron hace décadas. 

El coste

En un país que está sufriendo la crisis más que cualquier otra gran economía del mundo, el costo multimillonario de la coronación fue objeto de debate y la mayoría de la población, incluso la que apoya la monarquía, cree que el Estado no debería haber pagado por este rito (el 51%, según una encuesta de YouGov en abril).

Más de un millar de personas protestaron con carteles de “Not my king” (“no es mi rey”) junto a la estatua de Carlos I, el rey decapitado en 1649 y cuya muerte dio lugar al único periodo republicano del país. El jefe del mayor grupo republicano del país, Graham Smith, fue arrestado junto a media docena de activistas sin que la policía explicara por qué. Pero decenas de miles de personas se juntaron a lo largo del recorrido de las carrozas de los reyes con banderas, tocados, lentejuelas, bolsas de dormir y paraguas. Muchas, la mayoría mujeres, hicieron noche bajo la lluvia, acampadas con tiendas de campaña o sentadas en sillas de jardín. En muchos casos, estaban a pocos pasos de otras personas que siempre duermen en la calle entre cartones o en raídas bolsas de dormir en la ciudad donde se estima que más de dos millones de personas viven en condiciones de pobreza. 

Quienes esperaban ver de lejos a los coronados reyes hablaban del sentido de la comunidad, el sentimiento de ser parte de un momento “histórico” y el orgullo de su país.

“Si alguien puede hacer esto bien son los británicos. Estoy contenta de gastar el dinero de mis impuestos así”, dice Lisa Brown, entrenadora de Portsmouth y que pasó la noche sentada en una silla y abriendo de a ratos el paraguas. La acompaña Sandra Cole, farmacéutica que vino desde Edimburgo para estar en la coronación porque dice que en Escocia “no hay tanto ambiente” y para estar con su amiga Lisa, que no veía desde hace años. “Es algo para contarle a nuestros nietos”, dice Cole. Las dos reconocen que no sienten la misma conexión con Carlos que con su madre, pero creen que será “un buen rey”. Enseguida la conversación cambia hacia Guillermo, que parece despertar más simpatías. “Ha tenido una educación y una vida más normal. Carlos estuvo en un internado muy duro”, explica la farmacéutica. 

Por la noche, a pocos pasos del paseo por donde desfila el cortejo real, los voluntarios del grupo Food for Life reparten en un camioncito comida vegetariana gratis a una larga fila de personas hambrientas, sobre todo hombres. Unas horas más tarde, llega a la misma esquina un camión con la edición especial de la coronación del diario The Times y trabajadores meten ejemplares y una bandera en bolsas con la cabecera y los colores británicos. 

“El mundo es tan oscuro, con el costo de la vida, el Brexit, la pandemia, que mejor tener algo alegre. Pasamos mucho en los últimos dos años, fue muy triste. Así que vamos a gastar un poco de dinero y juntarnos todos”, dice Nicola Hayley, directora de ventas de una empresa de aguas en Yorkshire. Está sentada en el suelo con la amiga de Londres a la que convenció para estar allí, Fiona, que le está contando por videollamada el ambiente a su madre, que estuvo en la coronación de Isabel II en 1953. Hayley dice que no está preocupada por el costo de la coronación porque cree que compensa al país: “Todos los hoteles de Londres y las afueras están llenos. Mucha gente compró banderas… Los reyes ponen mucho dinero en la economía. Seríamos un país mucho más pobre sin ellos porque perderíamos que todo el mundo venga para lo que nos hace únicos”.

Unidad en un mundo dividido

La idea de la unión y la crisis se repite entre quienes esperan en la multitud. “En un momento como ahora, con tantas divisiones en el mundo, cualquier evento que junte a dignatarios, diplomáticos y gente de todo el mundo es una buena manera de celebrar los valores que no sólo son británicos, sino los que todos compartimos como humanidad”, explica Maria Ocampo-Hafalla, científica londinense de 46 años y subdirectora académica ciencias en una escuela en Victoria. Ocampo-Hafalla reconoce que sí pensó en el costo de coronación “especialmente cuando hay tantos asuntos sociales y de justicia en el mundo a nuestro alrededor con pobreza y la crisis del coste de vida”, pero cree que se compensará por el día de voluntariado convocado para este lunes. “Espero que este evento, pese a su costo, anime a la nación y al mundo entero a una vida de servicio, que creo que nuestro rey ha demostrado”, dice, sentada en una silla con los colores de la bandera británica.

La mayoría de los ciudadanos en Reino Unido sigue prefiriendo una monarquía a otra forma de gobierno, sobre todo las personas mayores de 55 años, las que viven en Inglaterra y las que son mujeres. El aprecio a la reina Isabel II y al papel que jugó en la pandemia acalló las voces críticas. Pero la monarquía británica perdió apoyo en las últimas décadas y Carlos es más impopular que su madre. 

“Era más difícil protestar contra la reina, era un símbolo de la guerra, mi padre luchó en la guerra. Pero Carlos con tanto dinero… el príncipe Andrés... Creo que primero se empezarán a ir los países del Caribe de la Commonwealth, luego Canadá, y eso empujará el debate aquí”, explica Graham Wright, ingeniero de software jubilado y que protesta con el grupo Republic, el principal convocante de la protesta durante la coronación.

Los republicanos

Cerca del 25% de los ciudadanos dicen ahora que querrían una república, pero sobre todo hay un creciente porcentaje que no presta atención a la institución. La mayoría de los ciudadanos aseguraban hace unas semanas que no seguirían los ritos de la coronación. El porcentaje de las personas que consideran la monarquía “muy importante”, el 29%, está en su nivel más bajo en los 40 años que el centro nacional de estadística lleva preguntando por ello, según los últimos datos publicados.

En la protesta de Trafalgar Square, hay carteles amarillos, el color oficial de la protesta republicana, y pancartas que recuerdan a Virginia Giuffre, que denunció al príncipe Andrés por abusos sexuales cuando ella era menor (Andrés llegó a un acuerdo extrajudicial con ella y fue apartado de su papel en la familia real). 

Rose Maloney, escritora e historiadora escocesa, sujeta una enorme foto a Diana de Gales que sobresale por encima de las demás pancartas. “Carlos la utilizó para tener un heredero. Ella salvó a la familia real. Después le quitaron su título. No fue mencionada para nada en la coronación, como si nunca hubiera existido. Incluso sus hijos no hablan de ella, como si la hubieran borrado”, explica en la plaza junto a los republicanos. “Carlos consiguió todo lo que quería ahora, y podría ser generoso y darle las gracias. Así que estoy muy enfadada en su nombre”. Maloney, que vino de Inverness para mostrar la imagen de Diana, no es republicana y dice que apoyaría a Guillermo “si da parte del dinero” porque cree que se parece a su madre y “hará su papel”. Más que la monarquía, dice que quiere “abolir a Carlos”.

No hay debate en el Parlamento ni apenas en los partidos tradicionalmente republicanos sobre un cambio en las instituciones. En la Abadía de Westminster había representantes de los republicanos de Irlanda del Norte y del partido nacionalista escocés, además de los más tradicionales líderes conservadores y laboristas.

“Los políticos siempre hacen lo que creen que la gente quiere que hagan porque quieren salir elegidos. Ahora lo que tenemos que hacer es que crezca el movimiento republicano”, dice James Shwerin, que vino con su mujer Janet desde Newcastle, ambos vestidos de amarillo. Están ahora jubilados y creen que es más fácil protestar para ellos que para los jóvenes porque tienen “menos que perder”. “Si trabajas en un puesto público o algo así no quieres protestar y que te etiqueten”, dice él. Ambos comentan que es parte de “las clases” que siguen marcando la sociedad británica. “Francia, y estoy segura que España también, es una sociedad más igualitaria. La desigualdad aquí es más y más cada año. Y eso está mal”, dice Janet. 

MR

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