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Elecciones en Brasil 2022 - Análisis

Duelo brasileño a matar o morir entre el Profeta nordestino del edén abolido y el Mesías carioca que pide bis tropicalista

Alfredo Grieco y Bavio Panorama de las Américas rojo
8 de octubre de 2022 09:08 h

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El ex obrero y el ex capitán están más empatados de lo que parece al leer la letra grande de la primera encuesta de Datafolha de cara al balotaje del 30 de octubre. Como ya es rutina, el ex presidente supera al presidente, Luiz Inácio Lula da Silva (49%) a Jair Messias Bolsonaro (44%). Aunque empequeñecidas, las proyecciones de todos los sondeos que midieron la intención de voto por el rehabilitado líder de la oposición quedaron dentro de márgenes muy honrosamente aceptables en la noche del 2 de octubre.

La noticia deseada había sido difundida, y los resultados vespertinos proclamaron como vencedor de la primera vuelta a su favorito, el candidato del centro-izquierdista Partido de los Trabajadores (PT). Lula no había ganado en primera vuelta, pero sí había ganado la primera vuelta.

Sin excepción honorable, sobre todos los sondeos cayó el reproche unánime de la imprevisión de sus registros para la 'ola azul', del tsunami sin advertencia meteorológica que surfeó desafiante el presidente candidato de todas las derechas. Sin duda el reproche es injusto, sin duda el público lego y el periodismo malentienden qué es lo que hacen o pueden hacer los encuestadores. También se quejan corporativamente los profesionales que se los admire poco. Si supiéramos cuán laboriosos son los afanes de la tropa encuestadora para elicitar del voluble electorado una respuesta precisa a sus preguntas trabajosamente formuladas con rigor. Si sólo comprendiéramos cuán científica (y no menos laboriosa) es la faena de cuantificar la voz del pueblo soberano, y más todavía la posterior tarea de dibujar guarismos y porcentajes y de pintar colores y lunares en tortas y demás gráficos encarpetados.

Quedan los números. Los de Bolsonaro fueron mayores a cualquier porcentaje graficado por el gremio de Datafohla antes de primera vuelta. Y subir es acercarse. La proximidad del aliento del candidato liberal en el aire que respira el petista fue alarmantemente inferior a cualquier previsión. Como si la aplastante suma de iniquidades de la que se compone, sin relleno o línea indiferente, el intenso retrato personal y político del presidente candidato que dibujan con trazos gruesos la oposición y los medios prestigiosos, la Universidad y la Justicia, artistas e intelectuales brasileños y de los países cultos, quienes no desfallecen en su denuncia de crímenes implacablemente universales y atroces, bastara para excluir, con la lógica de un argumento medieval sobre la existencia de Dios, la posibilidad de que masas humanas aprieten en las urnas el botón Bolsonaro.

En el Nordeste, la región más pobre de Brasil, donde Lula nació y de donde migró a San Pablo para trabajar como obrero metalúrgico durante el boom industrial desarrollista de la la dictadura militar instaurada por el Golpe de 1964, la ventaja de Lula fue máxima. Se impuso en primera vuelta con un promedio del 60% de los votos.

Aunque también sus números nordestinos mejoraron, Bolsonaro vinculó despectivamente la fortaleza vigorosa del candidato petista en su región natal con el analfabetismo y una miseria crónica que según el presidente candidato sucesivas administraciones locales del PT han tenido nulo éxito mencionable en combatir. Sólo los analfabetos pueden votar por el bandido, concluyó. (En el Nordeste, una cultura oral celebra a bandidos populares, enfrentado a la autoridad de ejércitos, armas y otras represiones del poder establecido y de las violencias de los dueños de la legalidad y de la tierra). Lula respondió que sólo un monstruo podía votar por ese monstruo, que nadie que tuviera una pizca de sangre nordestina ibía a votar nunca por él.

En la prensa extranjera, Bolsonaro es ultra derechista. En los medios brasileños, derechista sin prefijo enfático. No faltan voces pro Lula que calibran cuán útil, si útil, es utilizar como epítetos épicos automáticos 'ultraderechista', 'golpista', 'misógino', 'homofóbico', 'genocida' (por las muertes por Covid y por los reclamos de indígenas desplazados y diezmados), 'ecocida' (por la deforestación amazónica), 'racista' (por su desdén y desinterés por los programas de cupo de acción afirmativa como instrumento estatal de promoción social). Tal impostación de la campaña lleva a concluir, con alivio, que el electorado se enfrenta a un falso dilema ético y político, tan fácil luce la única solución virtuosa: si quiere retener un mínimo de humanidad, ya sabe por quién votar. Lula no es el mejor candidato entre los dos: es el único por el que se puede votar sin pecado.

En el Sudeste culto y letrado, en cambio, la victoria de Bolsonaro y de sus aliados en las gobernaciones fue nítida. El presidente mejoró sus números respecto a la elección presidencial anterior.

En San Pablo, Minas Gerais, Rio de Janeiro, los candidatos más votados invitan a votar a Bolsonaro en segunda vuelta. Sumándose el pequeño estado de Espíritu Santo, este bloque, cuyos impuestos son la sangre (extraída ya que poco esponténamente donada) da vida a la promoción social federal, constituye el 43% del padrón. Genocidio y ecocidios del ultraderechista golpista no han sido óbice para que el actual gobernador paulista, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), que el 2 de octubre perdió su chance de elección frente a un candidato pro-Bolsonaro que salió primero, anunciara que prestaba su apoyo “incondicional” a la reeleción presidencial de Bolsonaro. La homofobia del ex capitán del Ejército tampoco impidió al candidato del PSDB a gobernador por el próspero estado de Rio Grande do Sul, quien se mostró besándose con su enamorado en primera vuelta, y cuya victoria o derrota finales se dirimirán en segunda, anunciar su estricta neutralidad entre las candidaturas presidenciales de Lula y Bolsonaro de cara al balotaje. Frente a estos movimientos, las sesiones fotográficas de Fernando Henrique Cardoso con Lula acaso limiten su efecto al merecido halago que causan al dos veces presidente del PSDB, académico, y profuso diarista de detalles escogidos de sus dos gestiones.

Un Congreso muy bien destituyente

En el Congreso, los partidos de derecha del Centrón tienen mayoría. En la Legislatura de 2023, habrá más bancas afrobrasileñas, en su mayoría, también de derecha. La mayoría legislativa del Congreso es del Centrón, que retiene la mitad de las bancas en Diputados. y en Senadores si sumamos dos bloques. Si la alianza de Lula tuviera 180/ 513, podría detener que se dé lugar a cualquier pedido de juicio político. No tiene. 

Para 2023, un escenario muy poco edificante resulta sin embargo muy poco improbable. Ante encrucijadas conflictivas, cuando la administración petista de un Lula victorioso en su ajustado balotaje y ya presidente en Brasilia se demore en atender o empezar a negociar las demandas de la mayoría legislativa, el Centrón abrirá su consentimiento a coloridas iniciativas de impeachment. Audiencias, comisiones, testigos, drama, drama, and more drama, con la máxima transparencia: televisado en vivo a la hora de la novela vespertina.

Dañará a Lula el espectáculo de luz y furia en Brasilia de uno o más juicios políticos. Aun sin sufrir exoneración. Como dañaron a Bolsonaro las teatrales deliberaciones, y los interrogatorios y careos que la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) interpretaba en vivo, sin el más mínimo pánico escénico, ante la lente de las cámaras que enfocaban silencios, llantos, vibrantes denuncias en torno a la gestión sanitaria federal durante el clímax del Covid. Bolsonaro no desoyó el mensaje del Senado, que obtuvo mucho de lo que exigía, o más. Tras las elecciones generales del 2 de octubre, por primera vez habrá otra primera mayoría en la Cámara alta. Será el PL de Bolsonaro, que dedicó la más efectiva de las atenciones clandestinas a ganar bancas senatoriales para el partido de su candidatura presidencial.

El escenario puede ser peor. Pueden juzgar a Lula, y destituirlo. Asumiría la presidencia el vice, un paulista católico, bien educado por el Opus Dei, y primo del primer vicepresidente de la dictadura que instauró el Golpe de 1964. Parece dudoso que ante tal prueba impuesta a su fe, el doctor Geraldo Alckmin se oponga al designio de una Providencia que anime a la grey cristiana para redimir a Brasil del pecado de las urnas de 2006, en las que entonces, como este candidato presidencial del PSDB fue derrotado por Lula en el balotaje. De ocurrir, la destitución del ex sindicalista fundador sería destitución más rica en consecuencias impredecibles que la padecida en su segundo mandato por la presidenta petista Dilma Rousseff en 2016. Y como el PT es menos que Lula, una eventualidad trotzkiana no es de descartar: la de que en el país del Lava Jato el PT se aproximara al mismo tacho de basura de la Historia donde donde ahora está el PSDB. Como en la Italia de Mani Pulite con Silvio Berlusconi el Partido Comunista, el Partido Socialista y la Democracia Cristiana se perdieron para siempre.

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