Las mujeres que exigen a Putin que sus hijos y maridos vuelvan de Ucrania: “Estamos hartas de ser niñas buenas”
Con unos abedules cubiertos de nieve como telón de fondo, un grupo de mujeres con pañuelos blancos en la cabeza se funde con el paisaje invernal ruso. En un país donde disentir públicamente es poco habitual, su mensaje a Vladímir Putin es contundente: traiga de vuelta a nuestros hombres enviados a Ucrania.
“Queremos una desmovilización completa. No deberían reclutar a civiles para la lucha”, dice una de las mujeres al principio de un discurso de nueve minutos. “Somos muchas y seguiremos creciendo”.
La mujer es Maria Andriva, tiene 34 años y es una de las líderes extraoficiales de un movimiento ciudadano emergente que ha ido tomando impulso en Rusia estas últimas semanas. Son las esposas y madres de algunos de los 300.000 hombres rusos reclutados en septiembre de 2022, durante un momento crítico para el Kremlin, cuando necesitaba reforzar sus tropas después de que Ucrania recuperara terreno en el sur y norte del país.
Más de un año después, con sus seres queridos todavía en el campo de batalla, muchas mujeres están escenificando protestas públicas y escribiendo cartas abiertas para hacer frente al relato oficial sobre la necesidad de movilizar a soldados para la guerra rusa contra Ucrania.
“¿Por qué tienen que ir nuestros hombres a Ucrania cuando llevaban una vida pacífica?”, dice Adriva, afincada en Moscú. “Si nuestro Gobierno decidió atacar a un país más pequeño, que luche el Ejército, pero que dejen en paz a nuestros hombres”.
El recuerdo de la guerra de Chechenia
Andriva dice que el movimiento surgió en septiembre, después de que Andrei Kartapolov, el presidente del comité de defensa del Parlamento, dijera a la prensa que no habría rotación de las tropas en Ucrania y que volverían a casa después de que se completara la denominada operación militar especial.
Rusia ya experimentó en el pasado movimientos de protesta liderados por mujeres en época de guerra. Esposas y madres lideraron un movimiento contra la guerra durante la primera guerra chechena en 1994, contribuyeron a que la opinión pública se tornara en contra del conflicto y jugaron cierto papel en la decisión del Kremlin de poner fin a los enfrentamientos. Las mujeres estaban organizadas en grupos bien dirigidos, como el Comité de Madres de Soldados de Rusia, que tenía cientos de sedes regionales por todo el país y consiguió algo crucial: que su mensaje se retransmitiera por la televisión rusa en una época en la que los medios no estaban completamente subordinados al Estado.
Pero desde que Putin llegó al poder en 1999, las autoridades rusas han dado sistemáticamente pasos para desmantelar movimientos ciudadanos a la vez que tomaban el control de medios independientes que podían darles voz.
Tras la invasión de Ucrania a gran escala, el Kremlin fue más allá, al criminalizar de facto a todas las voces contrarias a la guerra y al aplicar estrictos castigos a rusos de a pie incluso por pequeños actos de protesta civil contra la invasión.
Organizadas por Telegram
Andriva se comunica con otras esposas, hermanas y madres de soldados por Telegram, una de las últimas plataformas que acoge voces independientes. La mayor parte de su trabajo se coordina a través del canal Put Domoy (El camino a casa), que ha amasado más de 35.000 miembros desde que se fundó en septiembre. Dice que no tiene miedo, porque está harta.
“El canal es el lugar donde nos reunimos y hablamos sobre nuestros próximos pasos”, dice Natalia, enfermera de una pequeña localidad cerca de Sarátov, en el sur de Rusia. “Te das cuenta de que hay muchas más como tú, que quieren que esta guerra acabe”.
Para el Kremlin es un asunto delicado combatir este movimiento, dice Andrei Kolesnikov, investigador sénior de la sede moscovita del Centro Carnegie sobre Rusia y Eurasia. “Estas esposas y madres no forman parte del tradicional movimiento liberal y urbano anti-Kremlin. Muchas de ellas provienen del núcleo de apoyo a Putin”.
Kolesnikov dice que el Kremlin puede temer que, si toma medidas demasiado drásticas contra el grupo, ello podría provocar una protesta mayor de la sociedad.
Respuesta tibia del Kremlin
Hasta ahora las autoridades han optado por no encarcelar ni acosar a estas mujeres. En su lugar, han ordenado a los medios estatales que hagan caso omiso a sus peticiones, a la vez que rechazan sus solicitudes para conseguir permisos para celebrar mítines por todo el país.
En un intento de abordar el enfado que se estaba fraguando, Putin habló con anterioridad con las madres de los soldados que combaten en Ucrania. Lo hizo durante un encuentro orquestado meticulosamente. Una investigación de The Guardian demostró que las mujeres que se sentaron con Putin formaban parte de un panel de madres de soldados cuidadosamente seleccionadas que tenían vínculos con las autoridades.
Andriva, que tacha la reunión con Putin de “espectáculo político”, dice que algunas de las voces que más se hacen oír en su grupo han recibido ofertas económicas a cambio de su silencio. “No hay cantidad alguna de rublos que te traiga a tu marido de vuelta”, dice.
La respuesta relativamente tibia del Kremlin tiene, en parte, su explicación en cómo se posicionaron las propias mujeres inicialmente. Al principio, hubo integrantes de El camino a Casa que dijeron que no se oponían a la guerra y no criticaron a Putin. “No nos interesa desestabilizar el barco ni la situación política”, se podía leer en el manifiesto del grupo.
Pero a medida que han ignorado sus peticiones, su discurso se ha endurecido. “Nuestra propia gente nos está traicionando y destruyendo”, decía una carta reciente del grupo.
En el mismo comunicado, las mujeres cuestionan la política del Kremlin de liberar de la cárcel a asesinos y violadores convictos tras combatir seis meses en Ucrania. “Está claro que nuestro presidente tiene sentido del humor”, dice el grupo irónicamente.
Y cuando Putin no mencionó la posibilidad de la desmovilización durante su discurso televisado de fin de año, las mujeres de Put Domoy escribieron que estaba actuando de acuerdo con “su estilo habitual: teatral, mezquino y cobarde”.
Andriva dice que dentro del movimiento había muchas visiones distintas sobre la lucha en Ucrania, pero después de que las autoridades ignoraran sus peticiones, algunas cambiaron su percepción del conflicto. “Algunas todavía se creen la propaganda estatal. Pero muchas están cambiando de opinión sobre nuestra operación militar especial”, dice, y añade que no votará a Putin en las elecciones presidenciales de 2024.
Natalia dice que el trato recibido por su marido la ha llevado a cuestionar el relato oficial del Kremlin sobre la guerra en Ucrania. “Primero Putin nos mintió al decir que los civiles no tendrían que luchar”, dice. “Luego empiezas a pensar: ¿miente también sobre por qué estamos en Ucrania?”
“Vivimos un infierno”
Para Andriva y otras esposas y madres, otra queja era acerca de la desigualdad a la hora de distribuir la carga en la guerra. Muchas decían sentirse ignoradas, no solo por el Kremlin, sino también por la sociedad en general.
Muchos rusos han adoptado una forma de evasión desde que comenzó el conflicto, con unas encuestas que muestran que la mayoría de la gente prefiere no pensar en ello o no seguir los acontecimientos del campo de batalla.
Kristina, de Vladivostok, dice: “El país está preparándose para las vacaciones. Todo el mundo sale a comprar regalos y a comer caviar mientras nosotras vivimos un infierno preocupadas por nuestros maridos”.
La desesperación del grupo revela algunas de las difíciles opciones a las que se enfrenta el liderazgo ruso a medida que se aproxima el segundo aniversario de la guerra. Una nueva movilización permitiría una rotación de tropas que podría traer a muchos hombres de vuelta a casa, pero las encuestas han mostrado sistemáticamente que la medida resultaría profundamente impopular, y podría desencadenar una oleada de preocupación y malestar similar a la del año pasado, cuando la llamada a filas conllevó la mayor caída en la valoración de Putin desde que llegó al poder.
“Durante la última movilización, el Kremlin rompió un contrato social no escrito con los rusos: vosotros nos permitís luchar en Ucrania a cambio de que no nos metamos en vuestras vidas privadas”, dice Kolesnikov.
Los analistas dicen que es demasiado pronto para medir el impacto del movimiento de las mujeres rusas en un régimen que tiene un largo historial acallando voces disidentes con éxito.
Pero su indignación pone el énfasis sobre parte del malestar que sienten algunas personas del país sobre el conflicto, y hace mella en la imagen que presenta Putin de una sociedad unida en el esfuerzo de la guerra.
Andriva está decidida a seguir con sus protestas, aunque la lleven a la cárcel: “Estamos hartas de ser niñas buenas. No nos ha llevado a ninguna parte”.
Traducción de Maria Torrens Tillack.
0