La autoproclamada república de Nagorno Karabaj anuncia su disolución y más de 65.000 desplazados llegan a Armenia
Cuando comenzaron los bombardeos, Genadi Hyusunts acababa de llevarse del hospital a su hijo de cuatro días. A las pocas horas, tuvo que trasladar a toda prisa al recién nacido, a su mujer y a sus otros seis hijos al refugio de su ciudad, Martakert, situada en la región de Nagorno Karabaj, que ha pasado tres décadas en la primera línea del conflicto con Azerbaiyán.
Sus hijos y su esposa, que da el pecho al bebé, tuvieron que pasar días de hambre y de insomnio en un sótano abarrotado mientras Genadi se iba al frente como parte de la defensa desesperada por una tierra que los armenios consideran su patria ancestral.
“No teníamos un lugar donde dormir, no sabíamos lo que era una cama y en los últimos días no teníamos nada que comer”, cuenta su hermana, Gayane Shagants. “En los últimos días nos moríamos de hambre”.
Genadi Hyusunts y su familia forman parte de los más de 65.000 desplazados que han abandonado Nagorno Karabaj desde el domingo. Dice que su recién nacido está sano pese a la terrible experiencia, pero su rostro se ensombrece cuando le preguntan por el breve período que pasó en el frente antes de que las fuerzas de defensa de Nagorno Karabaj depusieran las armas y se terminaran los más de 30 años de autogobierno de la etnia armenia.
“No puedo hablar de eso”, responde con tono sombrío..
El presidente de la autoproclamada república de Nagorno Karabaj, Samvel Shajramanián, ha decretado este jueves la disolución de la entidad separatista en territorio de Azerbaiyán. “Todos los órganos estatales y las organización dependientes de ellos deben disolverse antes del 1 de enero de 2024, y la república de Nagorno Karabaj (Artsaj) deja de existir”, señala el decreto recogido por medios armenios.
El documento firmado por Shajramanián señala que los habitantes de Nagorno Karabaj, incluidos los que se encuentran fuera de su territorio, deben tomar nota de las condiciones presentadas por Azerbaiyán para la reintegración para luego “decidir individualmente” si permanecen en Nagorno Karabaj o regresan a él.
La capitulación de la república de Nagorno Karabaj ha provocado el éxodo de karabajíes hacia Armenia. Más de la mitad de la población del enclave, estimada en unos 120.000 mil habitantes, ha abandonado desde el domingo sus hogares y se ha trasladado a Armenia. Según el portavoz del primer ministro armenio ya han llegado al país más de 65.000 desplazados.
Huida a Goris
A poco más de una semana de esa rendición, Genadi y su familia están en el centro de Goris, una ciudad turística armenia cerca de la frontera, que se ha convertido en el epicentro del éxodo de desplazados karabajíes, que podrían alcanzar las 120.000 personas. A la ciudad llegan cada hora cientos de refugiados de una caravana que comienza en Stepanakert, capital de Nagorno Karabaj, y que va serpenteando durante casi 100 kilómetros hasta la montaña que conduce a Armenia.
Las ciudades armenias de la frontera han acogido a miles de refugiados y corren el riesgo de verse desbordadas, con los hoteles y albergues totalmente ocupados y los refugiados agolpándose junto a los centros municipales con sus pertenencias atadas en lo alto de sus coches.
Desde la parte de atrás de una ambulancia, dos ancianos con discapacidad son trasladados sobre colchones hasta una oficina de administración local, donde se unen a cientos de personas que están registrándose como desplazados. Mientras empieza a llover con fuerza, una niña llora en una esquina del centro de Goris agarrada del pantalón de su madre que, de pie, sostiene un paquete envuelto en plástico.
“Pasé treinta años construyendo mi casa y lo único que tengo conmigo es esta bolsa (...) Mi casa está en esta bolsa; deberían estar muy felices de que nos hayamos ido porque les hemos dejado nuestros hogares”, dice Gayane. “Mi riqueza está conmigo; el resto no me importa”, dice su hermano Genadi refiriéndose a sus hijos.
La historia de Gayane y Genadi es solo una de las muchas protagonizadas por los miles de refugiados que desde la línea del frente con Azerbaiyán están llegando a Armenia en un éxodo de dimensiones históricas. Muchos de los que están cruzando por el corredor de Lachin (que llevaba diez meses bloqueado por las fuerzas azerbaiyanas) ya se vieron obligados a abandonar sus hogares en conflictos anteriores.
“Ya he vivido mi tercera guerra”, dice Anna Hakobyan, una mujer de unos 70 años que ha sido evacuada junto a su madre, Lucía (90). “Nunca regresaré; para mí ya es suficiente”, añade desde el vestíbulo del hotel Goris, donde ella y su madre están sentadas en sillas de ruedas.
Las habitaciones del hotel están todas reservadas para dar cobijo a los cientos de refugiados que llegan a la ciudad desde Nagorno Karabaj. Anna y Lucía se cogen de la mano, la madre le masajea la palma de la mano para consolarla cuando rompe a llorar al recordar la tumba de su hijo, que se ha quedado en Nagorno Karabaj.
Anna cuenta que ella y su madre también se escondieron en el sótano de la casa cuando empezaron a caer las bombas en su pueblo, Khanapat, cerca del frente. “Íbamos y veníamos al búnker, íbamos y veníamos, y ya ves que mi madre apenas puede caminar”, dice.
Cuando los ataques empezaron a alcanzar la ciudad, el Ayuntamiento ordenó la evacuación a un aeropuerto local bajo la protección de las fuerzas de paz rusas. Aunque allí estaban a salvo de los bombardeos, durante días Anna y su madre se vieron atrapadas y sin comida en la terminal, mientras otros cientos de personas se veían obligadas a dormir en el campo y sin cobijo.
“Allí estuvimos días sentadas y sin pan, pero al menos estábamos dentro de la terminal”, dice Anna. “La gente llevaba días tirada en la hierba, cortando leña para hacer fuegos, buscando cualquier cosa para comer”.
El influjo de refugiados parece no dejar de aumentar. En la noche del domingo se abrió la carretera para los refugiados de Stepanakert, desencadenado la posible llegada a Armenia de otras decenas de miles procedentes de la capital de Nagorno Karabaj.
La ciudad se ha estado vaciando, según la periodista independiente Siranush Sargsyan, que ha informado sobre el bloqueo y la guerra de Nagorno Karabaj, desde Stepanakert. En una videollamada con el periódico The Guardian, la periodista muestra imágenes de lugareños haciendo cola para subirse a minibuses y atascos por los coches que abandonan la ciudad.
Los más propensos a quedarse son los ancianos, explica, mientras sus hijos y nietos les ruegan que se marchen antes de que Azerbaiyán tome el control total de la ciudad. “Debemos irnos”, dice Sargsyan. “Aquí con los azerbaiyanos no hay vida para nosotros”.
Familias separadas
Son muchos los que han tenido que dejar atrás a sus familias. Yerazik, que pide ser identificada solo por su apodo, huyó de Nagorno Karabaj días después de que los proyectiles destruyeran el colegio de su aldea, desde el que los niños habían sido enviados a un refugio unas pocas horas antes.
Su hijo rechazó marcharse, trabaja para la autoridad local de emergencias y dijo que debe continuar recuperando los cientos de cadáveres que hay por todo el territorio, en campos y posiciones militares. “Lloraba cuando nos íbamos, diciendo: '¿Cómo vais a dejar el pueblo y esta tierra? Me convertiré en ciudadano azerbaiyano pero me quedaré en mi tierra'”, recuerda Yerazik.
La mujer dice que no podrá hacer ningún plan hasta que su hijo se una a ella. “Estamos perdidos. No tenemos casa, ni parientes, ni un lugar adonde ir”.
Mientras su marido se iba al frente, Narine Khachataryan también pasó cinco días junto a sus cinco hijos durmiendo en un campo por fuera del aeropuerto próximo a Stepanakert. Dice que dormían sobre el suelo con mantas que les daban los lugareños y que comían raciones militares entregadas por las fuerzas de paz de Rusia.
“Mi marido participó en la defensa del pueblo; durante tres días no llamó y, cuando llamábamos nosotros, el teléfono no estaba disponible; todos pensábamos que había muerto, los niños lloraban”, cuenta Khachataryan. “Al cuarto día, llamó al teléfono de otra persona y dijo que todo iba bien, que pronto regresaría”.
El domingo, cuando les comunicaron que serían evacuados a Armenia, sus hijos recibieron con tristeza la noticia. “Se sintieron fatal cuando se enteraron de que podíamos marcharnos”, tras la apertura del corredor que estuvo bloqueado durante diez meses, dejando a Nagorno Karabaj con una gran escasez de comida y combustible. “Les dije que iríamos a Armenia y que regresaríamos; no les dije que nos íbamos para siempre porque estaban llorando”, dice la madre.
El pasado domingo se subieron por fin a los autobuses. Antes de partir, taparon las ventanillas y sentaron a los niños en el suelo por si los alcanzaba una bomba. Ya en Armenia, Khachataryan cuenta que está buscando un lugar para vivir en paz. “Me gustaría tener una casa propia en el pueblo, un jardín para cultivar y para alimentar a mis hijos”.
Traducción de Francisco de Zárate.
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