El mayor terremoto turco desde 1939 arrasa una Siria asolada por la guerra
El potente terremoto que sacudió en la madrugada del lunes el sureste de Turquía –el más fuerte desde 1939, según el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan– ha dejado cerca de 5.000 muertos y consecuencias devastadoras al otro lado de la frontera, en el noroeste de Siria, una de las zonas más afectadas por una década de guerra y donde se encuentra el mayor número de desplazados internos. Casi 3 millones de desplazados, de los cerca de 7 millones en toda Siria, se concentran en esta región, donde se encuentra la provincia de Idlib y alrededores, el último reducto en manos de los grupos rebeldes contrarios al régimen del presidente Bashar al Asad. Muchos combatientes rebeldes y sus familias han sido trasladados a esa región en los pasados años tras el avance de las autoridades sirias. En el noroeste de Siria 4,1 millones de personas dependen a día de hoy de la asistencia humanitaria, según cifras de la ONU.
La organización Defensa Civil Siria, más conocida como “Cascos Blancos”, ofrece asistencia de emergencia y es el único cuerpo que opera en esa zona. Muchos de sus integrantes son voluntarios; ciudadanos que se han entrenado rescatando a las víctimas de los bombardeos y ataques del Ejército sirio y de los aviones rusos. “Esta catástrofe es más grande que nosotros, que cualquier ONG, necesita de esfuerzos internacionales” para hacerle frente, asegura a elDiario.es Ismail Alabdullah, una de las personas que trabajan en las labores de rescate que se encuentra sobre el terreno.
“Nuestros equipos tratan de acudir a las llamadas de socorro, pero no podemos rescatar a todo el mundo, tenemos grandes dificultades: nos falta equipamiento, suministros médicos, etc”, se lamenta. Asegura que su organización está intentando hacer lo posible con los pocos medios con los que cuentan, pero pide ayuda internacional: “El noroeste de Siria es una zona catastrófica. La situación es horrible y necesitamos de todo, cualquier cosa que nos puedan enviar: maquinaria, equipos médicos, comida para los que se han quedado sin casa”.
Según los Cascos Blancos, más de 700 personas han fallecido y más de 2.000 han resultado heridas, pero alertan de que esa cifra aumentará porque cientos de familias siguen desaparecidas, atrapadas bajo los escombros de los pocos y frágiles edificios que la guerra había dejado en pie. Unos 200 se han derrumbado por el terremoto y más de 400 están dañados parcialmente. Pero el terremoto también ha afectado gravemente a algunos bastiones del régimen en el noroeste del país, como Latakia y Tartús (en la costa mediterránea), y la provincia de Alepo, fronteriza con Turquía y que el Gobierno no controla en su totalidad. Según la agencia oficial de noticias SANA, más de medio millar han fallecido en estas zonas. La cifra total supera en mucho los 1.000 fallecidos. La agencia oficial SANA también ha informado de daños en la ciudadela de Alepo, del siglo XIII y patrimonio cultural de la humanidad de la UNESCO, que esta organización de la ONU ya había declarado en peligro hace años por el conflicto armado.
Un joven sirio originario de Alepo, actualmente afincado en Alemania, asegura a elDiario.es que se encuentra en estado de shock, mientras intenta contactar a los pocos parientes que quedan en Siria y todos aquellos que se habían trasladado a Turquía hacía mucho tiempo. Las conexiones con las zonas afectadas a ambos lados de la frontera son muy malas y esto hace que aumente la preocupación y la incertidumbre de los familiares de las víctimas.
Por su parte, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos –ONG con sede en Reino Unido y con una amplia red de colaboradores sobre el terreno– ha señalado que muchos de los fallecidos han perdido la vida en los puntos de asistencia médica, debido a la falta de recursos, y también ha advertido de que la cifra de víctimas mortales aumentará notablemente debido a que hay miles de desaparecidos y atrapados bajo los escombros en todas las zonas afectadas. “Los equipos de rescate sólo han podido rescatar a decenas”, ha afirmado su director, Rami Abdelrahman.
“Las infraestructuras médicas están muy afectadas, incluso algunas han tenido que ser evacuadas, como una unidad de maternidad” de la que han tenido que sacar a los bebés y las incubadoras, ha señalado Fernando Otero Villar, coordinador general de Médicos Sin Fronteras para Siria. “Los pocos hospitales que siguen operando están sobrecargados y el personal médico está agotado”, ha agregado. En un comunicado, Otero ha anunciado también que dos empleados de la ONG han fallecido y que los equipos de MSF “están muy afectados”.
El terremoto ha llegado en el peor momento, en los días más fríos del invierno, con nevadas y temperaturas muy bajas en toda Siria y una fuerte escasez de combustible que ha hecho que el suministro eléctrico se racione y que muchas personas no tengan la posibilidad de calentarse. Según la ONU, en Alepo los hogares reciben dos horas de electricidad cada 24 o 30 horas. Mientras, en la capital Damasco, el 50% de las panaderías privadas han tenido que cerrar por falta de combustible para sus hornos y solo el 20% funciona a pleno rendimiento, pero con precios elevados. Las estimaciones de Naciones Unidas para 2023 indican un aumento de las personas que necesitan ayuda humanitaria en Siria: de 14,6 millones en 2022 a 15,3 millones (casi 5 millones en situación extrema), de una población de unos 22 millones de habitantes.
“Esta es una catástrofe que va a exacerbar el sufrimiento de los sirios, que ya están lidiando con una grave crisis humanitaria. Millones de sirios se han visto obligados a huir por la guerra y ahora muchos más tendrán que desplazarse por el desastre” natural, afirmó la ONG Norwegian Refugee Council (NRC) en un comunicado. “En medio de una tormenta invernal y una carestía sin precedentes, es vital que los sirios no sean abandonados a la hora de hacer frente a las consecuencias” del terremoto.
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