Sabag Montiel y la economía neoliberal realmente existente: una conversación necesaria
La semana pasada elDiarioAR publicó una nota de opinión del sociólogo y colega Ariel Wilkis, titulada “Sabag Montiel, hijo legítimo de la economía popular”. La intervención generó reacciones elogiosas y de perplejidad, tanto de lectore/as de a pie como de intelectuales y académicos/as. Como parte de esa conversación, proponemos abrir una reflexión franca, compañera y generosa, que necesita ser y hacerse pública en un texto como este, porque atañe a asuntos –hoy y hace tiempo– cruciales y urgentes para la vida social de nuestro país.
I.
La nota de A. Wilkis trae al debate público de estos días un aporte tan original como necesario, en la medida que ensancha la línea estricta de pensamiento en la que el progresismo argentino parecía amurallado: “sociologizar” a Fernando Sabag Montiel por intermedio de la política. Más concretamente, entender su proyecto fallido –asesinar a una de las figuras políticas más importantes de la democracia argentina actual y hoy vicepresidenta de la Nación– como expresión y resultado de los discursos de odio sedimentados en la vida pública argentina. Wilkis propone, oportuna y elocuentemente, perturbar este consenso: Ojo –nos dice–, el odio de Sabag Montiel no solo está hecho de política, sino también de economía.
¿Qué economía es esa? El autor reconstruye sus trazos: Sabag Montiel parece ser –y enfatizamos aquí el parece– un típico cuentapropista popular precarizado –hoy supuesto vendedor ambulante, ayer presuntamente chofer de app–; parte de su biografía material refleja el deterioro sostenido de los horizontes imaginados y prometidos de integración social; otro tanto expresa su antipopulismo popular, un hecho social –tan extendido como incómodo para el progresismo– que Wilkis acertadamente trae al análisis e identifica como mecanismo de defensa: poder responsabilizar a alguien de la frustración sistémica de (mis) proyecciones de bienestar y movilidad. En síntesis, Sabag Montiel es parte de las secuelas de la “degradación urbana, social y laboral” de cada vez más sectores de las clases trabajadoras de nuestra Argentina reciente.
Ahora bien: para poder leer el argumento de la nota en estos términos y no en otros, uno se ve obligado a introducir ciertas traducciones –y traiciones, por tanto– al texto original. Empezando por el título y la primera oración. Donde dice [Fernando Andrés Sabag Montiel] “es un hijo legítimo de la economía popular realmente existente”, uno debería leer “es un hijo legítimo de la economía neoliberal realmente existente”. Y si quisiéramos precisarlo mejor, acaso deberíamos leer: “es un hijo legítimo de la precarización de la vida en el capitalismo realmente existente de la Argentina de los últimos 40 años”.
“Hijo legítimo” de la economía popular –en lugar de la economía a secas, o de la economía neoliberal– es de esos juegos de palabras que liberan –y dejan librado, por tanto– un efecto tan colateral como insoslayable: el de la literalidad, y con ella, la irradiación de una nueva marca estigmatizante sobre los cuerpos, individuales y colectivos, de las economías populares argentinas.
En la edición de elDiarioAR, la imagen edulcorada de un Sabag Montiel vendiendo copos de azúcar viste de hijo legítimo de la economía popular al sujeto que satura, en imágenes atemorizantes, diarios y redes de todo el mundo. Los y las vendedoras ambulantes de la Argentina metropolitana y suburbana están acostumbrado/as a la asociación: la viven en carne propia en cada hostigamiento policial, cada detención, cada decomiso de mercadería, cada causa “armada” por (ser señalados como) ilegales, mafiosos, delincuentes.
II.
La nota de nuestro colega puede asumir lo que algunos consideran una tarea pendiente, que podría ser formulada así: Dejemos de romantizar la economía popular, porque la realmente existente es también esto. Y esto no es gente loca sino, como bien sintetizó Alejandro Bercovich en la radio, gente rota, es decir, hija de un tejido económico-social despedazado en un proceso de larga duración. Entonces, para ser justos con las palabras y las cosas, volvemos a traducir: Sabag y compañía –incluidos copos y antipopulismos populares– pueden ser parte de la economía popular real, lo cual no significa que hayan sido engendrados por ella. Y de paso agregar: las economías populares son parte del torrente de inventiva social con que multitudes argentinas se las ingenian –bien, mal, a medias, como pueden; organizadas, desparramadas, mancomunadas, sueltas– para coser y suturar los hilos del tejido. La economía popular realmente existente también es esto.
Y esto nos lleva al nudo del problema: en Argentina “economía popular” no es solo una categoría socio-laboral sino también política. Decir economía popular en singular es nombrar tanto una realidad plural y contradictoria, como un proyecto claro y legible que reivindica el derecho de esa realidad a ser vista y dignificada como existente (los que viven del trabajo que se inventan, del que les queda, del que sale; los llamados marginales e informales en los 80, desocupados y vagos en los 90-2000; ellos y todas las personas que hoy encuentran, en “economía popular”, la posibilidad de renombrarse como gente que produce y tiene valor). Este proyecto es parte de los antídotos contra –y los dispositivos de reparación-de– vidas rotas o por romperse.
Volvemos, entonces, a la contribución original y necesaria del análisis de Wilkis: introducir la economía –y todo lo que ella arrastra consigo– en la sociologización (del sujeto y el caso) Sabag Montiel. Hecho esto, su (re)ensamblaje con la política resulta simétricamente ineludible: no solo porque Sabag Montiel parece ser portavoz de un antipopulismo popular tan esparcido entre precarizados como entre acomodados, sino también por una singularidad: la degradación existencial de Sabag Montiel adherida, además, a los ribetes de minorías intensas (como las neonazis y fascistas) con las que comulgaría. Estas singularidades políticas no pueden diluirse en una única progenitora, la economía popular realmente existente; sobre todo porque ella también está hecha de los millones que, cada día y todos los días, buscan razones para darle un sentido a la vida, no a la muerte.
Julieta Quirós es antropóloga, Investigadora del CONICET-IDACOR; Karina Tomatis es economista, Docente-Investigadora de la UNC; María Inés Fernández Álvarez es antropóloga es Investigadora del CONICET-CITRA,UMET/FFyL, UBA.
JQ/KT/MIFA
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