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ANÁLISIS

Los ataques de EEUU contra objetivos en Irak y Siria no serán los últimos

El presidente de EE.UU., Joe Biden, llega, este 1 de febrero de 2024, al Capitolio, sede del Congreso de EE.UU., en Washington.
3 de febrero de 2024 18:39 h

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El ataque de EEUU en respuesta al sufrido en territorio jordano, cuando se produjo este viernes, fue amplio y profundo, y se telegrafió con cinco días de antelación.

La Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de Estado habían pasado la mayor parte de la semana hablando sobre la respuesta al ataque con drones del domingo contra una base estadounidense en el norte de Jordania, en el que murieron tres estadounidenses y más de 30 resultaron heridos.

Advirtieron que las “represalias contra los sospechosos”, entre los que destacaba la milicia Kataeb Hezbollah, respaldada por Irán, serían “de varios niveles” y se prolongarían durante muchos días, pero cuando se produjo el primero, en las primeras horas de la madrugada del sábado, hora de Oriente Próximo, causó sorpresa por su alcance y escala.

Según el Mando Central estadounidense, se alcanzaron 85 objetivos en siete instalaciones, cuatro en Siria y tres en Irak, con más de 125 municiones de precisión, utilizando una mezcla de aviones no tripulados y bombarderos B1 de largo alcance que volaban desde territorio estadounidense, en una demostración del alcance de la fuerza aérea estadounidense.

“Los ataques de esta noche en el oeste de Irak y el este de Siria son mucho mayores que cualquier otra acción emprendida antes contra los representantes de Irán: enormes explosiones secundarias a ambos lados de la frontera sugieren que se alcanzaron grandes depósitos de cohetes y misiles”, declaró Charles Lister, investigador principal del Middle East Institute, en X.

Joe Biden dijo que los objetivos eran instalaciones utilizadas por el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC) y “milicias afiliadas”, y dejó claro que esto era sólo el principio. La respuesta completa por el ataque a la base de la Torre 22 “continuaría en momentos y lugares de nuestra elección”.

Los límites de la respuesta fueron tan claros como su escala. Como era previsible, no se alcanzó ningún objetivo en territorio iraní, y fuentes de la administración dejaron claro que Irán quedaba también fuera de los límites de cualquier futura incursión.

“El objetivo es conseguir que cesen estos ataques. No buscamos una guerra con Irán”, declaró John Kirby, portavoz de Seguridad Nacional.

Mientras tanto, los cinco días transcurridos desde el ataque de la Torre 22 habrían dado tiempo a la retirada de oficiales clave del IRGC. El Pentágono dijo que el momento de los ataques estuvo determinado por las condiciones meteorológicas. Los planificadores habían esperado a que el cielo se despejara para estar más seguros de sus objetivos.

En cuanto a la cuestión de si el retraso había permitido a la IRGC sacar a su gente del peligro, el teniente general Sims, director de operaciones del Estado Mayor Conjunto, señaló que las milicias que atacaban objetivos estadounidenses se habrían dispersado en cuanto dispararon sus armas, por lo que el número de días de pausa no suponía una gran diferencia. El impacto de los ataques nocturnos, dijo el general Sims, fue degradar significativamente los arsenales de armas del IRGC.

En general, la respuesta estadounidense, según Washington, se calibró para minimizar el riesgo de un conflicto directo entre Estados Unidos e Irán, al tiempo que se maximizaba la destrucción del armamento que Irán ha almacenado en Siria e Irak.

Cabe destacar que tres de las instalaciones atacadas se encontraban en Irak. Se había especulado con que los militares estadounidenses podrían evitarlo, ya que el permiso de Bagdad para que continúe la presencia de tropas estadounidenses implicadas en la persecución del Estado Islámico está siendo revisado tras un ataque estadounidense anterior en suelo iraquí.

La Casa Blanca afirmó que Estados Unidos había informado a Bagdad antes de los ataques; no obstante, un portavoz del ejército iraquí dijo que constituían “un asalto a la soberanía de Irak y un insulto al gobierno”.

Aunque arriesgarse a una guerra con Irán era una línea roja en la planificación de esta respuesta, el riesgo de complicar aún más la relación con Bagdad no era evidentemente un obstáculo. Estados Unidos considera que el gobierno iraquí depende en última instancia de los soldados estadounidenses para mantener a raya al Estado Islámico.

JB

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