Los demócratas contienen el avance de la extrema derecha en EEUU con un resultado mejor de lo esperado
Dos años después de la victoria de Joe Biden, los republicanos estaban este martes cerca de ganar la mayoría de la Cámara de Representantes, pero por pocos escaños, y con peores resultados de lo esperado en algunos estados clave como Pensilvania y Michigan y algunos tradicionalmente conservadores como Kansas. El Senado puede seguir en manos demócratas, según las últimas proyecciones y a la espera de los resultados en Georgia, Arizona, Wisconsin y Nevada.
El recuento, aún en curso, indica que los republicanos no arrasaron como esperaban, pero pueden consolidar su poder local con la elección de algunos de sus miembros más radicales para cargos que gestionan las elecciones.
Los demócratas ganaron el escaño al Senado en Pensilvania, un estado muy disputado también en las presidenciales, en lo que parece ser indicación de la tendencia nacional menos favorable a los republicanos de lo que sugerían las encuestas y anticipaban los republicanos en unas elecciones que suele perder el partido del presidente en ejercicio (así ha pasado desde hace casi dos décadas). El demócrata John Fetterman, que sufrió un infarto en mitad de la campaña y aún tiene secuelas, ganó a Mehmet Oz, un popular presentador de televisión apoyado por Donald Trump. Fetterman ganó por un margen mayor del que logró Joe Biden en las presidenciales de 2020, con victorias en algunos condados conservadores.
Sí ganaron otros republicanos apoyados por Trump, como J.D. Vance, candidato al Senado en Ohio y el autor de Hillbilly, una elegía rural, un libro sobre la decadencia de Virginia Occidental.
En la Cámara de Representantes, la mayoría de las proyecciones indican que los republicanos serán mayoría aunque por un margen más estrecho de lo esperado. Los republicanos avanzaron en Virginia, Iowa y Florida, donde su poder está cada vez más claros, incluso en Miami, que suele votar demócrata.
La mayoría de los votantes critican la gestión del presidente Joe Biden y están preocupados por la inflación y la crisis económica, pero aún así una parte de ellos apoyaron a candidatos demócratas, según las encuestas a pie de urna. Uno de los factores decisivos fue el derecho al aborto, que movilizó a más votantes también en estados conservadores ante la preocupación de que se impongan más límites tras la decisión del Tribunal Supremo que acabó con la protección nacional que garantizaba este derecho en todo el país. Los votantes menores de 30 años, aunque sean minoría en el electorado, también ayudaron a los demócratas.
En cualquier caso, la extrema derecha dentro del Partido Republicano puede tener un efecto en futuras elecciones a través de cargos poco visibles, pero importantes en el funcionamiento rutinario de las elecciones. En las elecciones de este martes ganaron escaños y otros cargos públicos nacionales y locales republicanos que no reconocen el resultado de las elecciones de 2020, son parte de milicias dispuestas a interferir en votaciones e incluso apoyaron el violento asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
Este martes hubo incidentes aislados mientras varios cargos republicanos rechazaron estándares habituales de control electoral federal -en Florida- y pusieron más trabas a la votación -en Pensilvania- en un ambiente inusualmente tenso para unas elecciones en las que no se juega la Casa Blanca. Partidarios de Trump circularon bulos sobre fraude en las urnas en contra de los republicanos con llamadas a la violencia en estados cruciales como Georgia.
Congresistas, gobernadores y multitud de cargos locales en posiciones clave para la gestión de lo más básico de una democracia -la votación- vienen de la extrema derecha del partido, que ha espantado a muchos republicanos de la derecha más tradicional.
“No creo que exista un Partido Republicano. Sinceramente, es una secta”, decía hace unos días Christine Todd Whitman, exgobernadora republicana de Nueva Jersey, en una conversación sobre las elecciones con el medio político Axios en Washington. La ex gobernadora, que intenta lanzar una nueva corriente centrista, subraya que el Partido Republicano, cada vez más a la derecha, ni siquiera aprobó en la última convención un programa, que ahora, según ella, solo se basa “en lo que diga Trump”.
La Cámara de Representantes
La Cámara de Representantes puede tener mayoría republicana después de cuatro años en manos de los demócratas por unos pocos escaños (ahora son 220 demócratas frente a 212 republicanos con tres vacantes).
Los republicanos podrían tener la mayoría por pocos escaños, pero eso significa que a partir de enero, cuando empieza el nuevo curso legislativo, decidirán la agenda con qué legislaciones se debaten y cuáles no, presidirán las comisiones que gestionan las partidas presupuestarias, tendrán poder de veto del techo de gasto y podrán iniciar un proceso de destitución del presidente y otros cargos públicos. Por ejemplo, pueden suspender la comisión de investigación sobre el asalto al Capitolio, bloquear la ayuda militar y económica a Ucrania y empezar un proceso de impeachment -aunque sea simbólico- contra el presidente Joe Biden o su secretario de Seguridad Nacional por la política migratoria (que es restrictiva, pero no tanto como la de Donald Trump).
Si ganan los republicanos, Nancy Pelosi ya no será la presidenta de la Cámara, sino que habrá un político republicano en su lugar. El favorito es Kevin McCarthy, un conservador de California que llegó al Congreso en 2006 enfocado en principios fiscales tradicionales de poco gasto público e impuestos bajos y acabó siendo uno de los líderes que sobrevivieron al giro de su partido hacia la extrema derecha y el culto a Donald Trump con su apoyo más o menos velado al presidente. El actor Kevin Spacey lo estudió para su papel de pérfido congresista en House of Cards.
Este miércoles, de madrugada en Estados Unidos, McCarthy salió a hablar con un tono más sombrío de lo esperado y todavía no dio por ganada la Cámara.
El Senado
La mayoría sigue pendiente del recuento en varios estados clave en carreras muy ajustadas, en particular en Georgia, donde el candidato demócrata, Raphael Warnock, tiene ventaja frente al republicano Herschel Walker, un defensor de la prohibición del derecho al aborto en cualquier circunstancia y que pagó por el aborto de varias mujeres a las que dejó embarazadas, según revelaron ellas. Puede haber una segunda vuelta en diciembre si ninguno de los candidatos llega al 50% de los votos.
En la actualidad, los 100 senadores (dos por cada estado independientemente de su población) se dividen en 50 demócratas y 50 republicanos, con el voto de calidad de la vicepresidenta Kamala Harris en caso de empate.
En Estados Unidos, el Senado, a diferencia de lo que pasa en España y en otros países europeos, es muy poderoso. Tiene un gran peso como cámara co-legisladora del Congreso, juez de procesos de destitución, examinadora de los jueces del Tribunal Supremo y otros magistrados y cargos públicos.
En teoría, un partido con las dos cámaras podría aprobar legislación, pero el presidente tiene poder de veto, y las legislaciones más controvertidas -por ejemplo, normas nacionales que limiten el derecho al aborto- son improbables también por la división de los propios partidos. Además, incluso teniendo los tres puestos clave -la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso, como tienen ahora los demócratas-, la aprobación de leyes y otras medidas no es tan fácil porque los congresistas y senadores son independientes, no hay disciplina de voto y los partidos están de hecho divididos entre sí. Esto explica, por ejemplo, por qué Biden no ha conseguido aprobar una legislación de control de armas o aprobar parte de sus paquetes de inversión pública.
Los gobernadores
Entre los 36 cargos de gobernador que se han votado este martes, varios puestos han cambiado de manos de partido. Desde 2010, los republicanos tienen más gobernadores: ahora mismo son 28 gobernadores republicanos frente a 22 demócratas. La mayoría seguirán siendo republicanos.
Los demócratas ganaron en Michigan y en Kansas, en parte impulsados por la defensa del derecho al aborto que los votantes han apoyado en consultas específicas. Los republicanos conservaron Florida, con un muy buen resultado para el actual gobernador y posible rival de Trump en las primarias republicanas, Ron DeSantis, que consiguió cerca del 60% de los votos.
El futuro de la democracia
Más allá del control del Congreso lo esencial en estas elecciones es el impacto de los cargos públicos que pueden tener un papel en la administración de las elecciones, que en Estados Unidos está muy descentralizada. Entre los candidatos a gobernador, fiscal general y secretario de estado había docenas de republicanos que no reconocieron los resultados de las elecciones presidenciales de 2020 que ganó Joe Biden y han difundido mentiras y bulos sobre la votación.
Hace dos años, fueron en muchos casos las autoridades locales, incluidos cargos públicos republicanos, los que pararon los intentos de Trump y sus aliados de cambiar los resultados. El caso más célebre y que ha acabado en los tribunales es el de Georgia donde el secretario de estado, el republicano Brad Raffensperger, se negó a sucumbir a la presión del presidente Trump cuando le pidió en una llamada telefónica que le “encontrara” los votos que le faltaban para ganar en ese estado que podía ayudarle a conseguir la reelección.
Ahora, en algunos estados especialmente disputados entre republicanos y demócratas, y donde las decisivas votaciones pueden estar muy ajustadas en las presidenciales de 2024, se presentan republicanos que niegan el resultado, llaman “traidores” a sus colegas de partido que reconocen que ganó Biden o incluso han hecho campaña con el fraude imaginario, como la aspirante a gobernadora de Arizona, Kari Lake, que terminó su campaña con una amenaza a los medios.
El Washington Post tiene aquí una lista de los “negacionistas” de los resultados electorales que se presentaban a cargos que tienen poder de alterar el resultado o bloquear su reconocimiento en estados clave. En el recuento de votos, iban por delante en Arizona y Michigan.
Ninguno de estos cargos puede cambiar el resultado de unas elecciones, pero algunos de estos cargos tienen poder como para poner obstáculos al proceso de votación y sembrar la desconfianza entre los votantes. El cargo de secretario de estado puede, por ejemplo, restringir el derecho de voto en la práctica pidiendo más requisitos de identificación o limitando los plazos para votar por correo o registrarse o retrasar la certificación de resultados permitiendo repetidos recuentos.
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