Una “montaña de basura” amenaza a Nueva York
Una colilla, un vaso de plástico o una lata vacía: a simple vista parecen objetos inofensivos. Separados lo son, pero juntos y tirados en la calle pueden generar un efecto cascada que va desde plagas de ratas hasta bajar el valor de las propiedades de un barrio y provocar repentinas inundaciones, el último mortífero enemigo de Nueva York. Así lo apunta Nicole de Santis, directora de Clean Bushwick Initiative, organización vecinal que lleva desde 2016 recogiendo la basura que hay en las aceras del barrio de Bushwick, en Brooklyn.
A principios de este mes los coletazos de la tormenta tropical Ida dejaron al menos 50 muertos en la costa este de Estados Unidos, 17 de ellos en Nueva York. La ciudad del Empire State nunca había visto llover tanto; el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, tuvo que declarar el estado de emergencia y describió las lluvias torrenciales como un “acontecimiento climático histórico”.
Evidentemente, los vasos vacíos de Starbucks y los envoltorios de los helados o bolsas de patatas que taparon las alcantarillas no fueron los únicos culpables de esta catástrofe, donde jugó un papel fundamental la crisis climática. Cada grado centígrado de calentamiento hace que el aire contenga un 7% más de agua y eso se traduce en que las tormentas desencadenan mayores cantidades de lluvia. Además, la mayor parte de la infraestructura de la ciudad data del siglo XX. Pero la basura tiene un importante papel en las inundaciones.
“La basura en la parte superior de las alcantarillas impide y retrasa que el agua entre en el desagüe. Sin duda, creo que la basura en las calles puede contribuir a aumentar el impacto de las inundaciones”, explica el comisionado del Departamento de Saneamiento de la ciudad de Nueva York, Edward Grayson. No obstante, el experto recalca que en este caso –hubo más de 3 pulgadas (7, 62 centímetros) de lluvia en una hora–, incluso con las calles impolutas, se hubiesen visto consecuencias.
El día de mañana
“Parecían imágenes sacadas de la película El día de mañana”, recuerda el candidato demócrata al consejo del Distrito 7, Shaun Abreu, haciendo referencia al vídeo que recorrió las redes sociales la noche del 1 de septiembre en el que se veía como una cascada de agua de lluvia bajaba por las escaleras de la estación del metro de la calle 145 de Harlem.
El político apunta que es la segunda vez en un mes que la estación de su distrito se inunda. “Se está dando la tormenta perfecta, por un lado hay un sistema de alcantarillado que no tiene la capacidad requerida para enfrentar las lluvias extremas y en la superficie hay mucha basura que está bloqueando el camino del agua hasta las alcantarillas”.
Una de las zonas más afectadas de Bushwick la noche de la inundación fue la Avenida Knickerbocker. Por la noche se veía como una enorme cantidad de basura flotaba por la larga calle y a la mañana siguiente, ya con las calles casi secas, montones de desechos tapaban las alcantarillas de la avenida. Eso no es algo inusual en Brooklyn, según De Santis, ya que en los eventos de limpieza semanales que organiza siempre se encuentran con las alcantarillas “completamente cubiertas de basura”.
En los casi seis años que la activista lleva recogiendo la basura en su tiempo libre no ha visto mejoría. Cuenta que a medida que la ciudad se va agrandando, la basura se va extendiendo. La pandemia no ayudó, pues uno de sus efectos secundarios fueron los recortes en el presupuesto del Departamento de Saneamiento de la ciudad. “Las cosas han cambiado. Por ejemplo, hay un coche abandonado en mi manzana desde hace tres o cuatro meses, con el parabrisas a rebosar de multas. Creo que antes de la pandemia la grúa ya se lo habría llevado”.
Diferencias de clase
Pese a que la basura es un denominador común para toda la ciudad, De Santis subraya la diferencia que se ve entre los barrios en función de la renta de los vecinos. “Los que viven en barrios donde las personas luchan por pagar el alquiler, poner comida en sus mesas y, tal vez, hasta son indocumentados, no van a llamar al 311 (el número de la ciudad para poner quejas). En cambio, en los vecindarios con más renta las personas se quejan o tienen los recursos para pagar servicios extra de limpieza fuera del presupuesto de la ciudad”.
Por ley, todos los propietarios tienen que limpiar todos los días el medio metro de acera que tienen delante de sus puertas o portales. “Me encantaría limpiar con máquinas todas las calles de Nueva York todos los días, pero aún así necesitamos que la gente haga su parte. Necesitamos que todos los dueños de las propiedades cumplan con su obligación y que si viven cerca de una alcantarilla, se aseguren de que está despejada”, recalca Grayson.
Tanto Grayson como De Santis coinciden en que la solución a este problema no solo depende de dar más dinero al Departamento de Saneamiento –división que este año volvió a contar con más presupuesto y pudo contratar a 840 nuevos empleados–, sino que también está en la educación cívica. “La basura en la calle es un delito que se puede evitar. No necesitas tirarla, puedes esperar hasta toparte con una papelera”, dice.
Hace más de un año que Nueva York prohibió las bolsas de plástico. En todo el estado de Nueva York, se utilizaban unas 23.000 millones al año.
“Antes solía tener una bolsa de basura solo para poner bolsas de plástico, había muchísimas en la calle. Pero desde que se implantó este mandato casi no hay. Se podría hacer lo mismo con los vasos de café o las botellas de plástico. Al igual que la gente lleva su bolsa de tela podría llevar su taza o botellas de agua reutilizables”, dice De Santis.
La activista tiene la esperanza de que el incremento de las lluvias torrenciales llegue acompañado de medidas más estrictas. “Creo que cuando algo afecta directamente a las personas siempre será más probable que se lo tomen en serio. Como dice un amigo, hay un par de bichos raros, como nosotros, que hablamos y actuamos por el bien de todos incluso si el problema no nos afecta, y luego está el resto de personas, que solo hace algo cuando el problema llega a su patio trasero”.
AGB
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