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Máximo, tras los pasos de Néstor

Maria Odonnell Microhistorias rojo
2 de enero de 2021 22:37 h

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Treinta años más tarde Máximo Kirchner parece empeñado en la misma tarea que emprendió su padre desde la Patagonia.

Mientras gobernaba Santa Cruz, Néstor Kirchner supo que para llegar a presidente debía conquistar el conurbano de la provincia de Buenos Aires, el cordón que rodea a la ciudad capital, el más densamente poblado de la Argentina. Entendió antes que otros el impacto de una de las modificaciones más profundas de la reforma constitucional de 1994. Con la elección del presidente por distrito único, todos los votos pasaron a tener el mismo peso, independientemente de la ubicación geográfica de cada elector. Antes existía la intermediación del Colegio Electoral, que asignaba a cada provincia un piso mínimo de representación, que morigeraba el peso de los distritos más poblados y obligaba a los candidatos a tener en cuenta el mapa de todo el país.

Eduardo Duhalde fue el promotor de aquel cambio. Si en el conurbano de la provincia de Buenos Aires residía un cuarto de la población del país, su gobernador creyó que se había convertido en el patrón de las elecciones nacionales. Para la misma época, Kirchner gobernaba una provincia de apenas 300 mil habitantes. En cantidad de electores, sólo le alcanzaba para competir con un municipio de una categoría discreta del conurbano, como San Miguel o Tres de Febrero. Lomas de Zamora tenía el doble y La Matanza, seis veces más pobladores que Santa Cruz. Pero no fue una cesión de poder ingenua: la reforma del año 1994 favoreció a provincias con riquezas en el suelo, mineras y petroleras, muchas patagónicas, con un artículo que les cedió el dominio originario de los recursos naturales de su territorio. 

A Máximo Kirchner -y a su madre- les preocupa ahora la bonanza relativa de la ciudad de Buenos Aires, pero otras iniquidades nacieron con aquel diseño. Si todo el potencial de Vaca Muerta se llegara a desarrollar, gracias a las regalías, Neuquén podría convertirse en una pequeña Arabia Saudita dentro de la Argentina. Mientras que las retenciones a las exportaciones del campo, provenientes en su gran mayoría de las provincias de Buenos Aires, Santa Fé, Córdoba y La Pampa, se comparten vía coparticipación. La justicia del reparto muchas veces depende del ojo con que se lo mire.

Para Duhalde las cosas no salieron como había imaginado. Con distrito único perdió igual las elecciones presidenciales de 1999, porque la provincia es determinante pero no suficiente para lograr un triunfo. Solo accedió al poder en forma interina tras la crisis del 2001, y sin otro candidato potable para competir contra Carlos Menem, en 2003 le entregó a Kirchner el apoyo de los intendentes del conurbano, confiado en que no le iba a disputar su liderazgo en ese terreno. Menos de dos años tardó Kirchner en romper definitivamente con Duhalde. Descartó a Hilda Chiche de Duhalde como candidata en las elecciones legislativas y apeló a Cristina Fernández de Kirchner, su esposa nacida y criada en la ciudad de La Plata, que hasta ese momento sólo había disputado bancas de diputada o senadora en representación de Santa Cruz. Con los votos conquistó a los intendentes del conurbano, a los que había mirado con desconfianza, y les ofreció un vínculo directo con la Casa Rosada a través de José López, el hombre de los bolsos a cargo del reparto de fondos para la obra pública, y su jefe, el ministro de Planificación Julio De Vido. En ese armado, Daniel Scioli fue el gobernador ideal para el kirchnerismo. Pocas cosas le aburrían más que la construcción territorial.

La provincia de Buenos Aires también le deparó sinsabores a la familia Kirchner. Primero, la derrota de Néstor contra Francisco “Alica Alicate” De Narvaéz en las elecciones legislativas de 2009 (con Cristina Kirchner en la presidencia intercambiaron roles: ella en la Casa Rosada y él, tres veces gobernador de Santa Cruz, candidato con domicilio en la residencia de Olivos). Luego, el triunfo de Esteban Bullrich contra Cristina Fernández de Kirchner candidata a senadora en 2017, cuando había terminado dos mandatos consecutivos como presidenta y quiso volver al cabo de dos años. 

El año 2019 fue el turno de Máximo, la última mudanza electoral de la familia, que encabezó la lista de diputados y eligió a cada uno de los candidatos que en la provincia de Buenos Aires llevaron su boleta, además de la opción que resultó exitosa de Axel Kicillof para gobernador. Que Máximo quiera encabezar ahora el Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires no parece una mera anécdota. Es una ambición reveladora: allí donde siempre arranca o busca resurgir el proyecto de poder en su familia.

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