Qué hacer antes del apocalipsis

Esta no es una columna de autoayuda. El grupo de científicos atómicos que estableció el reloj del fin del mundo en 1947 dice que estamos más cerca que nunca de la estación terminal, a solo 89 segundos del holocausto nuclear. Podrá argumentarse y con razón que siempre hubo fantasías de extinción, creencias de que todo se destruiría y sin embargo la humanidad siguió sobreviviendo, después de sufrir algunos millones de muertos más o menos a causa de guerras, pandemias, limpiezas étnicas y otros siniestros. El siglo XX fue ejemplar en ese sentido. Pero el orden mundial establecido después de 1945 ha terminado. Ahora tenemos Gaza, Ucrania, las amenazas de Trump y de Putin, un sistema financiero global atado con alambres, mutación climática, todo eso junto. Después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, en los comienzos de la guerra fría, nunca nos habíamos acercado tanto al borde del precipicio. Ni siquiera con la crisis de los misiles en Cuba de 1962, cuando alguna gente creía que se venía lo que en vulgar argentino se llamaba “la fin del mundo”. Ni en plena carrera armamentista, cuando se empezaron a imaginar escenarios de lo que sería un invierno nuclear, en el que los incendios causados por bombas atómicas cubrirían el cielo de polvo y cenizas, impidiendo la fotosíntesis y provocando la extinción de todo lo que vive, un invierno al que solo podrían sobrevivir las bacterias amantes de las condiciones extremas, resistentes a la radiación, como aquellas que viven a más de ochocientos metros bajo el hielo de la Antártida o a más de un kilómetro por debajo del lecho marino cercano a Japón o en el interior de rocas bajo 2.600 metros de océano en la costa norteamericana.
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Ocurre que a la amenaza nuclear, potenciada por guerras actuales entre países portadores de bombas atómicas, se agregan hoy el uso de inteligencias artificiales en armas cada vez más sofisticadas, el avance del militarismo y los neofascismos, la demencia generalizada, los líderes mesiánicos, las catástrofes climáticas devastadoras, desde incendios e inundaciones hasta veranos asfixiantes e inviernos terribles según las zonas, todo un apocalipsis algo lento, no de destrucción total al instante sino más bien una agonía de desastres acumulados y cada vez más severos. Lo que no excluiría que todo se precipite de golpe hacia la escena más temida.
Es difícil mantener el buen humor ante estos procesos. Pero es posible. En el borrador de una conferencia que no pudo dar a causa de su muerte, Kurt Vonnegut se refirió al inicio del final de esta manera: “Esto es realmente el apocalipsis, el fin de todo según las profecías de San Juan el Divino y San Kurt el Vonnegut. Mientras hablo aquí, el último oso polar puede estar muriéndose de hambre a causa del cambio climático, a causa de todos nosotros. Y claro que voy a extrañar a los osos polares. Sus cachorros son tan mimosos, tibios y confiados como los nuestros… ¿Pero acaso este viejo choto tiene algo que decirles a los jóvenes en esta época llena de problemas?” Era abril del 2007 y el reloj del fin del mundo aun no estaba tan cerca de la medianoche como ahora, pero las antenas del autor de Matadero 5 ya habían detectado cómo venía la mano. En esa novela, escrita a partir de su propia experiencia como testigo del incendio de Dresde en la Segunda Guerra Mundial por el bombardeo aliado mientras él se hallaba prisionero de los nazis, hay una expresión que se repite más de cien veces en forma de remate y que tiene distintos significados según los párrafos a los que alude, generalmente tras el relato de alguna masacre: “So it goes”. Traducido a veces como “así fue”, según el contexto puede significar “así son las cosas ”.
Fue su hijo Mark quien debió leer el último discurso del escritor ante una audiencia conmocionada por su muerte, ocurrida apenas dos semanas antes. Y se trató de una exposición de veinte minutos al mejor estilo Vonnegut, con abundantes bromas, ironías y reflexiones erráticas sobre diversos temas, desde la grieta entre liberales y conservadores en Estados Unidos hasta el nuevo poder chino, las guerras, los cambios en el clima, la destrucción del planeta y el sentido de la vida.
Respecto de esto, el último párrafo del discurso resumió el espíritu que sostenía Vonnegut en medio de sus visiones apocalípticas. Decía: “Hace un tiempo le pregunté a mi hijo Mark de qué se trata la vida, dado que yo no tenía la más mínima idea. Me dijo 'papá, estamos acá para ayudarnos a atravesar este asunto, sea lo que sea'. Sea lo que sea. No está mal. No está mal que uno pueda ayudar, ser un cuidador. ¿Y entonces cómo deberíamos proceder durante este apocalipsis? Por cierto, deberíamos ser excepcionalmente amables unos con otros, pero también deberíamos dejar de ser tan serios. Los chistes ayudan bastante. Y consíganse un perro si aún no lo tienen. Yo mismo me conseguí uno hace poco. Es una cruza nueva. Medio caniche y medio shitzu. Un perrito de mierda. Y con esto me despido. Muchas gracias”.
Paradójicamente, ese mismo perrito fue quizá el que de modo indirecto provocó la muerte del escritor a los 84 años. Una tarde de marzo de 2007, sobre el final demorado de un largo invierno, Kurt Vonnegut salió de su casa en Manhattan a pasear a su mascota, a fumar o hacer ambas cosas y se resbaló o tropezó en los escalones de la entrada, que podían tener un poco de hielo residual, todo ello agravado por el riesgo de enredarse con la correa del perro, y se rompió la cabeza en la caída. Más allá de las especulaciones, esto es cierto: tras el accidente fue internado con traumatismo de cráneo y falleció inconsciente el 11 de abril de aquel año. Fue tal vez el último e involuntario chiste de Vonnegut, promotor de una autoironía infinita, capaz de dejar entre bromas para la posteridad este mensaje final: es un momento excepcional, de modo que cuídense entre sí, cuiden a quienes aman, busquen alguien a quien querer, hagan el amor y no la guerra, sean amables y amantes, porque esto no va a durar mucho. Así son las cosas.
OB/DTC
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