Por qué nos gusta tanto la música de nuestra adolescencia
¿Te parece que la música de hoy ya no es tan buena como la de antes? ¿Volvés siempre a la música que escuchabas cuando eras chico? Pasa mucho. Con el tiempo crecemos en muchos aspectos, cambiamos gustos, formas de ver el mundo, maneras de divertirnos, pero la música queda. Esas canciones que escuchábamos de adolescentes, las podemos volver a escuchar una y otra vez y nos siguen gustando. En cambio la música que salió después no tiene el mismo efecto. Y aunque quizás hay algunos tipos de música por los que se puede desarrollar el gusto más tarde -como la música clásica o el jazz- hay algo en nuestros gustos musicales que parece congelarse en la juventud.
Y en un momento bastante preciso de la juventud: lo más probable es que tu canción favorita haya salido cuando tenías alrededor de 13 o 14 años. Eso concluyó Seth Stephens-Davidowitz, un especialista de datos, que tuvo acceso a la información del consumo de música de Spotify según el año de nacimiento de sus usuarios. El investigador encontró que entre quienes nacieron en 1979, Creep de Radiohead estaba entre las 200 canciones más escuchadas, mientras que no figura entre las primeras 300 de los que nacieron 10 años antes o después. ¿Por qué quedó como una de las favoritas de quienes nacieron en 1979? Porque tenían 14 años cuando salió la canción en 1993. Y no es una particularidad de esa canción, hizo el mismo análisis con todas las que llegaron a estar entre las más escuchadas entre 1960 y el año 2000. Y el resultado fue consistente: nos gusta lo que escuchamos mucho en el fin de la pubertad.
Hay varias posibles razones para esta relación. Una es que en general, tenemos más tiempo para escuchar música en nuestra juventud. Y mientras más escuchamos una canción, más nos tiende a gustar. Esto pasa por el principio de familiaridad: mientras más conocido nos suena algo más nos gusta. Por eso puede que la primera vez que escuchamos un tema no nos convenza del todo, pero cuando lo escuchamos dos, tres, cuatro veces, nos va pareciendo mucho mejor (¿o no hubo un momento en el que finalmente te empezó a gustar Despacito?). Esto se ha estudiado en muchos experimentos, en los que exponen a una persona por primera vez a una canción y ven cómo, cuando la vuelve a escuchar, tiende a gustarle más. Las cosas -y las canciones- que nos suenan familiares, nos gustan más. Por eso, la música que escuchamos muchas veces en todas esas horas de adolescencia nos encanta.
Otro factor que puede influir en la apreciación musical es cuán abiertos estamos en los distintos momentos de nuestra vida a nuevas experiencias. La apertura a la novedad se suele medir como parte de un cuestionario para evaluar nuestra personalidad y, por supuesto, hay mucha variación entre persona y persona. Pero también la hay a lo largo de la vida. Mientras que de jóvenes queremos experimentar y probar más, a medida que pasan los años nos decimos que ya sabemos lo que nos gusta y que no hace falta salir a descubrir algo nuevo. Un estudio que analizó miles de encuestas de personalidad en el Reino Unido y Alemania, de personas entre 16 y 80 años, encontró que los jóvenes tienden a estar más abiertos a nuevas experiencias.
En la misma línea, aunque un poco menos riguroso, Robert Sapolsky, un neurocientífico, hizo una pequeña encuesta. Consultó en distintos locales sobre la edad promedio de su clientela, y esto lo llevó a concluir que: si no probamos el sushi antes de los 39 no hay muchas chances de que nos guste después, si no te hiciste un piercing en la lengua a los 23 lo más probable es que no te lo hagas nunca y que a partir de los 35 años hay muy pocas probabilidades que nos guste un nuevo músico. Pareciera que hay ciertas cosas que estamos abiertos a hacer de jóvenes que luego descartamos y nos acomodamos en lo que ya sabemos que nos gusta.
Una tercera razón por la cual la música de nuestra juventud puede quedarse con nosotros para siempre es que la asociamos con los potentes recuerdos de esa época. En pleno momento de desarrollo, cuando vivimos muchas de nuestras primeras veces -como el primer beso o el primer recital- el cerebro absorbe la información que nos queda grabada con mucha más fuerza que en el resto de nuestra vida ¿Quién recuerda el beso número 543? ¿O la décima entrevista de trabajo? Y esos recuerdos, de esos momentos intensos, quedan asociados a la música que escuchábamos para siempre. Volver a oírla nos tiende a traer algunas de esas emociones.
La forma en la que descubrimos la música en nuestra adolescencia cambia, antes eran cassettes de Fito que pasaban de mano en mano hoy pueden ser videos de TikTok y en unos años puede ser otra. Pero lo más probable es que la música que salga ahora, acompañe a los que nacieron en 2010 durante los próximos 70 años, o más.
OS
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