La UE debe admitir que quemar bosques no produce energía “renovable”
La próxima semana los miembros del Parlamento Europeo decidirán el futuro de muchos de los bosques del mundo votando por una revisión de la directiva comunitaria sobre energías renovables. Si el Parlamento no cambia la desacreditada y perjudicial política de energías renovables de la Unión Europea, los impuestos de los ciudadanos europeos seguirán contribuyendo a que bosques de todo el mundo se conviertan literalmente en humo cada día.
Los representantes elegidos por los ciudadanos europeos van a tener que tomar una decisión: salvar los “objetivos climáticos” de la UE con sus lagunas legislativas, o empezar a salvar nuestro clima, porque ahora mismo los objetivos de la Unión Europea no están haciendo eso.
La UE importa cada vez más pellets (virutas de madera) y otros combustibles de madera para satisfacer su creciente apetito por energía generada con la quema de bosques. Un apetito incentivado por la actual directiva europea sobre energías renovables, que clasifica a la biomasa forestal como una energía con cero emisiones de carbono, cuando lo cierto es que en las próximas y decisivas décadas sus emisiones van a ser mayores que las de los combustibles fósiles.
Las crisis interrelacionadas de guerras y aumento en el precio de los alimentos y la energía subrayan la urgencia de políticas de ahorro y eficiencia energética, así como la importancia de descarbonizar al sector energético en la Unión Europea. Debería ser evidente que la descarbonización solo puede hacerse con fuentes de energía sin carbono. Eliminar los combustibles fósiles es fundamental pero elegir bien las energías con que los sustituimos es igual de importante.
La directiva de la UE sobre energías renovables debería aplicarse únicamente a las energías verdaderamente renovables y los bosques no son una fuente renovable. Los bosques son ecosistemas creados por la naturaleza que no pueden ser recreados con la replantación de árboles.
No hay tiempo
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático ha subrayado la necesidad de recuperar y mantener más ecosistemas forestales, pero la directiva sobre energías renovables de la UE incentiva la pérdida diaria de irremplazables ecosistemas forestales, como han advertido científicos de prestigio mundial, en favor de la perjudicial replantación de árboles nuevos.
No hay tiempo para que vuelvan a crecer los árboles de estas plantaciones y se cumpla con los objetivos de emisiones del Acuerdo de París. La biomasa forestal tarda minutos en quemarse, pero a las replantaciones de árboles, dañinas para el clima y para el medio ambiente, les lleva décadas y hasta siglos volver a capturar el carbono emitido. Una deuda de décadas en emisiones de carbono para la que no tenemos tiempo.
Lo mismo ocurre con la quema de lo que la industria llama residuos forestales, como copas y ramas de árboles. Quemar cualquier parte del árbol significa quemar carbono. Si los residuos forestales vienen de un árbol de 80 años, significa que harán falta otros 80 años para que vuelva a crecer un árbol equivalente. Es un tiempo del que no disponemos.
Para que los residuos forestales se conviertan en productos finales sostenibles, lo primero es que la silvicultura sea sostenible, pero eso no está ocurriendo en la actualidad. La mayoría de la gente asume cosas sobre nuestros bosques que no son ciertas. En primer lugar, que Europa tiene una buena cantidad de bosques protegidos y que los índices de protección van en la dirección correcta, aunque estén por debajo de la promesas de la Unión Europea. Otra idea falsa que se ha extendido es que la silvicultura se lleva a cabo de forma sostenible, que de manera predominante se fabrican productos de madera respetuosos con el clima, y que para obtener energía solo se emplean los residuos forestales.
En realidad, en la actual Unión Europea nada de eso es verdad. Un día tras otro hay tala en bosques absolutamente protegidos, y la mitad de todo lo que se tala en los bosques de la UE (y no solo los residuos) se quema como combustible. La silvicultura certificada, y supuestamente “sostenible”, está aumentando las emisiones, provocando una pérdida diaria de biodiversidad, y violando sistemáticamente los derechos de los pueblos indígenas en las regiones árticas de Europa.
Convertir los bosques en plantaciones de árboles es perjudicial para el medio ambiente y una amenaza para el modo de vida de las comunidades indígenas sami. Sus renos llevan sobreviviendo al duro clima ártico desde tiempos inmemoriales, pero en solo 60 años de esta supuesta silvicultura sostenible, ya han desaparecido en Suecia el 71% de los bosques ricos en líquenes, cruciales para la supervivencia de los renos. Las comunidades sami dan la voz de alarma. “Los renos se están muriendo de hambre”, nos dicen.
Los bosques degradados por la tala también son más inflamables, un riesgo gigantesco en la crisis climática que se acelera. Así lo demuestran los incendios fuera de control que se han dado en toda Europa con la reciente ola de calor extremo, provocando la liberación a gran escala de carbono y agravando aún más la alteración del clima.
Tenemos que reducir de manera dramática todas las emisiones de gases de efecto invernadero y no solo las de los combustibles fósiles. Además de eso, y no como una alternativa, debemos extraer el dióxido de carbono de la atmósfera. En vez de confiar en tecnologías de captura de carbono inexistentes, caras y poco fiables, la mejor manera de lograrlo es protegiendo y recuperando más bosques. La tala continua de los bosques siempre generará más carbono en la atmósfera que los bosques sin talar. Debido a la tala incentivada, la Unión Europea está perdiendo los pulmones que limpiaban las atmósfera de carbono por los bosques en países como Finlandia y Estonia.
Salir de la espiral negativa
Está claro que tenemos que alejarnos del actual modelo forestal de la reducción, tala y replantación para avanzar hacia una silvicultura centrada en el ecosistema. Un cambio que implicaría más empleos rurales sostenibles y bosques más resistentes al clima, dos aspectos cruciales de una transición justa.
En ese sentido, todas las subvenciones concedidas para quemar biomasa forestal deberían reasignarse a las energías renovables de verdad, como la eólica marina, la solar y la geotérmica.
Tal y como están las cosas, la directiva sobre energías renovables está reforzando una espiral negativa. Pero podemos darle la vuelta a esta situación. Los diputados del Parlamento Europeo tienen un deber y una rara oportunidad. Tenían hasta este miércoles para presentar una enmienda que saque a la biomasa forestal de la directiva sobre energías renovables. El 13 de septiembre podrán votar por el cambio. Les quedan horas para hacer lo correcto. Si no lo hacen, estarán permitiendo décadas de aumento en emisiones de carbono, de pérdida de biodiversidad y de violaciones a los derechos humanos.
*Greta Thunberg, de Fridays for Future Sweden, ha escrito este artículo junto con Lina Burnelius, de Protect the Forest Sweden; Sommer Ackerman, de Europe Beyond Burning; Sofia Jannok, artista sami y activista medioambiental; Ida Korhonen, de Luonto-Liitto, Finlandia; Janne Hirvasvuopio, sami y activista medioambiental; Jan Saijets, activista sami; Fenna Swart, de Comite Schone Lucht, Países Bajos; y Anne-Sofie Sadolin Henningsen, de Forests of the World, Dinamarca.
Traducción de Francisco de Zárate
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