El amor puro
En estos días pienso en dos fenómenos clínicos relacionados, sobre los que espero escribir con más detenimiento en alguna ocasión: por un lado, la situación de mujeres que no pueden odiar a un hombre; y esto incluye un espectro muy amplio, desde casos en que todo puede ser perdonado hasta episodios de violencia. En la teoría psicoanalítica se habló alguna vez de “masoquismo femenino”, pero no es claro ni suficiente.
Hoy se hablaría de patriarcado, sometimiento, etc., pero –como diría Freud, citando a uno de sus maestros– ça n’empêche pas d’exister. Incluso cuando no nos gusten, estas situaciones existen. Cualquier clínico lo sabe y lo verifica cotidianamente. Es una cuestión de gradación, no hay una estructura diferente entre una punta y la otra.
Por otro lado, la situación de desvalimiento amoroso en que varias mujeres quedan frente a ciertos hombres. En la tradición se habló de “posición materna” de la mujer respecto del hombre, y quizá no estaría mal, en la medida en que se trata de un amor basado en la entrega sin condiciones.
Un amor incondicional, el amor puro, podría ser la forma que toma la perversión en la mujer. Tal vez por eso Lacan decía que la maternidad (no solo respecto de los hijos) es la perversión femenina. No hace falta hablar de casos del consultorio; todos los días escuchamos situaciones de mujeres que “sin saberlo” se casaron con estafadores, tipos con doble vida, violentos, etc. Ese punto es crucial: el modo en que una mujer puede creer en la palabra de un hombre puede no implicar el saber, sino todo lo contrario.
La otra cara de la cuestión es, entonces: o bien la mujer odia el deseo del hombre (y hace rato desarrollo que ese es el único modo en que se lo puede amar), o lo ama perdidamente, es decir, para perderse. Amar a un hombre más allá de su deseo es arrasador.
Dije que hay dos posiciones que llevan a una mujer a lo peor: el “masoquismo” y la “maternidad” –cuando ésta se practica con una pareja. Masoquista es una mujer que ama sin condiciones; materna es la que ama incondicionalmente. Parecen posiciones semejantes, pero son distintas. Dije que amar el deseo de un varón es lo que salva de esas desventuras.
El modo más habitual en que una mujer ama el deseo de un hombre es poniéndose celosa. Hay otros modos, por ejemplo, enojándose. Esto que parece tan complicado, lo sabe cualquier analista que escucha a una mujer quejarse de su pareja. Ridículo sería decirle: “Entonces separate”. También creer que eso la hace histérica. Esa queja puede ser muy femenina, es el modo de dar cuenta de ese hombre, estúpido y caprichoso, “oscuro” –como dicen hoy algunas mujeres.
Me gusta esa expresión. Algunas dicen: “Lo que pasa es que él es oscuro”. ¡Claro! ¡Es un hombre! Pero, decía, en el enojo está el deseo, ¿cómo creer que eso quiere decir que no le interesa? Quizá con análisis pueda desear sin enojarse, o sin ponerse celosa. Quizá no, también es posible que con análisis haga otra cosa con sus enojos y celos.
Esto puedo contarlo, porque ya pasaron muchos años. Me acuerdo de una mujer que vino a verme después de mucho tiempo; me dijo que estaba enojada conmigo. “¿Todo ese tiempo?”, le pregunté. Ella me comentó que no le había gustado algo que yo le había dicho. No recordaba qué le dije. Ella me dijo: “Que mi marido no me despierta”. Siempre es interesante cuando se atribuye al analista un decir tan lapidario, lo haya dicho o no. Es indicador de otra cosa. ¿Qué la enojó tanto?
Porque ella se daba cuenta de que se vivía quejando, al punto de que se cansaba a sí misma. Vivía enojada, pero no quería separarse. ¿Por qué pensó en separarse? “Es que si mi marido no me duerme... digo ¡despierta!”. Fallido y asociación inmediata: ese dolor de panza que suele sentir, que la lleva a quedarse en la cama y no querer hacer más que dormir. Se levanta solo para pelearse con el marido, ¡el enojo la despierta! ¿Cómo no iba a afectarla escuchar que el marido no la despierta? ¿Cómo no iba a afectarse... con enojo? Ese mismo que transferencialmente la une al análisis y es su síntoma, motor de un deseo que padece.
Hay diversos modos de amar el deseo de un varón, algunos más sintomáticos que otros, pero en su mayoría se basan en reconocer que los varones son insoportables. De todos modos, este tipo de amor deseo del varón es cada día menos común. Es de otra época.
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