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Opinión

El desafío para América Latina: promover la participación de mujeres en ciencia y tecnología

Directora del programa de Desarrollo Económico de CIPPEC
La ciencia, la tecnología, las ingenierías y las matemáticas son las actividades con menos participación de mujeres

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Para América Latina, la transformación tecnológica, acompañada por habilidades y marcos regulatorios adecuados, puede ser la puerta al desarrollo. Pero por tratarse de la región más desigual del planeta, el desafío para estos países es que el cambio tecnológico y la economía del conocimiento sean la base de un crecimiento inclusivo. En este contexto, la participación de mujeres en los llamados “sectores STEM” se vuelve un tema central.

Mucho se habla de que la ciencia, la tecnología, las ingenierías y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) son las actividades del futuro. El corazón de estas actividades está en el conocimiento, cada vez más relevante en un mundo en el que la inteligencia artificial se usa de manera creciente para automatizar procesos y decisiones en diferentes ámbitos de la producción y la vida; en un mundo que necesita respuestas rápidas a la carrera tecnológica, al avance del cambio climático o de pandemias como esta del Covid-19. En el marco de la llamada “Cuarta Revolución Industrial”, estos conocimientos se tornan cruciales en términos de productividad ya que, junto con las nuevas tecnologías, se vuelcan al resto de la economía para eficientizar sus procesos, crear nuevos negocios y generar empleos de calidad. Los países que tienen trabajadores/as con habilidades STEM pueden especializarse mejor en sectores más dinámicos que otros y, por tanto, volverse más competitivos. 

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Para Argentina, Brasil y México —que concentran el 62% del PBI regional y son los únicos países latinoamericanos en el G20 —, los sectores vinculados a la ciencia y la tecnología (CyT) representan 1 de cada 10 dólares producidos en sus economías y casi un cuarto de las exportaciones. Además, el valor agregado por trabajador/a de CyT duplica el del resto, la informalidad es muy inferior al promedio de la economía, y se obtienen salarios entre un 25% y 65% superiores a los de ocupados/as en su conjunto. Estos tres países cuentan con ecosistemas de empresas en la frontera tecnológica; según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), nuclean el 84% de empresas tecnolatinas y poseen los sistemas científico-tecnológicos más desarrollados y dinámicos de la región. Pero la dificultad para encontrar personal calificado aparece como un obstáculo a la hora de adoptar nuevas tecnologías e innovar.

A pesar de la relevancia creciente de las actividades STEM para el desarrollo económico, son de las que cuentan con menor participación de mujeres. Si bien más de la mitad de las inscripciones en la educación superior en los tres países corresponden a mujeres, ellas representan menos del 30% en las ramas de ingeniería en los tres países, y menos de un cuarto de las inscripciones en carreras relacionadas con las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). Del total de trabajadores en ocupaciones relacionadas con la ciencia, la ingeniería y las TICs, menos de un cuarto son mujeres. Esto ocurre porque muchas de las especializadas en STEM no consolidan carreras profesionales en esos ámbitos, sea porque no toman puestos de trabajo en CyT, o porque los abandonan en algún momento. La situación no solo ubica a las mujeres en desventaja para acceder a sectores dinámicos, con altos salarios y mejores condiciones laborales en general, sino que limita las posibilidades de que estén representadas en el diseño de las tecnologías que están transformando el mundo. 

Del total de trabajadores en ocupaciones relacionadas con la ciencia, la ingeniería y las TICs, menos de un cuarto son mujeres.

La subrepresentación de mujeres en estos ámbitos es un problema multidimensional que requiere de un abordaje integral de las sucesivas barreras que las mujeres enfrentan a lo largo de sus trayectorias. Son importantes estrategias que fomenten el interés de las niñas por la ciencia y la tecnología, que resalten las oportunidades transformadoras que brindan las habilidades STEM, que derriben estereotipos de género en la escuela, el hogar y los medios, y que promuevan la educación vocacional. A su vez, es esencial actualizar la currícula educativa y fortalecer los mecanismos de transición del sistema educativo al mercado laboral, mediante un mayor vínculo entre el mundo educativo y el productivo y con marcos normativos que faciliten las transiciones y certifiquen habilidades, que faciliten la formación continua y produzcan información que anticipe las habilidades demandadas. 

Además, fortalecer las trayectorias profesionales requiere políticas que permitan conciliar la vida familiar y la laboral, revisar la cultura organizacional, y minimizar prácticas inequitativas. Por último, proveer información de calidad de manera sistemática a las jóvenes, a sus familias, a docentes y a la sociedad en su conjunto, para acompañar el desarrollo de narrativas inspiradoras sobre la importancia de la ciencia y tecnología en la sociedad.

Promover la participación de mujeres en los ámbitos STEM es una tarea urgente para revertir el aumento de la brecha laboral de género, más aun dado el retroceso en este terreno que implicaron los efectos de la pandemia. Es, además, una oportunidad para aumentar la productividad, al dotar de miradas complementarias y diversas a los equipos que investigan, desarrollan y producen, para que reflejen cada vez más y mejor la rica diversidad de la sociedad.

PS

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