Kast, esta huevadita se acabó
Casi nadie lo duda, estas elecciones chilenas las gana la izquierda. Gabriel Boric tiene serias chances de vencer a José Antonio Kast. Desde quince días antes del balotaje de mañana domingo, estaba prohibida ya la difusión de encuestas. No está prohibido opinar a los encuestadores, y alguno habló muy claro sobre qué piensa: ¡gana Boric! Sobre por qué gana, y quién gana, tampoco faltan ni vehemencia, ni explicaciones. Es más complicado que complejo, y por lo tanto resulta inevitablemente más tedioso, como en la escuela, tanto exponer como seguir la exposición.
Tratando de que sea menos aburrido, o menos fome -como se dice en Chile-, menos desabrido, el relato o el recuento, lo que sí se puede decir es que el de Boric, si se concreta, es el triunfo de la juventud y de la participación juvenil y el mayor recambio generacional. La victoria de un treintañero sobre un sexagenario acaso antes que de la izquierda sobre la derecha, de un modelo sobre otro, de un socialdemócrata sobre un pinochetista. Aunque todo eso también. Pero la realidad demográfica parece estar en plano a la vez anterior, más hondo y más amplio, que la política. Son las primeras elecciones en 16 años donde los candidatos contrapuestos no son Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, y las primeras en 30 años donde las fuerzas que se contraponen en las presidenciales no son la centro izquierda de la Concertación y la centro derecha de la Alianza. En las primeras elecciones donde el balotaje se dirime entre dos independientes, la juventud parece demostrar su mayor capacidad para liderar, precisamente, la independencia de criterios.
La juventud demostró, también, estar a la altura de un rasgo que se le atribuye, o verificarlo: la capacidad de aprender. El ex líder estudiantil Gabriel Boric aprendió y aprendió desde que la primera vuelta. En cada presentación pública, en cada entrevista, en cada debate, estuvo mejor que antes. Y sin perder el entusiasmo, sin lucir súbitamente calculador. En el último debate, le dijo a Kast no menos de quince veces, “mentiroso”. Era pegar donde más duele, en una elección donde la autenticidad era uno de los valores electoralmente más importantes, y redituables.
Es claro que Boric morigeró su discurso. El candidato presidencial que supo que había pasado a segunda vuelta, en su arenga de la noche del 21 de noviembre habló a sus compañeros y compañeros; desde entonces, y hasta el cierre de campaña del balotaje, habló a chilenos y chilenas. El candidato de Apruebo Dignidad, una coalición aliada al Partido Comunista, no tuvo problemas, en el último debate, en ser definido como socialdemócrata.
En cambio, su rival Kast verificó, a pesar suyo, el estereotipo, la ‘caricatura’, en sus palabras, de la que quería distanciarse. La del ‘momio 3.0’, la del republicano antidemócrata, xenófobo, antimigrante, nostálgico del orden de la dictadura, paladín de la represión policial y militar como vía segura para enfrentar los dilemas de la seguridad ciudadana y del aumento del crimen. En particular, fue y siguió resultando fatalmente misógino. Las mujeres -las mujeres de derecha- no le creían. Cuando todavía se podían publicar resultados de sondeos, muchos reiteraban este dato desalentador para su victoria final: al menos una de cada tres, o dos de cada cuatro, que habían votado por Sebastián Sichel, el candidato perdedor de la alianza de centroderecha clásica Chile Podemos Más en primera vuelta, no iban a votar por Kast en segunda. Es decir, no iban a ir a votar en el balotaje, en un país donde el voto no es una obligación sino un derecho, y donde el ausentismo es mayor que el presentismo en las elecciones.
Por primera vez, en esta elección puede ganar en Chile en segunda vuelta un candidato que no ganó la primera. Esto es cierto, pero también es cierto que quien gana en primera vuelta en la región metropolitana, y en la comuna de Santiago, también ganó siempre en segunda, y este es el caso de Boric.
Si hay razones generales para la victoria de Boric, hay algunas especiales para la derrota de Kast. El candidato de izquierda logró rápidamente la alineación incondicional detrás de su candidatura del Partido Socialista, de la Democracia Cristiana, de Partido por la Democracia, de los expresidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. A su manera, es también el (mejor) candidato de la ex Concertación, ex Nueva Mayoría. A Kast le costó más tiempo el apoyo de la centro derecha, fue retaceado, tardío, poco entusiasta y condicionado. Con el apoyo de Yasna Provoste, la candidata democristiana, Boric creció en regiones y entre personas mayores de 55 años. Kast no tenía donde crecer, a dónde dirigirse para encontrar bolsones de votos. Sus avances en el Partido de la Gente, de Franco Parisi, el tercero en la primera vuelta, un partido antipolítico pero también liberal y anti-Estado, fueron de un éxito muy moderado.
Más difícil de anticipar es el porcentaje de la victoria. Que no es en absoluto indiferente. Porque Boric va a gobernar, si gana, con votos prestados. Más que Sebastián Piñera, que en el balotaje anterior ganó por el 54% de los votos. Y la gran elección chilena es la del año que viene: el plebiscito de salida de la Convención Constitucional que está sesionando y redactando en simultáneo la nueva Constitución que sustituirá a la pinochetista de 1980 aún en vigencia. En 2022 se invertirán los roles del plebiscito de 1988, cuando Kast votó SÍ a la Constitución de la dictadura. Posiblemente, se convertirá en líder de la Oposición y líder del NO a la nueva Constitución democrática. Pero por ahora, como festejaron cuando la victoria del NO más de tres décadas atrás, ‘Kast, esta huevadita se acabó’.
AGB
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