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GORDO TV

La indignación de la gente

Alfredo Casero en la mesa de Mirtha Legrand.

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Sábado a la noche en canal 13

Suena la tradicional trompeta de presentación. Los invitados aplauden mientras la locutora lee sus nombres. Al menos, tres de ellos lo hacen. Alfredo Casero, el restante, juega con una servilleta. Cuando llega su turno, sonríe como si lo hubieran agarrado de sorpresa. Se aplaude a sí mismo y mira a la cámara de reojo, con complicidad. 

—Con nosotros, la señora Mirtha Legrand.

Con calidez centenaria, la conductora saluda a los integrantes de la mesa. Casero recuerda que hace treinta años, cuando lo invitaron al programa por primera vez, le regalaron un salero y un pimentero con una “M” y una “L” hechas en plata. Luego cuenta que un vecino suyo los falsificó. 

Los otros ríen, descolocados. 

—Debo tener seis o siete relojes —insiste Casero—. Lo más codiciado fue un termo.

 —¿Y usted, Ministro? —la conductora interroga a Ruckauf— ¿No se acuerda de nada que le hayamos regalado?

—La última vez que vine era vicepresidente de Menem —responde Ruckauf con melancolía indisimulada. 

El ex vicepresidente recuerda la vez en que Mirtha les dijo a Néstor y Cristina Kirchner que se venía el zurdaje.

—Después de eso, tuvimos veinte años de violencia —lamenta. 

Luego informa que Néstor perseguía a una de sus empleadas para pegarle trompadas. 

Baby Etchecopar se muestra de acuerdo. Según Claudio Uberti, dice, Néstor y Daniel Muñoz le pegaban a un empleado hasta que llegaba Cristina y decía “no le peguen más a este mariconcito”.

La charla es amable. Nadie desentona. Tienen ritmo, como una orquesta donde todos los músicos ejecutan sus instrumentos de memoria, pero con solvencia. Excepto Casero, que come en silencio. 

—Alberto fue el peor presidente de la democracia argentina, pero nunca pensé que le pegara a su mujer  —se asombra Ruckauf—. De La Rúa era Churchill comparado con Alberto Fernández.

Los periodistas en la mesa recuerdan que Alberto fue elegido por Cristina. Entonces Casero reacciona.

—Perdón —interrumpe— ¿Ahora los periodistas dicen “pero no nos dimos cuenta antes”?

Gutiérrez se fastidia.

—De qué cosa no nos dimos cuenta antes.

—Ahora todo el mundo dice abiertamente que lo puso Cristina cuando antes no se podía decir que ella lo puso.

—Ella misma lo dijo —asegura Ruckauf.

—Para mí no lo puso Cristina —desafía Casero.

—¿Quién lo puso entonces?

El actor demora unos segundos la respuesta.

—Diosdado Cabello —dice, con una sonrisa sensual en la mirada—. Que es el dueño de todos ellos.

Se hace el silencio en la mesa. 

Lunes a la mañana en América TV

Pamela David informa sobre los cruces de Alfredo Casero con Mónica Gutiérrez y Baby Etchecopar en el programa de Mirtha Legrand, en especial sobre los recortes que se viralizaron en las redes sociales. Desde un móvil en el sofá de su casa, Etchecopar hace su descargo: la plata que en su momento le ofreció Larreta era por publicidad.

—Yo igual no la acepté —aclara—. No necesito comprometerme con una ideología política para hacer tele. 

David explica que ella ve algunas señales de noticias en las que no puede creer que los periodistas no sean ensobrados, pero enfatiza que no tiene manera de demostrarlo.

—Está muy mal que nosotros, desde este medio, alimentemos ese mito porque no hay manera de comprobarlo —opina la conductora del programa—. Casero representa a Twitter.

Vestido con un saco a cuadros, Paulo Vilouta opina que no todos los periodistas se enriquecieron con el Estado. 

Lunes a la tarde en Neura

—Qué bolonqui que se armó ayer en la mesa de Mirtha —Guadalupe Vázquez habla a cámara—. Me daba pena Mirtha Legrand, pobre, porque se puso violento el tema en un momento. Pero ella qué bien que lo manejó. Se moría de risa —revuelve el café con una cucharita—. Imperturbable estaba Mirtha. La admiro profundamente. Es increíble cómo manejó la situación. De lo que estoy hablando es del cruce entre Alfredo Casero y los periodistas que estaban en la mesa, Baby Etchecopar y Mónica Gutiérrez.

“No te metas ahí Guada, no es con vos”, advierte un comentarista. “Nelson Castro en su momento apoyaba a Alberto Fernández”, recuerda otro. “Privaticen Aerolíneas”, exige un tercero.

—La verdad es que… —Vázquez hace una pausa, lee los comentarios— Aguante Casero, claro… Me parece que él representa absolutamente el hartazgo y la indignación de la gente con muchos periodistas, muchos de los cuales también se despegan, que en su momento vendieron el Alberto moderado, Mandela y todo eso. La pifia cuando habla de todo el periodismo como pautero y ensobrado. Y me parece peligroso, más allá de que ustedes lo saben —carraspea— somos muchos los que no hemos recibido pauta, que yo me niego a recibir pauta oficial justamente por eso, porque mi credibilidad es mi caudal más importante. Mi capital es mi credibilidad. No tengo otro. Y eso no tiene precio, pero yo no pienso pagar por los pecados de otros. No tengo nada que ver con esos que reciben pauta, recibieron, reciben y van a seguir recibiendo. Y pagué un costo muy alto por no transar con ese sistema —está conmovida, le tiembla la voz—. Entonces, me parece injusto que no se haga la diferencia.  La verdad es que detrás de las caras visibles venimos un pelotón de periodistas que quizás no seamos tan visibles, que no tenemos tanto poder ni influencia y que por supuesto no tenemos el nivel de vida que tienen estas personas, pero nos rompemos el alma todos los días laburando para destapar chanchullos y ollas. Muchas de las causas de corrupción que llevaron a que se cayera y perdiera el peronismo en las elecciones tienen que ver con casos de corrupción que encontramos los periodistas que no estamos pautados ni ensobrados. ¿Por qué esto es peligroso para la democracia? Si ningún periodista es creíble, porque todos somos ensobrados y pauteros, ¿entonces quién gana? —la conclusión es categórica— Los políticos corruptos. 

Martes a la tarde en TN

José Luis Espert en estudios. Marcelo Bonelli y Maru Duffard le preguntan por el aumento que se otorgaron los senadores:

—Es una cosa payasesca —se indigna, categórico—, tenemos que empatizar con la gente. 

Su sintaxis se vuelve experimental:

—Este espectáculo circense que está dando el Senado no tenemos que hacerlo. porque encima la gente se tiene que fumar el otro circo del terror, el de Alberto Fernández y compañía.

Espert evade definiciones sobre la candidatura del juez Lijo a la Corte Suprema y el nombramiento de Martín Lousteau en la Bicameral de Inteligencia. Bonelli le pregunta por el cepo:

—¿Continúa hasta el 2025?

La respuesta es confusa. Para despedirlo, Bonelli pide unas palabras sobre Alberto Fernández: El diputado opina que el expresidente es una basura. 

—Una basura porque siempre lo fue —infla el pecho, mira a la cámara—. Pero en particular por lo que hizo durante su Presidencia. Y digo basura porque nos encerró innecesariamente durante un tiempo interminable, no testeó de manera masiva, no vacunó de manera masiva, motivo por el cual la gente se murió cuando se podrían haber evitado muchísimas, miles de muertes, así que es un responsable criminal de lo que sucedió en la Argentina. Por si fuera poco, convirtió a la Casa Rosada y Olivos en una especie de puticlub, y ahora la va de fino  porque no se banca las consecuencias —Espert se entusiasma, mira a cámara—. Yo pondría los videos de Alberto Fernández en 360 en todos los canales, obligatoriamente, para que la gente vea lo que no se debe hacer en política. Porque la política va a dejar de ser la asquerosidad que es cuando dejen de ocurrir cosas como las que ha hecho Alberto Fernández. Y eso hay que mostrarlo, exhibirlo, exponerlo. Porque la política es el único lugar desde el cual se puede cambiar un país por el bien de la gente. La política tiene que ser la antítesis de lo que Alberto Fernández ha demostrado —finaliza, elocuente—. En cadena nacional pondría los videos de Alberto Fernández.

SR/MG

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